Por Hernán Andrés Kruse.-

Horas antes de la asunción de Donald Trump, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, se reunión por espacio de 75 minutos con Javier Milei en un salón de un hotel situado en Georgetown. En diálogo con la prensa, doña Kristalina afirmó: “Cuando mirás los datos, en todos los indicadores, Argentina está superando todo lo que anticipamos hace un par de meses. Está superando los avances en la reducción de la inflación, tan importante para la gente porque la inflación es un impuesto y es un impuesto que golpea más duramente a los más pobres. La economía está creciendo y lo hace más rápido de lo que habíamos previsto y, lo que es muy importante, la gente apoya las reformas”. Aseguró, además, que el FMI y el gobierno argentino trabajarán en un nuevo programa para luego adelantar que un equipo de técnicos del FMI viajará a Buenos Aires la semana próxima (Fuente: Román Lejtman, Infobae, 19/1/025).

Confieso que no deja de sorprenderme lo que a esta altura puede considerarse una ley: “la vocación del presidente de turno por postrarse ante el FMI por implorarle de rodillas el préstamo salvador”. Pero lo que más me sorprende es, como lo señaló Georgieva, el apoyo popular a las reformas que implementa Milei. Porque esta película la vimos muchas veces. Y el final fue siempre el mismo: la clase trabajadora aniquilada por el feroz ajuste. ¿Por qué, entonces, el pueblo sigue confiando en una política económica que demostró con creces su capacidad de daño? Porque el pueblo está loco (estamos locos, me incluyo). ¿Y por qué estamos locos? Porque increíblemente seguimos creyendo que el acuerdo con el FMI, ahora sí, será beneficioso para el pueblo. Porque como decía Einstein “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”.

Buceando en Google me encontré con un ensayo de Hernán Fair (Universidad Nacional de Quilmes) titulado “De la revolución de la alegría al acuerdo con el FMI. Neoliberalismo, endeudamiento externo y dependencia durante el gobierno de Macri” (Revista STULTIFERA de Humanidades y Ciencias Sociales-Universidad Austral de Chile-2024). Antes, fue el mimo de Christine Lagarde a Macri. Ahora, es el mimo de Kristalina Georgieva a Milei.

EL GOBIERNO DE CAMBIEMOS: DE LA “REVOLUCIÓN DE LA ALEGRÍA” A LAS POLÍTICAS DE LIBERALIZACIÓN ECONÓMICA, ENDEUDAMIENTO Y AJUSTE

“En el marco del relato de la “nueva política” ajena a las luchas de poder y los enfrentamientos artificiales, durante la campaña para las elecciones presidenciales de 2015 Mauricio Macri, líder de la alianza Cambiemos, construyó un discurso que se condensó en el slogan de la “Revolución de la alegría” y en las promesas de “Pobreza cero” y “Unir a los argentinos”. Se trataba de un discurso consensualista, que se enlazaba con una fantasía evolucionista de mejora económica progresiva y gradual, centrada en el significante Cambio.

Una vez asumida la presidencia, Macri se dedicó a aplicar políticas públicas de cuño neoliberal para “reinsertar” a la Argentina en el mundo. Tres fueron los ejes de esta inserción dependiente: la comercial (vinculada a una estrategia de desregulación económica), la relación con las potencias mundiales (alineada con Estados Unidos) y la financiera (subordinada a los acreedores externos, incluyendo holdouts, bancos transnacionales y luego el FMI). Por un lado, el presidente se propuso convertir a la Argentina en el “supermercado del mundo”. En una primera etapa, con Alfonso Prat Gay como ministro de Economía y Finanzas, este proceso fue impulsado a través de una política de desregulación comercial que eliminó el control de cambios (denominado cepo cambiario), suprimió las alícuotas a los derechos de exportación al trigo, maíz, sorgo, carne, pesca y productos de la minería, y redujo en 5 puntos las retenciones a la exportación de soja (del 35% al 30%) y sus derivados (del 32% al 27%).

Las políticas de liberalización económica, justificadas por el presidente en la supuesta necesidad de “sincerar” la economía provocaron una intensa y veloz devaluación, del 30%, y una fuerte redistribución del ingreso en favor de los grupos concentrados, en particular los agroexportadores. Macri, además, modificó por decreto la ley de tierras para facilitar la compra por parte de extranjeros, redefinió el Código de Minería y regresó al Foro de Davos luego de catorce años. Estas medidas de apertura y desregulación comercial de Cambiemos se inscriben en el marco de una inserción dependiente en el sistema mundial, que provocó el cierre de numerosas pymes y reprimarizó la economía.

Paralelamente, el gobierno realizó un cambio radical en la estrategia de inserción al orden internacional. Frente a la estrategia autonomista y de integración prioritaria con el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC del kirchnerismo, el macrismo adoptó una lógica de inserción dependentista y de subordinación a los intereses de Estados Unidos, las potencias europeas y los organismos multilaterales. En esta línea se situó la asistencia de Macri al Foro de Davos en enero de 2016 después de 13 años de ausencia de un mandatario argentino en ese ámbito, la visita al país de Barack Obama en marzo de 2016, la organización de la cumbre ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en diciembre de 2017 y la cumbre del G20 en 2018.

También la decisión de suspender la participación en UNASUR, incorporarse al Grupo de Lima y al foro PROSUR en alianza con los gobiernos de derecha de la región y desactivar el multilateralismo para aislar a Venezuela. Además, Cambiemos se alineó con la visión de Washington sobre la seguridad internacional, poniendo en agenda el combate contra el narcotráfico y la participación de las Fuerzas Armadas en cuestiones de seguridad pública. De este modo, el gobierno “abandonó los espacios de construcción de autonomía” en el orden internacional.

Por último, la alianza Cambiemos propuso generar “confianza” en los acreedores externos, el sector financiero internacional y los organismos crediticios. Para ello, desplegó un modelo de financiarización económica, orientado a satisfacer las demandas de los bancos transnacionales, los fondos de inversión internacional y los organismos multilaterales de crédito. En este marco, el gobierno de Macri abandonó la agenda multilateral en la ONU e implementó una estrategia de negociación abiertamente favorable a la posición de los fondos buitres, avalando su presunto derecho legítimo de cobrar sus acreencias, a partir del fallo del juez Griesa. En febrero de 2016, el Gobierno presentó la propuesta de pago a los holdouts, que incluía dos ofertas: una, para aquellos fondos buitre que habían obtenido sentencia pari passu; y la otra, para los que no la tuvieran. La propuesta de Cambiemos aceptaba los reclamos por 9300 millones de dólares y proponía abonar las sentencias en efectivo con una quita cercana al 25% sobre el capital e intereses reclamados y el reconocimiento de los intereses punitorios, honorarios y gastos en todas las instancias e incidentes del litigio. El acuerdo con los holdouts, apoyado por el FMI y el juez Griesa (y refrendado en el Congreso), validó ganancias extraordinarias para los fondos buitres. A su vez, puso fin a la restricción legal para emitir nueva deuda, dando inicio a un nuevo ciclo de endeudamiento público externo.

En el marco de una inserción dependiente del capital internacional, la alianza Cambiemos implementó en esta primera fase una serie de políticas de liberalización financiera. Por un lado, eliminó las regulaciones que establecían un tope máximo mensual en la compra de divisas para ahorro o atesoramiento (se fijó un tope simbólico de 2 millones de dólares por mes para personas físicas y jurídicas). Por el otro, eliminó las regulaciones bancarias que imponían tasas mínimas para los plazos fijos y máximas para los créditos, liberalizando las tasas de interés de las entidades financieras. Al mismo tiempo, realizó una apertura para el ingreso y salida de capitales financieros, a través de la eliminación de los requisitos de encajes bancarios no remunerizados (cuyo depósito era del 30%), la reducción de los encajes sobre los pasivos en divisas de las entidades (del 50% al 30%) y la reducción del plazo de permanencia de los capitales que ingresan al país (de 365 días a 120 días corridos). Por último, estableció una fuerte alza de la tasa de interés en pesos (CIFRA, 2016).

En los meses siguientes, el Gobierno eliminó las restricciones para comprar Letras del Banco Central (LEBAC) y los límites sobre las tasas de interés activas y pasivas. Al mismo tiempo, elevó las tasas de interés de las LEBAC al 30%, y al 38% anual para las letras a 35 días (un porcentaje mayor a la tasa del plazo fijo), con el objeto de esterilizar los pesos y contener la demanda de dólares. Como consecuencia de estas medidas, la colocación de letras del Banco Central pasó de 298631 millones de pesos en diciembre de 2015, a 488098 millones en junio de 2016 (con base en datos del INDEC, 2021). La liberalización financiera y de capital de Cambiemos fomentó en los grupos concentrados prácticas de especulación a través de mecanismos de carry trade o “bicicleta financiera” De este modo, comenzó en Argentina un nuevo ciclo de valorización financiera.

Las políticas de desregulación del gobierno de Macri también promovieron la fuga de capitales a centros financieros offshore (guaridas fiscales), receptores de flujos ilícitos. La emisión de letras con altísimas tasas de interés a corto plazo, además, significó un enorme negociado para los bancos, ya que obligaba a la intermediación bancaria de empresas y particulares. Solo en el primer trimestre de 2016, los bancos obtuvieron ganancias patrimoniales por un 4.5%. El mecanismo de valorización financiera de capital se basó en esta etapa en incorporar las divisas al país, cambiarlas a pesos, valorizarlas a partir de las altas tasas de interés locales y adquirir nuevamente divisas para fugarlas del país. Sin embargo, Cambiemos innovó frente al ciclo de valorización financiera del período 1976-2001, ya que se centró en la alta tasa de interés local respecto de la variación del tipo de cambio, e incorporó un festival de letras en pesos que ofrecían tasas de interés mucho más elevadas que las vigentes a nivel internacional. De todos modos, al igual que en las etapas previas, el endeudamiento público del Estado estuvo orientado a proveer las divisas que se requerían para la fuga de capitales.

Para intentar revertir este proceso, en julio de 2016 Cambiemos sancionó un “blanqueo” de capitales multimillonario. La ley de blanqueo, conocida con el eufemismo de “Sinceramiento Fiscal”, pretendía atraer fondos del exterior no declarados oficialmente para financiar el déficit fiscal y la fuga de capitales del sector privado. A pesar de la aplicación de políticas de orientación neoliberal promovidas por el establishment, el gobierno de Macri no logró disciplinar a los agentes del mercado. La inflación aumentó en un 40.3% durante 2016 y concluyó con la renuncia de Prat Gay y su reemplazo por Nicolás Dujovne, en diciembre. El nuevo ministro de Economía logró controlar la disparada del tipo de cambio mediante la persistencia de elevadas tasas de interés en pesos y la expansión de diversas letras y bonos emitidos por el Banco Central (a las LEBAC se incorporaron las LETES), con elevados rendimientos a corto plazo.

Además, en el marco de una buena cosecha del complejo agroexportador, el gobierno impulsó la obra pública y el crédito para el sector privado (principalmente, a través de la expansión de créditos hipotecarios y créditos personales) y recompuso parcialmente salarios, asignaciones, jubilaciones y pensiones. La inflación se redujo a 24.8% en 2017, mientras que el PBI tuvo una recuperación del 3%, luego de la caída del 2% del año anterior. En las elecciones legislativas de octubre de 2017 el Gobierno fue plebiscitado en las urnas y creyó que podía profundizar y acelerar el rumbo (neoliberal) de la política económica. En diciembre de ese año, envió al Congreso un proyecto de reforma previsional y otro de reforma laboral, de matriz ortodoxa. Sin embargo, las medidas generaron una fuerte resistencia en las calles y en el Congreso, que condujeron a la alianza Cambiemos a negociar con la oposición peronista, bloquear la reforma laboral y matizar la reforma previsional inicialmente prevista”.

DISLOCACIÓN, CRISIS Y ACUERDO DE SUBORDINACIÓN AL FMI

“El 28 de diciembre de 2017 el Gobierno realizó una conferencia pública en la que debió reconocer el incumplimiento de las metas de inflación (del 8 al 12% para todo el 2017) y recalibrar las cifras para el año siguiente (del 10 al 15%). Poco después, el presidente instó al Banco Central a que redujera las tasas de interés, lo que provocó, en un contexto de atraso cambiario, un cambio de expectativas en los agentes económicos. La incubación de una burbuja financiera sobre la base de las altas tasas de interés de las LEBAC respecto a la variación del tipo de cambio, garantizaba elevados rendimientos en dólares de las colocaciones mensuales, potenciadas por la liberalización del mercado financiero y de cambios. De allí que el intento del gobierno de reducir la tasa de interés, a principios de 2018, constituyó un punto de inflexión en el modelo de valorización financiera, ya que por primera vez se redujo la tasa al mismo tiempo que subió el tipo de cambio, lo que tendió a estrangular los rendimientos en dólares de las LEBAC.

A finales de marzo de 2018, además, la Reserva Federal de Estados Unidos realizó una suba de la tasa de interés. Estas medidas, a las que se sumaba la entrada en vigencia de un impuesto a la renta financiera el 23 de abril, generaron una “corrida” cambiaria, liderada por la Banca JP Morgan, y una dolarización masiva de portafolios financieros. Solo el 25 de abril, el Banco Central vendió 1472 millones de dólares de sus reservas. En pocos días, hubo un retiro de 6184 millones de dólares de inversiones especulativas. La corrida cambiaria, en condiciones de desregulación financiera, se tradujo en una fuerte devaluación, por el desarme de la burbuja financiera basada en las LEBAC. Ello coadyuvó a la remarcación generalizada de precios ante la suba de la divisa, que trepó a 23.40 el 8 de mayo.

La corrida se constituyó en un acontecimiento dislocador. En la teoría política del discurso la dislocación es un concepto análogo a lo Reallacaniano, que concierne a la postulación de lo social como una estructura dislocada, pero que emerge históricamente para mostrar, a través del orden simbólico, el carácter contingente, precario y fallido de lo social. Como indica Laclau, lo Real constituye un “límite interno” que “tiene acceso al nivel de la representación a través de contenidos ónticos”. En este sentido, la representación del espacio dislocado muestra la “presencia de lo Real en el campo de la simbolización”. Lo que definimos como acontecimiento dislocador hace referencia a acontecimientos que irrumpen inesperadamente y dislocan intensamente la realidad sedimentada. Estos acontecimientos producen un choque con lo Real que genera simbólicamente un quiebre histórico y disloca fuertemente lo social. Frente al acontecimiento dislocador, y ante el problema de la restricción externa y la falta de reservas para respaldar la creciente fuga de capitales del sector privado, el 8 de mayo de 2018 Macri anunció, en una conferencia transmitida por televisión, el inicio de conversaciones para realizar un acuerdo con el FMI. A partir de entonces, comenzó a desplegarse una segunda fase de la política económica de Cambiemos que impactó, a su vez, en la construcción hegemónica”.

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