Por Hernán Andrés Kruse.-
“Y es más estrecha, aún, la tendencia a confundir el idealismo, que se refiere a los ideales, con las tendencias metafísicas que así se denominan porque consideran a las «ideas» más reales que la realidad misma, o presuponen que ellas son la realidad única, forjada por nuestra mente, como en el sistema hegeliano. «Ideólogos» no puede ser sinónimo de «idealistas», aunque el mal uso induzca a creerlo. No podríamos restringirlo al pretendido idealismo de ciertas escuelas estéticas, porque todas las maneras del naturalismo y del realismo pueden constituir un ideal de arte, cuando sus sacerdotes son Miguel Ángel, Ticiano, Flaubert o Wagner; el esfuerzo imaginativo de los que persiguen una ideal armonía de ritmos, de colores, de líneas o de sonidos, se equivale, siempre que su obra transparente un modo de belleza o una original personalidad. No le confundiremos, en fin, con cierto idealismo ético que tiende a monopolizar el culto de la perfección en favor de alguno de los fanatismos religiosos predominantes en cada época, pues sobre no existir un único e inevitable. Bien ideal, difícilmente cabría en los catecismos para mentes obtusas. El esfuerzo individual hacia la virtud puede ser tan magníficamente concebido y realizado por el peripatético como por el cirenaico, por el cristiano como por el anarquista, por el filántropo como por el epicúreo, pues todas las teorías filosóficas son igualmente incompatibles con la aspiración individual hacia el perfeccionamiento humano. Todos ellos pueden ser idealistas, si saben iluminarse en su doctrina; y en todas las doctrinas pueden cobijarse dignos y buscavidas, virtuosos y sinvergüenza. El anhelo y la posibilidad de la perfección no es patrimonio de ningún credo: recuerda el agua de aquella fuente, citada por Platón, que no podía contenerse en ningún vaso.
La experiencia, sólo ella, decide sobre la legitimidad de los ideales, en cada tiempo y lugar. En el curso de la vida social se seleccionan naturalmente; sobreviven los más adaptados, los que mejor prevén el sentido de la evolución; es decir, los coincidentes con el perfeccionamiento efectivo. Mientras la experiencia no da su fallo, todo ideal es respetable, aunque parezca absurdo. Y es útil por su fuerza de contraste; si es falso muere solo, no daña. Todo ideal, por ser una creencia, puede contener una parte de error, o serlo totalmente; es una visión remota y, por lo tanto, expuesta a ser inexacta. Lo único malo es carecer de ideales y esclavizarse a las contingencias de la vida práctica inmediata, renunciando a la posibilidad de la perfección moral. Cuando un filósofo enuncia ideales, para el hombre o para la sociedad, su comprensión inmediata es tanto más difícil cuanto más se elevan sobre los prejuicios y el palabrismo convencionales en el ambiente que le rodea; lo mismo ocurre con la verdad del sabio y con el estilo del poeta. La sanción ajena es fácil para lo que concuerda con rutinas secularmente practicadas; es difícil cuando la imaginación no pone mayor originalidad en el concepto o en la forma. Ese desequilibrio entre la perfección concebible y la realidad practicable, estriba en la naturaleza misma de la imaginación, rebelde al tiempo y al espacio. De ese contraste legítimo no se infiere que los ideales lógicos, estéticos o morales deban ser contradictorios entre sí, aunque sean heterogéneos y marquen el paso a desigual compás, según los tiempos: no hay una Verdad amoral o fea, ni fue nunca la Belleza absurda o nociva, ni tuvo el Bien sus raíces en el error o la desarmonía. De otro modo concebiríamos perfecciones imperfectas.
Los caminos de perfección son convergentes. Las formas infinitas del ideal son complementarias: jamás contradictorias, aunque lo parezca. Si el ideal de la ciencia es la Verdad, de la moral el Bien y del arte la Belleza, formas preeminentes de toda excelsitud, no se concibe que puedan ser antagonistas. Los ideales están en perpetuo devenir, como las formas de la realidad a que se anticipan. La imaginación los construye observando la naturaleza, como un resultado de la experiencia; pero una vez formados ya no están en ella, son anticipaciones de ella, viven sobre ella para señalar su futuro. Y cuando la realidad evoluciona hacia un ideal antes previsto, la imaginación se aparta nuevamente de la realidad, aleja de ella al ideal, proporcionalmente. La realidad nunca puede igualar al ensueño en esa perpetua persecución de la quimera. El ideal es un «límite»: toda realidad es una «dimensión variable» que puede acercársele indefinidamente, sin alcanzarlo nunca. Por mucho que lo «variable» se acerque a su «límite», se concibe que podría acercársele más; sólo se confunden en el infinito. Todo ideal es siempre relativo a una imperfecta realidad presente. No los hay absolutos. Afirmarlo implicaría abjurar de su esencia misma, negando la posibilidad infinita de la perfección. Erraban los viejos moralistas al creer que en el punto donde estaba su espíritu en ese momento, convergían todo el espacio y todo el tiempo; para la ética moderna, libre de esa grave falacia, la relatividad de los ideales es un postulado fundamental. Sólo poseen un carácter común: su permanente transformación hacia perfeccionamientos ilimitados.
Es propia de gentes primitivas toda moral cimentada en supersticiones y dogmatismos. Y es contraria a todo idealismo, excluyente de todo ideal. En cada momento y lugar la realidad varía; con esa variación se desplaza el punto de referencia de los ideales. Nacen y mueren, convergen o se excluyen, palidecen o se acentúan; son, también ellos, vivientes como los cerebros en que germinan o arraigan, en un proceso sin fin. No habiendo un esquema final e insuperable de perfección, tampoco lo hay de los ideales humanos. Se forman por cambio incesante; evolucionan siempre; su palingenesia es eterna. Esa evolución de los ideales no sigue un ritmo uniforme en el curso de la vida social o individual. Hay climas morales, horas, momentos, en que toda una raza, un pueblo, una clase, un partido, una secta concibe un ideal y se esfuerza por realizarlo. Y los hay en la evolución de cada hombre, aisladamente considerado. Hay también climas, horas y momentos en que los ideales se murmuran apenas o se callan: la realidad ofrece inmediatas satisfacciones a los apetitos y la tentación del hartazgo ahoga todo afán de perfección. Cada época tiene ciertos ideales que presienten mejor el porvenir, entrevistos por pocos, seguidos por el pueblo o ahogados por su indiferencia, ora predestinados a orientarlo como polos magnéticos, ora a quedar latentes hasta encontrar la gloria en momento y clima propicio. Y otros ideales mueren, porque son creencias falsas: ilusiones que el hombre se forja acerca de sí mismo o quimeras verbales que los ignorantes persiguen dando manotadas en la sombra.
Sin ideales sería inexplicable la evolución humana. Los hubo y los habrá siempre. Palpitan detrás de todo esfuerzo magnífico realizado por un hombre o por un pueblo. Son faros sucesivos en la evolución mental de los individuos y de las razas. La imaginación los enciende sobrepasando continuamente a la experiencia, anticipándose a sus resultados. Ésa es la ley del devenir humano: los acontecimientos, yermos de suyo para la mente humana, reciben vida y calor de los ideales, sin cuya influencia yacerían inertes y los siglos serían mudos. Los hechos son puntos de partida; los ideales son faros luminosos que de trecho en trecho alumbran la ruta. La historia de la civilización muestra una infinita inquietud de perfecciones, que grandes hombres presienten, anuncian o simbolizan. Frente a esos heraldos, en cada momento de la peregrinación humana se advierte una fuerza que obstruye todos los senderos: la mediocridad, que es una incapacidad de ideales. Así concebido, conviene reintegrar el idealismo en toda futura filosofía científica. Acaso parezca extraño a los que usan palabras sin definir su sentido y a los que temen complicarse en las logomaquias de los verbalistas.
Definido con claridad, separado de sus malezas seculares, será siempre el privilegio de cuantos hombres honran, por sus virtudes, a la especie humana. Como doctrina de la perfectibilidad, superior a toda afirmación dogmática, el idealismo ganará, ciertamente. Tergiversado por los miopes y los fanáticos, se rebaja. Yerran los que miran al pasado, poniendo el rumbo hacia prejuicios muertos y vistiendo al idealismo con andrajos que son su mortaja; los ideales viven de la Verdad, que se va haciendo; ni puede ser vital ninguno que lo contradiga en su punto del tiempo. Es ceguera oponer la imaginación de lo futuro a la experiencia de lo presente, el Ideal a la Verdad, como si conviniera apagar las luces del camino para no desviarse de la meta. Es falso; la imaginación y la experiencia van de la mano. Solas, no andan. Al idealismo dogmático que los antiguos metafísicos pusieron en las «ideas» absolutas y apriorísticas, oponemos un idealismo experimental que se refiere a los «ideales» de perfección, incesantemente renovados, plásticos, evolutivos como la vida misma”.
III. LOS TEMPERAMENTOS IDEALISTAS
“Ningún Dante podría elevar a Gil Blas. Sancho y Tartufo hasta el rincón de su paraíso donde moran Cyrano, Quijote y Stockmann. Son dos mundos morales, dos razas, dos temperamentos: Sombras y Hombres. Seres desiguales no pueden pensar de igual manera. Siempre habrá evidente contraste entre el servilismo y la dignidad, la torpeza y el genio, la hipocresía y la virtud. La imaginación dará a unos el impulso original hacia lo perfecto; la imitación organizará en otros los hábitos colectivos. Siempre habrá, por fuerza, idealistas y mediocres. El perfeccionamiento humano se efectúa con ritmo diverso en las sociedades y en los individuos. Los más poseen una experiencia sumisa al pasado: rutinas, prejuicios, domesticidades. Pocos elegidos varían, avanzando sobre el porvenir; al revés de Anteo, que tocando el suelo cobraba alientos nuevos, los toman clavando sus pupilas en las constelaciones lejanas y de apariencia inaccesible. Esos hombres, predispuestos a emanciparse de su rebaño, buscando alguna perfección más allá de lo actual, son los «idealistas». La unidad del género no depende del contenido intrínseco de sus ideales sino de su temperamento: se es idealista persiguiendo las quimeras más contradictorias, siempre que ellas impliquen un sincero afán de enaltecimiento cualquiera. Los espíritus afiebrados por algún ideal son adversarios de la mediocridad: soñadores contra los utilitarios, entusiastas contra los apáticos, generosos contra los calculistas, indisciplinados contra los dogmáticos. Son alguien o algo contra los que no son nadie ni nada. Todo idealista es un hombre cualitativo: posee un sentido de las diferencias que le permite distinguir entre lo malo que observa, y lo mejor que imagina.
Los hombres sin ideales son cuantitativos; pueden apreciar el más y el menos, pero nunca distinguen lo mejor de lo peor. Sin ideales sería inconcebible el progreso. El culto del «hombre práctico», limitado a las contingencias del presente, importa un renunciamiento a toda imperfección. El hábito organiza la rutina y nada crea hacia el porvenir; sólo de los imaginativos espera la ciencia sus hipótesis, el arte su vuelo, la moral sus ejemplos, la historia sus páginas luminosas. Son la parte viva y dinámica de la humanidad; los prácticos no han hecho más que aprovecharse de su esfuerzo, vegetando en la sombra. Todo porvenir ha sido una creación de los hombres capaces de presentirlo, concretándolo en infinita sucesión de ideales. Más ha hecho la imaginación construyendo sin tregua, que el cálculo destruyendo sin descanso. La excesiva prudencia de los mediocres ha paralizado siempre las iniciativas más fecundas. Y no quiere esto decir que la imaginación excluya la experiencia: ésta es útil, pero sin aquélla es estéril. Los idealistas aspiran a conjugar en su mente la inspiración y la sabiduría; por eso, con frecuencia, viven trabados por su espíritu crítico cuando los caldea una emoción lírica y ésta les nubla la vista cuando observan la realidad. Del equilibrio entre la inspiración y la sabiduría nace el genio. En las grandes horas de una raza o de un hombre, la inspiración es indispensable para crear; esa chispa se enciende en la imaginación y la experiencia la convierte en hoguera. Todo idealismo es, por eso, un afán de cultura intensa: cuenta entre sus enemigos más audaces a la ignorancia, madrastra de obstinadas rutinas.
La humanidad no llega hasta donde quieren los idealistas en cada perfección particular; pero siempre llega más allá de donde habría ido sin su esfuerzo. Un objetivo que huye ante ellos conviértese en estímulo para perseguir nuevas quimeras. Lo poco que pueden todos, depende de lo mucho que algunos anhelan. La humanidad no poseería sus bienes presentes si algunos idealistas no los hubieran conquistado viviendo con la obsesiva aspiración de otros mejores. En la evolución humana, los ideales mantiénense en equilibrio inestable. Todo mejoramiento real es precedido por conatos y tanteos de pensadores audaces, puestos en tensión hacia él, rebeldes al pasado, aunque sin la intensidad necesaria para violentarlo; esa lucha es un reflujo perpetuo entre lo más concebido y lo menos realizado. Por eso los idealistas son forzosamente inquietos, como todo lo que vive, como la vida misma; contra la tendencia apacible de los rutinarios, cuya estabilidad parece inercia de muerte. Esa inquietud se exacerba en los grandes hombres, en los genios mismos si el medio es hostil a sus quimeras, como es frecuente. No agita a los hombres sin ideales, informe argamasa de humanidad. Toda juventud es inquieta. El impulso hacia lo mejor sólo puede esperarse de ella: jamás de los enmohecidos y de los seniles. Y sólo es juventud la sana e iluminada, la que mira al frente y no a la espalda; nunca los decrépitos de pocos años, prematuramente domesticados por las supersticiones del pasado: lo que en ellos parece primavera es tibieza otoñal, ilusión de aurora que es ya un apagamiento de crepúsculo. Sólo hay juventud en los que trabajan con entusiasmo para el porvenir; por eso en los caracteres excelentes puede persistir sobre el apeñuscarse de los años.
Nada cabe esperar de los hombres que entran a la vida sin afiebrarse por algún ideal; a los que nunca fueron jóvenes, paréceles descarriado todo ensueño. Y no se nace joven: hay que adquirir la juventud. Y sin un ideal no se adquiere. Los idealistas suelen ser esquivos o rebeldes a los dogmatismos sociales que los oprimen. Resisten la tiranía del engranaje nivelador, aborrecen toda coacción, sienten el peso de los honores con que se intenta domesticarlos y hacerlos cómplices de los intereses creados, dóciles- maleables, solidarios, uniformes en la común mediocridad. Las fuerzas conservadoras que componen el subsuelo social pretenden amalgamar a los individuos, decapitándolos; detestan las diferencias, aborrecen las excepciones, anatematizan al que se aparta en busca de su propia personalidad. El original, el imaginativo, el creador no teme sus odios: los desafía, aun sabiéndolos terribles porque son irresponsables. Por eso todo idealista es una viviente afirmación del individualismo, aunque persiga una quimera social; puede vivir para los demás, nunca de los demás. Su independencia es una reacción hostil a todos los dogmáticos. Concibiéndose incesantemente perfectibles, los temperamentos idealistas quieren decir en todos los momentos de su vida, como Don Quijote: «yo sé quién soy». Viven animados de ese afán afirmativo. En sus ideales cifran su ventura suprema y su perpetua desdicha. En ellos caldean la pasión. Que anima su fe; ésta, al estrellarse contra la realidad social, puede parecer desprecio, aislamiento, misantropía: la clásica «torre de marfil» reprochada a cuantos se erizan al contacto de los obtusos. Diríase que de ellos dejó escrita una eterna imagen Teresa de Ávila: «Gusanos de seda somos, gusanillos que hilamos la seda de nuestras vidas y en el capullito de la seda nos encerramos para que el gusano muera y del capullo salga volando la mariposa».
Todo idealismo es exagerado, necesita serlo. Y debe ser cálido su idioma, como si desbordara la personalidad sobre lo impersonal; el pensamiento sin calor es muerto, frío, carece de estilo, no tiene firma. Jamás fueron tibios los genios, los santos y los héroes. Para crear una partícula de Verdad, de Virtud o de Belleza, se requiere un esfuerzo original y violento contra alguna rutina o prejuicio; como para dar una lección de dignidad hay que desgoznar algún servilismo. Todo ideal es, instintivamente, extremoso; debe serlo a sabiendas, si es menester, pues pronto se rebaja al refractarse en la mediocridad de los más. Frente a los hipócritas que mienten con viles objetivos, la exageración de los idealistas es, apenas, una verdad apasionada. La pasión es su atributo necesario, aun cuando parezca desviar de la verdad; lleva a la hipérbole, al error mismo; a la mentira nunca. Ningún ideal es falso para quien lo profesa: lo cree verdadero y coopera a su advenimiento, con fe, con desinterés. El sabio busca la Verdad por buscarla y goza arrancando a la naturaleza secretos para él inútiles o peligrosos. Y el artista busca también la suya, porque la Belleza es una verdad animada por la imaginación, más que por la experiencia. Y el moralista la persigue en el Bien, que es una recta lealtad de la conducta para consigo mismo y para con los demás. Tener un ideal es servir a su propia Verdad. Siempre. Algunos ideales se revelan como pasión combativa y otros como pertinaz obsesión; de igual manera distínguense dos tipos de idealistas, según predomine en ellos el corazón o el cerebro. El idealismo sentimental es romántico: la imaginación no es inhibida por la crítica y los ideales viven de sentimiento. En el idealismo experimental los ritmos afectivos son encarrilados por la experiencia y la crítica coordina la imaginación: los ideales tórnanse reflexivos y serenos. Corresponde el uno a la juventud y el otro a la madurez. El primero es adolescente, crece, puja y lucha; el segundo es adulto, se fija, resiste, vence. El idealista perfecto sería romántico a los veinte años y estoico a los cincuenta; es tan anormal el estoicismo en la juventud como el romanticismo en la edad madura. Lo que al principio enciende su pasión, debe cristalizarse después en suprema dignidad: ésa es la lógica de su temperamento”.
(*) José Ingenieros: “El hombre mediocre” (Editorial Losada, Buenos Aires, Introducción).
09/12/2024 a las 10:03 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Las puertas que abrieron Kueider y su secretaria
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
8/12/024
Cuando el senador Edgardo Kueider decidió cruzar la Triple Frontera con Brasil y Paraguay llevando en el auto a su secretaria y 200.000 dólares, que nunca declaró, dejó desnudos e impotentes a todos los legisladores nacionales. Justo pocas horas después el gobierno nacional difundía, sin mayores precisiones, que enviará a las sesiones extraordinarias del Congreso un proyecto para cambiar la interpretación de los fueros parlamentarios.
Senadores y diputados nacionales se negaron siempre a restringir la protección de esos fueros, que permiten convertir al Congreso en una madriguera de muchos corruptos, ciertos o eventuales. En definitiva, esos fueros obligan a legisladores honestos a convivir con los deshonestos, a los inocentes con los culpables. Los fueros parlamentarios son un mandato de la Constitución nacional, pero el espíritu obvio de la ley es preservar a los legisladores de las potenciales consecuencias de expresar libremente sus opiniones. La Constitución de 1853 y sus reformas de 1860 y 1994 legislaron cuando la calumnia y la injuria eran delitos penales; es decir, cuando el acusado podía terminar en la cárcel. Ahora, esos delitos no están penalizados; están inscriptos en el Código Civil y la condena puede consistir en importantes resarcimientos económicos, nunca en la prisión. Todo artículo de la Constitución puede ser reglamentado por una ley del Congreso, y en esa eventual ley se encierra la arbitrariedad o la rectitud. La legislación vigente obliga a los legisladores acusados ante la Justicia a someterse a los jueces en todas las instancias, incluidos el juicio oral y la Cámara de Casación, que es la más importante instancia penal del país. Pero ningún magistrado tiene facultades para llevar a la cárcel a un senador o a un diputado nacional. La prisión es el límite infranqueable para la Justicia frente a los legisladores corruptos. La Justicia solo puede solicitarle a la cámara correspondiente el desafuero del legislador condenado, pero el cuerpo tiene la atribución de decidir si acepta el pedido con los dos tercios de los votos.
La modificación de la ley reglamentaria de los fueros, que todavía está en proceso de escritura, significaría un cambio importante para terminar con la impunidad de los legisladores. Hubiera sido imposible que esa modificación fuera aprobada por el Congreso en cualquier otro momento, pero el senador Kueider le hizo un enorme favor a la Justicia con su más que presunta corrupción y con su amplia certeza de la impunidad propia. Solo alguien que se siente más allá de la justicia de los hombres puede corretear en la peligrosa frontera con Brasil y Paraguay cargado con miles de dólares en el baúl del auto. Ese dinero es de su bella secretaria, dijo, y creó un pretexto nuevo en la política. Hasta hace poco, las fortunas de los políticos eran siempre una herencia de suegras ricas. Ahora, las ricas son las secretarias. “Y… siempre será preferible ir a Paraguay con la secretaria antes que con la suegra”, ironizó un senador que lo conoce bien a Kueider, quien ya estaba siendo investigado por la Justicia, en otras causas, por lavado de dinero y por enriquecimiento ilícito. El dinero es su debilidad, no su secretaria. Kueider, casado y con cinco hijos, terminó preso por contrabando de dinero porque estaba en Paraguay; estaría en libertad si todo hubiera ocurrido en la Argentina. Párrafo aparte merece el obsceno intercambio de acusaciones entre Javier Milei y Cristina Kirchner por la pertenencia política de Kueider; este fue elegido en 2019 senador por el kirchnerista Frente de Todos (el nombre que Cristina le dio entonces al peronismo) con la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner. La expresidenta está extrañamente escandalizada por las andanzas de su viejo compinche. Kueider es peronista. Qué duda cabe. Es cierto, del mismo modo, que últimamente se acercó al mileísmo y que fue uno de los 39 senadores que dejaron en minoría al kirchnerismo a fines del año pasado. Luego, le hizo varios favores al gobierno de Milei, Santiago Caputo mediante. ¿De dónde sacó Kueider el dinero que revoleaba en la Triple Frontera? Silencio. Solo hay pretextos de parte de Kueider o deducciones de parte de la política. Los dólares son una afición recurrente del kirchnerismo, a pesar de su retórica contra el imperialismo norteamericano. Samuel Johnson: “El patriotismo es el último refugio de un canalla”.
La modificación de los fueros, si se aprobara, cambiará radicalmente la situación de Cristina Kirchner. “Eso es para replicarles a los que dicen que estamos acordando con Cristina Kirchner”, dijo una alta fuente del gobierno de Milei. ¿Será entonces que la hipercristinista senadora Lucía Corpacci se equivocó de oficina y de documento cuando fue a la Comisión de Acuerdos y firmó el dictamen favorable para el acuerdo al juez Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema? ¿Será que los ocho diputados de La Libertad Avanza que hicieron naufragar con su ausencia la sesión de la Cámara de Diputados que iba a aprobar el proyecto de ficha limpia se indigestaron con mortadela, según el pretexto de un libertario? Dejemos a un lado las inferencias. Conviene, en cambio, detenerse en los cambios que el Gobierno prevé para los fueros. El primero de ellos estipularía el inmediato tratamiento parlamentario de un pedido de desafuero por parte de la Justicia. No se requerirá ni el dictamen de comisiones ni se respetará el orden del día; será el primer tema que trate el cuerpo después de que llegue el requerimiento del juez. No obstante, el párrafo más significativo, y más implacable para Cristina Kirchner, es el que prevé, según sus primeros trazos, que los fueros no tendrán vigencia para los supuestos delitos cometidos con anterioridad al ejercicio del cargo legislativo. Esto es: los eventuales fueros de Cristina, si fuera elegida diputada por la provincia de Buenos Aires, no le servirán si un juez dictara su prisión porque los delitos de los que se la acusa se habrían cometido mucho antes de que fuera siquiera candidata a diputada nacional. Tampoco se podrá pretextar que las leyes no tienen efecto retroactivo porque esta ley modificatoria de los fueros parlamentarios se habrá sancionado, si se sanciona, antes de que ella sea diputada, y cuando ni siquiera se sabe si será candidata. Todo hay que decirlo: Milei le haría un importante aporte al fin de la impunidad si enviara al Congreso un proyecto de ley con esas modificaciones a los fueros parlamentarios.
Los cambios son especialmente oportunos después de que la Corte Suprema resolviera que debe hacerse el juicio oral para juzgar a Cristina Kirchner, y a varios exfuncionarios más, por el memorándum con Irán. Ese acuerdo con el régimen iraní, al que la Justicia argentina considera autor intelectual y financiero del genocidio perpetrado en la AMIA, fue una increíble cesión de soberanía judicial argentina por parte de Cristina Kirchner. Debe ponderarse que a esa causa judicial, que le costó la vida al fiscal Alberto Nisman, la mantuvo vigente en su momento el fiscal general Germán Moldes, prematuramente fallecido hace pocos días. En la Cámara de Casación fue el juez Diego Barroetaveña quien impulsó que se hiciera el juicio oral, que es lo que confirmó la Corte Suprema. Tanto Moldes en otras instancias como Barroetaveña en Casación sostenían que el juicio debía hacerse, sobre todo porque por esa denuncia fue asesinado un fiscal y porque será la propia Corte Suprema la que decida, cuando el juicio oral haya terminado, si la firma del memorándum fue –o no– una decisión política no justiciable. Barroetaveña, que firmó también la confirmación de la condena de Cristina Kirchner por la corrupción en Vialidad, promovió, en cambio, su sobreseimiento en el caso de la venta de “dólar futuro”, un procedimiento asiduo del Banco Central, que vende dólares al precio que estima que tendrá en los próximos meses. Es claramente una decisión política no justiciable, un mecanismo que les da previsibilidad a los empresarios que compran insumos en el exterior y que los pagan con dólares que compran en el mercado local. Peritos de la Corte Suprema habían dictaminado que la venta de “dólar futuro” de Cristina Kirchner no significó un perjuicio para el Estado.
Un fragor más intenso provocará en la política la posible designación en comisión, y por un simple decreto, de Lijo y del académico Manuel García-Mansilla como miembros de la Corte Suprema. El Gobierno no envió a sesiones extraordinarias los pedidos de acuerdos para ellos. Se supone que no lo hizo para reservarse el margen político necesario para nombrarlos por decreto. Si hubiera enviado al Senado el pedido para esos acuerdos, Milei corría el riesgo de que la Cámara alta, que necesita de los dos tercios de sus votos para darle acuerdo a un juez de la Corte, le aprobara un candidato, Lijo desde ya, y no a García-Mansilla. “No queremos el acuerdo para uno y el rechazo del otro”, aseguró una fuente de la administración. Tal aseveración confirma que el Gobierno no resignó su política de “los dos o ninguno” que viene pregonando desde que envió al Senado los pliegos de García-Mansilla, un profesional intachable del derecho, y de Lijo, un juez federal excesivamente cuestionado por cuestiones morales, intelectuales y también por su gestión como juez federal. La pregunta inevitable consiste en saber si Lijo aceptará que lo nombren por un simple decreto. Si aceptara, debería renunciar como el poderoso juez federal que es. Para peor, los senadores peronistas se comprometieron a rechazar ese eventual decreto en el acto. Son 33 senadores; le faltan solo cuatro para alcanzar los 37 que le darían al peronismo la mayoría absoluta. Si eso sucediera, García-Mansilla podrá volver a su estudio jurídico y a la universidad (es decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Austral), pero Lijo se quedaría sin la Corte y sin el poder de los jueces federales. “Nada se consigue sin sacrificio”, deslizan cerca del Presidente; es una manera de decirle a Lijo que deberá arriesgarse si quiere alcanzar una cumbre tan ardua y escarpada.
09/12/2024 a las 10:05 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Un menemismo del Siglo XXI en pie de guerra contra todos
Jorge Fernández Díaz
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
8/12/024
“El pueblo no es una población, sino una construcción política –sostiene Chantal Mouffe–. El pueblo no está dado, hay que construirlo”. La viuda de Laclau aconseja crear un líder redentor, trazar una frontera entre buenos y malos, y encarnar un pueblo que necesariamente es un recorte ficcional y mítico, y por cierto siempre funcional a la estrategia de poder. Los libros de Mouffe y Laclau han sido cuidadosamente estudiados por algunos intelectuales del oficialismo, que todo este año han confeccionado un eficaz juego en espejo con el populismo de izquierda: el pueblo no es un colectivo empírico u objetivo sino una subjetividad provechosa y antojadiza; una invención, una retórica.
La disputa que hoy se entabla de manera tajante entre dos populismos de signo opuesto tiene su manifestación más evidente en el cántico central que unos les dedican a los otros. El kirchnerismo recurre al mismo que en su momento le propinaban a Raúl Alfonsín y a Mauricio Macri: “Traigan al gorila de Milei, para que vea que este pueblo no cambia de idea, sigue las banderas de Evita y Perón”. Milei no se considera “gorila”. Y entonces sus acólitos, con la misma melodía, les responden a sus archienemigos: “Saquen al Pingüino del cajón para que vea que los pibes cambiaron de idea, llevan las banderas que trajo el León”. El duelo muestra la necesidad kirchnerista de reafirmar desesperadamente que, aunque las “grandes mayorías” los abandonaron en las urnas, el “pueblo” sigue estando de su lado. Y en la otra trinchera se evidencia el propósito libertario de sugerir que los jóvenes y los pobres les han sido arrebatados al peronismo y que hay un nuevo “pueblo”, refractario a los antiguos tópicos de un modelo detonado. Cada uno dibuja los contornos móviles de su propio pueblo, según la conveniencia. Y lo que más perturba a los soldados de la dinastía Kirchner no es la ideología del general Ancap sino el coincidente desdén institucional, el similar rasgo agonal y plebeyo que irradia y los sectores sociales bajos –antes “nacionales y populares”–, que ahora lo sustentan.
Contradiciendo su afirmación de que el pueblo “no cambió de idea”, los cristinistas se preguntan puertas adentro si no se habrá modificado definitivamente el subsuelo sociológico de la patria, aquel que dio cimientos y sentido al movimiento justicialista, y los inquieta hasta el desconcierto que además estos anarcocapitalistas se autoperciban como el “menemismo del siglo XXI”, puesto que al fin y al cabo esa apuesta no deja de ser peronista. Un peronismo de mercado que se asienta en el territorio, que obtura cualquier metamorfosis interna en esa dirección y que contiene, por paradoja, a sectores frecuentemente adversos a toda esa familia política. Digamos que el menemismo es el padre y hasta el abuelo de la “casta”, y que presentarse todo el tiempo como impolutos verdugos de esta entidad demonizada mientras le rezan a Carlos Menem constituye una risible contradicción flagrante, con consecuencias en materia de un pragmatismo sucio que cada tanto emergen, y que desbaratan el relato de la “pureza”, aunque los fanáticos las justifiquen o no las quieran ver.
Es en este contexto de intensa desorientación donde Cristina Kirchner busca ordenar la cancha: Milei gana por el fracaso primero de la gran apuesta del “no peronismo y del antiperonismo” (sic) por Macri –dijo ella esta semana–. Y después, gana porque la expectativa de reeditar lo que pasó durante “década ganada” también fracasó (Alberto Fernández): “Si ves los resultados de la elección, Milei saca el 30% en las PASO y un poquito menos en las generales. Es un tercio perfecto. Nosotros llegamos a un 37%. Después el antiperonismo se desplazó y le dio el triunfo a Milei”. La arquitecta egipcia parece suponer que kirchneristas y libertarios están virtualmente empatados, y que un cardumen al que le sigue negando su denominación de origen –republicanos– fue el factor clave en el éxito final. Su análisis resalta, tal vez sin quererlo, la relevancia y el peso específico de algo que alguna se vez se llamó el “campo republicano” y que hoy parece cerrado por derribo. Fue a los republicanos –”imbéciles centristas biempensantes” (Milei dixit)– a quienes más munición gruesa les descargó el Presidente a lo largo de su primer año de gestión. En el foro de la internacional derechista que se celebró estos días en Buenos Aires, el Topo del Estado demostró más encono con ellos que incluso con la izquierda populista. ¿Descuenta que los republicanos ya no existen y jubilaron sus viejas convicciones, y que solo basta “domar” al republicanismo de superficie para cooptarlos de manera definitiva? ¿Pensarán los muchachos del Instituto Patria, hoy la mancha venenosa de la política, ponerles anzuelos a los republicanos disconformes para inclinar la balanza y derrotar al derechista irredento? ¿Acabó la vieja dicotomía “populismo versus república” y estamos en presencia de una nueva grieta todavía innominada? ¿Es posible una democracia entre dos extremos? Esta última pregunta es la menos formulada y la más inquietante. Imaginemos que la cadena infinita de desregulaciones operadas por Federico Sturzenegger continúan siete años más, y que al ganar alguna vez la oposición a Milei sobreviene una sistemática y larga regulación puntual en sentido contrario. ¿Es viable un país pendular y refundacional que viene cada tanto a modificar de raíz el disco rígido? Para que no queden dudas Milei dejó sentada su posición en la Conferencia de Acción Política Conservadora: “No hay lugar para quienes reclaman consenso, formas y buenos modales. Las formas son los medios, se las evalúa según su efectividad para alcanzar determinados fines. Y hoy someternos a la exigencia de las formas es levantar una bandera blanca frente a un enemigo inclemente. El fuego se combate con el fuego, y si nos acusan de violentos les recuerdo que nosotros somos la reacción a cien años de atropellos”. Las llamadas formas son las reglas democráticas y el lenguaje de la convivencia; de nuevo el fin justifica los medios, y la política es una guerra entre ángeles y demonios. Los reaccionarios lo ovacionaban de pie. Técnicamente, Chantal Mouffe lo habría aprobado. Guste o no guste, en este primer round esa táctica resultó exitosa.
09/12/2024 a las 10:09 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Un fantasma asoma en el año de Milei
Eduardo Van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
8/12/024
Por momentos da la sensación de que Javier Milei empieza a creer que el teatro de la Argentina que gobierna no posee la majestuosidad que su obra estaría mereciendo. Se siente mucho más reconocido y acompañado cuando participa de modo estelar en cumbres ultra conservadoras como la que tuvo sede en Buenos Aires. Fue una cita (Conferencia de Acción Política Conservadora) con jerarquías módicas pero que le sirvió al líder libertario para sintonizar con sus tiempos de campaña.
Milei volvió a la carga furiosa contra la clase política a la que definió como “colonia de leprosos”. Sembró enigmas sobre su modelo de democracia al asegurar que “cuantos más votos tiene una ley que aprueba el Congreso seguramente será peor para el pueblo”. Desarrolló un decálogo de acción que debería aplicarse en el planeta para la “batalla cultural”. Advirtió que “si antes no pensábamos negociar, ahora que los resultados nos acompañan, menos”.
Su autocreencia de ser considerado como uno de los dos grandes líderes mundiales contó la semana pasada con estimulantes. Fue portada de la influyente revista británica The Economist. Aventuró lecciones que podría tener en cuenta Donald Trump. También apareció un extenso artículo en la revista The New Yorker que Milei celebró con un tuit. Aunque el texto del periodista Jon Lee Anderson no fue para nada complaciente con el “león libertario”. Es lo que menos le importa. Con figurar en aquellas latitudes daría por cumplida su misión.
Milei llegó hasta este punto apoyado en dos pilares. Ordenó, aun precariamente, una macroeconomía desquiciada por el trípode de Alberto y Cristina Fernández, junto a Sergio Massa. Afianzó la idea en un sector importante de la sociedad de una pelea eficaz contra la inseguridad. Espejismo: logró reponer el orden callejero alterado por los movimientos sociales. Aplacó la virulencia de los narcos en Rosario. Pero los delitos, la violencia y las muertes se continúan multiplicando en todos los rincones del país.
El Presidente se está empezando a enfrentar a otro desafío temible que va escalando en la ponderación social: la corrupción. Esa que, según su visión, caracteriza el comportamiento de la “colonia de leprosos”. Reversión de “la casta”. Cuenta todavía con la protección que le brindan las Fuerzas del Cielo. En el escándalo que desató el intento de contrabando de dinero (US$ 200 mil) a Paraguay del senador Edgardo Kueider, detenido ahora en aquel país, la primera que salió a torearlo bajo el lema de “democracia tarifada” fue Cristina. Bendiciones.
Kueider fue electo senador en 2019 cobijado por la fórmula de Alberto y Cristina. Cuando La Libertad Avanza se impuso en el balotaje hizo una transición rápida que lo convirtió en pieza libertaria clave en el Senado. Victoria Villarruel, la vicepresidenta, lo designó titular de la Comisión de Asuntos Constitucionales. Su voto fue determinante para la aprobación de la Ley Bases. De otra forma, la titular del Senado no hubiera podido conceder una victoria crucial al oficialismo con su desempate.
En ese punto se afincó la acusación sobre “democracia tarifada” disparada por Cristina. Con la intención inocultable de asociar el episodio a la Banelco por la reforma laboral del gobierno de Fernando De la Rúa, cuya primera consecuencia fue la renuncia de Carlos “Chacho” Álvarez como vicepresidente. La salvación para Milei sería la inconsistencia moral de la acusadora. Está condenada a 6 años de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos en dos instancias del Poder Judicial. Se la responsabiliza de haber favorecido con la obra pública al empresario K Lázaro Báez. Otras guillotinas penden sobre su cabeza. El Memorándum de Entendimiento con Irán por el cual la Corte Suprema ordenó que se juzgue a la ex presidenta. Podría desnudar acuerdos millonarios con el régimen de Venezuela. A propósito, la Cámara de Casación confirmó la condena de cuatro años y medio para un funcionario cercano a Julio De Vido que acostumbraba a traer clandestinamente dinero desde Caracas. Al parecer, destinado a la campaña de Cristina en el 2007. El cuadro se completa con los Cuadernos de las Coimas, cuyo juicio arrancará recién en noviembre del 2025.
Alrededor de Kueider se dibujan sombras que provocan incomodidad en el oficialismo. El senador, con pedido de licencia después del escándalo, había trabado un vínculo cercano con Santiago Caputo. El rey de la comunicación libertaria que deslumbra a Milei. Hay tres datos que deben tenerse en cuenta. El senador votó a favor del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que proponía ceder $ 100 mil millones a la Secretaria de Inteligencia del Estado (SIDE) que conduce el caputista Sergio Neiffert. La iniciativa fue rechazada por una mayoría opositora, con un pronunciamiento expreso de Mauricio Macri.
Kueider había sido propuesto, además, para integrar la Comisión Bicameral de seguimiento de los organismos de Inteligencia. El joven Caputo le hizo un lugar en el directorio de la represa Salto Grande. En los últimos días se le asignaba la posibilidad de ser nombrado como titular en la Embajada argentina en Uruguay. Parece quedar moldeado después de un año un funcionamiento en el sistema libertario: Caputo juniors se empeña en articular sectores importantes del poder; Karina Milei, la hermanísima, coloca debajo de su paraguas a las principales figuras del Gabinete. El Presidente se encarga de sostener el equilibrio en ese “trípode de hierro” inestable donde muchas disonancias están a la vista.
El kirchnerismo olfateó cierta fragilidad libertaria y pasó a la ofensiva. Sorprendió la indignación del jefe del bloque de Diputados, Germán Martínez, por esa mochila con miles de dólares que pretendió contrabandear Kueider. Poco o nada que envidiar a las filmaciones de La Rosadita, donde se contaban millones de dólares ilegales como parte de La ruta del dinero K. O aquellos bolsos con millones de dólares que inmortalizó el ex secretario de Obras Públicas, José López. José Mayans, el titular del bloque del Senado, con la anuencia expresa de Cristina, exigió la inmediata expulsión de Kueider de la Cámara alta. Incluso pidió una sesión especial para el jueves. Distinto a lo que ocurrió con José Alberovich: los K le extendieron seis veces la licencia mientras duró el juicio por abuso sexual, que trminó con una pena de 16 años de prisión. ¿Un brote de decencia o la especulación de que, en aquel caso, la banca caería en manos de la camporista de Entre Ríos, Stefanía Cora?
En cualquier caso, el procedimiento no resultará sencillo. El senador del contrabando ha pedido licencia. Villarruel sostuvo que antes de actuar habría que esperar las decisiones judiciales. El episodio no deja de ser un bocado apetecible para el mandatario paraguayo, Santiago Peña. Hace rato que la DEA observa desde la Triple Frontera la permeabilidad de Paraguay con el lavado de dinero. El ex presidente Horacio Cartés y el ex vice Hugo Velázquez tienen bloqueado por ese motivo el ingreso al sistema financiero de Estados Unidos. Peña se esmera en mostrarse como alumno disciplinado de Washington. Aunque Kueider haya hecho junto a su secretaria otros cinco viajes anteriores este año por rutas similares sin ninguna dificultad. Milei dijo, fingiendo demencia sobre el problema, que no podía esperarse otra cosa de un senador kirchnerista. Omitió referirse, en cambio, a que lo contó como aliado crucial de su gestión en el primer año. Tal ambivalencia concede crédito a un debate en el cual el Gobierno quedó enlodado: su renuencia a aprobar la Ficha Limpia. La decisión de boicotear la sesión de la semana pasada sacando del recinto, incluso, a legisladores propios. Entre ellos, la salteña Emilia Orozco, dispuesta a aprobarla. Estalló en llanto en su despacho cuando Martín Menem, titular de Diputados, le ordenó que no ayudara al quórum.
El Presidente pareció percatarse del error. Reflejado con nitidez en trabajos de opinión pública. La consultora Casa Tres3, de Mora Jozami, reveló que 8 de cada 10 encuestados mostró su apoyo a la iniciativa. El 91% de los votantes libertarios se alinearían con esa postura. El esfuerzo oficial por salir de tal encrucijada resultó desordenado. Intentó cambiar la agenda con una cadena de anuncios: desde la crueldad de recortar medicamentos gratuitos a los jubilados hasta la fantasía vendida con pompa de arancelar la universidad a estudiantes extranjeros. Representan apenas el 4.1% del total. Luego se conchabó al abogado Alejandro Fargosi para que redactara un nuevo proyecto que, en su esbozo, reforzaría increíblemente la protección parlamentaria a cualquier condenado.
Las especulaciones concluyeron cuando el Gobierno convocó a las sesiones extraordinarias. El proyecto de Ficha Limpia no está. Tuvo razón la diputada del PRO, Silvia Lospennato, cuando presumió que la promesa que le había hecho Milei sólo era para ganar tiempo. El Gobierno quiere a Cristina, bajo cualquier circunstancia, como competidora en las elecciones del 2025. Un adicional: la Casa Rosada incluyó también el proyecto para derogar las PASO. Herramienta que desea desterrar la ex presidenta y que significaría, a la vez, un golpe letal para el PRO. Macri, ahora mismo, estaría dispuesto a desechar cualquier alianza electoral con LLA. Lo vienen frenando Cristian Ritondo, el jefe del bloque de Diputados, y Diego Santilli.
Valdría la pena volver sobre algo que dijo Milei. “Si antes no pensábamos negociar, ahora que los resultados nos acompañan, menos”. ¿Por qué habría que sorprenderse, entonces, que el Presupuesto 2025 tampoco haya sido incluido en extraordinarias? Luis Caputo, el ministro de Economía, habló en ese aspecto, con total sinceridad: “No vale la pena” porque “se corre el riesgo de sacrificar el ancla fiscal”, manifestó. Varios gobernadores y la oposición se sienten defraudados. Amenazan con boicotear las extraordinarias. Habrá que ver si tienen con qué.
La fortaleza y la discrecionalidad de Milei imperan ahora por encima de todo.
09/12/2024 a las 10:12 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Balance del primer año de Javier Milei: las dos leyes de hierro que guían sus pasos
Marcos Novaro
Fuente: TN
(*) Notiar.com.ar
8/12/024
Cuando fue electo, Javier Milei era una incógnita. No se sabía cuán dogmático o pragmático iba a ser como presidente, cuánto de extremismo iban a tener sus políticas concretas, ni siquiera con quiénes pretendería gobernar.
A medida que avanzó con su gestión, durante el año que está concluyendo, pudimos conocerlo mejor, y eso nos permite sacar algunas conclusiones generales sobre su comportamiento, identificar algo así como normas de conducta que guían sus pasos, sino siempre, al menos tendencialmente.
LAS DOS LEYES DE HIERRO DE MILEI
Primera ley de hierro mileista: cada vez que le convenga negociar y ceder para avanzar, el Presidente lo va a hacer. Afortunadamente, Milei no es propenso a las batallas inútiles, sabe lo que le conviene, tiene una aguda intuición sobre las mejores vías para construir y conservar el poder, y lo que no sabía, en este corto tiempo transcurrido en la Presidencia ya lo aprendió: ha recorrido sorprendentemente rápido su curva de aprendizaje al respecto.
Y muchos valoran que haya logrado combinar, gracias a esta disposición, la radicalidad de sus iniciativas con cierto cálculo prudencial en sus pasos concretos. Porque pudo así desmentir los temores iniciales por la ingobernabilidad a que nos condenarían un presidente inflexible y un Congreso masivamente opositor.
Y pudo también dejar en el olvido, sin mayores remilgos, sus inviables promesas de dolarización y cierre del Banco Central, así como la inflexibilidad con que encaró en un comienzo el tratamiento legislativo de la Ley Bases, los virulentos conflictos con los gobernadores por la asignación de recursos, y hasta varias crisis diplomáticas con nuestros socios externos, originadas en pruritos ideológicos y ataques personales inconducentes.
Segunda ley de hierro: cada vez que al Presidente le sobre una moneda, gane un mayor grado de libertad y tenga más recursos a su disposición, los invertirá en gobernar más solo, más discrecionalmente, y con mayor influjo de sus preferencias ideológicas extremas.
Esta segunda ley, como es fácil advertir, está en tensión con la primera. Por eso el presidente Milei tiende a funcionar mejor en un contexto de restricciones fuertes. Mientras que cuando tiene más margen para equivocarse, lo usa y se equivoca.
Es lo que estamos viendo sucede con la discusión del Presupuesto 2025: parece haber optado, definitivamente (aunque se dio un par de días más para publicarlo en el Boletín Oficial, puede que para pensarlo mejor, y ojalá lo haga), por no incluir el proyecto en las sesiones extraordinarias, en reacción a lo que considera “exigencias excesivas de los gobernadores”; siendo que lo que estos reclaman para apoyar la ley, al menos según los cálculos que ellos ofrecen, no excedería por mucho un punto del PBI.
Pero si Milei prefiere no sentarse a esa mesa de negociación es no solo por lo que implican esos recursos y él quiere ahorrarse, sino por el beneficio político que espera obtener de presentarse como un presidente que “enfrenta solo la adversidad”, y cuando triunfe, no estará obligado a compartir los laureles con nadie.
Como se ve, gobernar solo, como hizo ya en alguna medida este año, al utilizar el presupuesto de 2023, no es solo fruto de una necesidad, su reacción pragmática ante la escasez de apoyos en las Cámaras, sino el resultado de una preferencia, una apuesta estratégica. A la que piensa dar aire a partir de ahora, porque siente que tiene más apoyo de la sociedad, y logró cierto control de la economía. Usando ese apoyo y este control no para negociar en mejores condiciones con los demás partidos, sino para ignorarlos, dejarlos fuera del juego y borrarlos del mapa.
Lo que deja bastante en claro que Milei concibe la democracia de modo no muy distinto a como la concebía Cristina Kirchner: como el régimen donde manda el presidente, representando al pueblo, y los demás actores institucionales, o bien colaboran dócilmente con él, o bien son un obstáculo a remover.
Es cierto que él ha hecho profesión de fe republicana, jurando defender la división de poderes. Pero en su concepción de las cosas no hay motivos legítimos para que los demás poderes piensen distinto que él, o defiendan otros intereses. Porque el mundo es binario, está el cielo y el infierno, los buenos y los malos, los libertarios y los “zurdos de mierda”, y si queda alguien en el medio es aún peor que esos zurdos de mierda, gente que quiere confundir y hace aún más daño.
¿Qué augura la aplicación entusiasta de esta ley en el segundo año de mandato de Milei? Ante todo, un Parlamento más penoso y estéril, donde la negociación con los moderados ni siquiera se emprenda, o se frustre más frecuentemente que en 2024, y mileistas y kirchneristas usen las Cámaras como caja de resonancia para chuzarse. Como estamos viendo ya hacen desde ahora, con la edificante controversia de estos días sobre quién ha dado más cobijo y aliento a legisladores corruptos, y quién presenta el proyecto más ridículo para simular que los combate.
El problema que enfrenta Milei al querer aplicar más intensamente su segunda ley de hierro a partir de ahora, gracias a los mayores grados de libertad de que espera disponer, es que los combustibles que ella necesita no evolucionan con la misma lógica.
No solo Milei, sino cualquier presidente democrático que quiera “gobernar solo” va a tener que echar mano a dos surtidores de combustible (y de justificaciones) para alimentar sus planes: polarización y emergencia. Y mientras que la polarización, el libertario la tiene garantizada por bastante tiempo más, gracias a Cristina, de emergencia la va quedando cada vez menos, gracias a él mismo.
De allí que enfrente un problema, que pronto le va a ser imposible ignorar: si no se dio cuenta ya, se le va a hacer evidente bastante pronto que no es lo mismo querer gobernar durante 2025 sin presupuesto que haberlo hecho este año que termina; al asumir nadie o casi nadie le reprochó no haber buscado la aprobación del proyecto que había elaborado Sergio Massa para programar los gastos, ni tampoco que no presentara uno nuevo; pero que se haya negado a siquiera sentarse a negociar su plan de gastos para este año sí va a ser motivo de controversia, y por largo tiempo: probablemente se lo van a recordar cada vez que dicte un decreto ampliatorio del presupuesto 2023, ya dibujadísimo dos años atrás, antes del 600% de inflación que nos cayó encima en ese lapso, imagínense cuán inútil para el tiempo por venir.
Lo que va a agravarse si además designa por decreto a candidatos para la Corte que han sido resistidos en el Congreso. Lo que configuraría una burla a la división de poderes mucho más grave y evidente que la que en su momento cometió Macri en esta misma materia, y que sigue reprochándosele (e incluso él mismo se la reprocha).
Es cierto que el éxito económico puede actuar como agua bendita sobre casi cualquier error o abuso institucional que escandalice nuestra vida política. Pero tampoco es tan seguro que este tercer combustible le vaya a sobrar.
Milei gobernó hasta aquí una sociedad dominada por el pesimismo, con casi nulas expectativas de crecimiento; que rogaba tan solo porque alguien pusiera mínimo orden y frenara la inflación galopante.
A partir de su segundo año es probable que tenga que lidiar con una bastante distinta, que ya no tolere la inflación residual, todavía muchísimo más alta que la de cualquier país normal, y recupere expectativas y demandas olvidadas durante el último tiempo. Y como él habrá dejado de ser un recién llegado, los déficits se van a empezar a cargar a su cuenta con mucho más encono que hasta ahora.