Por Nallip A. Salomón.-

Soy Nallip Abdala Salomón, chaqueño, argentino, hijo de padres santiagueños, argentinos, y nieto de abuelos españoles, sirios y judíos.

Hoy vemos que Israel y Palestina (en realidad sus dirigentes) fomentan el enfrentamiento y cada parte sale al mundo a buscar apoyos, manifestando las “atrocidades” que hace la otra parte, pero sin usar la inteligencia para buscar una solución verdadera.

En lo personal me opongo a tomar parte por alguno de ellos. Prefiero tomar parte por el sentido común y proponer soluciones.

El conflicto de Medio Oriente, que actualmente involucra a los pueblos de Israel y Palestina, ya tiene más de 100 años.

Digo bien, 100 años, porque antes de la primera guerra mundial, este conflicto, con estas características, no existía.

El origen del conflicto

Después de la primera guerra mundial, se trazaron las fronteras de medio Oriente, y esas fronteras fueron trazadas repartiéndose influencias entre Inglaterra, Francia y sus aliados, sin tener en cuenta la población local.

Después de la segunda guerra mundial, se realizó “el reparto del mundo” entre las potencias ganadoras.

Y surgió el problema de qué hacer con los judíos sobrevivientes del Holocausto, porque en los países de origen (Este de Europa) no los querían de regreso. Tampoco los EEUU ni sus aliados (Inglaterra, Francia, etc.) los querían.

En los hechos, muchos fueron recibidos en Latinoamérica, en especial Argentina, que abrió los brazos a todos los participantes de esa guerra, que venían buscando una tierra de paz.

En algún momento, se llegó a proponer que fuesen enviados a la Isla de Madagascar, pero no tuvo resultado.

Hasta que al fin decidieron llevarlos a la zona del mundo en que nació la religión judía, que en ese momento era llamada “Palestina”, donde ya vivían algunos.

Desde esa época hasta ahora existieron enfrentamientos tanto internos como externos.

Internos entre los fundamentalistas y los racionales de cada lado, y externos entre Israel, sus vecinos y los palestinos y los aliados de cada parte.

El problema

El verdadero problema, y la causa del fracaso a la larga de las negociaciones, son los objetivos de la parte fundamentalista de los protagonistas: de Israel, los Palestinos, y sus aliados e impulsores.

Desde el Fundamentalismo Israelí pretenden la expulsión de toda persona no Israelí de lo que ellos consideran “su tierra”. Lamentablemente lo que es considerado “tierra prometida” es en gran parte, lo que hoy llamamos Cisjordania, es decir territorio palestino.

Este es el origen del no cumplimiento de las Resoluciones de Naciones Unidas por parte de Israel, que construyó más de 140 “asentamientos” en esa zona, algunos de los cuales son hoy ciudades de más de 40.000 habitantes.

Desde el Fundamentalismo Palestino pretenden la expulsión de toda persona no Palestina de lo que ellos consideran “su tierra”.

Y ven los asentamientos como una invasión a su territorio.

Desde lo religioso

Sólo diré que no hay inocentes en la dirigencia de ambas partes, y lamentablemente los inocentes son los que terminan muertos.

Israel se olvidó de Dios, poniendo al Pueblo de Dios por encima de Dios.

Palestina (y en general quienes los apoyan) se olvidaron de buscar el centésimo nombre de Dios.

Este nombre es bien conocido por los Cristianos, aunque todavía no tomemos conciencia que somos todos hijos de un mismo Padre, y por lo tanto, somos todos hermanos.

Propuesta

Hasta ahora se hicieron divisiones territoriales que no se respetaron.

Y no se respetaron porque no hubo intención de respetarlas nunca, pero también porque los criterios para hacerlas estuvieron mal encarados, y porque quienes las hicieron, no eran israelíes ni palestinos.

En síntesis, no se tuvo en cuenta el sentimiento que existe entre las partes en pugna.

Y lamentablemente ese sentimiento en su mayoría es el odio.

La solución, en principio, es separar a los que se odian.

Después vendrá el perdón, y con la ayuda de Dios, después vendrá la reconciliación.

Geográficamente, esto va a significar una partición dolorosa, pero no mortal como sucede ahora.

La propuesta es trazar una línea que coincida con el paralelo que pasa por el límite norte de Gaza.

El punto exacto es el mojón, al final de la lengua de tierra que penetra en el mar Mediterráneo, al final del muro que divide Gaza de Israel.

Esa línea va a partir varias ciudades en dos. En estos casos, se corren al norte o al sur los límites, según la ubicación de la ciudad, las que estén en el actual estado de Israel, correrán su límite al límite sur de la ciudad, y las ciudades que estén en el estado de Palestina, correrán ese límite al norte de la ciudad.

El límite sur de Israel, y norte de Palestina, desde el Mar Mediterráneo serán:

Los límites actuales del norte de Gaza, hasta la ruta 25.

La ruta 25 hasta la ciudad de Beersebá.

El límite sur de la ciudad de Beersebá.

La ruta 60 hasta el límite actual de Cisjordania.

El límite actual de Cisjordania hasta la ruta 35.

La ruta 35 hasta la ciudad de Tarqumiyah.

El límite norte de la ciudad de Tarqumiyah.

El límite norte de la ciudad de Halhul.

El límite norte de la ciudad de Sa´ir.

Y desde Sa´ir hasta Mitzpe Shalem.

Límite sur de Mitspe Shalem hasta el Mar Muerto.

Israel y Palestina tendrán un derecho sobre el Mar Mediterráneo de 12 millas, contadas desde la costa.

Jerusalén mantendrá sus límites actuales.

De ese modo se crearán tres estados: Jerusalén, como estado independiente, Israel, al norte, y Palestina al sur.

Bases del Acuerdo

El derecho a profesar una religión debe ser respetado.

El derecho de propiedad debe ser respetado.

Los lugares históricos deben ser respetados, y se debe garantizar a cualquier ciudadano del planeta el derecho a visitarlos.

Los habitantes no serán obligados a mudarse, pero deberán aceptar que viven en el Estado, según la ubicación geográfica de su vivienda.

Los impuestos deberán ser iguales para todos, en los tres estados, sin discriminación de ningún tipo.

El límite del tamaño de la propiedad privada será de 10 hectáreas, las propiedades mayores a este tamaño, serán divididas después del primer año de este acuerdo.

Los habitantes de los estados que surjan de esta división, tendrán derechos humanos, políticos y sociales correspondientes al estado en que geográficamente les toque vivir, como mínimo los derechos establecidos por las Naciones Unidas.

La contaminación de cualquier tipo será severamente penada.

Los terrenos propiedad de un estado, que según la división pase a estar en otro estado, serán propiedad del Estado que geográficamente corresponda.

La expropiación sólo será posible luego de 5 años de vigencia de este acuerdo, previo voto de la Legislatura correspondiente.

Durante el primer año de este acuerdo, se prohíben las compras y ventas de propiedades inmuebles.

Las alturas del Golán y las granjas de Shebaa serán devueltas, y permanecerán desmilitarizadas.

Que Dios permita que abran sus corazones.

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