Por Hernán Andrés Kruse.-
En su edición del 21 de septiembre Infobae publicó un artículo de Mónica Gutiérrez titulado “La política en estado líquido”. Escribió la autora: “Milei es un fenómeno mediático. Es nacido y criado como figura pública en los medios masivos de comunicación de los que hoy reniega. El minuto a minuto del prime time lo desvela tanto hoy como en sus primeros escarceos por la tele abierta. Fue el calor de las descarnadas refriegas del paneleo que se ganó un lugar. Hay que reconocer que se posicionó por mérito propio. El economista iracundo, tan basado como sacado, capaz de imponerse a los gritos para ocupar un lugar en los debates, devino un insumo muy precioso para las producciones necesitadas de “good show”.
El meteórico ascenso de Milei a la presidencia es un claro ejemplo de la mediatización de la política. En efecto, el economista libertario no necesitó contar con el apoyo logístico de ninguna estructura partidaria a nivel nacional ni de poderosos sindicatos para obtener la histórica victoria en el ballottage del año pasado. Su estructura de apoyo fueron los grandes medios de comunicación que hipnotizaron a millones de argentinos con el slogan “Milei o la casta”. El voto a Milei fue, por ende, eminentemente emocional, basado en el odio al kirchnerismo en general y a Cristina en particular. A Milei no lo votaron por sus ideas anarcocapitalistas sino porque fue considerado el instrumento más adecuado para echar a Cristina del gobierno, para aplastar al enemigo.
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Sebastián Moreno Barreneche (Facultad de Administración y Ciencias Sociales-Universidad ORT-Uruguay) titulado “La mediatización de la política como amenaza al sistema democrático: una aproximación crítica basada en el estado actual de la investigación” (2021). La llegada de Milei a la Casa Rosada no hace más que confirmar el título del paper. A continuación paso a transcribir la parte del escrito en el que el autor explica por qué la mediatización de la política es una amenaza para la democracia.
EL CAMPO POLÍTICO: DISCURSO, COLECTIVOS Y MEDIATIZACIÓN
“La mediatización es entonces un meta-proceso que abarca diversas áreas de la vida social, por lo que se podría afirmar que se trata de un fenómeno con un alto grado de portabilidad. En esta sección se presentará el fenómeno de la mediatización de la política, un campo específico de la realidad social, para identificar algunos aspectos que permitirán argumentar por qué este fenómeno tiene efectos nocivos para la democracia. Sin embargo, antes de avocarnos a esa tarea, es preciso discutir el carácter discursivo de esta actividad social para entender cómo la mediatización potencia ciertos de sus rasgos distintivos.
Ya en 1932, Carl Schmitt proponía que lo que distingue al campo político de otras áreas de lo social es una relación adversativa de base entre “amigos” y “enemigos”. En la obra del autor, estos colectivos surgen a partir de la creencia sobre quiénes podrían defender los mismos intereses políticos que uno. Con el paso de los años, la propuesta de Schmitt fue retomada en el campo de la teoría política por autores como Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, quienes han trabajado en desarrollar una teoría discursiva para la comprensión de los fenómenos políticos. Para Laclau, por ‘discurso’ debe entenderse “un complejo de elementos en el cual las relaciones juegan un rol constitutivo”, una premisa de cuño estructuralista que también aparece en el trabajo de Mouffe, para quien lo político se articula a partir de una dicotomía entre las categorías excluyentes de Ellos y Nosotros, que cobran sentido a partir de su diferencia constitutiva: según Mouffe, a nivel político “la afirmación de una diferencia es una precondición de la existencia de [la] identidad”. La diferencia –y en particular la diferencia entre colectivos–es entonces un aspecto central en la teoría discursiva de Laclau y Mouffe sobre lo político.
De manera más o menos contemporánea a la formulación de la teoría de la pareja argentino-belga, Eliseo Verón daba forma a la suya sobre los discursos sociales, al mismo tiempo que estudiaba de manera específica el campo político. Ya en 1987, Verón argumenta que el campo discursivo de lo político se caracteriza por su articulación polémica, la que se plantea entre colectivos de identificación subyacentes a la enunciación: para el autor, este campo “implica un enfrentamiento, relación con un enemigo, lucha entre enunciadores”, a lo que, en sintonía con la propuesta de Mouffe, agrega que “la enunciación política parece inseparable de la construcción de un adversario”. Su planteo, por lo tanto, también refleja las ideas de Schmitt, quien hizo de las identidades colectivas la base del funcionamiento del campo político.
En una línea similar de argumentación, Paolo Fabbri y Aurelia Marcarino sostienen que el discurso político es “un discurso de guerra cuya potencia se define por los adversarios en campo”, por lo que se trata de un discurso “polémico conflictual”. Según el enfoque discursivo de Verón, lo que interesa al lidiar con el campo de lo político es el estudio de los procesos de intercambio discursivo, ya que en la enunciación quedan las marcas de los colectivos con los que los actores políticos se identifican, así como aquellos de los que se distancian. Es en este sentido que, para Verón, lo que caracteriza al campo discursivo de lo político es que se trata de la instancia social en la que se gestionan los colectivos identitarios en el largo plazo. Esto es así porque, como propone Dardo Scavino, mediante el uso del ‘nosotros’, “el sujeto de la enunciación de los verbos conjugados en primera persona ‘amplificada’ encarna aquella persona ficta: un personaje que, cuando habla, dice ‘nosotros’, está hablando como portavoz del conjunto en que se incluye”, a lo que agrega que “quien tiene la autoridad para hablar en nombre de algún conjunto […] tiene que silenciarse como persona singular, dejando de lado sus sentimientos, impresiones o deseos personales”. Por lo tanto, para Scavino “antes de una oposición ‘nosotros/ellos’, el discurso político supone una oposición entre dos ‘personas subjetivas’, ‘nosotros/yo’, la una caracterizada y la otra no caracterizada”.
De manera similar, Verón proponía que en el discurso político son rastreables al menos tres colectivos de identificación, según el posicionamiento de quien enuncia respecto a ellos: el prodestinatario, el contradestinatario y el paradestinatario. El prodestinatario, que es el colectivo de identificación por excelencia, se caracteriza por el uso de un “nosotros inclusivo” mediante el cual el enunciador busca reforzar la adhesión a las ideas que defiende. El contradestinatario, por el contrario, es la construcción imaginaria y discursiva de un Otro, el enemigo, con quien se intentará polemizar. Finalmente, al paradestinatario, que no es ni partidario ni opositor, se lo intentará persuadir, para que adhiera a las ideas del ‘nosotros’. En síntesis, el campo político es uno en el que la realidad social es construida a partir de la producción, circulación y consumo de discursos sociales. Por lo tanto, no se trata de un campo discursivo de corte representativo, sino de uno “de campo”, orientado a producir efectos de realidad y a transformar de algún modo tanto a las personas (sus creencias, sus emociones) como a las relaciones entre ellas.
Este proceso discursivo se articula en la forma de una polémica entre actores colectivos, que son imaginados como unitarios y homogéneos. Dado que el significado de las identidades políticas colectivas solo puede emerger de manera relacional y a partir del establecimiento de diferencias, la brecha –o grieta– entre estas parece ser una condición inevitable para la articulación del campo político, como señalaba Schmitt. Esto abre el campo para la emergencia de una lógica conflictiva que, si no es gestionada de manera adecuada en la esfera pública, puede devenir en los males de la polarización y fanatismo ‘blando’, que no hacen más que acentuar esas diferencias que son constitutivas del campo político. Para Mouffe, tiene sentido hablar de una relación agonística y de otra antagónica entre actores políticos, según cómo se conciba al Otro: como rival legítimo al que vencer o como enemigo al que destruir, respectivamente.
Al final de “La palabra adversativa”, de 1987, Verón refiere a la mediatización de la política. Allí, el autor propone que se trata de un proceso que “afecta a todos los discursos sociales, y el discurso político en particular” y agrega que, “lejos de provocar, como se ha pretendido, una simplificación o una ‘unidimensionalización’ de los discursos, la mediatización de las sociedades democráticas vuelve las estrategias discursivas cada vez más complejas”. Esto es el caso porque el discurso político, originalmente oral y posteriormente escrito, a partir de la modernización de las sociedades occidentales y de la difusión de los medios masivos de comunicación cuenta con otros soportes para la construcción de la esfera pública y, con ella, de los colectivos de identificación que darán lugar a la estructura polémica entre Ellos y Nosotros. Así, durante las décadas de 1980 y 1990, la televisión se volvió un objeto de estudio por excelencia, mientras que, actualmente, las redes sociales digitales como Twitter, Facebook e Instagram han despertado el interés de investigadores por el tipo de fenómenos de circulación de discursos y construcción de realidad que facilitan.
Verón fue, entonces, pionero en identificar el fenómeno de mediatización de la política, al que posteriormente otros investigadores se avocaron. Esser y Strömbäck definen a la mediatización de la política como “un proceso de largo plazo mediante el que ha aumentado la importancia de los medios y sus efectos en los procesos, las instituciones, las organizaciones y los actores políticos”. Para los autores, se trata de un proceso complejo en el que cuatro dimensiones deben ser tenidas en cuenta: las fuentes de información, la autonomía de los medios, las prácticas mediáticas y las prácticas políticas. Entre ellas, las últimas dos son particularmente interesantes para una perspectiva semióticodiscursiva: si bien el fenómeno de la mediatización de la política es un proceso por el cual la actividad política tiene mayor apoyo en y/o dependencia de los medios (masivos, como la televisión, y digitales, como las redes sociales), esta cambia y se rige cada vez más por la lógica de los medios, a través de lo que se ha denominado, por ejemplo, ‘política pop’ (Mazzoleni y Sfardini) o ‘video-política’ (Sartori).
Como afirmaban Mazzoleni y Schulz, los medios tendrían un “efecto mutagénico” en las prácticas sociales que hacen del campo político uno específico. Sin embargo, si bien es cierto que a partir de la incorporación de la lógica mediática a la acción política emergen nuevas prácticas e imaginarios sociales, la mediatización de lo político no hace más que acentuar el carácter discursivo señalado por Schmitt, Laclau, Mouffe y Verón, como si se tratara de un efecto fotográfico digital que permite intensificar la saturación, el brillo y/o el contraste de la imagen original. En este sentido, si actualmente la mediatización de la política preocupa es porque se considera que esa manipulación fotográfica produce unos efectos de sentido que atentan contra la esencia de lo político, un campo social que, siguiendo una fuerte tradición de pensamiento occidental, debería orientarse al diálogo, al debate y al consenso.
En un texto seminal de 1999, Gianpietro Mazzoleni y Winfred Schulz sostenían que la política mediatizada es aquella que “ha perdido su autonomía, se ha vuelto dependiente en sus funciones centrales de los medios masivos y es continuamente moldeada por las interacciones con estos”. Ese artículo, publicado en 1999, otorgaba un rol central a los medios masivos (en especial a la televisión). Verón, por su parte, señalaba en la misma época que “en el proceso de mediatización de lo político, la función de la televisión fue al comienzo enriquecer la comunicación política y por lo tanto aumentar la complejidad de esta última”, aunque posteriormente el efecto haya sido otro: “en la mediatización de lo político, es lo político lo que ha perdido terreno en relación con los medios: tratando de lograr el dominio de los medios a toda cosa, los políticos perdieron el dominio de su propia esfera”.
A partir de los cambios tecnológicos recientes, no llama la atención que desde la academia se haya decretado el pasaje a una nueva fase de la mediatización de la política, en la que las redes sociales digitales juegan un rol central. Como sostiene Ana Slimovich, esta estaría caracterizada por “la imbricación de la política en las redes sociales, operaciones de digitalización de lo político, múltiples relaciones entre las lógicas mediáticas y las de las redes sociales en la construcción del discurso político y procesos de interacción entre gobernantes y gobernados sin que los periodistas actúen como intermediarios”. En relación a la constitución de colectivos de identificación, la autora afirma que en la sociedad hipermediatizada “se generan colectivos que surgen desde las redes sociales, ascienden a los medios masivos y generan quiebres de sentido en las intersecciones entre los sistemas de mediatización, al mismo tiempo que se da una ampliación y cambios en los enunciadores”.
Estas nuevas prácticas han conducido a que la ciencia política discutiera conceptualmente qué significa participar políticamente, así como qué prácticas constituyen formas de participación política en red u online. Más allá de los cambios en las prácticas de uso mediático tanto por parte del electorado como de los actores políticos, para Mariano Fernández, “la problemática de la mediatización de la política se centra en el desplazamiento de los espacios de conformación de lógicas de identificación, de producción de colectividades identificantes”. Fiel al planteo de Verón, Fernández sostiene que “la discusión tiene que ver con las lógicas de funcionamiento de las instituciones políticas y las instituciones de medios para gestionar, a lo largo del tiempo, identidades colectivas”. Se trata de un aspecto que ya señalaba Verón cuando denunciaba que la política se estaba viendo invadida por una lógica que le es ajena: la del marketing, que es una orientada al corto plazo, mientras que la política, por su naturaleza discursiva de gestión de las identidades colectivas, es una de largo plazo: para Verón, “asistimos, por un lado, a la decadencia del campo donde se ejercía la gestión de los colectivos de largo plazo (el de lo político) y, por otro, al dominio creciente de otro campo (el de los medios) esencialmente orientado por la gestión de los colectivos de corto plazo”.
Es precisamente por esta invasión de una lógica a un campo al que no pertenece que se puede concebir a la mediatización como una patología social, una categoría analítica que, como señala Martín Fleitas González, resulta útil para “identificar bloqueos experienciales de la agencia individual que son involuntariamente generados por algunas estructuras sociales”. En su libro El asedio a la imaginación, Gustavo Pereira concibe a las patologías sociales como “procesos sociales negadores de la libertad individual y social que acompañan a los procesos de racionalización social que están orientados a expandir tal libertad”, caracterizados por dos aspectos: por un lado, se trata de dinámicas sociales anónimas, independientes de los agentes que las implementan; por el otro, son resultado de “procesos de reproducción social que imponen un tipo de racionalidad práctica en espacios sociales ajenos a ella”, esto es, una racionalidad instrumental que distorsiona la comprensión intersubjetiva de esos espacios.
Algunos ejemplos de patologías sociales son la burocratización, el consumismo y la monetarización. Respecto al primer aspecto, Frank Marcinkowski y Adrian Steiner consideran a la mediatización un proceso supra individual, es decir, uno que trasciende a la agencia individual. Respecto al segundo, al verse invadida por la lógica del marketing, que es una orientada a seducir, generar adhesión y a vender a candidatos e ideas como si fueran productos, la persuasión se vuelve el componente central del discurso político, por lo que se podría argumentar que, de los tres colectivos identificados por Verón, solo quedaría activo el paradestinatario, a quien hay que convencer mediante estrategias discursivas guiadas por la lógica del target articuladas en torno a estrategias publicitarias: para Verón, “quien habla hoy de ‘comunicación política’ tiene en cuenta […] cuestiones concernientes a la imagen mediatizada de los políticos, y al rol de los “consultores en comunicación” que aconsejan a los políticos”. Por eso, según Verón el problema de la mediatización de la política radica en que la lógica de identificación que es característica de la actividad política se ve invadida por una en la que “los medios absorben los diferentes sectores de la producción de discursos sociales (informativos, estéticos, políticos, religiosos, lúdicos, literarios, de vulgarización científica, etc…) y los incorporan al conjunto de una oferta discursiva puramente determinada por el cálculo costo/beneficio”.
30/10/2024 a las 10:53 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
¿Dónde quedaron los más de 15 mil millones de dólares de superávit comercial?
Sofía Hart
Prensa Obrera
29/10/024
Los datos del Indec reflejan que, en los primeros nueve meses del año, el país tuvo superávit comercial positivo por U$S 15.075 millones. Sin embargo, las reservas del Banco Central continúan en rojo, demostrando que el problema de fondo de Argentina no es ni el déficit fiscal, como sostiene Milei, ni la “restricción externa”, como señala Cristina Kirchner, sino la incesante fuga de capitales al amparo de todos los gobiernos.
El saldo comercial favorable se esfumó como resultado del saqueo capitalista. Por un lado, entre enero y septiembre, el pago de intereses de deuda externa insumió U$S 7.629 millones, según los cálculos de la Oficina de Presupuesto del Congreso. Finalmente, la convalidación de esta usura gobierno tras gobierno anula cualquier posibilidad de recomponer las reservas. Lo peor vendrá a partir del año que viene, donde los vencimientos son aún más abultados, dando paso al fantasma del default.
Por otra parte, el gobierno, para convencer al agro de que liquide parte de su cosecha, le concedió el beneficio del dólar blend, gracias al cual el 20% de las exportaciones se van por el sumidero del Contado con Liquidación. De ese modo, el Banco Central se perdió de recaudar U$S 8.300 millones solo en el primer semestre del año, según la consultora C-P. Se espera que esa cifra llegue a U$S 16.700 cuando finalice el año.
Sumado a esto, el oficialismo acaba de sancionar un decreto que deroga el uso de valores de referencia para las ventas al exterior, dándole vía libre a los pulpos granarios para que subfacturen sus exportaciones y conserven las divisas. Recordemos que estas prácticas no están contabilizadas en el informe del Indec, por lo que el superávit comercial real es aún mayor. A diferencia del discurso gubernamental, el Estado está interviniendo en la economía más que nunca para perfeccionar los negocios de los grandes monopolios, en detrimento de la población trabajadora.
A su vez, el BCRA, desde julio hasta la fecha, se desprendió de U$S 724 millones para contener los tipos de cambio financieros y achicar la brecha. Como vemos, Milei, al igual que el gobierno anterior, dilapida dólares de las reservas en financiar la corrida cambiaria. Esas operaciones junto con el dólar blend mantienen planchadas las cotizaciones paralelas, favoreciendo a los especuladores que vienen haciendo fortuna con la bicicleta financiera montada por Caputo.
Estos son algunos de los mecanismos de fuga que explican la bancarrota actual. En ese sentido, Milei continúa el legado de sus predecesores, teniendo en cuenta que, entre 2002 y 2023, los residentes locales acumularon activos en el exterior por U$S 371.704 millones -diez veces el nivel de reservas brutas del Banco Central-, tal como indica un informe elaborado por Cifra.
Así las cosas, del superávit obtenido este año a través del intercambio comercial al país no le quedó nada: las reservas netas se encuentran en U$S 5.278 millones negativo, “que se extiende hasta U$S 7.322 millones al sumar a la cuenta el pago de intereses de Bopreal en los próximos doce meses” (Infobae, 24/10).
La crisis de reservas pone en cuestión el cumplimiento de las metas delineadas por el FMI, la solvencia para hacer frente a los compromisos de deuda externa y la posibilidad de levantar el cepo que Milei le prometió al empresariado. Así como también, agudiza las tensiones cambiarias -cuyas consecuencias las pagamos los trabajadores- y bloquea cualquier perspectiva de desarrollo.
Es necesario abrir un nuevo rumbo en Argentina que ponga fin a la fuga de capitales bajo todas sus formas y disponga las riquezas del país al servicio del pueblo. Esa transformación será posible sometiendo al control obrero los resortes de la economía -como la banca y el comercio exterior-, rompiendo con el FMI y desconociendo la fraudulenta deuda externa. Medidas que solo un gobierno de trabajadores está dispuesto a llevar adelante.
30/10/2024 a las 11:01 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El mito del “déficit cero”
Sergio Rivero
Prensa Obrera
29/10/024
“El déficit cero es innegociable”, dijo Milei luego de vetar la ley de presupuesto universitario. Pero el argumento del cuidado de las cuentas fiscales como prioridad es un engaño, usado para justificar el desfinanciamiento de la educación, la salud, los ingresos de jubilados y empleados públicos, e incluso vender empresas del Estado. En realidad el “déficit cero” es solo un “dibujo contable”; la recaudación no alcanza para cubrir los gastos y se agrega como un aumento del endeudamiento.
LA «LIMPIEZA DE DEUDA DEL BCRA PASA AL TESORO
Esto explica Carlos Rodríguez, exfuncionario del Ministerio de Economía durante el menemismo, quien mencionó que hasta el gobierno de Massa para financiar el Estado se usaban Pases, Leliqs, Lebacs, que figuraba en el déficit cuasifiscal del BCRA. “Ahora pasaron la deuda del BCRA al Tesoro y se llama Lecaps”. Esas letras se pagan con más Lecaps, agregando los intereses, y no figura en el déficit financiero del Tesoro ni en el cuasifical: se inscribe como aumento la deuda pública, que se abonará con lo recaudado vía impuestos al ingresar al Presupuesto 2025.
Con esa “limpieza” del balance del BCRA la deuda del Tesoro aumentó en solo seis meses (a junio 2024) en 72 mil millones de dólares, alcanzando 440 mil millones. Este aumento del endeudamiento no computa los juicios internacionales con sentencia firme, como el del Cupón PBI (Londres); YPF (Nueva York) y otros que ya suman más de 21 mil millones. (La Nación, 16/6).
Y sigue aumentando. Durante septiembre la deuda pública pagadera en pesos se incrementó 2,7% con respecto al cierre de agosto, y la pagadera en moneda extranjera aumentó 185 millones de dólares en relación al mes anterior. Los números son de la Oficina de Presupuesto del Congreso, según datos oficiales.
La OPC agrega también que en septiembre el Tesoro colocó títulos públicos por un total de 11,774 billones de pesos, de los cuales el 90% corresponde a Lecap; y que los servicios de deuda entre octubre y diciembre próximos en moneda local se estiman en $22,3 billones y en moneda extranjera en 1.945 millones de dólares.
UNA REDUCCIÓN DE IMPUESTOS A LOS GRANDES CONTRIBUYENTES
Mientras aumentan las tarifas de electricidad, gas y transporte, la inflación ha producido una brutal reducción del poder adquisitivo y está en curso una recesión económica, el gobierno reimplanta las retenciones del Impuesto a las Ganancias a los trabajadores en relación de dependencia. Todo, justificándose en el “déficit cero”.
Pero para la burguesía la situación no es la misma. Se está beneficiando de una profunda reducción de impuestos, con prohibición de aumentarlos para los próximos años (lo que llaman estabilidad fiscal).
Con la rebaja de impuestos a los Bienes Personales, si el contribuyente paga los próximos cinco años por anticipado tiene una reducción de la alícuota de 1,25 a 0,45%. O sea que se pagan 2,25% por cinco años cuando antes de esta reducción se pagaba 6,25%; es menos de la mitad.
El cobro por anticipado de este impuesto incrementa los ingresos fiscales presentes a costa de no cobrarlos en los próximos años, generando una caída de la recaudación futura. Eso, para dibujar que no hay déficit.
RÉGIMEN DE INCENTIVO DE GRANDES INVERSIONES
El régimen es una serie de beneficios a grandes inversiones de carácter impositivo: reducción del impuesto a las Ganancias, del Impuesto al Valor Agregado (IVA) y a los tributos aduaneros que se pagan en concepto de derechos de exportación e importación.
Además hay otras ventajas. Se facilita el pago del IVA a través de la utilización de Certificados de Crédito Fiscal y de la transferencia del remanente de saldos de créditos fiscales. En el impuesto a las Ganancias los quebrantos podrán ser deducidos de beneficios futuros sin limitación en el tiempo, y podrán ser transferidos a terceros, lo que podría alentar a la declaración de falsas pérdidas de manera continua.
Claro que ya rigen en el país otros regímenes especiales. Actividades como la minería paga regalías ínfimas y tiene “estabilidad fiscal” por 30 años, mientras que el gobierno sigue sin tocar las exenciones impositivas y protecciones aduaneras a la industria de productos electrónicos de Tierra del Fuego, donde amasa su fortuna Nicolás Caputo, primo del ministro de Economía.
EL BLANQUEO DE MILEI IMPULSA LA FUTURA EVASIÓN
Los que evaden “son héroes”, dijo Milei. Y el premio es perdonarles la evasión fiscal.
Con el blanqueo impulsado por el gobierno se establece una continuidad en el perdón de impuestos a los evasores. Este es el octavo blanqueo desde 1983. En el caso actual es un premio a la evasión: gratis y sin obligación de inversión alguna o en sectores determinados de los bienes declarados.
La “continuidad” de los blanqueos crea una normalización de la evasión, donde el no pagar impuestos no tiene penalizaciones de ningún tipo. El blanqueo reduce la carga impositiva de los contribuyentes con capacidad de cumplir con la imposición, y se promueve la evasión futura a sabiendas que siempre habrá un blanqueo futuro.
LA DISOLUCIÓN DE LA AFIP
Las modificaciones anunciadas en la Afip reducen la fiscalización de los grandes contribuyentes, lo que facilitará la evasión.
Incluso se presenta como un avance el “descabezamiento” de la AFIP y la reducción de los salarios de los inspectores como un avance contra el gasto innecesario, cuando en la práctica es un incentivo a la reducción de la recaudación futura porque sin fiscalización y control será más sencilla la evasión.
LA FUGA DE CAPITALES Y LA DEUDA EXTERNA
El blanqueo está dirigido a los que fugaron capitales en moneda dura o compraron bienes en el exterior, evadiendo el pago de impuestos. Esa parte de la economía ha crecido hasta ser un condicionante decisivo de la economía nacional, con el crecimiento de la deuda externa.
El “déficit cero” es primero pagar la deuda y subordinar los gastos a lo que resta de recaudación. Desde allí el ajuste a los gastos en salud, educación, pago jubilados, y todas las partidas salvo la de pagos de servicios de deuda.
Un estudio de Flacso estableció el paralelo del crecimiento de la fuga de capitales desde 1976 y el aumento de la deuda externa. El endeudamiento externo (público y privado) no fue utilizado para financiar la inversión e impulsar la actividad económica, sino que se transformó en un mecanismo de formar en divisas para ser enviado al exterior. Antes de 1976 la deuda y la formación de excedentes en el exterior era inferior a 50 mil millones de dólares; desde allí hubo un crecimiento hasta alcanzar a 370 mil millones cada uno.
LA BURGUESÍA IMPULSA LA EVASIÓN Y LOS PERDONES FISCALES
Mientras se reducen los impuestos a los capitalistas, el Estado burgués muestra su contenido de clase con la creciente carga impositiva a los consumidores (IVA, Ingresos Brutos -y con las modificaciones se extiende hasta los medios de prensa-).
Por eso la caída del consumo, que es la forma en que se manifiesta la retracción de la actividad económica (la caída del PBI este año superará el 4 por ciento), repercute con una contracción de los ingresos fiscales.
El “déficit cero” es el engaño de una búsqueda de equilibrio fiscal para prometer que va a cumplir con el pago de la deuda, a costa de un brutal ajuste que será tanto mayor cuando más avancen en reducir la carga impositiva de las clases poseedoras de los bienes de producción.
Solo terminando con este gobierno se frenará el ajuste y reorganizará el país. Esta es la tarea de los trabajadores.
30/10/2024 a las 11:05 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El peligro de un país a la deriva
Edgardo Mocca
El Destape
27/10/024
Soberanía política, independencia económica y justicia social: tal fue la forma concisa y concreta con la que el peronismo entró en la historia argentina. Eso nunca fue puesto en cuestión durante la larga -y duradera- influencia peronista en la historia del movimiento. No lo fue en términos de ideas y de símbolos, pero el tiempo menemista construyó un parteaguas histórico: la alineación automática del gobierno argentino de entonces con las políticas imperiales de la época, la política de debilitamiento del estado argentino y la absoluta identificación de su política con la de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN supusieron un fuerte paréntesis en el lugar internacional de la Argentina. La cuestión fue pensada -y criticada- en términos de herejía política contra un mandato de la historia; de hecho lo fue, pero no tuvo el carácter extraordinario con la que fue presentada entonces por propios y ajenos: se entiende fácilmente en términos de la dinámica histórica mundial: aquellos fueron los días del giro general pronorteamericano de la socialdemocracia europea y de muchas de las expresiones históricas del nacional-populismo latinoamericano. Aquel paradigma simple y absoluto en materia de políticas nacionales de los países del “tercer mundo” alcanzó una vigencia fuerte pero relativamente fugaz. Ya el siglo XXI después de los atentados terroristas en Estados Unidos volvió a darle anclaje a la doctrina imperial: ya no era la “libertad” el argumento sino la necesidad de armarse para combatir a un enemigo, que lo era no sólo respecto del imperio norteamericano sino más en general, de todo el “mundo libre”.
En el mundo y la región de hoy se desarrolla un fuerte replanteo de estos marcos interpretativos. Hablamos de la reciente experiencia de la pandemia y el desarrollo de procesos muy importantes de cuestionamiento del orden mundial sobreviniente después de esa dura experiencia; la “batalla de las vacunas” fue un componente crucial de la discusión de entonces; la experiencia argentina de aquellos tiempos mostró la posibilidad de expandir recursos de autonomía en momentos de graves peligros para nuestras sociedades sobre la base de afirmar la soberanía sanitaria como componente de la soberanía política. Vaya la mención como homenaje a la figura de Ginés González García.
Pero la pandemia no solamente ayudó a la gestación de una conciencia nacional independientes, sino que terminó siendo uno de los puntos de apoyo de la nueva experiencia de la derecha nacional, regional y mundial. La ideología individualista de corte extremista ha ganado posiciones en el mundo. Los miedos al desastre colectivo fueron y son el corazón de la ideología imperial. Podría decirse que estos tiempos son para las derechas filo fascistas “tiempos de revancha”. A tal punto que las ultraderechas se constituyen en el mundo como una contra corriente “revolucionaria”. Como un proceso de contestación a las demandas democráticas y populares asentado en la agitación de los miedos al cambio y la consecuente defensa del statu quo imperial.
En este sitio está colocado el presidente Milei: como un “revolucionario” que cuestiona las certezas surgidas en la última posguerra y enarbola las banderas “puras y duras” del neoliberalismo. Hasta las dictaduras más horribles instaladas en nuestras tierras bajo el manto ideológico y material del imperialismo fundaban sus pretensiones hegemónicas en los valores de la libertad y el progreso. Su estandarte de hoy es otro: es el miedo. El miedo a un enemigo que parece indescifrable e indefinible pero que a cada paso se revela estrictamente funcional a las razones estratégicas de Estados Unidos y la OTAN.
¿Qué significa en ese contexto el discurso del presidente Milei? Es el reemplazo de la razón política por el misticismo, por la apelación a fuerzas superiores que son las que gobiernan el mundo. Por supuesto, el paso siguiente del hombre es presentarse a sí mismo como una de esas fuerzas superiores. Claro que lo específico de su mensaje es que esas fuerzas racionalmente difíciles de explicar son las que inclinan al mundo en la inevitable senda del individualismo, de la desigualdad, del “dominio de los mejores”. En estos tiempos es difícil encontrar en las fuerzas que dominan discusiones sobre el estado argentino, sobre su futuro, su lugar en el mundo: todo su discurso está centrado en una visión providencialista, más cercana a prácticas esotéricas -que tienen todo su derecho, claro, en el interior de sus prácticas pero que no pueden fundar un diálogo entre iguales. O se cree en lo que dice Milei o no se cree; con las consecuencias que cada una de esas conductas traiga políticamente hablando.
¿Cómo se podría fundar la superioridad de “occidente”, es decir de Estados Unidos y sus socios político-militares en términos políticos racionales? El misticismo es un recurso de dominio político. Es lo que hace del presidente no un funcionario político electo según reglas constitucionales sino un vidente infalible llamado por la demanda divina al ejercicio del poder. Es, ciertamente, una experiencia interesante, porque surge natural y dramáticamente la pregunta “¿y eso cómo y cuándo termina?” Porque un mandato constitucional tiene sus formas y sus tiempos, pero a la transmisión mística de un sentido del mundo y de los seres humanas no puede sometérsela a esa práctica. Y estas cuestiones no son laterales, porque el presidente en un país presidencialista no es un ciudadano más: es un símbolo y, en algún sentido es una guía. Los riesgos autoritarios y totalitarios de este tipo de práctica son muy conocidos en la historia nacional e internacional.
A todo esto, hay que agregar que la realidad socioeconómica argentina empeora a pasos agigantados. La descarada manipulación oficial de las cifras produce risa o llanto, pero en ningún caso confianza. Cualquier salida legal-constitucional a esta situación demanda la construcción de mayorías democráticas responsables y sólidas. No pueden imaginarse ni proyectarse formas que pongan en riesgo la vida y la seguridad de las personas. Al mismo tiempo hay que ser conscientes de que la prolongación de una situación como ésta entraña sus propios riesgos y amenazas. Es un tiempo maquiavélico: el célebre filósofo italiano diría “los argentinos necesitan virtud y fortuna”. Empezaremos a ver si se alcanzan o no.
30/10/2024 a las 11:12 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Cristina, Axel, la renovación política y las nuevas canciones
Claudio Scaletta
El Destape
27/10/024
Ya antes del triunfo de Javier Milei, Axel Kicillof enfureció al camporismo, o mejor dicho a Máximo Kirchner y a su mamá, cuando señaló, muy tibiamente, que quizá no había que seguir tocando la misma canción, esa que sabemos todos, sino componer una nueva. Fue un llamado bastante tranquilo a la necesidad de una revisión ideológica que, en el camino, puso en primer plano algo no inmediatamente evidente, que la renovación ideológica supone también una renovación política.
Las razones para ambas renovaciones no devienen del “ansia de novedades”, sino de las sucesivas derrotas del peronismo, situación que se exacerbó frente a la peor de todas: gobierna Milei. Las recientes exageraciones bíblicas de CFK en referencia al gobernador de la provincia de Buenos Aires blanquearon que el terremoto de la renovación está en marcha y que, ante tantas decepciones mutuas, queda poco espacio para deponer las armas. Hay liderazgos emergentes y liderazgos declinantes, lo que es un hecho con prescindencia de la nueva titularidad de la cáscara vacía del PJ. Y especialmente, hay una forma de construcción política, la de la subordinación y el látigo, la del monopolio de la lapicera, que no va más.
Resulta notable que una fuerza como el kirchnerismo más cristinista, que no se caracterizó precisamente por ser leal con sus leales, insista en la palabra “lealtad”. Quien mejor graficó la paradoja fue, tiempo atrás, uno de los conductores históricos de los bloques de senadores kirchneristas durante “la era dorada”, Miguel Ángel Pichetto. “La lealtad –dijo– es un camino de doble vía”, una frase para recordar. Kicillof señaló lo mismo cuando habló de que la lógica política “del sometimiento o la traición” condujo a malos resultados. Hoy padece las reacciones por haberse plantado, pero en la práctica ya inició el camino de cortar el hilito umbilical que todavía lo vinculaba a su madre política. El poder de la conducción, como termina de demostrarlo la experiencia del Frente de Todos, no puede ser bicéfalo.
Si el cristinismo cree que puede repetir el fallido de poner gerentes en los poderes ejecutivos, con Axel no será posible. La historia existe, efectivamente el gobernador fue en su momento bendecido por la ex presidenta para avanzar en su carrera política. Aunque estuvo a la altura de las circunstancias, claramente los cargos técnicos y legislativos que ocupó respondieron al “dedo de Cristina”. Sin embargo, sus dos triunfos en las elecciones en la PBA fueron todos suyos. Su perfil no es, ni será en adelante, el de un simple gerente. Finalmente, para ser percibido como presidenciable, la sociedad no debe verlo como “el pollo de Cristina”, y mucho más tras la experiencia de Alberto Fernández. No se trata de lealtades o deslealtades, lo que está en juego es una simple construcción de poder.
El balance preliminar es que hay pocas dudas sobre la necesidad de la renovación política, lo que todavía no aparece con alguna claridad es la nueva canción, la nueva melodía ideológica. Pueden encontrarse algunas notas sueltas, pero todavía están lejos de constituir un todo armónico. Estas notas son las que dicen, por ejemplo, que en una economía sin moneda el déficit fiscal importa. No se trata de neofiscalismo, sino de comprender que no se puede separar eternamente el déficit presupuestario de su financiamiento en el largo plazo.
Una segunda nota es que las restricciones cambiarias como instrumento para evitar devaluaciones, el llamado cepo, tienen un costo altísimo en materia de pérdida de inversiones, lo que se traduce en estancamiento del crecimiento.
Al cristinismo le encanta recordar los indicadores máximos alcanzados en materia de distribución del ingreso, pero detesta que se le recuerde la insustentabilidad de su modelo, lo que se volvió especialmente evidente en el período 2011-15. Ya en 2011 los indicadores habían comenzado a dar la vuelta. Concretamente, el PIB per cápita se encuentra en retroceso desde entonces, hace ya más de una década. Es este estancamiento el que tornó inviable la mejora en la distribución. Al respecto existe la evidencia histórica. Los países que mejoran los ingresos de la población son los que aumentan su producto. En las cuentas nacionales el ingreso es la contracara contable del producto. Y esto ocurre incluso con prescindencia de la distribución. Quizá el ejemplo más notable sea China, que sacó a cientos de millones de personas de la pobreza, es una máquina de crear nuevas clases medias, pero su distribución del ingreso se concentra y empeora.
Una tercera nota es que la inflación importa y no está separada del resultado fiscal, aunque el mecanismo de transmisión sea el cambiario, en tanto el déficit se dolariza. Si ello se combina con una economía estancada con insuficiencia de divisas porque exporta poco, el resultado es el registrado: aparición de la restricción externa, dolarización del déficit, aumento del tipo de cambio, inflación y estancamiento económico. La profundización de estos procesos desde al menos 2011 no fue solamente culpa del “neoliberalismo”.
No se trata aquí de repetir tópicos ya transitados, sino de abandonar, como primer paso para componer las nuevas canciones, la idealización de la melodía disonante. Lo que falló durante los últimos gobiernos peronistas fue el modelo de desarrollo. Y las respuestas políticas a estas fallas fueron especialmente pobres, desde las excusas pseudo ambientales contra el crecimiento de sectores específicos, por ejemplo los discursos contra la minería, contra la producción de carne porcina para la exportación o contra la salmonicultura en Tierra del Fuego, hasta la atribución de las tensiones inflacionarias a la existencia de empresarios avariciosos, con características distintas a los del resto del mundo, que además eran oligopólicos y causantes de la inflación.
En el camino se dejaron de lado máximas tan elementales del movimiento peronista como que “gobernar es crear trabajo”. Se exacerbó el discurso antiempresa como otra excusa para no ocuparse de la macroeconomía del desarrollo. Se desdeñó la explotación de los recursos naturales en base a una supuesta elección por la industria, cuando en el presente todas las actividades, incluso las mal llamadas “extractivas” o “reprimarizantes”, son en realidad actividades que funcionan en la vanguardia tecnológica, que tienen por detrás a la alta industria y a la economía del conocimiento. Así sucede tanto con la biotecnología, la maquinaria y la informática aplicadas al agro, o con la robotización de la mal llamada “megaminería”. Dicho sea de paso, también se puso en cuestión otro componente esencial del desarrollo capitalista como las economías de escala, con la consecuente idealización de las pequeñas escalas con mano de obra intensiva. La caricatura, y solo la caricatura, fue la gente del movimiento de Juan Grabois intentando la horticultura manual en un campo “recuperado” en tiempos de agricultura de precisión. No se trata de desmerecer la tarea de los movimientos sociales, sino de comprender que no representan un modelo de producción, sino el emergente de que el modelo productivo no funciona.
Los nuevos compositores deben entonces tomar nota, comprender los cambios en el funcionamiento del capitalismo global y brindar una respuesta sobre cuál es la mejor forma de acoplamiento local a una economía mundial dominada por la libre movilidad de capitales y la hegemonía de la producción industrial asiática. Esto significa, por ejemplo, que hay sectores como la electrónica de consumo o la producción de baterías, en los que al país le resultará prácticamente imposible competir, tanto por escala como por retraso relativo. Dicho de otra manera, las políticas productivas no pueden pensarse en el vacío, sino sobre las capacidades de producción reales, sobre lo que el país efectivamente puede ofrecerle competitivamente al resto del mundo. Los sectores con potencialidad son abundantes: la biotecnología, las áreas nuclear y satelital, la economía del conocimiento, las producciones agrarias y agroindustriales regionales, la minería y los hidrocarburos, solo para empezar. Luego, el PIB y su crecimiento importan, las escalas no son malas. Exportar es bueno y la sustitución de importaciones al estilo mediados del siglo XX, es decir centrada en el mercado interno, ya no es viable. Finalmente, la macroeconomía ordenada y un brazo ejecutor estatal eficiente y con capacidad para desarrollar la infraestructura también son condiciones necesarias indispensables.
Es esperable que los encargados de componer las nuevas melodías estén trabajando sobre estos acordes comunes, acordes que para sonar bien necesitarán de alianzas políticas mucho más amplias que las que hoy puede ofrecer el sectarismo camporista. La sociedad debe percibir que el peronismo representa una alternativa real y superadora de las supercherías libertarias, ya próximas a mostrar su agotamiento.