Por Juan José de Guzmán.-

¿A dónde fue a parar ese país que asombraba al mundo con sus actitudes valerosas?

Aquel que se unió en un solo grito en apoyo de Alfonsín cuando sucedió el levantamiento carapintada, el que se rebeló con fuerza y determinación en 2001 exigiendo “que se vayan todos y no vuelvan nunca más” (el del “que no quede ni uno solo”).

Aquellos hombres y mujeres que, derrochando dignidad y coraje, armados con cacerolas, le pusieron el pecho a las balas de un gobierno en retirada.

Aquellos que desentendidos de políticos inescrupulosos (e incapaces) deliberaban en las plazas y en las esquinas procurando trazar el camino a recorrer tras la orfandad en la que nos había sumido aquel helicóptero huyendo desde la terraza de la Casa Rosada.

Aquellos que bajo la intensa lluvia cubrieron decenas de cuadras exigiendo el esclarecimiento de la muerte del Fiscal Nisman.

¿Hasta dónde ha caído nuestra dignidad y autoestima para permitir que políticos corruptos e insensibles, incapaces de comprender el sufrimiento de un pueblo sumido en la pobreza e indigencia, se nos rían en la cara viajando en yates de súper lujo por las soñadas playas de Marbella rociando sus placenteros momentos con champagne francés (igual que El aristócrata Macoco Alzaga Unzué pero “con la nuestra”)?

Tan asustado (y consciente de su deplorable acción) estuvo el Jefe de Ministros del Gran Buenos Aires que cobardemente evitó ir a votar, pensando que seguramente intentarían lincharlo.

Se equivocó, probablemente hubiesen vitoreado su nombre, como lo hicieron con el del ministro de economía, que hace equilibrio entre la devaluación y la hiperinflación.

Sí señores, a pesar de todo, la noche del domingo estuvieron de fiesta “LOS COSOS DE AL LAO”.

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