Por Oscar Edgardo García.-

Lula da Silva manifestó que mantuvo una comunicación telefónica con Cristina Fernández de Kirchner con motivo de su condena y reveló que ella lloró en el transcurso de la misma.

Esta confesión del presidente brasileño es demostrativa del comportamiento ambivalente de la ex mandataria y de las condiciones actorales que la caracterizan.

La épica que la señora transmite públicamente con sus salidas al balcón o con los audios que difunde, específicamente dirigidos a sus ceporros seguidores, se contraponen con los reales sentimientos que conviven en su fuero íntimo.

La privación de la libertad física no es un hecho menor porque implica la restricción del accionar de la persona, impidiendo su capacidad de movilizarse libremente en los espacios públicos e incluso reduciendo el poder para la toma de decisiones sobre su propia vida.

Inevitablemente, todo esto la condenada lo percibe cerebralmente pero su orgullo, su envanecimiento, su soberbia y su egoísmo gobiernan el objetivo personal de pretender demostrar falsamente que la prisión domiciliaria poco le perjudica afectivamente y que por el contrario es un factor que la revitaliza para su futura lucha política.

La expresidente sabe concienzudamente que ha caído en desgracia, lo cual, probablemente, ocasionará un impacto aún más significativo en su salud mental y emocional, dado que éstas son consecuencias psíquicas comunes en estas circunstancias.

Finalmente Cristina lloró y tiene motivos suficientes para ello.

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