Por Hernán Andrés Kruse.-
Horas antes de la asunción de Donald Trump, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, se reunión por espacio de 75 minutos con Javier Milei en un salón de un hotel situado en Georgetown. En diálogo con la prensa, doña Kristalina afirmó: “Cuando mirás los datos, en todos los indicadores, Argentina está superando todo lo que anticipamos hace un par de meses. Está superando los avances en la reducción de la inflación, tan importante para la gente porque la inflación es un impuesto y es un impuesto que golpea más duramente a los más pobres. La economía está creciendo y lo hace más rápido de lo que habíamos previsto y, lo que es muy importante, la gente apoya las reformas”. Aseguró, además, que el FMI y el gobierno argentino trabajarán en un nuevo programa para luego adelantar que un equipo de técnicos del FMI viajará a Buenos Aires la semana próxima (Fuente: Román Lejtman, Infobae, 19/1/025).
Confieso que no deja de sorprenderme lo que a esta altura puede considerarse una ley: “la vocación del presidente de turno por postrarse ante el FMI por implorarle de rodillas el préstamo salvador”. Pero lo que más me sorprende es, como lo señaló Georgieva, el apoyo popular a las reformas que implementa Milei. Porque esta película la vimos muchas veces. Y el final fue siempre el mismo: la clase trabajadora aniquilada por el feroz ajuste. ¿Por qué, entonces, el pueblo sigue confiando en una política económica que demostró con creces su capacidad de daño? Porque el pueblo está loco (estamos locos, me incluyo). ¿Y por qué estamos locos? Porque increíblemente seguimos creyendo que el acuerdo con el FMI, ahora sí, será beneficioso para el pueblo. Porque como decía Einstein “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”.
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Hernán Fair (Universidad Nacional de Quilmes) titulado “De la revolución de la alegría al acuerdo con el FMI. Neoliberalismo, endeudamiento externo y dependencia durante el gobierno de Macri” (Revista STULTIFERA de Humanidades y Ciencias Sociales-Universidad Austral de Chile-2024). Antes, fue el mimo de Christine Lagarde a Macri. Ahora, es el mimo de Kristalina Georgieva a Milei.
EL GOBIERNO DE CAMBIEMOS: DE LA “REVOLUCIÓN DE LA ALEGRÍA” A LAS POLÍTICAS DE LIBERALIZACIÓN ECONÓMICA, ENDEUDAMIENTO Y AJUSTE
“En el marco del relato de la “nueva política” ajena a las luchas de poder y los enfrentamientos artificiales, durante la campaña para las elecciones presidenciales de 2015 Mauricio Macri, líder de la alianza Cambiemos, construyó un discurso que se condensó en el slogan de la “Revolución de la alegría” y en las promesas de “Pobreza cero” y “Unir a los argentinos”. Se trataba de un discurso consensualista, que se enlazaba con una fantasía evolucionista de mejora económica progresiva y gradual, centrada en el significante Cambio.
Una vez asumida la presidencia, Macri se dedicó a aplicar políticas públicas de cuño neoliberal para “reinsertar” a la Argentina en el mundo. Tres fueron los ejes de esta inserción dependiente: la comercial (vinculada a una estrategia de desregulación económica), la relación con las potencias mundiales (alineada con Estados Unidos) y la financiera (subordinada a los acreedores externos, incluyendo holdouts, bancos transnacionales y luego el FMI). Por un lado, el presidente se propuso convertir a la Argentina en el “supermercado del mundo”. En una primera etapa, con Alfonso Prat Gay como ministro de Economía y Finanzas, este proceso fue impulsado a través de una política de desregulación comercial que eliminó el control de cambios (denominado cepo cambiario), suprimió las alícuotas a los derechos de exportación al trigo, maíz, sorgo, carne, pesca y productos de la minería, y redujo en 5 puntos las retenciones a la exportación de soja (del 35% al 30%) y sus derivados (del 32% al 27%).
Las políticas de liberalización económica, justificadas por el presidente en la supuesta necesidad de “sincerar” la economía provocaron una intensa y veloz devaluación, del 30%, y una fuerte redistribución del ingreso en favor de los grupos concentrados, en particular los agroexportadores. Macri, además, modificó por decreto la ley de tierras para facilitar la compra por parte de extranjeros, redefinió el Código de Minería y regresó al Foro de Davos luego de catorce años. Estas medidas de apertura y desregulación comercial de Cambiemos se inscriben en el marco de una inserción dependiente en el sistema mundial, que provocó el cierre de numerosas pymes y reprimarizó la economía.
Paralelamente, el gobierno realizó un cambio radical en la estrategia de inserción al orden internacional. Frente a la estrategia autonomista y de integración prioritaria con el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC del kirchnerismo, el macrismo adoptó una lógica de inserción dependentista y de subordinación a los intereses de Estados Unidos, las potencias europeas y los organismos multilaterales. En esta línea se situó la asistencia de Macri al Foro de Davos en enero de 2016 después de 13 años de ausencia de un mandatario argentino en ese ámbito, la visita al país de Barack Obama en marzo de 2016, la organización de la cumbre ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en diciembre de 2017 y la cumbre del G20 en 2018.
También la decisión de suspender la participación en UNASUR, incorporarse al Grupo de Lima y al foro PROSUR en alianza con los gobiernos de derecha de la región y desactivar el multilateralismo para aislar a Venezuela. Además, Cambiemos se alineó con la visión de Washington sobre la seguridad internacional, poniendo en agenda el combate contra el narcotráfico y la participación de las Fuerzas Armadas en cuestiones de seguridad pública. De este modo, el gobierno “abandonó los espacios de construcción de autonomía” en el orden internacional.
Por último, la alianza Cambiemos propuso generar “confianza” en los acreedores externos, el sector financiero internacional y los organismos crediticios. Para ello, desplegó un modelo de financiarización económica, orientado a satisfacer las demandas de los bancos transnacionales, los fondos de inversión internacional y los organismos multilaterales de crédito. En este marco, el gobierno de Macri abandonó la agenda multilateral en la ONU e implementó una estrategia de negociación abiertamente favorable a la posición de los fondos buitres, avalando su presunto derecho legítimo de cobrar sus acreencias, a partir del fallo del juez Griesa. En febrero de 2016, el Gobierno presentó la propuesta de pago a los holdouts, que incluía dos ofertas: una, para aquellos fondos buitre que habían obtenido sentencia pari passu; y la otra, para los que no la tuvieran. La propuesta de Cambiemos aceptaba los reclamos por 9300 millones de dólares y proponía abonar las sentencias en efectivo con una quita cercana al 25% sobre el capital e intereses reclamados y el reconocimiento de los intereses punitorios, honorarios y gastos en todas las instancias e incidentes del litigio. El acuerdo con los holdouts, apoyado por el FMI y el juez Griesa (y refrendado en el Congreso), validó ganancias extraordinarias para los fondos buitres. A su vez, puso fin a la restricción legal para emitir nueva deuda, dando inicio a un nuevo ciclo de endeudamiento público externo.
En el marco de una inserción dependiente del capital internacional, la alianza Cambiemos implementó en esta primera fase una serie de políticas de liberalización financiera. Por un lado, eliminó las regulaciones que establecían un tope máximo mensual en la compra de divisas para ahorro o atesoramiento (se fijó un tope simbólico de 2 millones de dólares por mes para personas físicas y jurídicas). Por el otro, eliminó las regulaciones bancarias que imponían tasas mínimas para los plazos fijos y máximas para los créditos, liberalizando las tasas de interés de las entidades financieras. Al mismo tiempo, realizó una apertura para el ingreso y salida de capitales financieros, a través de la eliminación de los requisitos de encajes bancarios no remunerizados (cuyo depósito era del 30%), la reducción de los encajes sobre los pasivos en divisas de las entidades (del 50% al 30%) y la reducción del plazo de permanencia de los capitales que ingresan al país (de 365 días a 120 días corridos). Por último, estableció una fuerte alza de la tasa de interés en pesos (CIFRA, 2016).
En los meses siguientes, el Gobierno eliminó las restricciones para comprar Letras del Banco Central (LEBAC) y los límites sobre las tasas de interés activas y pasivas. Al mismo tiempo, elevó las tasas de interés de las LEBAC al 30%, y al 38% anual para las letras a 35 días (un porcentaje mayor a la tasa del plazo fijo), con el objeto de esterilizar los pesos y contener la demanda de dólares. Como consecuencia de estas medidas, la colocación de letras del Banco Central pasó de 298631 millones de pesos en diciembre de 2015, a 488098 millones en junio de 2016 (con base en datos del INDEC, 2021). La liberalización financiera y de capital de Cambiemos fomentó en los grupos concentrados prácticas de especulación a través de mecanismos de carry trade o “bicicleta financiera” De este modo, comenzó en Argentina un nuevo ciclo de valorización financiera.
Las políticas de desregulación del gobierno de Macri también promovieron la fuga de capitales a centros financieros offshore (guaridas fiscales), receptores de flujos ilícitos. La emisión de letras con altísimas tasas de interés a corto plazo, además, significó un enorme negociado para los bancos, ya que obligaba a la intermediación bancaria de empresas y particulares. Solo en el primer trimestre de 2016, los bancos obtuvieron ganancias patrimoniales por un 4.5%. El mecanismo de valorización financiera de capital se basó en esta etapa en incorporar las divisas al país, cambiarlas a pesos, valorizarlas a partir de las altas tasas de interés locales y adquirir nuevamente divisas para fugarlas del país. Sin embargo, Cambiemos innovó frente al ciclo de valorización financiera del período 1976-2001, ya que se centró en la alta tasa de interés local respecto de la variación del tipo de cambio, e incorporó un festival de letras en pesos que ofrecían tasas de interés mucho más elevadas que las vigentes a nivel internacional. De todos modos, al igual que en las etapas previas, el endeudamiento público del Estado estuvo orientado a proveer las divisas que se requerían para la fuga de capitales.
Para intentar revertir este proceso, en julio de 2016 Cambiemos sancionó un “blanqueo” de capitales multimillonario. La ley de blanqueo, conocida con el eufemismo de “Sinceramiento Fiscal”, pretendía atraer fondos del exterior no declarados oficialmente para financiar el déficit fiscal y la fuga de capitales del sector privado. A pesar de la aplicación de políticas de orientación neoliberal promovidas por el establishment, el gobierno de Macri no logró disciplinar a los agentes del mercado. La inflación aumentó en un 40.3% durante 2016 y concluyó con la renuncia de Prat Gay y su reemplazo por Nicolás Dujovne, en diciembre. El nuevo ministro de Economía logró controlar la disparada del tipo de cambio mediante la persistencia de elevadas tasas de interés en pesos y la expansión de diversas letras y bonos emitidos por el Banco Central (a las LEBAC se incorporaron las LETES), con elevados rendimientos a corto plazo.
Además, en el marco de una buena cosecha del complejo agroexportador, el gobierno impulsó la obra pública y el crédito para el sector privado (principalmente, a través de la expansión de créditos hipotecarios y créditos personales) y recompuso parcialmente salarios, asignaciones, jubilaciones y pensiones. La inflación se redujo a 24.8% en 2017, mientras que el PBI tuvo una recuperación del 3%, luego de la caída del 2% del año anterior. En las elecciones legislativas de octubre de 2017 el Gobierno fue plebiscitado en las urnas y creyó que podía profundizar y acelerar el rumbo (neoliberal) de la política económica. En diciembre de ese año, envió al Congreso un proyecto de reforma previsional y otro de reforma laboral, de matriz ortodoxa. Sin embargo, las medidas generaron una fuerte resistencia en las calles y en el Congreso, que condujeron a la alianza Cambiemos a negociar con la oposición peronista, bloquear la reforma laboral y matizar la reforma previsional inicialmente prevista”.
DISLOCACIÓN, CRISIS Y ACUERDO DE SUBORDINACIÓN AL FMI
“El 28 de diciembre de 2017 el Gobierno realizó una conferencia pública en la que debió reconocer el incumplimiento de las metas de inflación (del 8 al 12% para todo el 2017) y recalibrar las cifras para el año siguiente (del 10 al 15%). Poco después, el presidente instó al Banco Central a que redujera las tasas de interés, lo que provocó, en un contexto de atraso cambiario, un cambio de expectativas en los agentes económicos. La incubación de una burbuja financiera sobre la base de las altas tasas de interés de las LEBAC respecto a la variación del tipo de cambio, garantizaba elevados rendimientos en dólares de las colocaciones mensuales, potenciadas por la liberalización del mercado financiero y de cambios. De allí que el intento del gobierno de reducir la tasa de interés, a principios de 2018, constituyó un punto de inflexión en el modelo de valorización financiera, ya que por primera vez se redujo la tasa al mismo tiempo que subió el tipo de cambio, lo que tendió a estrangular los rendimientos en dólares de las LEBAC.
A finales de marzo de 2018, además, la Reserva Federal de Estados Unidos realizó una suba de la tasa de interés. Estas medidas, a las que se sumaba la entrada en vigencia de un impuesto a la renta financiera el 23 de abril, generaron una “corrida” cambiaria, liderada por la Banca JP Morgan, y una dolarización masiva de portafolios financieros. Solo el 25 de abril, el Banco Central vendió 1472 millones de dólares de sus reservas. En pocos días, hubo un retiro de 6184 millones de dólares de inversiones especulativas. La corrida cambiaria, en condiciones de desregulación financiera, se tradujo en una fuerte devaluación, por el desarme de la burbuja financiera basada en las LEBAC. Ello coadyuvó a la remarcación generalizada de precios ante la suba de la divisa, que trepó a 23.40 el 8 de mayo.
La corrida se constituyó en un acontecimiento dislocador. En la teoría política del discurso la dislocación es un concepto análogo a lo Reallacaniano, que concierne a la postulación de lo social como una estructura dislocada, pero que emerge históricamente para mostrar, a través del orden simbólico, el carácter contingente, precario y fallido de lo social. Como indica Laclau, lo Real constituye un “límite interno” que “tiene acceso al nivel de la representación a través de contenidos ónticos”. En este sentido, la representación del espacio dislocado muestra la “presencia de lo Real en el campo de la simbolización”. Lo que definimos como acontecimiento dislocador hace referencia a acontecimientos que irrumpen inesperadamente y dislocan intensamente la realidad sedimentada. Estos acontecimientos producen un choque con lo Real que genera simbólicamente un quiebre histórico y disloca fuertemente lo social. Frente al acontecimiento dislocador, y ante el problema de la restricción externa y la falta de reservas para respaldar la creciente fuga de capitales del sector privado, el 8 de mayo de 2018 Macri anunció, en una conferencia transmitida por televisión, el inicio de conversaciones para realizar un acuerdo con el FMI. A partir de entonces, comenzó a desplegarse una segunda fase de la política económica de Cambiemos que impactó, a su vez, en la construcción hegemónica”.
25/01/2025 a las 4:32 PM
El estadista argentino durante el Siglo XX Juan Domingo Perón supo explicar, entre otros temas: «Sólo los tontos … o los cipayos dan lugar al Fondo Monetario Internacional».
26/01/2025 a las 7:59 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Tapa de Time, ¿qué tal?
Vicente Massot
Prensa Republicana
25/1/025
En la estrategia libertaria figuró, desde el mismo inicio de la gestión presidencial de Javier Milei, la posibilidad de que Donald Trump se impusiese al candidato demócrata en las elecciones que se llevarían a cabo en el país del norte, durante la primera semana de noviembre del pasado año. Si bien nadie estaba en condiciones de predecir cuanto sucedería, el recién llegado a la Casa Rosada no oculto de qué lado decantaban sus simpatías. Demostrando que lo suyo estaba lejos de la corrección política, no dudó en asistir a un congreso de la derecha de aquel país en donde —como era de esperar— el líder de los republicanos fue el invitado de honor. Lo que en ese momento pudo pensar la administración demócrata le tuvo sin cuidado. No era novedad, en ese entonces que —en términos ideológicos— el argentino, al par de levantar las banderas de la escuela austríaca de economía, se alineaba a nivel internacional con las derechas identitarias duras. Estaba mucho más cerca de Orban, Meloni, Abascal, Le Pen, Bolsonaro y Bukele, que de Macron, Feijoó o de cualquiera de los representantes de los partidos conservadores o democristianos que existen en el mundo.
La apuesta de Milei funcionó bien. Trump ganó, de punta a punta; y en repetidas ocasiones ha dado testimonio de la estima que siente por su par rioplatense. Esto no supone que vaya a tocarlo con la varita mágica o cosa parecida. Pero todo hace pensar que en el curso de las próximas semanas —o a lo sumo en un par de meses, cuando la misión del Fondo Monetario concluya su labor— la Argentina recibirá lo que a esta altura del partido más necesita: un ingreso de entre U$10.000 MM y U$15.000 MM frescos. El equipo económico contará con una red de contención y podrá así ponerle punto final al cepo cambiario —o, más precisamente, proceder a la unificación cambiaria. Kristalina Giorgieva no se hubiese reunido por espacio de una hora con el primer mandatario que viajó a Norteamérica para asistir a la asunción de Trump; no hubiese, en menos de siete días, voceado por segunda vez sus encendidos elogios al plan que lleva adelante el oficialismo criollo, y no se hubiese prestado a la foto con pulgares para arriba junto a Milei si el acuerdo no se hallase a la vuelta de la esquina.
No sabremos nunca cuál habría sido la respuesta de Kamala Harris y de su partido frente a los pedidos del gobierno argentino en el supuesto caso de que ella hubiera sido la ganadora. De lo que no hay duda es que la administración republicana no se hará la distraída al respecto. Seamos honestos y realistas a la hora de reflexionar sobre los posibles beneficios para nuestro país que traería aparejado el flamante gobierno estadounidense. En un mundo tan convulsionado, con Ucrania y Rusia metidos en una guerra de final incierto; el Medio Oriente en llamas, más allá del debilitamiento temporario de Hezbollah y Hamas; Irán disminuido, pero sin abandonar el desarrollo de su programa nuclear; la tensa relación existente entre Washington y Pekín por efecto de su disputa en términos tecnológicos y geopolíticos; y con una guerra comercial en ciernes, nuestro país apenas figura en su agenda. Pero a Donald Trump no le costaría demasiado —si acaso fuera necesario— inclinar la balanza en el directorio del Fondo Monetario Internacional en favor nuestro. Si lo hizo con Mauricio Macri, cuando la orientación macroeconómica no lo justificaba, ¿por qué no le daría su apoyo a alguien de sus mismas ideas? Por sobre todo, en atención a un dato indisimulable: sólo tres naciones al sur del Río Grande —Paraguay, El Salvador y la Argentina— están alineadas sin cortapisas con Washington. Que esta parte del mundo —excepción hecha de Méjico, por razones que no necesitan explicarse— no figure entre las prioridades estratégicas norteamericanas, está lejos de significar que su suerte le resulte intrascendente al Departamento de Estado. Acaba de decir Trump que, en realidad, su país no requiere los auxilios de Latinoamérica en ningún aspecto. Por el contrario, es Latinoamérica la que necesita de los Estados Unidos. En lo que lleva entera razón.
Dando por descontado que el auxilio financiero habrá de concretarse, será uno de los logros gubernamentales de mayor envergadura del mileísmo desde que comenzó su derrotero en diciembre del año 2023. En este orden de cosas, no sería exagerado imaginar las consecuencias que tendría de manera inmediata sobre el riego país. Casi con seguridad —a caballo de la noticia, cuando se anuncie— ese indicador fluctuará por debajo de los 400 puntos básicos y la Argentina volverá a resultar sujeto de crédito en los mercados de deuda internacionales. Al mismo tiempo, la industria minera —que se halla en las gateras, pronta a invertir miles de millones de dólares en los próximos años en la medida que tenga asegurada la posibilidad de repatriar utilidades a sus casas matrices— pasará de la intención a la acción. Desde el ángulo que se lo mire y analice, levantar el cepo tendrá un efecto multiplicador en términos económicos, difíciles de dimensionar.
Por supuesto no todos piensan de igual forma. Se ha echado a correr la idea de que el plan de Luis Caputo tiene las mismas características del que, a comienzos de abril de l976, implementó José Alfredo Martínez de Hoz, o del que luego —hacia principios de la década del ’90 del siglo pasado— aplicó Domingo Cavallo, con base en un tipo de cambio subvaluado. Quienes eso argumentan se animan a predecir que —en caso de que no se corrigiese semejante anomalía— la actual administración corre el riesgo de sufrir un traspié de bulto antes de fin de año y hasta de perder las elecciones de carácter legislativo que se substanciaran en octubre. Carecería de sentido entrar en esta disputa académica en la que sus últimos participantes han sido Rafael Di Tella y Pablo Ottonello, en la pasada edición dominical del diario Clarín. Aunque conviene hacer unas salvedades no menores, si se desea confrontar las tres experiencias mencionadas. Saltan a la vista dos diferencias mayúsculas: por un lado, la inexistencia de un superávit fiscal en las gestiones de Martínez de Hoz y de Cavallo; por otro lado, la situación internacional que enfrentó nuestro país en l976 y en l992 tienen poco o nada que ver con la actual.
Es claro que Milei puede tener un traspié en el curso de los años que le faltan para completar su mandato, y es cierto que la mayor parte de los economistas que hacen mención a la apreciación cambiaria no son improvisados. Pero lo que nadie sería capaz de negar —salvo que razonase de mala fe o fuese un enemigo declarado de los libertarios— es que, hasta el momento, el futuro luce despejado para Javier Milei y ha conseguido cuanto la mayoría de sus críticos —los bien y los mal intencionados— aseguraban que era imposible. Y hasta la revista Time lo ha puesto en su tapa.
26/01/2025 a las 8:03 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El gobierno defensor de pedófilos proyecta la perversión en las diversidades
Sofía Hart
Prensa Obrera
24/1/025
El discurso fascista de Milei en Davos reafirma su vocación de utilizar a las mujeres y a las diversidades sexuales y de género como chivo expiatorio para dividir a la sociedad, en función de hacer prosperar la ofensiva capitalista que encarna. Se dedicó a criminalizar al colectivo LGTBI+, al punto de asociarlo a los delitos de abuso sexual a las infancias, cuando son los funcionarios del gobierno los primeros promotores de la pedofilia.
Se ensañó en especial con la comunidad travesti-trans, negando directamente su identidad al referirse a esas personas como «hombres que se disfrazan de mujer». A su vez, las culpó de ejercer sistemáticamente violencia en el deporte y en las cárceles (como si alguna vez le hubieran importado al presidente los derechos de los presos), cuando lo cierto es que se trata de una población absolutamente violentada en todos los ámbitos, ni qué hablar al interior de las instituciones de encierro. En su discurso, Milei tergiversó constantemente la realidad poniendo a los oprimidos en el lugar de los opresores.
Además, las acusó de acentuar la quiebra del erario público al hablar de «una legislación absurda en la que el Estado tiene que financiar hormonas y cirugías millonarias para cumplir con la autopercepción de ciertos individuos». El gobierno proyecta en las diversidades un enemigo público al cual responsabilizar de los problemas económicos del país, y, de paso, justificar un ajuste hacia el conjunto del pueblo. Carga las tintas en los costos del acceso a la salud pública de las personas trans y omite el enorme gasto tributario que generan las exenciones impositivas a los grandes capitalistas. Evidentemente, promover estos discursos discriminatorios tienen como finalidad que los trabajadores descarguen su bronca sobre los más vulnerables, en lugar de encauzarla en una lucha a fondo contra el poder.
Para sostener su planteo reaccionario, Milei se embanderó de una supuesta defensa de las infancias, diciendo falsedades respecto a que «están dañando irreversiblemente a niños sanos mediante tratamientos hormonales y mutilaciones». Solo le preocupa el bienestar de las niñeces cuando se trata de atacar al colectivo travesti-trans, pero no se apiada de ellas a la hora de quitarles el plato de comida mediante el desabastecimiento a los comedores populares, o dejar sin medicamentos oncológicos a los chicos con cáncer.
Igual de hipócrita que cuando equiparó la homosexualidad con la pedofilia, extrapolando un caso ocurrido en Estados Unidos como si fuera la norma. No solo que las estadísticas demuestran que la inmensa mayoría de los abusos sexuales a niños, niñas y adolescentes son cometidos por varones heterosexuales, sino que además la acusación viene de parte un gobierno empeñado en proteger abusadores. Sin ir más lejos, tiene como ministro de Justicia a Mariano Cúneo Libarona, cuyo estudio de abogados se ocupó de defender a violadores como José Alperovich, y ahora se vale de su puesto de funcionario para amedrentar a las madres protectoras, al punto de manipular a una víctima de pedofilia para forzarla a hablar el Congreso en favor de su agresor.
A Milei poco le importa combatir el flagelo de la pedofilia, solo le interesa reponer en el imaginario social un vínculo entre homosexualidad y perversión para fomentar el odio hacia las diversidades sexuales. Mientras tanto, mantiene un silencio cómplice frente a la causa que cajonea el juez Ariel Lijo (a quien el presidente pretende encumbrar a la Corte Suprema), sobre la red de explotación sexual de menores en la que están implicados Alejandro Roemmers, dueño del laboratorio Roemmers, y Matías Barreiro, directivo del club River Plate y dueño del Sanatorio Colegiales.
A su vez, calificó a la existencia de la figura de femicidio en el Código Penal y al cupo laboral travesti trans como una «búsqueda de privilegios», y, con total cinismo, justificó su intención de eliminarlos en nombre de «la igualdad ante la ley». Sin embargo, no pregona tal igualdad cuando habla de agravar las penas por falsas denuncias circunscriptas a delitos de violencia de género, abuso o acoso sexual o violencia contra niños, niñas y adolescentes. Tampoco cuando amenaza con derogar el aborto legal, devolviendo a las mujeres y personas gestantes a una situación de minusvalía jurídica. Por más que lo disfrace de falso igualitarismo, es evidente que detrás de sus dichos solo hay misoginia y transodio.
Por otro lado, quedó en evidencia lo inconsistente que es su negacionismo sobre la desigualdad de género. Luego de afirmar que no existe la brecha salarial, explicó exactamente en qué consiste la misma al admitir que «la mayoría de los hombres tienden a profesiones mejor pagas que la mayoría de las mujeres». Un absurdo total.
Milei inventa una falsa dicotomía entre las demandas del movimiento de mujeres y diversidades y las de los trabajadores. Por el contrario, la opresión por razones de género está al servicio de la explotación de toda la clase trabajadora, por eso corresponde unir dichas demandas en una misma estrategia emancipadora. Cierto que para sembrar esa división, el gobierno explota el fracaso de la gestión peronista, que blandió las banderas del feminismo y terminó gobernando para el FMI de espaldas a las trabajadoras y a las mayorías en general, pavimentando el ascenso de la derecha.
Es necesario que todo el movimiento popular rechace esta operación ideológica tan burda y emprenda una lucha en común contra este gobierno, que viene a barrer todo derecho que haya sido conquistado con la movilización callejera.
26/01/2025 a las 8:09 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei, lejos del liberalismo y en
versión conservadora extrema
Eduardo Aulicino
Infobae
25 de Enero, 2025
Nadie que analice en profundidad el tema del abuso de chicos y adolescentes desconoce que la mayoría de los casos denunciados se produce en ámbitos intrafamiliares. Pero a nadie se le ocurre interpretar ese registro en términos de causa y consecuencia, es decir, nadie sensatamente diría que la estructura social de las familias -mayormente formadas por parejas heterosexuales- es en sí misma la causa de semejante atrocidad. Sin embargo, Javier Milei acaba de destacar la historia conmocionante de una pareja homosexual que sometía a dos hijos adoptivos, en Estados Unidos, a modo de ejemplo, para embestir contra lo que definió como “versiones extremas” de la “ideología de género”. Sonó como lo que es: una generalización implícita como forma de condena.
Milei remató esta semana su gira internacional más trascendente con su participación en el Foro de Davos. Una consideración sobre ese cierre podría limitarse a plantear si no malgastó su presencia ante un escenario económico mundial con un discurso político/ideológico. Pero el contenido y el tono del mensaje entran en contradicción directa con la asimilación a posiciones liberales y, por supuesto, a la difundida marca libertaria, si se la considera como expresión máxima de las libertades individuales.
Todo el discurso estuvo marcado por definiciones sobre lo que es etiquetado como nueva derecha global. En rigor, un populismo conservador que, en el caso local, juega como contracara del populismo arropado como progresista. También, y sobre todo, en esta materia de género. Se trata de una especie de choque entre distorsiones dogmáticas. Antes, eran algo así como gendarmes ideológicos que descalificaban a los críticos como nazis; ahora, tuiteros organizados que hacen lo mismo pero acusando con el rótulo de zurdos. Más el agregado, siempre inquietante -en los dos casos- del impacto potencial del discurso o la narrativa desde el poder político.
En Davos, Milei sostuvo el objetivo de frenar el avance del Estado en terrenos que no le corresponderían, individuales, mediante “la apropiación y distorsión de causas nobles”. Esa última es una categoría que naturalmente incluirían cuestiones como la igualdad de derechos o la protección de niños, niñas y adolescentes, según la definición formal, y la condena a distintas formas de discriminación.
Importan, entonces, el discurso público y los trascendidos como movida para tratar de imponer la agenda pública. Las versiones difundidas desde el Gobierno apenas pasada la presentación del Presidente en Davos hablan de la intención -imprecisa- de promover proyectos para eliminar normas basadas en la discriminación positiva o acciones afirmativas. Existen en ese renglón temas controversiales, según diferentes miradas jurídicas e ideológicas. Se verá cuando lleguen los textos al Congreso, si finalmente son impulsados.
Por lo pronto, llamativa fue además una declaración de Guillermo Francos a raíz del discurso presidencial en el Foro Económico Mundial. El jefe de Gabinete dijo, al referirse a la homosexualidad y a las políticas de “identidad de género”, que el Estado no debería jugar ningún papel en ese terreno. Pero de hecho, fijó posición desde el máximo nivel de gestión: “De las puertas de casa para adentro, cada uno puede hacer lo que parezca”, dijo.
El lugar del Estado hace a una discusión que no debería ser planteada en blanco y negro. Y la cuestión del abuso de chicos expuesta de hecho por Milei lo deja al descubierto. Se trata de advertir la línea que une la complejidad de la detección de los casos, el tratamiento y protección de las víctimas, y la Justicia. Y eso demanda políticas públicas -por ejemplo, la preparación de docentes y especialistas para advertir situaciones traumáticas-, además del seguimiento y recolección de datos -está claro que existe un subregistro de casos- para actualizar y mejorar esas políticas. Por supuesto, eso nada tiene que ver con fanatismos ideológicos de cualquier tipo.
Parece claro precisamente que las concepciones extremas, sectarias, están vinculadas de manera casi directa con uno de los rasgos fundamentales de los populismos, que es el ejercicio para imponer la lógica amigo/enemigo como divisoria de aguas en todos los terrenos. Eso mismo se traduce en la descalificación generalizada de políticas, sin análisis profundo o, al menos, sin importar las consecuencias. Desarmar planes o sobredimensionar estructuras -en los dos casos, por supuestos ideológicos- asoma de hecho como recurso de batalla. Todo lejano a acuerdos básicos para políticas de Estado en áreas especialmente sensibles.
Las otras pinceladas del discurso de Milei remiten a la intención de celebrar la extensión de un frente internacional de derecha dura, fortalecido sin dudas por el inicio de la segunda etapa de Donald Trump. Con todo, existen en este punto diferencias de diferente tipo en el conjunto mencionado por el Presidente en Davos, y especialmente en materia económica si el foco se coloca en la nueva administración de Washington.
Milei destacó en su recuento de líderes políticos no sólo y en primer lugar a Trump, sino además a figuras como Giorgia Meloni y Viktor Orbán. La jefa de ministros de Italia y el primer ministro de Hungría tienen posiciones diferentes en torno de un tema mayor en la agenda internacional y particularmente para Europa: la guerra desatada por Rusia contra Ucrania. Meloni renovó su apoyo a Kiev mientras que Orbán viene escalando en estos días su cuestionamiento a las sanciones de la UE contra Moscú.
Está claro el impulso incluso simbólico de la asunción de Trump para la gestión de Milei, con la expectativa inicial puesta en la acelerada negociación con el FMI. Menos lineales son las consideraciones generales atadas a la mirada económica y geopolítica, en primer lugar por una cuestión de escala. En todo caso, la sintonía puede ser advertida en la concepción sobre el ejercicio de poder, aunque también en ese terreno evitando simplificaciones.
Para el frente interno, importa la traducción del mensaje presidencial, de difícil recorrido si avanza con proyectos de ley y de inquietante impacto social. Se verá, además, su lugar en el año electoral que recién comienza.
26/01/2025 a las 8:12 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Machos
Luis Bruschtein
Página/12
25 de enero de 2025
Tras la voladura de los gasoductos rusos que le encareció la energía y la obligó a comprarla en Estados Unidos, Donald Trump acusó a Europa, en Davos, de ser “injusta” con su país y exigió a los gobiernos que dupliquen o tripliquen el gasto en armamento que, en general, deberán comprar al dispositivo armamentístico estadounidense. Javier Milei fue testigo del maltrato de Trump a sus principales socios y aún así se ofreció para ocupar ese lugar con un tratado de libre comercio con la potencia maltratadora.
A contrapelo de la idea de libre comercio, la posición de Trump fue “o China o nosotros” y “con las condiciones que imponemos nosotros”. No hay ni un resquicio para el famoso orden neoliberal que dicen representar. El discurso y las declaraciones previas de Trump ofrecen una idea de la visión trumpista del mundo. Cuando le preguntaron por la intención del presidente español Pedro Sánchez de regular los contenidos de odio, falsas noticias, juego, pornografía, estafas y manipulación en las redes sociales, Trump respondió con una broma: “¿España está en los BRICS?, porque si está en los BRICS le aplicaremos aranceles de hasta el 100 por ciento”.
Los megaempresarios tecnofeudales fueron invitados de honor en la asunción de Trump. En el esquema trumpista de poder mundial, constituyen la legión que garantiza hegemonía cultural. En esa respuesta sobre Sánchez, dejó claro que considera fuerza propia a estas megaempresas.
Y ha sido especialmente agresivo con los BRICS y en general con las asociaciones de economías emergentes que puedan obstaculizar la imposición de sus condiciones draconianas en el intercambio comercial. Javier Milei declaró que buscará realizar un tratado de libre comercio con Estados Unidos y que está dispuesto a que Argentina abandone el Mercosur, un organismo que fue creado, entre otras metas, para negociar en condiciones más favorables con las potencias.
El nacionalismo de las economías centrales es enemigo del nacionalismo en las economías emergentes o dependientes. Resulta inocente creer que por ser nacionalista, Trump sería aliado del peronismo. Más bien todo lo contrario: el nacionalismo del poderoso necesita un aliado obsecuente del lado menos fuerte. Por eso encaja a la perfección Trump con Milei. Pensó que se iba topar con más resistencia y se encontró con el más obsecuente.
Las políticas de Trump presentan las ideas de libertad económica y democracia como pura demagogia. Lo que llaman libre comercio es lo opuesto, o sea la preeminencia del poderoso. El más fuerte impone las condiciones, lo cual no tiene nada de libre ni de libertad, sino de sometimiento a imposiciones que siempre son desfavorables y empobrecedoras. En ese juego, los libertarios de Milei representan la esclavitud ante los poderosos y la entrega de derechos soberanos.
La preeminencia del poderoso es opuesta a la democracia. El discurso de Milei en el foro económico de Davos no fue sobre economía, sino a favor de la discriminación y los prejuicios como marco ético de la preeminencia del poderoso en la economía. Acusó a los organismos financieros internacionales de ser herramientas de extorsión para difundir la ideología “woke”, o sea los derechos de la mujer, y de las minorías de género o del cuidado del medio ambiente. Y generalizó el prejuicio de acusar de pedófilos a los homosexuales.
La razón de su oposición a las medidas de cuidado del medio ambiente se entiende porque suponen un alza en los costos empresarios. Para estos libertarios o ultraderechistas lo que importa es la libertad de los empresarios para destruir el ambiente si de esa manera aumentan sus ganancias. Total, las consecuencias más agudas con las grandes sequías, los incendios y las inundaciones las sufren los más humildes.
Las diatribas grotescas contra mujeres y homosexuales provienen de tres personajes con antecedentes llamativos. Donald Trump ha sido condenado por abuso sexual a una periodista y acumuló 26 denuncias por acoso a mujeres, por las cuales tuvo que pagar millones de dólares; Ellon Musk desheredó y declaró muerta a una de sus hijas porque es transgénero. Y el mismo Milei, cuya única relación femenina comprometida es con su hermana y nunca estuvo casado ni queda claro si tiene parejas o contratos de relaciones públicas.
Con esos antecedentes ninguno de los tres califica para estos temas. Sin embargo se han convertido en los voceros más importantes de una ofensiva anticivilizatoria en Occidente. Para ellos, el derecho siempre es del más fuerte, tanto en la economía como en todas las formas de las relaciones entre los seres humanos. Constituyen la representación del patriarcado en sus más altos exponentes.
El discurso de Trump en Davos causó preocupación en Europa y excitación en los inversionistas norteamericanos. Milei, que había creado cierta expectativa en la entrevista sobre economía que le hicieron en Bloomberg, no fue muy aplaudido al día siguiente cuando hizo su discurso en el Foro de Davos, en el que casi no habló de economía y se dedicó a hablar contra lo que denomina la ideología woke y a criticar a las instituciones europeas, incluyendo al Foro.
Trump buscó sacarle inversionistas a Europa y exigió a sus gobiernos que aumenten del actual 1 o 2 por ciento del PBI, a un mínimo del 5 por ciento el gasto militar. En la entrevista con Bloomberg, Milei hizo gala del ajuste, del respaldo ciudadano, del superávit y del control de la inflación. Todos temas que agradan al oído empresario, pero que los economistas ven con preocupación, en algunos casos porque los índices están inflados o parcializados los datos y en otros porque no son resultados sostenibles.
La inflación y el dólar acechan en todas las pesadillas del gobierno cuyas reservas están en un nivel similar a las que dejó Sergio Massa. Luis Caputo no acompañó a Milei a Davos y tuvo que regresar al país. Un día después de criticar a los gobernadores de la región centro que habían reclamado por las retenciones, tuvo que anunciar una disminución de la carga.
La baja de las retenciones tiene lógica porque el precio internacional de la soja cayó en forma sustancial pero además mostró la necesidad de dólares en el gobierno. La baja de las retenciones busca que rindan las exportaciones y entren dólares. Igual que la decisión de mantener altas las tasas de interés reveló el temor de una retirada en masa del capital especulativo, llevándose los pocos dólares que quedan en el Banco Central. La escasez de dólares empuja su valor hacia arriba, pero atrás del dólar se van los precios.
Estos temas formaron parte de la negociación con el FMI, al que el gobierno le ha pedido de todas las formas imaginables que le suelte un crédito de once mil millones de dólares para sostener el precio de la divisa hasta las elecciones de octubre. El Fondo es reacio a quedar expuesto con un préstamo que otra vez financie la fuga de capitales y exige que se libere el precio del dólar, lo que empujaría otra vez la inflación. Pero el gobierno sabe que si crece la inflación antes de las elecciones de octubre, perderá gran parte del respaldo.