Por Luis Alejandro Rizzi.-

El concepto de “batalla” tiene que ver con la “agonalidad”, que significa “combate”.

Por eso, hablar de “batalla cultural” implica un verdadero “oxímoron” o, si se prefiere, un atractivo sofisma.

En todo caso, podríamos llamar “batalla cultural” a los procesos que tienen como objetivo “desculturizar”, sustituyendo los elementos esenciales de la cultura para tratar los disensos mediante el debate, el diálogo y la conversación, por la descalificación, la cancelación, el uso de epítetos, el agravio y el odio que significan violencia. La agonalidad, de eso se trata, es anticultural.

En esos supuestos, la cultura, más que batallar, se defiende con sus métodos y formas.

Hoy predomina la vulgarización y su compañera de ruta, la mediocridad; dicho de otro modo, se va perdiendo el amor, naturalizamos el odio y la indiferencia. El mensaje sustituyó al diálogo y a la conversación y el sentido de familia se diluye en una formalidad en la que la adultez se repliega en la regresión a una adolescencia inmadura.

En el mundo presente faltan adultos.

Diría, la vida va perdiendo estética, se vuelve tosca y ordinaria.

En la perspectiva cultural, se parte de la “buena fe” o de aquello de los “hombres de buena voluntad”, que en definitiva es la base del derecho.

La “cultura” es un sistema de ideas, como explicó Ortega, sobre lo que es la vida, las cosas y el mundo. La cultura es un “saber general” o eso que llamamos “sabiduría” que es una virtud propia “de la buena gente”.

Por eso la “cultura” viene con “la libertad” y eso explica que en la vida hubo, hay y habrá siempre “gente de buena voluntad” y “gente de mala voluntad”.

Dios nos creó libres, lo que significa que cada uno puede elegir su vida y qué hacer con ella.

El “bien” y el “mal” siempre estuvieron a disposición en el mercado de la vida; son los “commodities” más abundantes.

Dentro de esta relación de opuestos, cabe incluir el “ODIO” y el “AMOR”.

El “amor” es una fuerza de atracción y de dirección hacia el “encuentro” con el otro -la familia- y con “los otros” -la sociedad-, por eso la esencia de la persona no es su “YO” sino su “nosotros”.

El “amor” es una de las tareas que nos impone la vida. La cultura tiene que ver con el verbo “cultivar”, que significa el uso de medios para adquirir y mantener los conocimientos, desarrollar el trato y la amistad. Para resumir, la cultura implica el cultivo de las virtudes humanas.

Sin embargo, en la persona existen “vicios” que responden a pulsiones destructivas y anárquicas, que las desvían de su “nosotros” hacia un “yo” neurótico y por cierto agresivo, y una suerte de paranoia que desarrolla e impulsa los sentimientos más primitivos del ser humano, que Freud explica como la pulsión de muerte o Tánatos, la figura de la muerte en la mitología.

Este tipo de personas son incapaces de entender el espíritu “nosístico” de la vida; se mueven en función de lo que llamaría “pulsión” de odio, que no es más que la incapacidad de relacionarse con el otro y con los otros.

Este tipo de personas suelen ser solitarias, por su incapacidad para generar vínculos. Son lo que llamamos comúnmente “gente tóxica”.

Fritz Kunkel presentó cuatro tipos de personalidades neuróticas, que llamó Enredadera, Astro, Ostra y Nerón.

En esta tipología, las personas son incapaces de amar; hacen mérito de su incultura y esconden sus miedos en la agresión y el odio.

Este tipo de personas son más bien “asociales”. Se mueven como espectros y, cuanto más temidos se sienten, potencian su supuesta superioridad; por eso se ubican como lo mejor de lo mejor y en verdad son lo peor de lo peor.

En este perfil tipológico incluyo al gobierno de Javier Milei, un hombre que confunde el énfasis con cultura y carácter y no deja de ser un ridículo Nerón y un híbrido Astro en la tipología de Kunkel. Podríamos agregar que también reúne la tipología de “enredadera”, prendido a Trump y a su hermana Karina, que cumpliría algo así como su imagen paternal; la llama “El jefe”. Su “yoísmo” es de manual, es irritable y rígido.

El caso $LIBRA, como el cuento del príncipe desnudo, puso en evidencia su real dimensión, neurótica y candorosa, salvo que en los procesos judiciales se acredite su culpabilidad.

Podría ser declarado inimputable por no haber comprendido la gravedad del hecho en el caso $LIBRA.

Siempre “Las fronteras de la vida”, en algún momento, exhiben el poder de la virtud y la sabiduría, ante el odio y la incultura.

Milei esta semana, con su convocatoria al “odio”, no hizo más que llamar a la violencia como medio de acción política. Es posible que viva condicionado por su “ello”, su fuente máxima de placer parecería ser su expresión de odio y rencor.

Perón, con su encuentro con Ricardo Balbín, confesó su arrepentimiento por sus anteriores llamados a la violencia política. No creo que Milei tenga esa estatura…

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