Por Hernán Andrés Kruse.-
En su edición del domingo 13 de octubre Infobae publicó un artículo de Jesica Bossi titulado “Saquen al pingüino del cajón”, metáfora del nuevo clima de época”. Escribió la columnista política: “Saquen al pingüino del cajón para que vea que los pibes cambiaron de idea, llevan las banderas que trajo el león”. Así dice una de las canciones favoritas entonadas por militantes de la Libertad Avanza en los actos partidarios de los últimos meses. El repertorio, todavía escaso, se complementa con otro tema cuya estrofa principal sostiene: “Me chupa la pija la opinión de los kukas. ¡Para hablar hay que ganar!” Está claro que no hay pretensión alguna en la prosa, que es tan contundente como agresiva y grosera. El mensaje es marcar que la juventud ya no levanta hace tiempo la leyenda del “Nestornauta”-aquella figura que usó La Cámpora tras la muerte del ex presidente-y que sólo importa lo que dice el que venció. Esto último, un razonamiento completamente antidemocrático”.
Para la juventud mileísta, entonces, sólo tienen derecho a expresar sus ideas quienes triunfaron en las elecciones. Quienes perdieron, están obligados a guardar silencio. Este razonamiento implica la negación del liberalismo como filosofía de vida porque pulveriza una de sus columnas vertebrales: el derecho de cada hombre a expresar libremente sus ideas. Este derecho jamás puede ser conculcado por ninguna mayoría circunstancial fruto de la decisión del pueblo en una elección determinada. Cuando ello sucede la democracia liberal es reemplazada por el despotismo democrático, es decir, por la voluntad omnímoda de quienes resultaron victoriosos en las urnas. El silencio cómplice del presidente de la nación no hace más que confirmar su desprecio por el liberalismo como filosofía de vida.
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Juan Antonio González de Requena Farré titulado “Nuestras tiranías: Tocqueville acerca del despotismo democrático” (Universidad Austral de Chile-Areté-Revista de Filosofía, 2013). Analiza el pensamiento del inmenso Alexis de Tocqueville del drama de las sociedades democráticas e industrializadas modernas: el imperio del despotismo democrático, de la voluntad omnímoda de la mayoría surgida luego de una elección.
LA TIRANÍA DE LA MAYORÍA Y EL DESPOTISMO DEMOCRÁTICO
“Podríamos considerar –con Pierre Manent– a Tocqueville como un heredero de la filosofía política clásica, quien sigue interrogándose sobre las opciones de los regímenes políticos en tanto que estados sociales y tipos humanos. Concretamente, Tocqueville nos enfrenta a cierto dilema filosófico-político entre aristocracia y democracia, pero también a la disyuntiva entre dos figuras humanas y dos configuraciones del ēthos compartido, a saber: la justicia del derecho igualitario y, por otra parte, la magnanimidad de la libertad y la independencia espiritual. Así, pues, si enmarcamos su pensamiento en la tradición de la filosofía política, no será extraño encontrar en Tocqueville el vocabulario clásico de los tipos de gobiernos, ni nos sorprenderá hallar referencias a uno de los regímenes menos apreciados y, sin embargo, más sutilmente caracterizado como comunidad política injusta y sumamente imperfecta, es decir, la tiranía. Tocqueville comparte las aprehensiones clásicas hacia un régimen que impugna la comunidad de los hombres libres, y, aunque se muestra reservado con respecto a si los términos “tiranía” o “despotismo” son adecuados para nombrar las formas de opresión implícitas en la revolución democrática moderna, no por ello deja de señalar los riesgos de una tiranía de la mayoría o de un despotismo blando, tal vez más temibles que las tiranías despóticas de la Antigüedad. Al fin y al cabo, la revolución democrática moderna ha de optar entre desarrollar instituciones y hábitos de libertad o, en caso contrario, desplegar la tiranía bajo una igualdad irrestricta; se trata de establecer el “imperio pacífico de la mayoría” o de ceder al “poder ilimitado de uno solo”.
Bajo la denominación de “tiranía de la mayoría”, Tocqueville conjura por primera vez el fantasma del despotismo democrático, en el contexto de la discusión de las ventajas de la democracia americana. En ese sentido, habría que entender los riesgos del despotismo democrático a partir de la denegación de las principales fortalezas y fuentes de autoridad de la sociedad democrática; no se trata de una admonición externa ni de un peligro consumado, sino que estamos ante un dilema que suscita la adhesión irrestricta a las propias premisas de la igualdad democrática. La primera ventaja de la democracia consiste –según Tocqueville– en la creación de un nuevo espíritu público y de un ēthos cívico ligado al ejercicio de derechos políticos. En segundo lugar, Tocqueville elogia en la democracia una concepción del derecho que permite aunar racionalmente el interés personal bien entendido y el respeto a los derechos ajenos; pero, también, saluda el respeto a la ley en la sociedad democrática, en la medida en que se considera que el poder de la legislación deriva de un ejercicio de autolegislación y, por ende, de nuestro compromiso voluntario con un contrato del que somos parte. Por último, una de las más sorprendentes ventajas de la democracia radica en la incesante actividad política que genera, la cual se refleja y permea en todos los ámbitos de la vida cotidiana, incesantemente agitada por la búsqueda del bienestar y la prosperidad.
Pues bien, el primer riesgo de un despotismo eminentemente democrático se deriva de la misma premisa de la soberanía popular, y consiste en la omnipotencia que la mayoría ejerce en el gobierno. No en vano, el gobierno democrático se sostiene en el imperio moral de la mayoría y, por tanto, en la asunción de que todos los ciudadanos son iguales, de modo que la reunión de todos tiene más sabiduría que uno solo, y la mayoría termina creyéndose infalible. El problema radica en que, de no tener freno, semejante poder de la mayoría podría hacerse irresistible, aplastando las voces minoritarias; eso es lo que ocurre cuando la opinión pública se conforma con los dictados de la mayoría, cuando tanto el poder legislativo como el ejecutivo representan, complacen y obedecen a una mayoría impetuosa (con una consiguiente inestabilidad legislativa y administrativa). De ese modo, la omnipotencia de la mayoría favorece el despotismo del legislador, al controlar plenamente a los gobernantes y ser dueña de hacer la ley y de velar por su ejecución. En ese sentido, Tocqueville considera que la soberanía popular ha de encontrar su límite en una justicia humana cuya razón es más universal; y es que la omnipotencia y la fuerza irresistible de la mayoría encierran el germen de la tiranía. De ahí la importancia de establecer garantías contra la misma omnipotencia de la mayoría que constituye una fuente de autoridad democrática.
Sin duda, la forma más insidiosa de tiranía de la mayoría en una sociedad democrática se ejerce –según Tocqueville– sobre el pensamiento. La omnipotencia de la mayoría, su fuerza material y moral, se traduce en una capacidad de censura intelectual y de cerco al pensamiento nunca antes conocida: cuando la mayoría se pronuncia de modo irrevocable, se genera cierto consenso forzoso, ante el cual no queda sino doblegarse y callar, si no se quiere ser excluido e ignorado. En ese sentido, la tiranía de la mayoría introduce un despotismo inmaterial, que no actúa sobre los cuerpos (con violencia, cadenas y verdugos) para sojuzgar el alma, sino que somete directamente el intelecto y la voluntad. Como Tocqueville pudo apreciar en la democracia americana, la sociedad democrática generaliza un espíritu cortesano de adulación a la mayoría, de fingimiento de que se aprueba la opinión mayoritaria, prostituyendo así la opinión propia. De esa manera, el despotismo inmaterial de la mayoría podría lograr desactivar el potencial crítico y la eficacia política de la participación en el espacio público; se malograría así ese activismo públicopolítico que constituye una de las premisas ventajosas de la democracia.
Se ha observado con justa razón cómo –entre los dos volúmenes de La democracia en América– Tocqueville introdujo una diferencia de énfasis en las descripciones del despotismo que amenaza internamente a la sociedad democrática: si, en el primer volumen (publicado en 1835), los riesgos del despotismo democrático se asociaban a la tiranía de la mayoría, el segundo volumen (de 1840) se centra en la posibilidad de que irrumpa un despotismo blando y tutelar, basado en una concentración tal del poder que resulta posible la administración exhaustiva de todos los asuntos de la vida, con el beneplácito conformista de todos. Si en 1835 Tocqueville temía un abuso desmedido de la soberanía popular y se enfocaba en el carácter omnipotente, absoluto e irresistible de la voluntad de la mayoría, en 1840 expresa su preocupación por la atomización, retraimiento y complacencia de la masa, despojada de su iniciativa política e intelectual. Así pues, con el paso del tiempo, Tocqueville ya no conjura el fantasma de una mayoría vigorosa e impetuosa, sino que parece más preocupado por la impotencia y alienación políticas de una masa feble, sujeta a una democracia paternalista y únicamente sumida en la búsqueda de pequeños placeres materiales y de un frívolo bienestar. Análogamente, Tocqueville desplazará progresivamente su atención del pionero americano, ese individuo inquieto, emprendedor y deliberante, con orgullo propio y pasiones encendidas, que se afirmaba en la agitación general de una muchedumbre ruidosa y participativa.
En el segundo volumen de La democracia en América, se concentrará en los efectos del “individualismo”; esto es, describirá el repliegue de los individuos en su vida privada, el aislamiento impotente y la desintegración de la vida pública, así como la desaparición de las grandes pasiones e iniciativas políticas. En fin, si en 1835 Tocqueville planteaba un dilema entre la libertad democrática y la férrea tiranía opresiva, en 1840 el despotismo se presenta como una impersonal y desapasionada tutela burocrática, que complace las pequeñas necesidades de una masa indiferente y garantiza benévolamente su frívolo bienestar. Así como en el primer volumen de La democracia en América los riesgos de una tiranía de la mayoría se enmarcaban en el reconocimiento de ciertas ventajas de la soberanía popular que rige en democracia, la anticipación de un despotismo blando –en el segundo volumen– tiene como antecedente una descripción de las tendencias a la concentración del poder soberano y a la centralización administrativa, que son propias de la democracia.
Ya en el primer volumen de La democracia en América, Tocqueville hizo referencia a los riesgos de que la centralización gubernamental (la unificación del poder político que decide los asuntos generales y los intereses estatales) se confundiera con la centralización administrativa (la concentración de la dirección de los asuntos particulares y de las empresas locales). Al sobreponerse la centralización administrativa y la gubernamental, se consolida una fuerza inmensa e impersonal, que encuadra incluso los hábitos cotidianos y sujeta plenamente a los individuos, al aislarlos en una masa indiferente. Por eso, Tocqueville considera que un estado vigoroso no puede prosperar sin la capacidad de decisión soberana que le suministra la centralización gubernamental; sin embargo, una centralización administrativa desmedida tiende a irritar a los pueblos y erosiona el espíritu cívico (aunque sea útil para movilizar recursos y fuerzas al servicio de alguna empresa puntual). Y es que un poder altamente centralizado nunca es lo suficientemente omnisciente como para planificar todos los detalles de la vida cotidiana y todos los asuntos de una comunidad política.
En ese sentido, la centralización administrativa solo es capaz de multiplicar las regulaciones, organizar la gestión del orden público y de la seguridad social, así como mantener el statu quo en una cierta inercia administrativa. Pero –para Tocqueville– de nada sirve que un poder tutelar asegure un frívolo bienestar individual y regule todos los detalles de la existencia cotidiana, si el precio a pagar es la pérdida del espíritu cívico y de la iniciativa responsable de los ciudadanos, de manera que finalmente solo exista una masa de súbditos tan iguales como políticamente impotentes. La concentración del poder también resulta caracterizada en el segundo volumen de La democracia en América; en este caso, se trata de una tendencia arraigada en el propio ēthos democrático y en el clima intelectual de las sociedades igualitarias, que inducen el gusto por las ideas simples y generales, así como por las reglas uniformes.
De ese modo, en las sociedades democráticas se impone la representación de que el todo de la sociedad y su poder único son más importantes que los derechos del individuo y las asociaciones intermedias. Según Tocqueville, las opiniones democráticas favorecen las imágenes de unidad, ubicuidad y uniformidad del poder social; pero, además, los sentimientos de una sociedad igualitaria, es decir, el temor al desorden y el amor al bienestar, impulsan a los individuos a incrementar progresivamente el gobierno central. De ahí que el Estado termine concibiéndose como un poder único, central y uniforme, el cual sería capaz de regular el orden social y de velar providencialmente por las pequeñas necesidades de los individuos, aislados y replegados en su privacidad.
Para Tocqueville, los indicios de la centralización administrativa y de la desaparición de los poderes intermedios son múltiples: la caridad y la asistencia social dependen cada vez más del Estado; la educación se torna uniforme, a medida que el Estado asume su dirección; la religión es cada vez más dependiente de un Estado que convierte al clero en funcionario; el Estado se transforma en el principal financista y en el mayor industrial. En ese sentido, la administración pública asume un control cada vez más exhaustivo e ilimitado de la vida social, concentra cada vez más poderes gubernamentales e incluso restringe la jurisdicción del poder judicial. En fin, el Estado no cesa de atribuirse prerrogativas; se hace más extenso y centralizado, emprendedor y providencial, en tanto que los ciudadanos van perdiendo libertades públicas e iniciativa política.
En ese contexto de descripción de la creciente centralización administrativa y concentración del poder social, Tocqueville expresa su temor ante un tipo de sometimiento eminentemente igualitario, y expone su prognosis de las características que tendría semejante despotismo democrático. A diferencia de las tiranías clásicas (cuyo poder unipersonal, descomunal, opresivo y violento, era restringido y no podía ocuparse de todos los detalles de la vida social o de los hábitos cotidianos), el despotismo igualitario será más extenso, uniforme y benevolente. Según Tocqueville, el despotismo democrático responderá al ēthos moderado, laborioso, desapasionado y mediocre de las sociedades igualitarias, de modo que, en vez de tiranos, verá surgir un poder paternalista y tutelar. El despotismo democrático llevará hasta sus últimas consecuencias uno de los procedimientos de las tiranías clásicas: la erosión del espacio público y el aislamiento de los ciudadanos en su privacidad”.
17/10/2024 a las 9:11 AM
Así que para hablar hay que ganar. Hace más de un siglo el liberal colombiano Vargas Vila, definió muy bien a esta fauna ahora devenida en libertaria; » Solo el triunfo es grato a los mecenarios del éxito; doctrina de lacayos, feróz y ruín como el alma de un eunuco».
17/10/2024 a las 10:28 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El mensaje de Cristina Kirchner que desveló a Kicillof
Carlos Pagni
LA NACION
17 de octubre de 2024
17 de octubre. La fecha natal del peronismo encuentra a esa fuerza expuesta a una incógnita que, en su caso, siempre cobija un trauma: la incógnita por el liderazgo. Cristina Kirchner, que en distintas posiciones ha estado a cargo del timón en los últimos 21 años, debe convalidar esa jefatura. Le toca hacerlo en un contexto enrarecido. El peronismo acaba de experimentar una gran derrota y la responsabilidad de ella en ese fracaso apenas queda disimulada por la fallida experiencia administrativa de Alberto Fernández. La discusión se desarrolla en las vísperas de un pronunciamiento del máximo tribunal penal del país: la Cámara Federal de Casación prometió definirse, para el 13 de noviembre, convalidando la condena a 6 años de prisión que ya había emitido el Tribunal Oral Federal en la causa por la obra pública de Santa Cruz. El párrafo más significativo de ese fallo para la política nacional será otro: la prohibición a perpetuidad de ocupar cargos públicos. Es decir, de ser candidata. Una peculiaridad inesperada de este proceso es que el abanderado más relevante del cuestionamiento a la señora de Kirchner es alguien creado a su imagen y semejanza: Axel Kicillof. No sólo es una hechura de la expresidenta. Es también el gobernador de la provincia de Buenos Aires, es decir, alguien instalado en la fortaleza principal del kirchnerismo. En este duelo hay, por lo tanto, dos enigmas principales. Uno es el destino de Cristina Kirchner. El otro, la exacta dimensión de Kicillof como dirigente político.
El gobernador será hoy el único orador en una conmemoración de la fecha inaugural del peronismo que se realizará en el lugar de ese nacimiento: la calle Nueva York, en Berisso, desde donde marchó la columna más caudalosa de aquella movilización, organizada por el Sindicato de la Carne.
Se prestará mucha atención a lo que diga. Porque ese discurso será, en buena medida, definitorio. Es la consecuencia de la entrevista de tres horas que Kicillof mantuvo anteayer con su ¿jefa?, en el departamento que ella ocupa en San José y Humberto I.
Ese encuentro fue preparado por el exintendente de Florencio Varela Julio Pereyra, quién durante años compuso con su colega de Ituzaingó, Alberto Descalzo, el entrañable dúo “La Tota y la Porota”. Duró tres horas. Allí se analizó la situación general. Y hubo reproches personales. La anfitriona respondió a algunas quejas del gobernador recordándole todo lo que hizo en favor de su carrera, incluso contra la opinión y los intereses de su propio hijo, Máximo. Como era previsible, le advirtió también, como si se tratara de otro hijo suyo, que se cuide de los consejos conflictivos de quienes lo rodean. No le hizo falta mencionar a Andrés “el Cuervo” Larroque.
Sin embargo, lo más relevante del encuentro fue una sutil indicación. Algo parecido a esto: “El futuro de esta relación queda en vos. Fijate lo que vas a decir el jueves”. Esa especie de “te voy a estar mirando” puede ser una tortura para Kicillof, alguien que, como Sergio Massa, Amado Boudou o Diego Bossio, solía sufrir un inmediato dolor de panza cada vez que la entonces Presidenta lo llamaba a su despacho. Por lo tanto, el gobernador tiene derecho a haber sufrido de insomnio durante dos noches calibrando cada palabra para hoy, en la calle Nueva York. Desvelos que suelen aparecer cuando se acerca el “Día de la Lealtad”.
Hubo indicios de que la conversación del martes fue insuficiente para despejar la tensión interna. Kicillof sostiene desde hace meses la candidatura de Ricardo Quintela a la dirección del partido. Ahora esa aspiración choca con la de la expresidenta. Contra lo que se había previsto, el riojano no estará en Berisso. Kicillof prefirió que la concentración se limite al peronismo bonaerense. ¿Hoy seguirá hostigando a Máximo, pero no a Cristina Kirchner? ¿Romperá también con ella? ¿Cómo quedaría la alianza con Quintela?
En las últimas horas, Quintela siguió haciendo campaña. Concurrió al Sindicato de Taxistas, para recibir el apoyo de su titular, el salteño José Ibarra, quien sigue llorando la ausencia del juez Norberto Oyarbide. Al encuentro asistieron dos hijos de Hugo Moyano: Facundo y Jerónimo. ¿Fueron los adelantados de un respaldo de los camioneros al rival de la señora de Kirchner? La única certeza es que esta competencia ya produce alineamientos en el mundo sindical.
La esgrima que se ha planteado es extrañísima. Nunca los peronistas llegaron a una confrontación electoral para definir la conducción partidaria. Quintela tuvo dificultades para completar los requisitos. Por ejemplo, conseguir el aval de cinco presidentes de distrito para su lista. Cuando lo había logrado, Oscar Parrilli convenció al neuquino Darío Martínez de que desistiera. Pero ayer esa deserción fue compensada: Jorge Capitanich endosó la candidatura del rival de la expresidenta. El excéntrico “Coqui” también avaló la lista de su antigua jefa. Se anticipó a los dos intendentes del conurbano que prometieron: “Si hay internas yo armo un comando de campaña para cada uno”. Maravillas peronistas.
El otro problema, de todos, es la plata. Juan Manuel Olmos, que es el presidente de la Junta Electoral, debería pedir a Guillermo Francos que le adelante 600 millones de pesos del Fondo Partidario Permanente del Ministerio del Interior para organizar la logística del combate. Además del pago a los fiscales, que profesan la verdad número 21 del General: “La víscera más sensible es el bolsillo”. Un desafío también para los apoderados de las listas, expertos consumados en este tipo de rituales: Teresa García, por la expresidenta; nada menos que Jorge Yoma, por Quintela.
¿CANCIONES NUEVAS?
Estas incomodidades operativas se superponen con otras mucho más consistentes. La más relevante es en nombre de qué consignas Kicillof se enfrenta a Cristina Kirchner. Que quien insinúa un movimiento de renovación sea alguien tan identificado con su liderazgo es, si se quiere, una fortaleza para ella. Kicillof podría justificar un enfrentamiento con Máximo Kirchner alegando una competencia por el control de la burocracia política. O de estilo en la concepción del poder. En definitiva: canciones nuevas o viejas. Pero, ¿en nombre de qué desafiará a la expresidenta? Un dirigente bonaerense que no lo quiere mal, razona: “Axel se dejó llevar por el ‘Cuervo’, que es un comecocos profesional, y se comió la curva. No imaginó que se iba a postular Cristina”.
La pregunta que cabe para el gobernador puede extenderse a muchos de sus impulsores. Los intendentes Julio Alak, Fernando Espinosa, Jorge Ferraresi, Fabián Cagliardi o Mario Secco, ¿lo alientan a una pelea con la señora de Kirchner o limitan su ataque a Máximo y La Cámpora? Es posible que Kicillof haya querido limitar el acto de hoy a una liturgia provincial para ajustar la mira hacia un solo blanco: el hijo, no la madre.
El diputado Kirchner preside el PJ bonaerense donde, dicho sea de paso, no se volvió a hablar de las internas convocadas para el 17 de noviembre. Si no se realizaran se estaría ante un caso ejemplar de control de la ansiedad, porque habían sido adelantadas. A lo Lorenzetti en la presidencia de la Corte, o Tapia en la de la AFA. Trivialidades. El verdadero interrogante es el siguiente: ¿Kicillof es el agente o sólo el vehículo de esta insubordinación a la líder del movimiento?
El póker de esta interna no debería inducir a errores. No hay que descartar que Cristina Kirchner considere apoyar a Kicillof en una carrera presidencial. Entre el rol de la líder y el rol de la madre, es posible que elija el primero. Ella misma lo confiesa ante sus íntimos: “Lo que Axel no advierte es que a mí ya me tocó postergarlo a Máximo en beneficio de él”. Máximo lo dijo con todas las letras y bastante sentido del humor en La Plata: “Se quejan del dedo de Cristina los que sacaron ventaja del dedo de Cristina. ¿Qué deberíamos decir nosotros?”.
Es una discusión importante porque remite a otra: si Kicillof fuera candidato a presidente en 2027, ¿sería alguien con poder propio o, tras las huellas de Alberto Fernández, aceptaría un vicariato? Es obvio que Cristina Kirchner imagina lo segundo. También por eso reclama la jefatura del partido. Además de otro factor de primera magnitud: es casi seguro que el próximo 13 la Cámara Federal de Casación Penal confirme la condena del tribunal oral y le prohíba de por vida volver a ocupar un cargo público. Padecería, por primera vez, una sentencia firme. Eso sí: no definitiva. La Corte, es decir, el tribunal contra el que ella promovió el juicio político, podría revertirla.
La derivación política de un pronunciamiento como ése es que la expresidenta no sólo no podría ser más candidata. Tampoco podría amenazar con serlo, algo que en materia electoral es decisivo. El poder de cualquier dirigente muchas veces se cifra en su capacidad para hacer creer que puede postularse y seleccionar a quién va a asociar a su lista. Esa virtualidad es disciplinaria. La señora de Kirchner está a punto de perderla. También por eso quiere ser la jefa del partido.
En el último mes apareció otro motivo de fragilidad, que no afecta sólo a ella: la adopción de la Boleta Única desacoplará las elecciones nacionales de las provinciales y municipales. Por lo tanto, quedará anulado el efecto de arrastre, y por lo tanto el poder de negociación, que los candidatos de la primera categoría suelen tener sobre los de las otras dos.
EL OTRO PERONISMO
Estas alteraciones del orden conocido hasta ahora sirven de contorno para un estado de fragmentación que está afectando a toda la organización política. Como el Pro o el radicalismo, el PJ no escapa a esta tendencia. Sobre todo, el de la provincia de Buenos Aires. Fernando Gray, Gabriel Katopodis, Ariel Sujarchuk o Juan Zabaleta exploran una nueva agrupación que podría ser puesta al servicio del cordobesista Juan Schiaretti. Sin contar a Guillermo Moreno, que hoy realiza su propia conmemoración del 17 de Octubre en la plaza Juan Perón. Es posible que Cristina Kirchner también esté monitoreando ese discurso: la inquietan las afinidades de algunos peronistas de derecha con Victoria Villarruel.
El Gobierno estimula esta desarticulación del peronismo. No está tan claro, sin embargo, que aplauda las de otras agrupaciones. Por ejemplo, la relación con el Pro es motivo de debate interno. Javier Milei no se cansa de decir a Mauricio Macri que pretende una asociación, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. El jefe de Gabinete Francos sigue esa orientación. Entiende, con buena lógica, que sólo garantizando esa síntesis se puede esperar que el Pro salga en auxilio de la Casa Rosada en encrucijadas peligrosas. Hay una que se está aproximando: la reglamentación de los Decretos de Necesidad y Urgencia que limitaría muchísimo la capacidad del Presidente de asumir funciones del Congreso. Es la venganza de la casta, que podría esterilizar todavía más la capacidad de hacer reformas de la administración Milei. Hay algunos aspectos simpáticos en esta discusión. Por ejemplo, varios diputados opositores quieren hacer propio un proyecto elaborado por Patricia Bullrich, Fernando Iglesias y Silvana Giudici, para limitar la posibilidad de emitir ese tipo de decretos durante la gestión de Cristina Kirchner. Es verdad: eran “oltri tempi”, como diría la expresidenta. Bullrich e Iglesias integraban el bloque la Coalición Cívica. Giudici era radical. Ayer el oficialismo defendió la postergación de esta nueva ley, invitando a expertos a hablar ante la comisión. Entre otros, Bullrich.
Karina Milei y “el Mago” Santiago Caputo piensan otra estrategia. Auspician una confrontación con Pro y, sobre todo, con los Macri. La influencia de Bullrich es decisiva en esta forma de pensar la oferta electoral. Aun cuando en ese núcleo no todo sea armonía. Acaso Bullrich no calculó que, al acusar a Leopoldo Moreau de cobrar dinero de Alfredo Yabrán, irritaría al sigiloso Eduardo “Lule” Menem. Misterios noventistas. Moreau, por su lado, denunció ayer a Bullrich en los tribunales federales.
Más allá del anecdotario, la hermana del Presidente y su principal asesor especulan con ir con candidatos propios en la ciudad de Buenos Aires. ¿Bullrich querrá dejar el Ejecutivo para recluirse en el Senado? Por ahora la opción más probable es Manuel Adorni. Si La Libertad Avanza decide enfrentar a Pro en la Capital, es imposible imaginar un esquema de unidad en la provincia de Buenos Aires. A pesar de que es el distrito donde Milei tiene más dificultades. Allí el Gobierno postuló a José Luis Espert para encabezar la lista de diputados nacionales. Diego Santilli golpea la puerta: espera que le abran, aunque sea para ir a una primaria con Espert. “Diego está más cerca de nosotros que de Macri”, confesó ayer un libertario.
EL ALINEAMIENTO DE MILEI
La discusión electoral encuentra a un Gobierno cada vez más sensible frente a las exigencias de la gobernabilidad. La exhibición más notoria de este pragmatismo la ofreció Milei al explicar ante Susana Giménez su nueva visión del régimen chino. Ya no se trata de una maquinaria opresiva operada por asesinos comunistas, sino de una legión de pacíficos hombres de negocios que sólo esperan no ser molestados. Y, esto debe ser subrayado, “que ayuda sin poner condiciones”.
Antes que la audiencia de Susana fue el embajador de los Estados Unidos, Marc Stanley, quien se enteró de esa reconsideración. Fue al acompañar a un grupo de legisladores de su país a una entrevista con el Presidente. Al cabo de una larga manifestación de beneplácito por su orientación, que incluyó una advertencia sobre el “peligro chino”, Milei respondió: “Les agradezco los conceptos. Pero debo decirles que una noche visité al embajador de China por la renovación del swap de monedas entre nuestros bancos centrales. Y me lo resolvió al día siguiente. En cambio, desde que llegué al poder, estoy esperando la ayuda de los Estados Unidos en el Fondo Monetario Internacional, y hasta ahora no llegó”.
Los chinos impartieron una lección dolorosa. Pusieron al Gobierno al borde del abismo negándose a renovar el swap hasta el día de su vencimiento. Milei debió visitar al embajador Wang Wei, quien ha demostrado una llamativa habilidad y, sobre todo, cierto coraje para tomar riesgos delante de sus propios superiores en Pekín. Le salió bien. Es cierto que el Presidente tomó consciencia de que, si China lo dejaba caer en default, al día siguiente se derrumbaba también el acuerdo con el Fondo. Ahora los Milei preparan un viaje a esa tierra de gente que no quiere ser molestada. Primero irá Karina. Más tarde, el Presidente. ¿Cuándo? Después de la asunción del nuevo gobierno de los Estados Unidos. Milei quiere saber si llega su amigo Donald Trump y, en tal caso, hasta qué punto lo ayudará. Información indispensable para, tal vez, recalcular la política exterior.
17/10/2024 a las 10:32 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Al CCK ¿ahora hay que decirle CCPLDFS?
Pablo Mendelevich
LA NACION
16 de octubre de 2024
Aunque una de las banderas del gobierno libertario es la simplificación burocrática, hay cosas que Milei debería aprender del peronismo. Ponerle “Centro Cultural Palacio Libertad Domingo Faustino Sarmiento” al “CCK” tal vez no vaya a pasar a la historia como uno de sus mayores aciertos.
¿Qué quiso hacer? ¿Despartidizar el palacio al que Cristina Kirchner llamó Néstor Kirchner? ¿Y entonces para qué intercaló “libertad” en el nuevo nombre, palabra insignia de su propio partido, objeto de veneración mediante el bravío grito laico que sostiene la continuidad coreográfica de los tiempos proselitistas con los tiempos presidenciales? No hace falta irse muy atrás para recordar cómo termina siempre Milei sus discursos. Al del acto del sábado celebrado en el nuevo “Palacio Libertad” también lo abrochó con los tres “viva la libertad carajo” de rigor, mientras despotricaba contra los que atacan “las ideas de la libertad, que son las ideas del progreso”. Libertad es un concepto de amplitud ilimitada, está en el Himno y en el Preámbulo, pero no hay duda de que en la Argentina de 2024 en cierto contexto político se activa como contraseña oficialista. Tanto lo es como la expresión soberanía política, independencia económica y justicia social para el peronismo.
Lo de ponerles dos nombres a una misma cosa sigue la línea del subte porteño, espejo de un hábito del metro parisino al parecer inspirado en el problema que padecen los políticos con la sobredemanda de homenajes. Dado que la multitud de próceres con los que los políticos tienen compromisos es mayor que la cartelería vacante, en lugar de ampliar la red del subte les pareció mejor echar mano a nombres de a pares: “Malabia-Osvaldo Pugliese”, “Independencia-Santa Mama Antula”, “Once-30 de diciembre”.
Nadie sabe cómo se acostumbrará la gente a decirle al taxista cuando se dirija al ex CCK. “Libertad/Sarmiento” tiene el inconveniente de que uno podría ir a parar a una esquina que queda a trece cuadras del centro cultural. “Lléveme al CCPLDFS” tal vez no favorezca la fluidez del diálogo con el taxista. Los libertarios más ardientes dirán “voy al Palacio Libertad, carajo”. Quién sabe cómo se ambientará el resto.
Juan Domingo Perón no fue superado en toponimia populista desde que jerarquizó en 1951 a Chaco y La Pampa como provincias nombrándolas respectivamente “Perón” y “Eva Perón”. Aquello fue una penetrante ola autolaudatoria, la más grande que haya habido. Un culto a la personalidad que acabaría cancelado manu militari por la Revolución Libertadora. El péndulo al taco: no sólo se prohibió entonces la calle Perón sino decir Perón por la calle. En los setenta la historia demostraría que la impiadosa cirugía “gorila” no había sido eficaz en términos de suprimir, domesticar o cuanto menos encoger al peronismo tal como lo pretendía el sector militar alineado detrás de Aramburu, que venía de cortarle la cabeza a Lonardi (“ni vencedores ni vencidos”) por considerarlo intolerablemente tolerante.
Bajo la segunda presidencia de Cristina Kirchner se recreó la pulsión de raíz estalinista de esparcir por doquier monumentos del líder -Néstor Kirchner estaba recién muerto- y bautizar con su nombre calles, avenidas, plazas, hospitales, escuelas, estadios, salones, represas, gasoductos, terminales de ómnibus, aeródromos, piletas climatizadas y más de un cordón-cuneta. La mayoría de esos bautismos aún perdura. El más importante es el gasoducto Presidente Néstor Kirchner, que hoy transporta 11 millones de metros cúbicos de gas por día, aunque debería estar transportando 39.
De la fiebre toponímica de los años cuarenta y cincuenta, curiosamente, queda una muestra, por demás significativa. Al aeropuerto de Ezeiza, el más importante del país, oficialmente se lo sigue llamando Ministro Pistarini. Es por el ministro de Obras Públicas de Perón, un general germanófilo que hasta había sido un abierto simpatizante de Hitler. Su apellido lo repiten a diario por altoparlantes los comisarios de a bordo de todos los aviones que están por aterrizar en Ezeiza. Pistarini no sólo se encontraba vivo cuando Perón le puso su nombre al aeropuerto. Caso único, estaba parado al lado suyo, en funciones como ministro.
Pero Milei el sábado ahorró toda entrelínea. Habló, sí, de “dejar atrás a los políticos que arrastraron al país a la decadencia y a la humillación”. No mencionó directamente a Néstor Kirchner ni al kirchnerismo ni al peronismo, mucho menos recordó la placa de mármol de la entrada que con tipografía cuasi romana dice: ESTE EDIFICIO FVE REINAVGURADO EL XXI DE MAYO MMXV y a continuación homenajea a los cuatro artífices: la presidenta Cristina Kirchner, el ministro Julio Miguel De Vido, la ministra de Cultura Teresa Parodi y el secretario de Obras Públicas José Francisco López, éste mucho más recordado, seguramente, por haber arrojado nueve millones de dólares a través de las paredes de un convento que por haber quedado tallado en mármol (si bien no se puede descartar que ambas cosas se hallen relacionadas).
También elude todo lo que puede mencionar al desplazado Néstor Kirchner el decreto 897/2024. Para referirse al lugar en cuestión lo llama Centro Cultural del Bicentenario, el primer nombre que tuvo. Sin embargo, enseña en los considerandos: “la denominación de edificios y espacios públicos, monumentos históricos y afines en ningún caso debería responder a intereses políticos, dado que desvirtuaría la finalidad y el significado cultural de los mismos, confundiendo lo público con lo partidario y le harían perder la neutralidad propia de estos lugares, excluyendo a aquellos que no comparten una misma mirada política”.
Igual que el discurso de Milei, el texto del decreto hace foco en Sarmiento, cuya asunción, el 12 de octubre de 1868, se conmemoraba el sábado pasado. Sarmiento merecía el recuerdo no sólo por su extraordinario aporte a la educación y porque el revisionismo lo maltrató injustamente sino porque es su nombre uno de los dos que se le estaba poniendo en ese acto al centro cultural. Pero al ensalzar el aniversario Milei se salteó el detalle de que hasta 1928 (segundo mandato de Yrigoyen) todos los presidentes, no sólo Sarmiento, asumieron un 12 de octubre, fecha que también se restableció en 1963 para Illia y en 1973 para Perón.
Su forma de ver la historia le quita iluminación a las metas institucionales, ahoga los claroscuros, desdeña las complejidades en favor de un reparto de extremos. Santos y ratas.
La fecha reapareció en escena, esto ya es algo risueño, para justificar el propio decreto de necesidad y urgencia. Dice el DNU: “(considerando) que atento a la proximidad de la fecha de la conmemoración de la asunción de la Presidencia de la Nación de Domingo Faustino Sarmiento, se hace imposible seguir los trámites ordinarios previstos en nuestra Constitución Nacional para la sanción de las leyes, y ello además dificultaría actuar en tiempo oportuno y es entonces del caso recurrir al remedio constitucional establecido en el inciso 3 del artículo 99 de la CONSTITUCIÓN NACIONAL, en el marco del uso de las facultades regladas en la Ley Nº 26.122″. En otras palabras, hubo que hacer un DNU porque se precipitó el 12 de octubre de hace 156 años. ¡Se nos vino encima! No dio tiempo a mandar una ley al Congreso para desalojar el nombre de Néstor Kirchner.
17/10/2024 a las 10:35 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El Gobierno arriesga ante una agitación estudiantil que nunca se sabe cómo termina
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
16/10/024
Dos contingentes de jubilados irrumpieron el lunes en un par de universidades de la provincia de Buenos Aires donde se realizaban asambleas estudiantiles en rechazo al veto del gobierno de Javier Milei a la Ley de Financiamiento Universitario. En uno de los casos, el grupo de personas mayores llegó en micros. En el otro, simplemente caminando y por goteo. Pudo existir detrás del movimiento alguna inducción política. Aquella convergencia circunstancial podría haberse convertido en potencial señal de alerta para Javier Milei.
Se trata del protagonismo público de dos grupos de ciudadanos que se han sentido perjudicados por los vetos presidenciales. Expresiones de una paradoja que empieza a salir a la luz. El bloqueo a jubilados y estudiantes representaron victorias políticas en el Congreso para un oficialismo súper minoritario; podrían ser victorias de rédito corto y de secuelas prolongadas.
Milei continuó echando combustible al conflicto con información arbitraria sobre el desenvolvimiento de la Universidad de Buenos Aires y los beneficiarios sociales por acceder a esa casa de estudios. “En un país donde la mayoría de los niños son pobres y no saben leer, escribir ni realizar una operación matemática básica, el mito de la universidad gratuita se convierte en un subsidio de los pobres a los ricos, cuyos hijos son los únicos que llegan a la universidad con los recursos y el tiempo para poder estudiar”, disparó el Presidente al rebautizar como Palacio Libertad Domingo Faustino Sarmiento el viejo CCK.
No fue su única afirmación asombrosa. Pero quedó de inmediato desairada. La Encuesta Permanente de Hogares, que realizan de modo conjunto el INDEC y las Direcciones Provinciales de Estadística, revelan que la mitad de los estudiantes que asisten a la UBA pertenecen a hogares que están por debajo de la línea de pobreza. Es cierto que entre el volumen de egresados predominan los alumnos de mejor condición económico-social.
Aquel espoleo presidencial pareció ayudar a extender las tomas en muchísimas facultades del país. También pasó, en varias de ellas, que pese a la ocupación no se dejaron de dictar clases. Milei ensayó una distensión del conflicto cuando aclaró en un reportaje que la Universidad continuará siendo “pública y no arancelada”. Las patrullas digitales libertarias se habían sumado al encendido mensaje presidencial del domingo anunciando la futura imposición de un arancel para estudiar en la UBA.
Milei se encargó de dar otra estocada con el asunto de las auditorías. “El que no quiere ser auditado es un chorro. ¿Por qué no quieren ser auditados?”, preguntó. El problema posee varias aristas. En los cuarenta años de democracia no se conoce que ninguna Universidad se haya resistido a una auditoría. Sencillamente porque jamás se intentó. La responsabilidad de esa tarea debió corresponder a la Auditoría General de la Nación (AGN). La conformación definitiva de la entidad está en veremos por desacuerdos del Gobierno con su aliado principal, el PRO. Queda por completar una vacante que también demanda el radicalismo. Indefinición que se multiplica en otros organismos del Estado. En suma, la proposición del Presidente carecía de una herramienta ejecutora. De apuro se resolvió que la tarea sea desarrollada por la SIGEN. Que nadie aguarde novedades cercanas.
¿Alguien se ocupó alguna vez de verificar si fondos universitarios se destinan para la militancia partidaria? Existe una fuerte presunción que así sucede. No sólo con radicales y kirchneristas. Pero ningún presidente indagó sobre eso o pidió explicaciones al rector del momento de la UBA. Si tomaron estado público, por ejemplo, las tercerizaciones que supo hacer el ex ministro de Planificación, Julio De Vido, con universidades bonaerenses para financiar proyectos culturales militantes.
El conflicto estaría tensando hasta un límite la relación del Gobierno con la unanimidad de rectores de la nación. Esos funcionarios suelen detestar las ocupaciones de sus casas de estudio. Sencillamente porque pierden el control y hasta deben tolerar la intromisión de dirigentes políticos. Incluso corren riesgo de verse desafiados por pleitos adicionales. Las propias internas políticas.
Un episodio sucedió en la Universidad de La Matanza. Su rector es Daniel Martínez. Esa casa de estudios ha sido ocupada por los estudiantes de manera intermitente. En uno de esos paréntesis habría existido un intento de intrusión por parte de docentes y no docentes que responderían al intendente Fernando Espinoza. El funcionario niega absolutamente todo. Autoridades de la Universidad aseguran que las cámaras de seguridad filmaron a Espinoza y a la vicegobernadora Verónica Magario haciendo compañía a las personas que pugnaban por ingresar en la Unlam.
Tampoco el Gobierno parece conocer bien el camino adecuado para intentar desactivar un conflicto que se conoce cómo comenzó, aunque se ignora cuándo y de qué manera podría concluir. Un reflejo de ese desconcierto puede representarlo, tal vez, la ausencia pública de la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, bajo cuya jurisdicción está el área de Educación. Las voces que pretenden reemplazarla no sonarían del todo afinadas.
El diputado libertario, José Luis Espert, responsabilizó de la situación al rector de la UBA, Ricardo Gelpi. Lo conminó a recurrir a la policía para concluir con las ocupaciones. No se trata de una obra de gran imaginación. Tampoco el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, redondeó el mejor diagnóstico. Asoció el conflicto presente a una supuesta reedición de lo que vivió la Argentina en la fatídica década del 70. Según el funcionario la ocupación de facultades, en aquel entonces, habría sido preludio de la irrupción de las organizaciones guerrilleras y el baño de sangre que terminó coronando el golpe militar de 1976. La correlación de hechos no fue esa. Cualquier libro de historia con rigor básico puede demostrarlo.
Mas allá de la sucesión de desaciertos del relato, resultaría temeraria cualquier vinculación setentista con la actualidad. Ayudaría muy poco para restablecer cierto sosiego en un país atravesado por la grieta que se expresa también en el conflicto de las universidades. Allí es frecuente el imperio de la intolerancia de los sectores radicalizados. En especial, la izquierda y el kirchnerismo. Pero en varios de los sucesos de los últimos días también fue posible descubrir la aparición de provocadores libertarios.
La confrontación, como en tantos otros campos, esteriliza cualquier debate y la posibilidad de proponer transformaciones que no encallen únicamente en la discusión sobre el dinero. La crisis educativa en la Argentina se incuba mucho antes de llegar a la Universidad.
17/10/2024 a las 10:39 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Marcha de velas: miles de estudiantes se movilizaron en contra del ajuste y la violencia
Celeste del Bianco
Página/12
17 de octubre de 2024
El fuego de las velas iluminó los rostros de estudiantes y trabajadores que sostenían una extensa bandera argentina que decía: “Unidad por la educación pública”. Caía la noche en el Palacio Pizzurno cuando la comunidad educativa finalizó la movilización que había comenzado minutos antes en Plaza Houssay. Frente a ellos, sobre la vereda del edificio donde funciona la Secretaría de Educación, una hilera de cien efectivos de la Policía Federal que se mantenían expectantes con escudos en los brazos. Las velas frente a los cascos. Una marcha en contra de la violencia que se vivió en la Universidad de Quilmes cuando un grupo de militantes libertarios tiró gas pimienta en una asamblea, pero también contra los ataque verbales de la administración de Javier Milei.
“Hacemos un llamado al Gobierno Nacional a que frene con la violencia, con las declaraciones que la fomentan y con las expresiones en las redes sociales que después se expresan en la calle”, pidió Piera Fernández De Piccoli, la presidenta de la Federación Universitaria Argentina (FUA) en diálogo con Página 12. Estaba ahí junto a otros representantes del bloque tripartito que forman junto al Frente Sindical (integrado por los gremios docentes y no docentes) y el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN). Detrás de ellos, miles de estudiantes cantaban y saltaban: “Traigan al peluca de Milei, para que vea, que este pueblo no cambia de idea, pelea y pelea por la educación”. En la Ciudad de Buenos Aires, un muestra de lo que sucede en 47 universidades del país entre tomas, vigilias y asambleas.
Horas antes de la movilización, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, sumó nuevas agresiones a las del Presidente, que en los últimos días llamó “delincuentes” y “chorros” a los universitarios. Esta vez, la funcionaria los acusó de llevar molotovs a las movilizaciones y tomas. “Van a ir con una cantidad de cosas a propósito, para intentar ir in crescendo”, dijo Bullrich. Ayer, durante la marcha solo había velas, bombos, antorchas, carteles y banderas. “Hay discursos hostiles que lo que hacen es escalar el conflicto y nosotros no queremos escalarlo. Hace 10 meses que el Gobierno nos empuja a eso. Tenemos que hablar del retraso salarial y el Gobierno dice falsedades que no suman y que son para llevar confusión a la comunidad con mentiras”, le dijo a este diario Emiliano Cagnacci, secretario General de Asociación de Docentes de la UBA (ADUBA).
Pasadas las siete de la tarde, la marea llegó al lugar en el que tiene despacho el secretario de Educación Carlos Torrendell para reclamar la recomposición salarial y el aumento de las partidas universitarias en el Presupuesto 2025. En la esquina de la Paraguay y la Avenida Callao, estaba Gimena, estudiante de Abogacía de 24 años en la UBA. Antes cursó algunos años de Enfermería en Chivilcoy, su ciudad natal, porque era una de las pocas alternativas que tenía. “Sacarle las esperanzas a los estudiantes también es parte del desfinanciamiento”, dijo. “No es solo el edificio físico, es quitarnos a nosotros la posibilidad de poder elegir la carrera. Yo estaba por terminar Enfermería y tuve la oportunidad de venir a Buenos Aires y dejé. Pero en estos días me replanteé volver a mi pueblo. Son proyectos de vida que se van destruyendo y degradando”, agregó.
Cerca de ella, caminaba Mercedes, una jubilada envuelta en una bandera argentina que golpeaba una cacerola con una cuchara. “Tenemos derechos ganados que no debemos perderlos. Estoy contenta porque se ha despertado la consciencia”. Mercedes no tiene ningún vínculo directo que la motive estar en la calle, su hijo politólogo ya se recibió y ella no pudo estudiar Abogacía como quería. “Los grandes debemos luchar por los más chicos. Esto te cala los huesos, es muy nuestro, muy profundo”, dijo y comenzó a llorar. Alrededor, algunos vecinos aplaudían desde los edificios y otros filmaban con sus celulares.
PLAN DE LUCHA
La medida de ayer es parte del plan de lucha que el martes definió el bloque universitario y que incluye tres días de paro nacional. El primero es hoy y dura 24 horas y habrá uno de 48 para el lunes 21 y martes 22. Cada miércoles, se harán clases públicas en todo el país en sintonía con el tratamiento del Presupuesto 2025 en el Congreso. Los rectores piden el 50% más de lo que el gobierno prevé para el próximo año. Además, en noviembre se harán marchas regionales en cinco provincias distintas para federalizar la protesta, se cree que las sedes serán Tucumán, Córdoba, Salta, Mar del Plata y alguna ciudad del sur del país. Aún no se terminó de definir, pero se evalúa hacer un gran encuentro nacional universitario en la Ciudad de Buenos Aires e instalar una carpa blanca.
“Seguimos en la pelea por nuestro salario. Estamos pidiendo por dos billones de pesos para que se arregle la recomposición salarial en paritarias. Y hoy estamos acá acompañando a los estudiantes, que son los que originaron esto”, le dijo a Página 12 Daniel Ricci, secretario general de la Federación de Docentes de las Universidades (FEDUN). Los seis gremios que integran el Frente Sindical reclaman la apertura de la paritaria para recuperar el 63.5 por ciento que perdieron por la inflación, el pago de la garantía salarial (fijada en 420.000 pesos) y recuperar el Fondo de Incentivo Docente.
En la previa a la marcha, las clases públicas se diseminaron en toda la Facultad de Medicina, que fue el punto de encuentro de la convocatoria. También fuera de ella, en la Plaza Houssay donde dos profesores explicaban la resistencia de la vía aérea en un pizarrón blanco a quince estudiantes sentados en el césped. Sobre las escaleras de entrada de la facultad, otras tres clases simultáneas. Los estudiantes tomaban nota mientras los colectivos pasaban por la calle Paraguay dejando una estela de humo en el aire. Manuela y Sol dieron la clase de repaso antes del parcial de Farmacología 1, terminaron a las seis para poder sumarse a la caminata. “Queremos manifestar nuestro descontento con los argumentos del Gobierno. Si hablás con cualquier estudiante o docente está totalmente a favor de las auditorías, todos queremos un manejo transparente. Además, no es cierto que solo la gente de clase alta vaya a la universidad, tengo muchos amigos que son primera generación universitaria, que viajan como tres horas en bondi. A todos nos está costando llegar a fin de mes”, contó Sol, que este mes cobró 99.000 pesos por su trabajo como docente.
Uno de los argumentos del Gobierno son las auditorías. El martes, se conoció la decisión del procurador del Tesoro de la Nación, Rodolfo Barra, para que la SIGEN retome los controles sobre las universidades nacionales; una tarea que desde 2022 había quedado a cargo de la Auditoría General de la Nación (AGN), que depende del Poder Ejecutivo. Una medida que los rectorados tomaron con buena cara a pesar de las declaraciones de Milei, que había dicho que «los chorros están en peligro».
Camila es estudiante de Psicología y también fue a la marcha, tiene dos trabajos: uno como administrativa y otro en una residencia de Salud Mental. Mientras sostenía una antorcha se sumaba al popular cántico: “universidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode, se jode”. “Somos trabajadores precarizados y nos afecta la reforma laboral, pagamos la SUBE, los servicios, nos está afectando de todos lados”, contó.
La marcha confirmó la irrupción de los universitarios como un sujeto que da la disputa en la arena educativa, pero también en la política, un movimiento que no hace más que crecer ante las decisiones del gobierno nacional. “Siempre hemos sido parte de las luchas y hoy los estudiantes estamos acá porque la universidad pública es todo lo que este gobierno detesta, que es el pensamiento crítico. Yo estudio Psicología porque quiero ejercer en la salud publica, que es fundamental para el país que quiero, me emociona”, agregó Camila.
Antes de comenzar a marchar, docentes y estudiantes se pararon en la puerta de la facultad y entonaron el himno argentino frente a las cámaras de televisión. A un costado, también cantaba Francisco Soria, profesor de Filosofía jubilado. Tiene 64 años y fue el primer universitario de su familia, sus padres eran analfabetos. Mientras cantaba, las lágrimas le caían por las mejillas. “Es emocionante ver la lucha de estos jóvenes que nos dan ejemplo a los mayores que estamos cansados. Cantar el himno en estas circunstancias es tan o más emocionante que cantarlo para un mundial”, cerró.