Por Oscar Edgardo García.-

La empresa de medicina prepaga a la cual estoy afiliado, que es la que cuenta con el mayor número de asociados en todo el país, me hizo llegar un correo electrónico comunicándome que yo era una de las personas seleccionadas para darle mi opinión sobre sus servicios.

Habiéndome sentido honrado con tal distinción, le hice llegar el siguiente comentario: «Las cuotas aumentan constantemente sin justificación y las coberturas se reducen, sobre todo en estudios, análisis y tratamientos preventivos. Parecería que la empresa prevalece tener un ahorro económico al negar la prevención de las enfermedades a tener que pagar su tratamiento futuro, lo cual es un absurdo total. Los turnos para atención médica muchas veces son difíciles de conseguir en plazos cercanos, por lo que hay que solicitarlos con mucha antelación o pagarle al profesional un arancel privado para resolver el problema de su salud. La obra social se ha convertido en una empresa comercial mercenaria y canibalesca en la que sus afiliados son víctimas indefensas, sobre todo las personas de edad avanzada que no tienen otras alternativas posibles para la atención de su salud, por lo que, como todo ser humano, se ven obligados a esquivar la muerte privándose de muchas cosas para afrontar el costoso pago de la cuota mensual de la medicina prepaga. Finalmente, la cartilla de los médicos se reduce permanentemente, porque los honorarios que les abonan no son una justa retribución para la tarea que desarrollan ni un reconocimiento a sus antecedentes profesionales. Sus ejecutivos deberían tomar sus decisiones con mayor criterio, racionalidad y humanidad, condiciones que no evidencian en la realidad.»

Con toda humildad, asumo que mi opinión es compartida por un buen número de personas.

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