Por Juan José de Guzmán.-

Hace 8 años, un billonario egipcio tuvo una epifanía y quiso materializarla pensando en los miles de inmigrantes que arriesgan sus vidas (y muchos de ellos las pierden) intentando por el Mediterráneo llegar a Lampedusa, tierra firme que los aleja del horror de las guerras y el hambre que impera en Libia y Túnez.

El cruce en precarias barcazas, si logran concretarlo, los pondrá a salvo y agradecerán cada día estar vivos; si no, sus miserables vidas habrán terminado en ese inmenso cementerio de agua y sal.

En sólo 2 días, la isla italiana duplicó su población con la llegada de más de 10.000 inmigrantes y la ministra Meloni logró ante sus desesperados pedidos de colaboración que la ministra de la comunidad europea viaje con ella hasta Lampedusa para ver in situ la desesperante situación que atraviesan sus habitantes tanto como los recién llegados allí.

Mientras escuchaba (como cada tanto lo hago) la monumental y conmovedora obra de Verdi, hoy supe de los ruegos de Meloni para que la Unión Europea ayude a Italia, no dejándola sola para enfrentar este grave problema que hoy sacude al mundo, a la vez que recordaba aquella proposición que Naguib Sawiris les hizo a Grecia e Italia pensando en la humanidad, comprar a cualquiera de las dos naciones una isla.

Esa idea filantrópica naufragó ante la negativa de esos países de venderle la isla con la que Naguib Sawiris soñaba, para darles asilo en refugios temporales (que él se encargaría de construir) a esos migrantes, en primera instancia, para después ayudarlos a construir sus propias casas, escuelas, hospitales, universidades, en síntesis para ayudarlos a construir su propio país.

Hoy, a 8 años de aquella idea, seguramente se estarían viendo los primeros frutos de esa nueva República y no se estaría llamando a reuniones de urgencia en la ONU.

Hubiera sido la llave, tal vez, para que términos como “semejante, solidaridad y amor al prójimo”, no desaparezcan de la faz de la Tierra.

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