Por Luis Alejandro Rizzi.-

Uno de los objetivos de las retenciones cambiarias, o derechos de exportación, a los productos del agro, que no significan lo mismo, tiene como finalidad evitar la suba de los precios de cabotaje.

Cuando el productor exporta a precios más rentables que los locales, no sólo dirigirá su producción hacia el exterior, sino que equiparará los precios locales a los de exportación.

En ese supuesto, la “retención cambiaria” absorbe esa diferencia de precio y al productor le resultará indiferente exportar o vender en “casa”; el precio es el mismo.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando se mantienen las retenciones, la moneda local está sobrevaluada, el precio internacional baja y eventualmente el dólar se devalúa?

La respuesta es sencilla: al productor le conviene más vender en el mercado local a un precio superior que cubra sus costos y le garantice una rentabilidad razonable.

Eso explica que, en un contexto de recontra revaluación ficticia del peso, sumado a la retención cambiaria, el productor equilibre su resultado económico incrementado los precios locales, que es lo que comenzó a pasar desde la llamada “fase 3” del ¿programa? económico del gobierno.

Es obvio que a los “excels” matemáticos que se presentaron el 4 de marzo en Olivos les faltó una columna o dos.

Es evidente que el nuevo programa cambiario es una vez más un tema de “sábana corta”.

Si el gobierno prorroga la disminución de las retenciones que vencen el 30 de junio, pondría en riesgo el equilibrio fiscal; de todos modos, a menor precio del dólar, recaudará menos dinero en concepto de retenciones, pero además perjudica al productor, cuyos costos se correspondieron con un dólar más caro en pesos.

No podemos hablar de los riesgos del negocio agrario, que son otros, clima y preciso en los mercados internacionales en cuya formación la Argentina tiene poca o nula influencia, el riesgo del productor agrario está en mercados regulados por el gobierno, como sigue ocurriendo hoy día en el mercado de cambios.

El “cepo” sólo fue eliminado para las personas físicas, no para las jurídicas o los negocios pasados o anteriores al 11 de abril, con lo que se elimina una eventual demanda de dólares que hubiera hecho subir la cotización de la moneda local muy por arriba de la banda de los 1400 pesos.

Al mantenerse el cepo para esas deudas con el exterior y facilitar el ingreso de dólares financieros, el gobierno incita al “carry trade”, el peso se revaloriza de modo artificial y, como quiere Milei, podría bajar incluso del piso de la banda de los mil pesos.

La tasa de interés encarecería el crédito y la única forma de financiar los costos sería mediante “precios” o inflación, lo que potenciaría la recesión y el incremento de la pobreza.

Paradojalmente, las retenciones con un dólar bajo serían fatalmente motor de inflación.

Daría la impresión de que a los funcionarios del gobierno y al propio Milei les falta calle y les sobra departamento.

Me hacen acordar “al gato y el zorro” de Rolando Hanglin y Mario Mactas, lástima uno, ¿no…?

Todo es para llegar a octubre.

Si el gobierno pierde la elección tendrá el “chivo expiatorio” ideal para explicar la brutal devaluación que se vendrá y, si gana, que será por poco, la culpa la tendrán los que no votaron al gobierno.

Entre tanto, el gobierno apura la famosa “ficha limpia”, el mayor favor que le podría hacer a Cristina, al convertiría en un “fantasma político”, y sabemos que a éstos les sobra picardía.

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