Por Hernán Andrés Kruse.-
LA VALIDEZ FORMAL DEL MODELO DE QUESNAY
“Hay una chocante similitud entre el mecanismo formal establecido en los Tableaux y Formules de Quesnay y la descripción por Marx del proceso de producción de plusvalía (vol. I del Capital) y circulación del capital (vol. II). El modelo de Quesnay, más simple, no distingue clases sociales de sectores: existe un solo sector-clase productivo, un solo producto en el sentido fuerte de la palabra, y ese mismo producto es la medida de valor. Marx incorpora la distinción introducida por Smith y Ricardo entre sectores de producción y clases sociales, con un solo factor o clase productiva, el trabajo asalariado. Pero la relación (en el vol. I del Capital) entre trabajo y capital es en esencia un intercambio desigual como la relación entre el sector agrario o productivo y la clase de los propietarios en Quesnay.
Es importante tener en cuenta, además, como ya se ha dicho, que para Quesnay el valor neto (una disponibilidad de trigo por parte de alguien que no es su productor) sólo puede maximizarse si una cierta relación de intercambio prevalece entre trigo y manufactura. Esta relación (un precio alto del trigo en términos de manufacturas) implica que el tipo de beneficio (o plusvalía, para los fines aquí perseguidos) tiende a cero en la manufactura. Sólo el trabajo productivo, en el lenguaje de Marx (la clase o sector productivo, en el de Quesnay) produce valor excedente.
Trataremos de ver por qué los fisiócratas razonaban de este modo. La producción y consumo de manufacturas comunes no estaba generalizada en la Francia del Antiguo Régimen; el objetivo central del período Colbertiano había sido la producción de manufacturas de lujo con el fin de obtener un saldo sustancial de metales preciosos en el comercio internacional. Para los fisiócratas dada la composición del output de la manufactura, un flujo interno de compras y ventas en este último sector o bien carecía de sentido o bien expresaba una adicional diversión de recursos productivos hacia empleos que no lo eran —a costa de una disminución del consumo necesario medio—. Quesnay tuvo seguramente problemas para reconciliar la necesidad de una clara denuncia de este peligro con los requisitos de coherencia del modo de producción óptimo descrito en el Tableau, situación en la que ciertamente las manufacturas no habían de ser sólo bienes de lujo y entrarían con toda probabilidad en el vector de bienes de subsistencia consumidos tanto por los productores urbanos como por los rurales.
El primer párrafo del artículo sobre el trigo en la Enciclopedia resulta muy útil para comprender esta característica del problema teórico planteado: “La manufactura de textiles y productos corrientes puede incrementar grandemente el valor del lino y la lana, y ofrecer sustento a mucha gente empleada en tales menesteres productivos. Pero hoy vemos cómo la producción y el comercio de la mayoría de estos bienes han sido casi abolidos en Francia. Hace ya mucho tiempo que las manufacturas de lujo han seducido a la nación: no tenemos ni la seda ni la lana que se necesita para producir textiles y confecciones de alta calidad; nos hemos dedicado a una industria que nos era extraña; hemos empleado en ella una gran cantidad de gente en tanto que el reino se despoblaba y la tierra quedaba desierta” (Quesnay).
Pero cuando los productores de bienes necesarios consumen bienes en principio no-necesarios, como ocurre en el Tablean, hay que escoger una de estas dos alternativas: o bien aquellos productores disponen de una parte del excedente, o los bienes en principio no-necesarios (manufacturas) devienen necesarios y sus productores generan valor neto como en el primer párrafo del pasaje citado. Quesnay nunca desarrolló implicaciones de alguno de sus supuestos —precisamente los supuestos más «realistas» a la luz de la historia posterior—. Si lo hubiera hecho, hubiese tenido que desembocar en un modelo más complejo, como el de los ingleses y Marx, en el que el trabajo manufacturero sería también productivo y en el que, por tanto, sólo el tiempo de trabajo (no la cantidad de trigo) podía servir de medida del valor, y sólo la capacidad del trabajo productivo para producir más de lo necesario para auto-generarse podía poner límites a la escala del sistema.
No habiendo dado este paso —que posiblemente Quesnay no se atrevió a dar en vista de las complicaciones que introducía en el modelo, si es que llegó a entrever que tal paso era lógicamente necesario— los límites existentes a la escala de la reproducción tenían que venir dados por la disponibilidad de bienes necesarios o de subsistencia, es decir, de trigo en sentido amplio. Todos los flujos del Tablean están directa o indirectamente relacionados con la producción de trigo y su realización. Aquellos que no producen trigo pueden sólo incrementar la escala de sus operaciones en la medida en que los productores de trigo (o los receptores del excedente) incrementen su demanda de bienes no necesarios. Los productores de trigo sólo podrían incrementar su demanda de estos bienes si encontrasen útil introducir nuevos bienes manufacturados en sus procesos productivos; pero esto no es así cuando tanto el capital fijo como el circulante provienen del propio proceso agrícola (semillas, estiércol, alimentos, pienso para el ganado, el ganado mismo).
Los receptores del excedente sólo podrían expansionar su demanda de manufacturas sacrificando parte de su demanda de productos agrarios (no estrictamente «necesarios», sino inclusivos de alimentos caros y refinados); sin embargo, si llevaran a términos esta sustitución dañarían la escala de todo el sistema puesto que la clase productiva no podría recuperar los adelantos anuales, en tanto que los enriquecidos manufactureros dispondrían de una parte del excedente de trigo superior a la necesaria para reproducir sus operaciones y probablemente expandirían sus operaciones antes que lanzarse al consumo de alimentos de lujo. Los productores de manufacturas existirían sólo en la medida en que alguien les transfiriese un derecho sobre la producción de bienes necesarios, con los que tanto ellos como sus operarios subsistirían. Si los productores de manufacturas tuviesen que comerciar entre sí, es decir, vender manufacturas a otros artesanos o trabajadores de la ciudad, tal expansión tendría que ser financiada por una correlativa expansión de la producción de bienes necesarios o trigo; y esta última era poco verosímil en las condiciones originadas paralelamente en el resto del sistema.
¿Hasta qué punto puede hablarse entonces de una teoría de los precios y del valor en el Tableau? Sabemos que existen unos límites tanto a la relación de intercambio como a la tasa de reproducción o de generación de valor neto, límites que el sistema no puede vulnerar. Pero no hay manera de derivar precios directamente del Tableau, que viene presentado en términos monetarios y sin información alguna acerca de los flujos físicos correspondientes. Sin embargo, los datos adicionales en las «explicaciones» o comentarios de los cuadros numéricos dicen bastante acerca de las escalas de los sectores, es decir, acerca de la población que vive y está empleada en cada uno de ellos. En consecuencia, si se suponen ciertos coeficientes o propensiones fijos en el consumo —como Quesnay mismo supone— ha de ser posible hallar una relación de intercambio (trigo por manufacturas) que sea consistente al mismo tiempo con los flujos monetarios y con las escalas relativas del consumo físico de las tres clases.
Meek avanzó medio camino en esta dirección y llegó a una solución para los flujos monetarios contabilizados en el Tableau y sus contrapartidas reales. Los problemas principales que se plantea Meek son a) la ausencia de intercambios interiores en el sector manufacturero, y b) la compaginación de esta cuestión con el enojoso hecho de que la población agrícola se supone doblemente numerosa que la urbana, mientras que su consumo de alimentos parece a primera vista similar. Como veremos, no hay ninguna manera totalmente satisfactoria de resolver esta discrepancia en el Tableau mismo y aquí tenemos quizás otro ejemplo de la confusión de Quesnay entre los requisitos genéticos o de transición entre los dos equilibrios (concretamente la necesidad de detener el abandono de la tierra por los hijos de los campesinos) y los requisitos de estabilidad o reproducción del modo de producción óptimo.
Pero ya es hora de que conozcamos las cifras en juego. Un producto agrícola anual total por valor de 5.000 millones de libras se distribuye entre la base de los propietarios (1.000 millones), la clase estéril o manufacturera (1.000 millones en alimentos y otros 1.000 en materias primas) y el propio sector agrícola o productivo (1.000 millones en alimentos y otros 1.000 en materia prima, especialmente semillas). La población se distribuye en la proporción 1/4, 1/4, 1/2 entre las tres clases citadas, en el mismo orden. El hecho de que los propietarios obtengan 1.000 millones en alimentos (es decir, 1/3 de los alimentos totales) para el consumo de un millón de familias sobre un total de 4 millones, se explica en términos de la mayor calidad del consumo de esta clase. Ello parece dejar fuera de combate la hipótesis de que los 2.000 millones consumidos en el sector productivo fuesen sólo alimentos y las semillas, al ser utilizadas en especie y no compradas, quedasen fuera de la contabilidad del Tableau.
La ingeniosa solución de Meek consiste en considerar la mitad del trigo disponible en el sector manufacturero y comercial como trigo para exportación y no para consumo, lo cual reduce este último a 500 millones, cifra consistente con las escalas de población. La auténtica producción de las ciudades es de 1.500 millones de libras, a lo que hay que añadir 500 millones en productos importados; el total se distribuiría entonces por mitad entre propietarios y arrendatarios (1.000 millones a cada clase). Ello es también consistente con varios pasajes en los que Quesnay supone que 1/10 de la producción anual agraria sería exportada. Al mismo tiempo este arreglo permite pensar en que las ciudades obtendrían un beneficio mercantil indeterminado sin dañar la escala de la reproducción puesto que se obtendría a costa del extranjero y no a costa de los arrendatarios. Esta hipótesis reduce (pero no elimina) el problema del consumo de manufacturas por la clase estéril, que en repetidas ocasiones se considera equivalente al consumo de alimentos, es decir, no a 1.000 millones de libras pero sí a 500 millones tanto en manufacturas como en alimentos, aun en este supuesto.
La solución de Marx al problema, siguiendo a Badeau (en una mención muy breve de la cuestión, es la de suponer que en realidad las manufacturas se venden a precios superiores a su valor, esto es, más altos que los precios (interpreto yo) determinados por el contenido-trigo de sus productos. Los manufactureros obtendrían así una especie de «beneficio sobre la venta» —de nuevo mercantilista en esencia— que les permitiría gastar en su propio sector. En otras palabras, si la descripción inicial sugería un precio de las manufacturas igual a su valor (siendo 2.000 millones de libras el valor de aquella cantidad de mercancías que contuviese trigo por valor de 2.000 millones de libras, tanto en calidad de alimento de los manufactureros como en calidad de materias primas), ahora las manufacturas distribuidas en el Tableau a propietarios y arrendatarios tendrían un contenido directo de trigo (o «valor añadido») de, supongamos, 1.333 millones de libras, mientras que los restantes 666 millones serían gastados en el sector manufacturero para alimentar a trabajadores y contar con materias primas a la producción de bienes para consumo interno del sector.
Pero esta solución no es consistente con la del problema de las escalas de población. Meek rechaza la explicación de Marx como contraria a la noción fisiocrática de que los beneficios de los manufactureros serían borrados por la competencia siendo la clase estéril, precisamente, improductiva, es decir, sin beneficios propios en el equilibrio. Sin embargo, la ingeniosa solución de Meek podría muy bien ser reducida a un parecido intercambio de menos trigo (exportaciones) por más trigo (importaciones). Siguiendo en la interpretación esbozada acerca de la magnitud y valor de la producción de manufacturas, puede verse que esa producción, o mejor la parte de la misma que es neta y se distribuye a propietarios y arrendatarios, vale en realidad 2.000 millones de libras si consideramos los requisitos directos e indirectos de trigo, es decir, el trigo que entra directamente en forma de salario y materia prima en la producción de las unidades físicas que salen del sector y el trigo incorporado en las unidades consumidas dentro del sector. Esto es probablemente, lo que Marx implicaba. No es que el precio de las manufacturas tuviese que ser más alto que su valor si se quería tener en cuenta el hecho de que la clase estéril también consumía manufacturas. Se trata sólo de notar que los costes directos (el «valor añadido») son inferiores a los costes totales, y de ello no se deriva la existencia de beneficios.
Dos consecuencias pueden extraerse en este punto: 1. El estándar de valor en el Tableau es el trigo y, por tanto, es el precio del trigo —no el de las manufacturas— el que puede interpretarse en un sentido como necesariamente más alto que su valor. 2. El modelo que examinamos no trata al capital como una mercancía plenamente desarrollada. El capital es producido dentro de cada sector y no entra en la circulación, que se define como circulación entre clases. De ahí en parte que Quesnay se despreocupara de los flujos internos siempre que se supusiera que la reproducción anual regeneraría sin costes estos flujos. En cuanto al primer punto, la base de la «teoría del valor» fisiocrática es el contenido-trigo de las mercancías, entendiendo por mercancías los productos que circulan entre clases. El trigo es aquí la sustancia del valor. Así el valor de las manufacturas, como vimos, es igual al trigo que entra en su producción. Pero del mismo modo que en la teoría clásica del valor sólo el trabajo movido por capital es trabajo productivo (puesto que precisamente produce plusvalía, que es lo único que los capitalistas en conjunto entienden por «producir»), en este modelo sólo es trigo productivo el que se combina con la tierra para producir alimentos y materias primas. Y no utilizándose «trigo productivo» en la manufactura, la tasa de plusvalía es cero en este sector.
El trigo aparece aquí, por tanto, en dos conceptos: como sustancia del valor, y carente, por tanto, de valor él mismo, y como mercancía, cuyo valor es igual a la cantidad de trigo incorporada en su producción. El esquema es paralelo al tratamiento que Marx hace de la fuerza de trabajo, cuyo valor de uso, que el capitalista se apropia en la producción, excede a su propio valor de cambio. De modo semejante, los arrendatarios no devuelven a la tierra y al trabajo agrícola en forma de semillas y salarios la totalidad de su valor de uso. El suelo y el trabajo agrícola aparecen aquí como contenedores de trigo productivo, como trigo transformado, del mismo modo que el trabajador contiene fuerza de trabajo en la teoría marxista del valor y obtiene una mera restitución del mismo tras ejercitarlo en forma de trabajo vivo o actividad laboral.
En cuanto al segundo punto mencionado, además de los 5.000 millones de libras de trigo que se producen anualmente en la agricultura, este sector produce 1.000 millones adicionales, que en el Tableau aparecen a veces como correspondiendo a la producción de piensos. Esta partida puede interpretarse, a los efectos de la comparación con la economía política clásica, como representativa del capital fijo amortizado anualmente; el ganado sería aquí el capital fijo y el pienso aparecería como representación de los flujos de depreciación y costes de mantenimiento asociados con este tipo de capital. El punto de vista de Quesnay es que este capital constante, como no circula entre clases, puede obviarse en la contabilidad, con tal de que su disponibilidad año tras año esté asegurada. Ocurre aquí algo parecido al tratamiento de la maquinaria en el sector manufacturero, cuya no aparición en los esquemas contables ha hecho suponer a menudo que era ignorada totalmente por Quesnay.
Sin embargo, a la luz de lo dicho antes queda claro que tal ignorancia no está necesariamente implicada en el modelo, sino sólo el supuesto de que la maquinaria no es producida fuera del taller donde se producen manufacturas de consumo, y aún podría hacerse menos restrictivo el supuesto para abarcar también en el modelo la utilización de instrumentos productivos producidos dentro del sector manufacturero, con las dificultades ya vistas para compatibilizar todo esto con las escalas de población. La posición de Quesnay podría ser resumida en los términos de Marx como correspondiente a una situación en la que los bienes de capital fijo, existentes o no, no se han convertido todavía en mercancías, circulan escasamente dentro de cada clase o sector y no circulan en absoluto entre clases”.
QUESNAY FRENTE A RlCARDO EN LA TEORÍA DEL COMERCIO
“El slogan «laissez faire, laissez passer» se asocia usualmente con los fisiócratas, aunque probablemente fue utilizado primeramente por el prefisiócrata Boisguillevert. Pero lo curioso es que el significado económico de la frase, para los fisiócratas, era en cierta manera opuesto a lo que el libre cambio vino a ser en la tradición anglosajona. Libre cambio era para los fisiócratas libertad de comercio dentro de la nación (en lo cual apuntaban a la misma unificación del mercado nacional a la que se referían los mercantilistas) y libre exportación de trigo, no precisamente libertad de importación. N. J. Ware destaca este punto netamente a partir de una lectura de Le Mercier de la Riviere. Le Mercier fue aún más allá, pues puso de relieve que una vez alcanzado el modo de producción óptimo el comercio exterior sería innecesario, si bien debía permanecer como una posibilidad abierta en calidad de regulador del precio. Según Le Mercier: “Una nación, una vez llegada a las mejores condiciones posibles, para nada necesita del comercio exterior… su comercio exterior disminuye en la misma proporción en que su comercio interior aumenta. Así, en la transición entre los dos equilibrios, el comercio exterior juega un papel primordial”.
La libre exportación de granos empuja sus precios al alza de modo que el nuevo capitalista agrícola es capaz de recuperar rápidamente los adelantos precisos para poner en marcha el nuevo modo de producción con caballos y explotaciones en gran escala. Al mismo tiempo, la libre importación de manufacturas anula por competencia los beneficios de los manufactureros, de forma que estos últimos no están ya en condiciones de dañar la cómoda reproducción de los enormes desembolsos de capital obligados por el nuevo modo de producción en tal campo. Una vez el nuevo modo de producción se establece firmemente, en cambio, el libre cambio significa tan sólo que los propietarios-capitalistas no tienen que preocuparse por la posibilidad de una drástica caída de los precios en caso de que se obtengan grandes excedentes.
Quesnay había observado que después de los años de abundancia invariablemente aparecía el hambre. Porque la abundancia llevaría a los arrendatarios a cortar la producción hasta niveles en que sólo su estricta subsistencia quedara asegurada, y la escasez aparecería. Esta situación, al menos a primera vista, contrasta grandemente con la doctrina de los costes comparativos de Ricardo. La intensidad de población de Gran Bretaña colocó allí a los propietarios en las mejores condiciones para embolsarse los beneficios del crecimiento, y en último término ello suponía un límite al crecimiento mismo. En condiciones de rendimientos decrecientes a las adiciones de capital y trabajo, debido al crecimiento de la población y el agotamiento de la tierra de buena calidad, la única salida para las clases dominantes en Gran Bretaña era confiar en la expansión de la manufactura enfrentándose a los intereses de la propiedad, es decir, aboliendo las leyes del trigo para obtener trigo barato del extranjero.
El «mensaje» de Quesnay es válido aún en estas condiciones, pues no siendo el trigo extranjero «trigo seguro» en caso de guerra, la guerra tenía que preceder a su obtención. Así pues, incluso si la fórmula fisiocrática puede parecer un complemento de la doctrina de Ricardo vista desde el otro lado del comercio, la reversibilidad no es totalmente legítima a los ojos de los primeros economistas. Para ellos la nación que produce mercancías básicas tiene las de ganar en última instancia, o lo que es lo mismo, puede en última instancia prescindir del comercio. Las mercancías no se producen con mercancías tout court sino con mercancías básicas. Todo iría bien para todos mientras las naciones no se sintieran amenazadas unas por otras, bien al pretender mejorar sus relaciones de intercambio recíprocas, bien al coincidir en la pretensión de asegurarse el dominio sobre terceros países (para obtener las mercancías básicas de éstos o asegurarse sus mercados).
Desde el punto de vista de Quesnay, cabe pensar, la industria francesa tenía que «pagar un subsidio» a la agricultura (renunciando a obtener beneficios netos) para que la nación estuviera en condiciones de ejercer en el comercio el poder que le confería su abundante dotación de tierras de calidad. En cambio, la burguesía británica tenía que ser imperialista antes de que fuera demasiado tarde y de que su debilidad real apareciera. Hay pasajes en Quesnay en los que parece reconocerse hasta qué punto el trigo de Pensilvania constituía una amenaza para su doctrina. Pero no habían de ser tanto las colonias norteamericanas de Inglaterra como un desarrollo interno del modo de producción capitalista lo que bendeciría definitivamente a la burguesía industrial —y antes que nada en Inglaterra— como la clase del futuro. Lejos de convertirse la manufactura en una rama de la agricultura, como los fisiócratas pretendieron, fue esta última la que se convirtió en una rama de la industria.
Sólo con Turgot empezaron los economistas franceses a vislumbrar el cambio: los últimos escritos de Quesnay (Lettre du Fermier a son Propriétaire y Lettre du Propriétaire a son Fermier, se inscriben todavía en la línea de combatir la idea de que la «satisfacción» (jouissance) constituía la base del valor, de forma que la creación de nuevas necesidades (de manufacturas) tuviera que ser bienvenida en la agricultura. Si las manufacturas devenían un input necesario en la producción de trigo se iban al traste la inequívoca tasa-trigo de beneficio y el sistema fisiocrático entero. No veo claro, sin embargo, si puede decirse que los fisiócratas defendían una determinada fase (incompleta y frágil) del desarrollo capitalista frente a los «peligros» del capitalismo industrial que se anunciaba o si simplemente defendían a Francia. La satelización de la agricultura por la industria era un proceso inevitable en un país donde aquélla trabajase bajo rendimientos decrecientes y ésta bajo rendimientos constantes o crecientes, y en la medida en que se demostrara factible la sustitución de inputs primarios por inputs manufacturados en la producción y el consumo agrarios.
Pero los rendimientos decrecientes quedaban lejos en la Francia del xviii. Habría que plantearse la cuestión de hasta qué punto el papel dirigente de Inglaterra en la formación del capitalismo mundial no influyó decisivamente en la rapidez con que el capitalismo industrial se convirtió en el paradigma del capitalismo en general, dada la particular dotación de factores de las islas británicas y el interés de la clase más poderosa y dinámica de toda esta época (la burguesía industrial inglesa) en ampliar el mercado de sus manufacturas. Hoy la historia ha dado la vuelta y está confirmando lo que Hobson y Keynes anunciaron: cambiar manufacturas por trigo no iba a ser una solución eterna para Gran Bretaña (aunque no puede negarse que le ha proporcionado más de un siglo de prosperidad, de las guerras napoleónicas a la segunda guerra mundial). El enfoque smithiano del comercio como salida para los excedentes —un concepto esencialmente fisiocrático—, junto con la especialización en mercancías básicas, se está convirtiendo ya en sabiduría convencional en la fase actual de contracción de la economía internacional tradicional. Esta digresión pone de relieve las limitaciones de la teoría del comercio internacional tal como apareció en Inglaterra y la inexistencia sobre estas mismas bases de una teoría del capitalismo a escala mundial consciente, por tanto, del efecto que en el desarrollo de ese modo de producción tuvo el hecho de su peculiar origen en las islas británicas.
En el caso de Marx, estas limitaciones están relacionadas con la disciplina que se impuso en cuanto al orden de las categorías a analizar en el estudio del capitalismo. Los agregados concretos y complejos —estado, comercio mundial— que constituían el punto de partida de la economía «pre-científica» del xvii y aun del xviii, debían ser analizados al final, tras un estudio exhaustivo del capital nacional. El hecho de que el trabajo socialmente necesario —la medida del valor— no fuera equivalente al trabajo internacionalmente necesario, y de que, por tanto, trabajos de igual duración pudieran no intercambiarse como iguales en el comercio internacional, constituiría una complicación adicional del esquema, un paso más hacia lo concreto, que Marx no llegó a realizar.
Hay un párrafo de la Introducción General que ayuda a comprender cómo Marx relegó la existencia concreta y real del capital nacional en un marco más amplio: “El concepto de riqueza nacional que se va formando imperceptiblemente en los economistas del xvii y que en parte continúa siendo válido para los del xviii, implica que la riqueza se produce sólo para el Estado y que el poder del Estado es proporcional a esa riqueza. Era todavía una manera inconscientemente hipócrita de anunciarse la riqueza y la producción de riqueza como objetivo de los Estados modernos, considerando a éstos meramente como medios para tal producción” (Citado de la edición McLelland de las Grundrisse).
Las alabanzas de los fisiócratas al rey y al Estado eran realmente una «manera inconscientemente hipócrita» de presentarse el capitalismo en escena antes de devorar a ambos. Probablemente podría mostrarse que los nuevos terratenientes burgueses salidos de los rangos de la burocracia, cuyos intereses defendían los fisiócratas, necesitaban el apoyo del rey para vencer la resistencia de los señores feudales. Pero ni el Estado —ni tampoco el rey de Inglaterra— dejaron de existir en el seno del capitalismo. Más bien adquirieron una nueva forma, bajo la cual fueron llamados a escena una vez tras otra por el capitalismo, y de modo creciente desde los años treinta para acá. El nivel subordinado adquiere de nuevo la primacía.
Entretanto nos hemos quedado sin una teoría del capital agregado, sin una economía política de los Estados nacionales y del comercio entre ellos. Posiblemente de aquí provengan las debilidades de la teoría marxista del imperialismo, anclada casi siempre en último término en la caída del tipo de beneficio en las naciones delanteras, es decir, en una base muy general y escasamente operativa”.
(*) P. Maragall (Facultad de Ciencias Económicas-Universidad Autónoma de Barcelona-España): “Quesnay y la economía política clásica”.
06/07/2025 a las 11:25 AM
EKEL
06/07/2025 a las 12:31 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Una bosta
Luis Bruschtein
Página/12
5 de julio de 2025
El atropello brutal de la jueza Sandra Arroyo Salgado contra los militantes acusados de realizar un escrache al diputado José Luis Espert es un síntoma de descomposición. Lula da Silva, presidente de Brasil, el principal vecino y socio comercial del país, visitó a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner condenada por la Corte, pero no quiso mantener una bilateral con el presidente Javier Milei. Fue otro síntoma de descomposición. El alto ausentismo en las elecciones provinciales es un indicador que confirma que todo huele mal en el país de la Libertad al Carajo y por eso JP Morgan anunció que se bajaba de la bicicleta financiera.
En el ambiente de Comodoro Py, al que nadie podrá acusar de piel delicada, sorprendió la sobreactuación de Arroyo Salgado, empujada por Espert, el hombre que hizo sus campañas con el respaldo de un reconocido narco, luego detenido en Neuquén, y por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Los detenidos fueron acusados de participar en el escrache que consistió en colgar un pasacalle y dejar bosta de caballo en la puerta de la casa de Espert, pero ni siquiera está probada la participación de ninguno de ellos. La carátula que les encajó la jueza fue: participar en una organización que busca imponer sus ideas por la fuerza, como si fueran terroristas del califato mundial.
El escrache se produjo días después que Espert fuera expulsado de la Universidad Católica por calificar de hija de puta a Florencia Kirchner. La consigna de Espert en su campaña es “cárcel o bala”, al estilo de las viejas consignas del nacionalsocialismo alemán. Ese tipo de consignas surgen cuando el sistema empieza a derrapar. Mucha bala, mucha bala, pero Espert nunca explicó su relación con el narco Fred Machado, quien financió su campaña y puso a su disposición el avión particular y otros vehículos con los que se trasladaba el candidato y de los que tenía la cédula azul. Machado fue detenido por pedido de los Estados Unidos.
Lo de la cédula azul viene al caso, porque la madre de Alexia Abaigar fue detenida durante un día entero en la alcaldía de los tribunales de San Isidro por poseer la cédula azul del automóvil de su hija.
La jueza Arroyo Salgado fue pareja del fiscal Alberto Nisman, que había hecho carrera de la mano del jefe de los espías Antonio Stiuso. En el mundillo judicial sugieren que su nombramiento en un juzgado estratégico como el de San Isidro tuvo ese origen.
La consigna “cárcel o bala”, parece la exageración de una mala película sobre el nazismo. Borra la Justicia. Es la imagen de una banda de camorreros con cachiporras. Cárcel o bala puede ser para cualquiera que fuera señalado. El ejemplo es lo que hizo Arroyo Salgado a instancias de Espert y Bullrich. Como dice el escrito que presentaron Mariano Recalde y Vanesa Siley en el Consejo de la Magistratura, el escrache que supuestamente cometieron no pasa de ser una contravención municipal. No tendrían que estar detenidos y menos en una cárcel de alta seguridad ni tendría que haber allanamientos en la madrugada.
A estas cinco personas, acusadas de colgar un pasacalles y de poner bosta de caballo en la puerta de Espert, los encerraron en una cárcel de alta seguridad antes de interrogarlos ni de condenarlos, pero al gendarme cuyo disparo mandó a terapia intensiva al reportero gráfico Pablo Grillo ni siquiera lo llamaron a indagatoria. Y el cura abusador Justo José Ilarraz, expulsado de la Iglesia, fue puesto en libertad por la Corte.
La proscripción de la expresidenta Cristina Kirchner cuando había anunciado su candidatura en la provincia de Buenos Aires, adonde iba a competir con Espert, tiene esa misma opacidad. La proscripción fue de la mano de una condena que suscitará mucha polémica incluso a nivel internacional, por la inexistencia de pruebas. Le permitieron la detención domiciliaria, pero le impusieron condiciones que no tiene la mayoría de los genocidas con detención domiciliaria.
Cristina Kirchner tuvo que pedir autorización para recibir a Lula y cuando lo autorizaron, insistieron en que la expresidenta no debía provocar actos que molestaran a sus vecinos. Fue una advertencia, que en estos casos se traduce como amenaza.
Lula vino a Buenos Aires para recibir la presidencia pro tempore del Mercosur de manos de Javier Milei. La relación entre ambos fue una congeladora, más fría imposible. Brasil es el principal socio comercial de Argentina, pero Argentina no es el principal socio de Brasil. El producto bruto de Brasil es cinco veces mayor que el argentino. Pero no hubo bilateral. Milei prefiere darle la espalda al principal socio comercial.
Más allá de la relación personal, el rechazo de Milei a los BRICS, sentó un precedente nefasto. Brasil había asfaltado el camino, junto con Rusia y ante el resquemor de Sudáfrica, pero el rechazo argentino fue planteado por Washington y debilitó la posición del Sudamérica en el bloque. La política exterior de Milei confronta con los dos principales socios comerciales de Argentina, Brasil y China, para aliarse con Estados Unidos e Israel. Es una estrategia puramente ideológica y sectaria, un rasgo desencajado, que no tiene sentido.
Además de la proscripción de Cristina Kirchner, la situación preelectoral en la provincia de Buenos Aires tiene ribetes dramáticos por la paralización de la obra pública por Milei para alcanzar su lastimoso superávit. Los gobiernos kirchneristas dejaron el 80 por ciento de los gasoductos de Vaca Muerta terminados. Faltaba un compresor y la reconversión del gasoducto del Norte.
Milei abandonó esa obra que hubiera solucionado los problemas de abastecimiento. Desde que asumió, el precio del gas aumentó el 1500 por ciento ante una inflación del 240 por ciento. Sin embargo, en plena ola polar, la ciudad de Mar del Plata, gobernada por el PRO, se quedó sin calefacción, los comercios cerrados, sin escuelas ni restaurantes, parecía una ciudad fantasma. Y en la ciudad de Buenos Aires cien mil personas se quedaron sin electricidad. Los cortes coincidieron con el frío intenso y con aumentos del 6,45 por ciento en el gas y de 2,85 en la electricidad. Y para completar, liberó el precio de la garrafa.
El gas y la luz aumentaron muy por encima de los salarios y de la inflación pero, por el mal servicio, no están cuando más se los necesita. Los intendentes de Mar del Plata y CABA son afines al gobierno nacional. El intendente de la ex Perla del Atlántico, Guillermo Montenegro, correrá como uno de los candidatos de La Libertad Avanza en la provincia. Su tema de campaña es la guerra contra trapitos y gente en situación de calle que se ha multiplicado durante su gestión. Pero en vez de buscar soluciones difunde videos donde se los maltrata.
Las elecciones demostraron que el alto ausentismo les agrega un factor de imprevisibilidad. En los comicios provinciales, el 50 por ciento de ausentismo favoreció a los oficialismos. En el caso de Santa Fe, el radicalismo y sus aliados obtuvieron más votos, pero si se suman las listas del peronismo, tuvieron diez puntos más que ellos. La provincia de Buenos Aires ha sido muy golpeada por Milei, que bloqueó la ayuda a Bahía Blanca y La Plata cuando fueron conmovidas por inundaciones y temporales. Y ahora Mar del Plata resultó víctima del abandono de la obra pública.
Hay un riesgo de derrumbe inminente de las finanzas sin dólares y de la infraestructura sin crecimiento ni mantenimiento. Pero una sociedad fragmentada, que percibe de diferente manera las decisiones del gobierno, no advierte la verdadera dimensión de la crisis que la amenaza.
06/07/2025 a las 12:36 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
A Milei hay que sacarle “tarjeta roja” ya
Eduardo Salas
Prensa Obrera
3/7/025
La subida del dólar oficial de estos días tira por tierra la pretensión de Milei de llevarlo a $1.000, antes de las elecciones, y sobre esa base recomponer las reservas, y puso la mira en la precariedad del plan de Milei-Caputo. Esta crisis prevista por todos los analistas económicos –incluidos los del campo del oficialismo- se aceleró por la decisión del JP Morgan de recomendar a sus clientes “tomarse un respiro” y no invertir en títulos argentinos, cuando en abril llamó a sumarse a la bicicleta financiera –carry trade- armada por Caputo para asegurar una especulación en pesos con altos márgenes de ganancia –la tasa más alta a nivel mundial- y garantía de un dólar estable. Ahora el JP Morgan llama de hecho a salir del carry trade. Previamente la firma –Morgan Stanley- que califica a los países según su capacidad financiera -el riesgo de invertir y especular en ellos- dejó a Argentina en el escalón más bajo de confiabilidad junto a países en guerra –Ucrania, Palestina- o muy atrasados. En concreto en el sistema financiero internacional amigo a Milei le sacaron “tarjeta amarilla”.
Como si esto fuera poco, una jueza de Nueva York intimó a la Argentina a depositar el 51% de las acciones de YPF a cuenta del pago a un fondo buitre que compró por 17 millones de dólares un reclamo del grupo Eskenazi contra la estatización de una parte de YPF en 2012. El problema no es menor porque YPF y la explotación de Vaca Muerta aparecen como una de las pocas fuentes de ingresos de dólares del país. La pelea entre Milei y Kicillof en torno al tema no puede esconder que la decisión de la jueza neoyorquina es un episodio más que completa una historia de saqueo de la petrolera argentina y de los recursos hidrocarburíferos del país que hicieron todos los gobiernos. No olvidemos la responsabilidad del gobierno de Néstor Kirchner en el negociado con los Eskenazi que hoy litigan asociados a los buitres de Burford Capital, aunque Kicillof lo omita.
LOS LÍMITES DEL AJUSTE FISCAL
El ajuste descomunal de los gastos del Estado que el gobierno ha concentrado en los servicios esenciales que este debe brindar a la población y en el despido de empleados estatales, en la miseria de las jubilaciones, en el cierre de organismos, en el ataque brutal a la salud, a la educación pública, a las obras públicas, al aporte a las provincias, no alcanza como garantía ni base para resolver las contradicciones de la política económica que se basa fundamentalmente en sostener un dólar barato a costa de un endeudamiento sin precedentes.
Lo del JP Morgan, la Morgan Stanley y la jueza Preska actúa acelerando el desenlace de todas las contradicciones de la política de Milei-Caputo, que venían manifestándose antes del acuerdo con el FMI y que este frenó tirándole una soga con el acuerdo firmado. Un dato que se conoció estos días puso en claro la gravedad de la situación, el conocimiento de que el déficit de cuenta corriente –diferencia entre los dólares que salen y los que entran- alcanzó en el primer trimestre del año los 5.500 millones de dólares que proyectado a los 4 trimestres del año darían la friolera de 22.000 millones, ¿cómo cubrir semejante desbalance para más de una salida de divisas que no corresponde a un plan de relanzamiento de la actividad productiva generadora de capital? Muy lejos de esto el déficit –además del turismo al exterior- es consecuencia de las divisas destinadas a la importación de bienes de consumo terminados –es decir, que suplantan producción local.
Las manifestaciones de un parate en la economía aparecen por todos lados: caída del consumo, aumento de la morosidad frenando el uso del crédito, aumento de los cheques rebotados por falta de fondos y por supuesto en la caída del empleo como desocupación por freno de la economía -cierres-, por la búsqueda de trabajo por cada vez más sectores ante el derrumbe de los salarios, y por la precariedad de las condiciones laborales. Es una de las consecuencias del derrumbe del salario, al cual el gobierno le puso un cepo con el aval de la burocracia.
CON «OCTUBRE» NO ALCANZA
En los sectores capitalistas que operan el país la alarma está encendida. Y empiezan las manifestaciones de descontento y reclamos en un marco de apoyo a la esencia del gobierno que es atacar a los trabajadores y sectores populares. Un frente abierto es con el capital agrario que reclama la eliminación de las retenciones que el gobierno había bajado por 6 meses. Los gobernadores tomaron fuertemente este reclamo y otros que afectan a los grupos capitalistas que operan en sus provincias, y están en la base de la “sublevación” de estos días que tiene como telón de fondo la caída de la recaudación, el desequilibrio fiscal, la paralización de obra pública, que amenazan con provocar un salto en las crisis provinciales y el peligro de rebeliones populares.
En una reciente reunión en la Sociedad Rural –que no fue pública-, contada por el periodista de La Nación José del Río, participaron las cabezas de Adeba, de Camarco, de la Cedu, de la UIA, de la Cámara Argentina de Comercio, al decir del periodista “los sectores más representativos del país”. El resumen de la reunión sería que “ya no hay tiempo para lo políticamente correcto. Las cosas se dicen tal cual son o no se dicen”, y el reclamo de que es decisivo avanzar en las reformas de fondo –laboral, previsional, tributaria-, para mejorar la «competitividad» que no alcanzaría con apelar a devaluación. ¿Tiene Milei las condiciones para ello? Alguno alertó que los inversores han extendido las pruebas de gobernabilidad al 2027 (“Por supuesto que el gobierno gane bien en octubre va a reforzar el camino pero las inversiones de fondo llegarán si en el 2027 hay una revalidación”).
La prevención de los “inversores” tiene fundamento. Si el gobierno gana las elecciones de octubre –lo cual de todas maneras no sería lineal, teniendo en cuenta que son elecciones distritales- será con la abstención como principal dato. Las recientes elecciones en Santa Fe mostraron un índice de participación muy bajo, literalmente votó menos de la mitad de los empadronados en una elección de carácter obligatorio, aumentando la ya alta abstención de hace tres meses. Las elecciones adelantadas de este año han tenido como dato relevante la abstención que afectó a todas las fuerzas políticas. El usufructo que hizo Milei del derrumbe de los partidos tradicionales, del rechazo que estos suscitan, parece haber encontrado un límite en el marco de una política económica que cruje, y que provoca una crisis en los agrupamientos con los cuales Milei ha ido sorteando su debilidad institucional. Las elecciones de octubre no parecen ofrecer una salida a esto y es una de las quejas que se filtró de la reunión de la Rural.
FUERA MILEI
Los resultados electorales, las encuestas que reflejan una avance en el rechazo al gobierno, el crecimiento de los reclamos capitalistas Milei los enfrenta yendo más a fondo en sus ataques a la población y a los trabajadores en particular. La respuesta frente a la lucha de los trabajadores del Garrahan y de los residentes es un claro ejemplo: va más a fondo en el ataque en la búsqueda de quebrar el conflicto. Así como han recrudecido las ataques a la prensa, o la persecución judicial contra opositores como en el caso del escrache a Espert. Sabe que la suerte de su gobierno no depende solo de sostener un plan económico inviable a como venga sino fundamentalmente de su capacidad de imponer una derrota a los trabajadores para viabilizar la descarga de la crisis sobre sus espaldas. Allí se juega la “gobernabilidad” y el futuro del liberfacho: en la lucha de clases. El peronismo, la burocracia sindical y CFK son tan conscientes de ello que ni siquiera coquetean con una movilización popular y una intervención –incluso controlada- de los trabajadores, a menos que sean desbordados. El “volveremos” de CFK es un compromiso con la clase capitalista de que el peronismo no va a obstaculizar a Milei en su trabajo de destrucción de los derechos, conquistas y participación de los trabajadores en la renta nacional.
Por eso es clave para quebrar esta política criminal sostener, impulsar y organizar las luchas que los trabajadores salen a dar. Hay un “clima” de lucha en el país sostenido con mucho esfuerzo, incluso contra el boicot, el ninguneo o la oposición de las direcciones burocráticas. En los últimos meses vivimos las luchas de los metalúrgicos de Tierra del Fuego, los choferes de UTA, docentes de Catamarca y Buenos Aires, de la Universidad, los trabajadores del Garrahan, Morvillo, Georgalos, Secco, del neumático, piqueteros, residentes, del Inti-Inta, jubilados, y muchas más que no alcanzan el conocimiento público, entre tantas otras. Hay que dar una especial atención a la lucha de la salud que se está extendiendo por todo el país, que enfrenta al gobierno nacional y a los provinciales, que como el de Kicillof aplican la motosierra, sin distinción de “ideologías”.
Los capitalistas le han sacado “tarjeta amarilla” a Milei para que avance en resolver el mandato que le han dado y por el cual lo sostienen. Para los trabajadores la única salida es sacarle “tarjeta roja” a Milei, no hay convivencia posible. Solo una acción de la clase obrera y el movimiento popular puede imponerle una derrota: la tarea es organizar la huelga general. Para ello, por un lado, es muy importante esforzarnos para que los conflictos en curso y los que surgen triunfen. Estas luchas cuestionan y enfrentan a la patronal, a la burocracia sindical y al Estado; por eso es necesario un reagrupamiento de lucha y de independencia de clase, que tenga como objetivo superar la política cómplice de la burocracia peleando por un plan de lucha progresivo con paros, movilizaciones y ocupaciones hasta la huelga general.
Por eso apoyamos un paso muy importante como es la decisión de los sindicatos combativos, las comisiones internas de lucha y organizaciones de desocupados y jubilados de organizar un encuentro de trabajadores –ocupados, desocupados, jubilados- para las próximas semanas. Un reagrupamiento de quienes luchan por una nueva dirección del movimiento obrero, cuando la CGT se sienta discutir la reforma laboral, cuando vemos a la burocracia dar la espalda abiertamente a luchas como las del Garrahan o el Inti, entre tantas otras.
El desafío es que la clase obrera irrumpa en la situación política con sus reclamos, con su política y con su programa para terminar con este régimen.
06/07/2025 a las 12:38 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
¿Por qué en el país de Vaca Muerta no alcanza el gas para calefaccionarnos?
Sofía Hart
Prensa Obrera
5/7/025
La Secretaría de Energía resolvió avanzar en cortes de gas para la industria y estaciones de GNC ante la crisis en el suministro. Se combinó una demanda récord en medio de la ola polar con una menor oferta por parte de las petroleras que operan en Vaca Muerta como resultado de la desinversión.
En los últimos días, se registraron cortes del servicio de gas natural en hogares de distintos puntos del país, como Mar del Plata y algunas localidades de la Patagonia, a cargo de la empresa distribuidora Camuzzi. A su vez, el lunes pasado, más de cien mil usuarios sufrieron cortes de luz en el Amba y La Plata, debido a la escasez de gas para la generación de energía eléctrica. Con estas interrupciones, las familias afectadas se quedaron sin calefacción ni agua caliente en medio de la ola polar.
Ese cuadro crítico llevó al gobierno a dictar la «pre-emergencia energética» de invierno, que contempla interrupciones en el suministro de gas a las industrias y de GNC en las estaciones de servicio para priorizar el abastecimiento a los hogares. La crisis responde a un pico de demanda frente a las temperaturas extremas, sumado a una menor inyección de gas por parte de las petroleras Pluspetrol y Total Austral, que operan en Vaca Muerta.
Estos pulpos hidrocarburíferos retacean la oferta pese a obtener ganancias extraordinarias por explotar Vaca Muerta. Según un informe del Instituto de Energía Scalabrini Ortiz (IESO), las petroleras radicadas en ese yacimiento reciben un beneficio bruto del 133% sobre sus costos de producción. Mientras que el costo de extracción se calcula en U$S 54 por cada mil metros cúbicos (incluyendo gastos indirectos y administrativos), el precio mayorista del gas, fijado por la Secretaría de Energía, alcanza los U$S 129 por cada mil metros cúbicos. Como el gobierno redujo los subsidios energéticos, ese precio exorbitante en el eslabón de producción recae sobre los usuarios con aumentos en la boleta de gas y electricidad. En el Amba, los incrementos fueron del 1.181% y 262%, respectivamente, desde que asumió Milei, según los datos del Observatorio de Tarifas y Subsidios del IIEP (UBA-Conicet).
En 2024 las compañías instaladas en Vaca Muerta acumularon, por la diferencia entre costo y precio del gas en el mercado interno, U$S 1.679 millones. Como vemos, somos los trabajadores quienes subsidiamos de nuestro bolsillo, a través de los sucesivos tarifazos en los servicios, esa cifra millonaria que embolsan las petroleras. Aún así, debemos soportar cortes de gas y luz durante la semana más fría de los últimos 34 años.
A pesar del precio sostén dolarizado y del estímulo del Rigi, Vaca Muerta viene atravesando un proceso de desinversión. En el último tiempo se retiraron de la cuenca multinacionales como Exxon Mobile, Petronas y Equinor, mientras que Total Austral y Pluspetrol pusieron a la venta parte de sus activos. En definitiva, la huelga de inversiones no se revierte otorgándoles más incentivos a los capitalistas, porque la misma es resultado del parasitismo inherente a esta clase social en su etapa de decadencia histórica.
Las inversiones prometidas en la cuenca neuquina están supeditadas a que avance la infraestructura necesaria para su exportación, vía gasoductos y buques o planta de GNL. Es la muestra de que la explotación de Vaca Muerta no trae un mejor abastecimiento energético del país ni servicios más accesibles, porque solamente apunta al saqueo por un puñado de pulpos.
El desabastecimiento actual -que genera industrias paralizadas, falta de GNC en las estaciones de servicio y casas sin calefacción en pleno invierno- es consecuencia de que la producción de gas de nuestro país está organizada alrededor del lucro empresarial. Es necesario nacionalizar bajo control obrero toda la industria hidrocarburífera para ponerla al servicio de las necesidades sociales y del desarrollo nacional.
06/07/2025 a las 12:42 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Imperialismo judicial, dirigencia fallida
Claudio Scaletta
El Destape
5/7/025
Con la indignación no alcanza. Existe una desconexión entre la clase dirigente y las consecuencias de sus actos. La culpa no es siempre de los otros. La decadencia ya lleva demasiado tiempo. Medio siglo es demasiado tiempo. La economía no crece, el producto per cápita cae tendencialmente. Las condiciones de vida se deterioran. La clase media se achica sin parar y se consolida un núcleo duro de pobreza estructural. Los científicos emigran por asfixia económica. La infraestructura energética y de transporte se deteriora sin parar. Los resultados de las pruebas educativas son decepcionantes. La salud pública, la única a la que accede la población de menores ingresos, permanece bajo ataque. Las jubilaciones se pauperizan, envejecer no es tiempo de alivio, sino de desgracia. La estructura productiva se descomplejiza. La deuda pública aumenta persistentemente. Los grados de libertad de la política económica desaparecen en el altar del poder de los acreedores. Y todos y cada uno de estos problemas fundamentales, esenciales para cualquier país, se mantienen mayormente ausentes de un debate público abiertamente conducido por unas pocas corporaciones. Los medios de comunicación ya no pertenecen a periodistas, sino a grupos empresarios. Su objetivo central es distraer, los momentos de seriedad se reservan para asociar la precaria estabilidad económica con la necesidad de destruir los restos del Estado, el gran objetivo, el enemigo que cobra impuestos.
En el camino parece darse la vida por ahorrar unos pocos pesos en el Presupuesto, mientras que sumar miles de millones de dólares de deuda nueva no le importa a nadie. Una escala de prioridades en el mejor de los casos “extraña”. El mismo Presidente que se jacta de llevar adelante el ajuste más grande de la historia declara suelto de cuerpo su “voluntad de pagar” los 16.000 millones de dólares inventados por un tribunal extranjero, otro dato “extraño”. Mientras tanto la población contempla siempre mansa. Solo desespera a la hora de votar cuando, impotente, patea el tablero sin advertir sobre quienes caerán los pedazos.
El nuevo fallo buitre, el último capítulo del neoimperialismo judicial, puso nuevamente en primer plano el patetismo de la clase dirigente local. En vez de unirse frente al enemigo común que intenta apropiarse de la principal empresa estratégica del país, el fallo se utiliza para la politiquería cortoplacista, para echar culpas, para enfatizar preferencias ideológicas sobre el rol del Estado. Puede que la población no elija a sus representantes en función de nuestros gustos, pero no se equivoca cuando su voto expresa un sentimiento anticasta. La identificación del rechazo a la casta, incluso antes que el problema de la inflación, fue el principal acierto electoral de Javier Milei. No importa que La Libertad Avanza se comporte hoy como una ultra casta. La población eligió a un outsider de la política porque, con razón, se hartó de su clase política.
Lamentablemente no alcanza con votar. El país sigue sin poder construir consensos básicos. El día que Mauricio Macri decidió pagarle a los fondos Buitre más dinero del que reclamaban, 18.000 millones de dólares cuando Kicillof como ministro de Economía ya había negociado 13.000 millones y se aspiraba a seguir reduciendo el número, sentó un peligroso precedente para el futuro. En adelante a ningún fondo buitre le importaría la resistencia de un gobierno que defendiera los intereses nacionales, siempre llegaría una nueva administración más permeable, más venal. Siempre llegaría un Milei con voluntad de pago.
Pero cuidado, no es una historia de buenos y malos. El grupo Petersen vendió el reclamo a YPF al fondo Burford en “sólo” 17 millones de euros, pero tomó la precaución de quedarse con el 30 por ciento de lo que se obtuviera al final del camino. Suponiendo 16.000 millones de dólares, podría quedarse con 4.800 millones. El “grupo Petersen” es el nombre empresario de fantasía de la familia Eskenazi, grupo financiero fundado por papá Enrique que nació al gran capital de la mano de la privatización del Banco de Santa Cruz. Tal el origen del “capital nacional” que Néstor Kirchner, en su página más oscura, hizo entrar por la ventana a YPF, “los expertos en mercados regulados” que en dos etapas se hicieron con un cuarto de las acciones de la compañía sin poner un solo peso, una ingeniería financiera inaccesible para la comprensión de los comunes mortales, pero convencional y habitual según algunos economistas, no solamente ortodoxos. Este fue el fracasado, desde la perspectiva del país y de YPF, paso previo a la reestatización.
Lo que se intenta destacar aquí no son los pormenores del fallo de la jueza Loretta Preska, la heredera del tristemente célebre juzgado buitre del extinto juez Thomas Griesa, pormenores que a esta altura el lector seguramente conocerá, sino poner en primer plano las potencialidades del desarrollo que quedaron en el camino o se demoraron y que no son atribuibles a la impericia o virtud de tal o cual gobierno, sino a la falta de políticas de Estado, esas que para cualquier proyecto de desarrollo deberían ser indiscutibles cualquiera sea la fuerza que gobierne.
YPF se reestatizó vía expropiación respetando todos los caminos constitucionales, es decir de la legislación local e internacional, porque en su etapa privada el país perdió el autoabastecimiento energético. No fue una razón ideológica, sino de racionalidad económica básica. El año de la recuperación del 51 por ciento de las acciones fue 2012. Es importante recordarlo hoy para advertir el efecto mariposa de las decisiones económicas. La privatización se tradujo en el virtual vaciamiento de la empresa por parte del capital español, que en la década del ’90 del siglo pasado disfrutó de la segunda conquista de América. La pérdida resultante del autoabastecimiento, es decir la reaparición del déficit energético, aceleró la reaparición del déficit de la cuenta corriente del balance de pagos. Para no devaluar el gobierno de entonces recurrió al cepo cambiario, lo que siguió es historia conocida. Pero la restricción externa fue un hecho y fue la razón del estancamiento económico iniciado en 2011 y que se proyecta hasta el presente. Tal el efecto de largo plazo de las malas decisiones económicas. De la misma manera, La Libertad Avanza disfruta en el presente de la buena decisión de la recuperación de la compañía, la que permitió el desarrollo de Vaca Muerta, que la española Repsol pretendía vender, y de los hidrocarburos no convencionales en general. Sin contar el bochornoso capítulo Eskenazi, el kirchnerismo se tomó 9 años para recuperar la empresa. Siempre más vale tarde.
Pero el balance más triste es que de las malas experiencias no se aprendió nada. La clase dirigente local, la más entrenada del planeta en desperdiciar oportunidades de desarrollo, cree que no será ella quien deba enfrentar el costo del nuevo fallo de la pata judicial del imperialismo. En paralelo, las clases medias no advierten que sus viajes baratos al exterior son posibles, por ahora, gracias a la recuperación de 2012, la que en el presente aporta los dólares del superávit energético que ayudan a sostener la sobrevaluación cambiaria. Y finalmente, tampoco se aprendió que no cerrar filas frente a los buitres del exterior y preferir la mezquindad política tiene efectos devastadores en el largo plazo, en este caso la potencial pérdida de la última empresa estratégica que le queda al Estado nacional para promover un sector dinámico por fuera de los intereses de corto plazo del capitalismo más rapaz.