Por Carlos Tórtora.-

El peronismo hizo un alto en su pulseada interna para definir las candidaturas para las elecciones provinciales del 7 de septiembre. El motivo del impasse fue la visita de ayer de Lula da Silva a Cristina Kirchner, en el departamento donde ella cumple prisión domiciliaria. Obviamente, la solidaridad del presidente brasileño con la expresidenta está siendo utilizada por ella como trampolín para su reinstalación como figura de la política latinoamericana. No se trata de un tema desconectado del caso judicial de ella, porque se propone instalar el reclamo contra la sentencia de la Corte Suprema de Justicia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y el apoyo de Brasil puede ser decisivo.

Cristina está obligada a navegar en las aguas de la política internacional para que esto le signifique acumular poder dentro del PJ. Su problema es que su círculo aulico, La Cámpora, padece de anemia política. Con excepción del gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella, el resto de los gobernadores peronistas le escapan a Cristina. Y la CGT también la ignora, dándole sólo un ligero gesto de apoyo ante su prisión preventiva. En cuanto a los dueños de los votos del kirchnerismo, los intendentes del conurbano, como dato ilustrativo, se puede decir que sobre 19 al alcaldes peronistas de la Tercera Sección Electoral, sólo 4 le responden a ella.

Una pulseada interminable

Este desbalance de poder interno se refleja ahora en la interna del PJ. Son muchos los que ven la mano de Axel Kicillof en la oposición del intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, a que Máximo Kirchner sea el primer candidato a diputado provincial por la Tercera Sección Electoral.

Quedan sólo dos semanas para el cierre de listas y la tensión va en aumento aunque nadie habla de ruptura. Kicillof aparece en minoría en la mesa de negociaciones porque Sergio Massa y Máximo actúan en tándem pero el gobernador tiene un arma secreta: la caja para desarrollar una elección provincial depende en buena medida de los recursos de la gobernación, ya que los intendentes sólo gastan en sus campañas locales.

Para Cristina, a todo esto, no solo están en juego las futuras bancas de sus seguidores sino la continuidad de la imagen de su liderazgo. Si el cristinismo se ve obligado a cederle las candidaturas más importantes a Kicillof, el eclipse de ella cobraría mayor velocidad.

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