Por Hernán Andrés Kruse.-

El 1 de marzo el presidente Javier Milei encabezó la apertura de sesiones ordinarias del Congreso. Sus palabras fueron, como era de esperarse, un canto a la intolerancia, al agravio, a la intemperancia. Lo que más llamó la atención, o quizá no tanto, fue la masiva ausencia de la oposición, lo que hizo de ese transcendente acto institucional un acto partidario. En un momento dado, uno de los pocos diputados nacionales opositores presentes, el radical Facundo Manes, le enrostró a Milei su escaso apego por los principios de la constitución, en obvia alusión a la designación por decreto de los doctores Lijo y García Mansilla en el máximo tribunal de garantías constitucionales. Una vez finalizado el acto partidario, en el pasillo del primer piso se produjo un fuerte altercado entre Manes y el todopoderoso Santiago Caputo, quien lo fulminó con una mirada claramente intimidatoria mientras lo amenazaba con utilizar la estructura del Estado para arrasarlo.

Horas antes, en el hermano país uruguayo, asumió la presidencia Yamandú Orsi. La izquierda retornaba al poder luego de los cinco años de gobierno del dirigente de centro derecha Luis Lacalle Pou. El acto se desarrolló en paz pese a las claras diferencias ideológicas entre quien entregaba la banda presidencial y quien la recibía. Pero a diferencia de lo que sucede en Argentina, en Uruguay no existen enemigos políticos sino tan sólo adversarios. Semejante clima de tolerancia y respeto quedó en evidencia con el ejemplar discurso del presidente entrante. A continuación paso a transcribir aquellos párrafos que considero más relevantes (fuente: Subrayado-Política-1/3/025). Confieso que la lectura de las palabras de Yamandú Orsi me hizo sentir envidia.

1) “Este es un país de partidos políticos, de alternancia en el poder, de acuerdos. Un país en el que la confianza sigue siendo un elemento central para su funcionamiento. Por eso decimos que el Uruguay es un país que funciona. Así que gracias democracia, gracias República, gracias partidos políticos por hacer de este Uruguay una amalgama plural de convivencia que aún despierta su asombro en el mundo. El 24 de noviembre pasado, los ciudadanos de nuestro país me otorgaron, a través del voto, la mayor responsabilidad a la que un uruguayo puede aspirar: la Presidencia de la República. Sólo una síntesis de republicanismo con partidos políticos sólidos como la de nuestro país, pudo lograr que alguien como yo, o como ustedes, legisladores electos, que venimos del interior o de un barrio de la capital, que somos trabajadores, profesionales o empresarios, podamos acceder por decisión de la ciudadanía a estos honorables cargos, y podamos andar por nuestras calles libremente”.

2) “Así como no hay República, ni libertad, ni convivencia pacífica sin democracia, tampoco hay democracia sin partidos políticos; bien sabemos que tenemos que atesorar esta construcción en tiempos donde proliferan las expresiones de antipolítica y las lógicas excluyentes. Seamos siempre adversarios, pero nunca enemigos. Y alejémonos todo lo posible del cinismo y la frivolidad, para no tener que lamentar el descreimiento en la política y sus consecuencias. Corresponde entonces agradecer a los partidos políticos de mi país, vasos comunicantes de la democracia con el pueblo, estructuradores de los debates civilizados, garantizadores del pluralismo democrático, vacuna contra los excesos surgidos del mesianismo. Los uruguayos siguen votando por referencias e identidades partidarias, más que por candidatos individuales, por más destacados que parezcan. Corresponde también agradecer a los ex presidentes aquí presentes: Julio María Sanguinetti, Luis Lacalle Herrera y José Mujica; a los que desgraciadamente no están entre nosotros: Jorge Batlle y Tabaré Vázquez; y al presidente saliente, Luis Lacalle Pou, a todos ellos, por sostener y alimentar esta reconstrucción democrática de manera ininterrumpida durante cuatro décadas”.

3) “Podremos discrepar en los instrumentos para lograr un mayor reparto de los frutos del trabajo nacional, una política muy relevante para nosotros, pero no vamos a ignorar las reglas de funcionamiento de la economía que Uruguay mantiene desde su restauración democrática. La acumulación positiva también trasciende fronteras, porque Uruguay es reconocido en el mundo por su vocación de paz, su incansable brega en pos de la solución pacífica de los conflictos y por ser una tierra fraterna y hospitalaria con los migrantes de todas las latitudes. Para continuar ese camino será necesario mucho diálogo, mano tendida y capacidad de comprender las distintas sensibilidades que expresa nuestra comunidad. Y no me refiero sólo a las sensibilidades partidarias, sino también a las sociales, culturales, geográficas, étnicas, de género, entre otras. No llegamos al gobierno con la lógica de imponer. Personalmente me revelo contra ese supuesto país de las dos mitades, donde la mitad que gana recurre al orden y mando, y la otra mitad debe estar poco menos que condenada a obedecer bajo protesta. Sepan que nunca supe llevarme muy bien con los muros, tampoco con los ideológicos. No provenimos del clavel del aire, es cierto. Llegamos en representación de un partido político que mantiene, desde hace décadas, principios y valores puestos a prueba, incluso, en las circunstancias más trágicas”.

4) “Llegamos, también, con el mandato ciudadano de cumplir un programa, una orientación específica de gobierno, que aspira a revertir los problemas urgentes que padecen sectores importantes del pueblo uruguayo. Pero no llegamos, no volvemos, con la verdad revelada, con la respuesta perfecta a todos los problemas, ni tampoco con el afán de cobrar cuenta alguna. Dijimos y repetimos en la campaña electoral que no llegaríamos al gobierno con un espíritu refundacional, pero sí con la certeza de que las causas de nuestro pueblo no admiten la menor demora. No comienza un tiempo de refundación, sino uno de nuevas propuestas y de construcción permanente. El país necesita recuperar una senda de crecimiento que genere, a partir del desarrollo más intensivo del conocimiento y de la inversión, no sólo mayor cantidad, sino también, calidad de trabajo; que permita un piso de dignidad salarial y, con ello, una mejor distribución del ingreso. Los pilares del Uruguay productivo están sustentados por su pasado, por su presente y su futuro: el Uruguay ganadero que viene desde nuestros orígenes, el Uruguay con su soberanía y sustentabilidad energética, y el Uruguay de la ciencia, la investigación y la innovación como pilares para el desarrollo y su contribución a una economía basada en el conocimiento”.

5) “Sobrevuela un concepto de libertad ultra individualista que predica el predominio del más fuerte. Nunca será esta nuestra noción de libertad. La libertad individual en la que creemos es en clave de convivencia e igualdad de oportunidades en los aspectos esenciales de la vida. ¿Cuánta libertad puede ejercer o gozar un compatriota que tiene que peregrinar semanas por un centro de salud para conseguir sus medicamentos? ¿Cuán libre es quien padece serios problemas de vivienda o de trabajo? ¿Cuánto, las mujeres que se sienten violentadas en la calle o puertas adentro de su hogar? ¿Qué libertad individual plena puede ejercerse en medio de la desigualdad colectiva? Ya la historia comprobó el error (u horror) de sacrificar la libertad en aras de una supuesta igualdad. No incurramos en la falacia contraria. Queremos encabezar un gobierno que también se caracterice por el principio de humanidad. El sentido humano será el espíritu con que se aborden las soluciones a los distintos problemas del país, pero también el modo de ejercer el servicio público, de poner oído ante cada problema o angustia de nuestro pueblo, de entender al que piensa distinto. El sentido humano como el más común de los sentidos de un gobierno. No podemos ser indiferentes ante el dolor de ningún compatriota. Hace 200 años Uruguay comenzaba a forjar su destino, desde aquel primer grito de independencia hasta la república que actualmente conocemos”.

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