Por Paul Battistón.-

Gerardo Werthein reunido con emisario y abogado personal de Donald Trump el día siguiente a la eyección de Mondino indica un camino en el que no se puede siquiera pensar en pisar la banquina.

Todo el planeta sentado en la ONU indicando una dirección común hacia el levantamiento de las sanciones a Cuba a excepción de EEUU e Israel muestran el camino de la apuesta fácil, la del montón, la bien vista. Pero para un libertario es inaceptable, desde su filosofía desafiaría con la certeza de que tal voto es un perjuicio directo y con continuidad hacia el futuro de la opresión para el pueblo cubano. El voto para el levantamiento de sanciones sólo es un guiño para que los tiranos se sientan envalentonados a continuar con el sometimiento mediante la herejía económica. Además, a tal estado avanzado de destrucción moral y económica de los isleños difícilmente el fin de las sanciones haría a esta altura alguna diferencia notable en sus vidas que pudiera ser atribuida directamente a la ausencia de sanciones. Con la libertad no se juega, no hay grises en su camino. La misma debe ser siempre prioridad aun cuando esto signifique cercenar la libertad de una cancillería de discernir alguna posible ventaja (mucho menos la del bajo riesgo del montón con escasa ganancia).

Alguna vez Javier Gerardo Milei dijo “no soy dueño del liberalómetro” pero está claro que exactamente ya no cuenta así, cuando además se añade la apreciación sobre el alineamiento y Adorni lo explícitó de manera contundente: “se hace lo que el presidente pide”.

Milei hubiera tenido mucha tela para cortar y batalla cultural para dar colocada Argentina del lado de los derrotados (3 a 190), un escenario en el que podría haber brillado en su supuesta posición de liderazgo mundial; pero en lugar de eso, con nuestro voto de solidaridad pro cubana y la épica de David frente a Goliat desperdiciada, la dureza se vuelve hacia adentro y casi sorprendentemente inexplicable para muchos. La contundencia de su reacción esconde no perder la diferenciación con la blandura de Obama o la indulgencia de Francisco hacia el régimen tirano con pretensión de pintoresco. Un régimen que, por si alguien olvida, contaminó toda América Latina y es el mismo que nos invadió con la preparación y entrenamiento de nuestros propios traidores.

El voto en la ONU era ese tipo de apuestas de alto riesgo a las que el apostador se anima porque vislumbra una diferencia abrumadora de retornos.

¿Por qué el alto riesgo surge de algo tan sencillo que se balancea entre una enternecedora solidaridad y una condena a un régimen inaceptable? Porque el tablero del mundo ha sido culturalmente trabajado para que la corrección y el wokismo jueguen en la aceptación de la destrucción y la miseria impuesta como cuestiones internas inaccesibles de cada país. Pero además Javier Milei está mirando un poco más allá, en ambos extremos ideológicos (EEUU-China) la riqueza y el progreso tecnológico se está creando a velocidades de vértigo y ya no hay ningún sentido para ser condescendiente con la miseria creada a base del aniquilamiento de las libertades individuales con las recetas del castrismo o del Foro de Sao Paulo de Lula.

“China es un socio interesante, pide poco a cambio”, una insinuación que nadie esperaba de Javier Milei (tampoco la vieron venir). El gigante en las antípodas ideológicas del libertario no es un escollo exactamente si de él se puede obtener provecho. No estamos en una guerra encendida y tampoco en una guerra fría; es más bien una guerra transaccional donde el comercio, el traspaso de monedas virtuales y la creación y tráfico de tecnología son los disparos que dejan las diferencias. Quedarse en la competencia menor de la miseria impuesta no es una apuesta de buen futuro, aunque ésta sigue siendo el mecanismo de conquista de los rezagados del bloque oriental (conservan cierto setentismo).

Ochenta años miserables fueron el resultado de la infantil aceptación de la mentira más grande que se les vendió a los argentinos: “Braden o Perón”. Debería haber sido interpretada como “lógica vs. miseria” sin los lentes de la mirada corta.

Hoy nuevamente la distancia de la mirada es la que cuenta en la medida del acierto, la analogía con los nombres del título sólo es provocativa (aclaro). La velocidad del mundo ya no deja tiempo para estar en “la chiquita” y en el alineamiento no es cuestión de titubear o jugar solapadamente a lo Perón. La velocidad de progreso está en ambos extremos pero la conjunción del mismo con la libertad que puede sostenerlo en el tiempo y convertirlo en humanamente provechoso está de un solo lado. Hemos dejado un pequeño voto en el lado incorrecto.

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