Por Paul Battistón.-

Nos empecinamos en tratar de ponerle fecha, nombre o motivo durante todo el siglo XX a una nueva Edad histórica, convencidos de que los acontecimientos técnicamente significativos como desatar el átomo, poner un pie en otro mundo o empequeñecer el planeta con una red de conexión inmediata lo ameritaban como puntos singulares para el comienzo y título de la misma. Sólo que no miramos hacia atrás con la suficiente atención, los cambios de Edad histórica pasados quedaron atados a cambios políticos paulatinamente perceptibles en lo instantáneo pero notoriamente marcados en la perspectiva de la distancia prudencial.

Todo va más rápido, las perspectivas se acortan, nos distraemos con lo técnicamente sobresaliente, pero la política, la que se lleva la división de las edades históricas, se sostiene a su ritmo.

La precisa imprecisión de la caída de un imperio marcó el fin y comienzo de edades históricas adyacentes, la antigua y la media. La caída de la segunda parte de ese imperio en 1453 es propuesto como el pasaje a la siguiente edad histórica. Otros prefieren ver ese cruce a la Edad moderna (¡qué alivio…!) en 1492, a partir de la incorporación de un nuevo continente y las implicancias de ese hecho en la política que es la que finalmente determina las características generales y comunes para que ese tramo de historia sea visto como una unidad. Casi 50 años entre ambos posibles inicios asignados a la era moderna, uno da claramente una idea de final con una mirada hacia el pasado, la otra una clara mirada hacia delante de novedad absoluta e inevitable.

No hay nuevos espacios para descubrir pero la política, incorporando el ejercicio de la misma de una forma occidentalmente funcional en territorios más orientales, ha obligado a provocar un giro de 180º (literal) ubicando el frente principal de cambio en sentido contrario. Hay un cierto paralelismo a ese lapso indeciso de 50 años para el cambio hacia la edad moderna. Una Unión Europea que se debilita sin mirar el futuro (o casi mirando al pasado) y el nuevo horizonte de China (y pronto India) creando futuro.

El desequilibrio veloz causado por China ha obligado a Donald Trump, quien aún entiende que la subsistencia está atada a una carrera por el podio de primera potencia a dar la espalda a Europa (por lo menos la que se ha quedado en el pasado). Donald Trump es hijo dilecto de esa política de triunfo que nunca se resigna. Nada es su culpa, es el rumbo que el planeta ha tomado, las circunstancias por ahora lo sobrepasan, salvo en el entendimiento y uso de las reglas que el escenario le impone para sobrevivir.

Este giro del centro de la política puede que sea el inicio de una nueva etapa de esas que llevan el nombre de Edad. Obliga a Trump a mantener la existencia misma de EEUU, que sólo puede ser concebido como primera potencia para lo cual da sus espaldas a lo que antes era el centro del mundo, lo que significa entre otras cosas evitar que su riqueza se siga invirtiendo o esfumando en conflictos a la vieja usanza como Europa supo encender en sus internas ideológicas.

El relajamiento ante tendencias de moderación socialista, la irracionalidad wokista llegada como corrección política, la ingenuidad de una dependencia energética del antiguo matón del barrio y finalmente como postre una actitud sumisa frente a una destrucción (intromisión) cultural convierten a Europa en una costosa y engorrosa socia, siempre dispuesta a presentar quejas.

La intromisión cultural no se ha convertido en una nueva invasión de bárbaros sólo porque Erdogan se divierte midiendo a su Turquía en su capacidad de contención volumétrica. A las espaldas de Turquía había cristianos, eran armenios. A su frente hay cristianos, son europeos.

El karma de Ukrania es tener un yin y un yan donde el blanco y el negro son confusos, quizás sean celeste y amarillo como su bandera, una indefinición donde todo lo que es bueno puede volverse malo y viceversa. Los aliados convertirse en enemigos y los enemigos en garantes de su existencia pero a un alto costo, la segunda guerra es un premonitorio recuerdo, no fueron queridos por nadie pero murieron por la libertad. La supervivencia del país ante una política que gira hacia el sentido contrario del globo y hacia el tiempo contrario donde los conflictos deben ser apagados quizás sólo sea posible bajo las condiciones de Trump y los intereses económicos de EEUU. Los combatientes se agotaran, también la popularidad de Zelensky y con más certeza aun el flujo de financiación de un conflicto inacabable que sólo pondrá a punto nuevamente al matón del barrio que se sentirá con capacidad para atravesar otras fronteras sin dificultad.

Ya no es el momento oportuno para que la guerra de Ucrania exista, tampoco es óptimo defender la clase de libertad europea que los ucranianos indirectamente se han puesto al hombro. La libertad depende en este giro ahora de que la primera potencia mundial sea la portadora de los valores occidentales y judeocristianos.

En su primer mandato Trump cometió el error (muy semejante al que llevó a Macri al fracaso) de confiar y hacer pleno uso de un sistema que estaba contaminado y que subrepticiamente jugaba en su contra. Tras 4 años de Biden y la abierta aceptación del wokismo como política de estado, Trump sólo tiene posibilidades de éxito destruyendo el sistema contaminado existente (nuevamente a semejanza de su par argentino). Todo este acomodamiento para ponerse en condiciones de llevar adelante los desafíos que el nuevo escenario corrido hacia occidente (hasta alcanzar oriente por el lado contrario) pone como afrenta al continente apartado llamado América.

La cantidad de personas ricas en China iguala a la cantidad de habitantes de EEUU, lo que pone en claro que la democracia ya no es exactamente lo que coincide con el bienestar y el progreso. El funcionamiento exitoso de la economía en base a las leyes del mercado es una cuestión que finalmente ha sido entendida por los antiguos obsoletos y opresivos comunismos. Trump deberá parecerse forzosamente a Xi Jinping en esta guerra por la obtención de éxitos en el camino al podio de primera potencia. América en su todo, es el territorio en el que se pondrá la atención de preservación de lo occidental, la dificultosa Europa permisiva, indirectamente lo incentiva e indirectamente ésta es una oportunidad para quienes sintonicen con Trump y entiendan el giro del escenario.

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