Por Hernán Andrés Kruse.-
El presidente de la nación está convencido de que el único liberalismo verdadero, legítimo, es el profesado por los popes del anarcocapitalismo (Mises, Hayek, Rothbard y Benegas Lynch). El liberalismo, afortunadamente, no se agota en los pensadores recién mencionados. Existen muchos otros que conciben el liberalismo de otra forma, tan legítima y válida como la libertaria. Uno de esos autores es John Rawls, quien fue profesor de filosofía política en la Universidad de Harvard durante décadas. Su obra más relevante es “Teoría de la justicia”, en la que expone con meridiana claridad su concepción del liberalismo y de una de sus ideas medulares: la justicia social.
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Sergio Néstor Osorio García (Docente del Departamento de Humanidades, -Universidad Militar Nueva Granada, Bogotá, Colombia) titulado “John Rawls: Una teoría de justicia social. Su pretensión de validez para una sociedad como la nuestra” (Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, Bogotá, 2010). Al final de su escrito, el autor se formula una pregunta que bien podría ser formulada por los argentinos: “¿por qué en un país tan desigual como el nuestro, una teoría de la justicia social como la rawlsiana no ha tenido la consideración y el estudio que se merece?” La respuesta se cae de madura: para que la desigualdad siga vivita y coleando.
UNA PROPUESTA DE JUSTICIA SOCIAL
“En realidad, como lo reconoce el mismo Rawls, existen muchas formas de justicia y muchas cosas de las que decimos que son justas e injustas. Así tenemos las leyes, las instituciones y las actitudes y disposiciones de la personas, pero de todas ellas a él le importa una forma de justicia: la Justicia Social: “Nuestro tema es de Justicia social. Para nosotros el objeto de la justicia es la estructura básica de la sociedad, más exactamente, el modo en que las instituciones sociales más importantes distribuyen los derechos y deberes fundamentales y determinan la división de las ventajas provenientes de la cooperación social. Por instituciones más importantes entiendo la Constitución Política y las principales disposiciones económicas y sociales”.
Si miramos con detenimiento la cita anterior podemos descubrir que el problema central de la Teoría de la Justicia no es otro que el problema de la filosofía política en los momentos actuales, a saber: la fundamentación racional de las bases de la convivencia social y política. O si preferimos, con palabras más técnicas del lenguaje filosófico y político, el problema de la legitimación del orden político, siempre y cuando nos parezca válida la empresa de la modernidad política, que consistía en la búsqueda de una guía normativa mínima, es decir, racional, capaz de servir de punto de referencia para el enjuiciamiento ético de las instituciones y la práctica política.
Dicho de otra manera, el problema central lo podemos formular a partir de las siguientes preguntas: ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad y los límites de una justificación racional de las teorías políticas y de los presupuestos normativos de la sociedad? Entendiendo esta -la sociedad- como un sistema de cooperación que se dirige a la satisfacción óptima de los intereses de todos y cada uno de sus miembros: ¿Cómo llegar a un acuerdo sobre los principios que pueden organizar nuestros desacuerdos, nuestros intereses personales, que se encuentran en nuestra convivencia social en permanente conflicto? Se trata, como dice Rawls:”De una teoría diseñada para un tipo de objeto específico: la estructura básica de la sociedad, las instituciones sociales, políticas y económicas de una democracia constitucional moderna. Para ello: Examino solamente los principios de justicia que regularían una sociedad bien ordenada…, (preguntándome) ¿Cómo sería una sociedad perfectamente justa?”
De lo anterior podemos concluir que la sociedad, tal y como funciona, no obedece a los criterios de justicia; antes, por el contrario, da rienda suelta a los intereses personales por encima de una concepción pública de justicia que permitiría, según Rawls, la asignación de derechos y deberes en dichas sociedades, por un lado, y la justa distribución de los beneficios y las cargas de la vida cooperativa, por otro.
¿Por qué para Rawls las sociedades modernas no están bien ordenadas? La razón fundamental no la encuentra en el «egoísmo natural» que habita en los hombres -doctrina que sostienen los utilitaristas-, sino en que no hemos sido capaces de llegar a acuerdos en una posición razonable para todos. Esta posición razonable para todos, que no es únicamente racional, sino también razonable, es, a mi manera de entender, el punto central de la investigación rawlsiana y la encontramos a lo largo de toda su producción teórica bajo el nombre de «Posición Original».
Se trata, entonces, de buscar una teoría moral que sea congruente con una comprensión profunda de nosotros mismos en tanto seres racionales y razonables y que, además, nos permita encontrar en las tradiciones arraigadas de nuestra vida pública lo más justo para todos. Esta es, entre otras, la novedad y originalidad de nuestro autor. Buscar y hallar el punto de vista moral o, si se prefiere, la satisfacción óptima de los intereses de todos los que hacemos parte de una sociedad desigual no es fácil, e incluso, dada las situaciones reales y la violencia que nos azota en un país como el nuestro, parece ilusorio y, sin embargo, Rawls se esfuerza en encontrar dicho punto de vista: “Aquí el concepto intuitivo es que esta estructura (la estructura básica de la sociedad) contiene varias posiciones sociales y los hombres nacidos en posiciones sociales diferentes tienen diferentes expectativas de vida, determinadas en parte, tanto por el sistema político como por las circunstancias económicas y sociales. De este modo las instituciones de una sociedad favorecen ciertas posiciones sociales frente a otras. Estas son desigualdades especialmente profundas… y sin embargo, no pueden ser justificadas apelando a las nociones de mérito o desmérito. Es a estas desigualdades de la estructura básica de la sociedad, probablemente inevitables, a las que deben aplicar en primera instancia los principios de la justicia social. Estos principios regulan, pues, la selección de una constitución política y los elementos principales del sistema económico y social”.
Se trata, en últimas, de pensar, de reflexionar -así sea hipotéticamente, como lo hace Rawls- una sociedad en la que los hombres «libres e iguales» podamos vivir justamente. ¿Puede existir acaso una utopía más grande y excitante que esta? ¡No lo sé! Pero para Rawls, como para los que aún soñamos un mundo otro, ciertamente no”.
UNA RECONSTRUCCIÓN DEL CONTRATO SOCIAL
“En el prefacio de la obra en mención, Rawls afirma que: “Lo que he tratado de hacer es generalizar y llevar la tradición del contrato social representada por Locke, Rousseau y Kant a un nivel más elevado de abstracción… Mis ambiciones respecto al libro quedaran completamente realizadas si permite ver claramente los principales rasgos estructurales de una concepción alternativa de justicia (alternativa al utilitarismo y al intuicionismo, desde luego) que está implícita en la tradición contractual”. Esto significa que para Rawls la sociedad es posible y necesaria en tanto asociación de personas que reconocen ciertas reglas de conducta como obligatorias en sus relaciones, y que en la mayoría de las veces actúan de acuerdo con ellas. Además, supone nuestro autor, que dichas reglas caracterizan y definen un sistema de cooperación que promueve el bien de quienes hacen parte. En el fondo la sociedad justa es la sociedad alcanzada por personas libres e iguales que se ponen de acuerdo mediante una «posición original». Acuerdo que hace ventajoso, para todos, el principio de libre asociación y cooperación.
La sociedad, así entendida, se caracteriza entonces por un conflicto permanente: de un lado, lleva a una identidad de intereses personales, en tanto que la cooperación social hace posible el acceso para todos los cooperantes de una vida mejor a la que pueden tener mediante esfuerzos aislados, pero por otro lado, trae implícito un conflicto en tanto que las personas no son, de manera alguna, indiferentes respecto de ¿cómo han de distribuirse los mayores beneficios producidos por la cooperación? Por esta razón se requiere, según Rawls, de unos principios que determinen los derechos y deberes de dicha asociación, como la distribución justa de la «ganancias». “El problema fundamental de una teoría de la justicia reside en la necesidad de buscar los principios más adecuados para realizar la libertad y la igualdad, una vez que la sociedad es concebida como un sistema de cooperación entre personas libres e iguales”.
Visto esto desde la tradición contractualista sólo serán válidos aquellos principios que no violen la dignidad de la persona, es decir, la libertad y la igualdad, y que sean elegidos dentro de las condiciones formales que caracterizan dicho acuerdo. Se trata, dice Rawls en su artículo de 1985, de una concepción política y no metafísica de justicia. Los principios no serán dados anticipadamente, ni tienen un carácter eterno y ahistórico, sino que serán producto de un «acuerdo reflexivo».
La tarea de una teoría de la justicia social la podemos plantear siguiendo dos momentos consecutivos o, como gusta decir Rawls, lexicográficos (seriales): en un primer momento se deberá esclarecer las condiciones de posibilidad para que se escojan los principios de la justicia como equidad, y en un segundo momento se deberá mostrar cómo esos principios de justicia como equidad y los presupuestos básicos sobre los que se asientan (racionalidad procedimental o argumentación racional y razonable) son congruentes con aquella concepción que intuitivamente los miembros de dicha sociedad comparten.
En este orden de ideas, la teoría de la justicia se entronca con la teoría de la decisión racional: “El mérito de la terminología contractual es que transmite la idea de que se pueden concebir los principios de justicia como principios que serían escogidos por personas racionales, y de que las concepciones de justicia se pueden explicar y justificar de esa manera. La teoría de la justicia es una parte, quizá la más significativa, de la teoría de la elección racional. Más aún, los principios de justicia se ocupan de las pretensiones conflictivas producto de las ventajas obtenidas por la cooperación social; se aplican a las relaciones entre varias personas o grupos. La palabra «Contrato» sugiere tanto esa pluralidad, como la condición de que la división correcta de las ventajas tiene que hacerse conforme a principios aceptados por todas las partes. Lo contractual connota el carácter público que es condición de los principios de justicia. Es característica de las teorías contractuales el subrayar la naturaleza pública de los principios políticos… Así entendida la cuestión, tenemos que averiguar qué principios sería racional adoptar dada la situación contractual”.
12/12/2024 a las 8:38 AM
No seas bruto Kruse, no se escribe Rawls ¡es John Rawnsley!.
¡Como vas a amputarle el apellido!
https://www.youtube.com/watch?v=0Y_FdDj-Htg
12/12/2024 a las 9:37 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Entre el entusiasmo y el insulto
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
11/12/024
Tal vez lo mejor del discurso de este martes por la noche del Presidente haya sido la descripción del país destruido que le tocó. No hubo anuncios concretos, salvo el que dio cuenta de que no habrá gastos nuevos ni mayores ni excepcionales en el próximo año electoral. Y el de que enfrentará las elecciones legislativas de 2025 con los dirigentes que coinciden con él. ¿Cerca de Pro? ¿Lejos de Pro? Ninguna respuesta podría ser cierta por la vaguedad de sus palabras. Hiperbólico como siempre, hizo tantas alusiones a su condición de actor novedoso de la historia de la humanidad y de la historia nacional que habría que comenzar a escribir una enciclopedia nueva solo dedicada al mileísmo. Acertó, con todo, cuando mencionó, sin extenderse demasiado, en el cambio cultural en la sociedad argentina que detectaron las encuestas. La última medición de Poliarquía señala que solo un 39 por ciento de los argentinos considera grave que Milei quiera reducir al mínimo el Estado. Esto es: el Estado no le importa a la mayoría de los argentinos. Es el resultado de los excesos cometidos por lo que él llamó otra vez la “casta”. Los extremos del péndulo son siempre malos: ni en la extinción del Estado ni en su conversión en un dios profano radica la solución nacional. Y le estaba hablando a una sociedad que escuchó históricamente manifestar a sus dirigentes (peronistas, radicales o militares) que el Estado era un actor protagónico de la vida de cualquier argentino. El Estado nacional llegó a tener tanta presencia en la economía que solo fue comparable, hasta los años 90, con los países de la antigua órbita soviética.
El Presidente podría haber sido más benévolo con sus críticos y también con los periodistas. Está en su mejor momento desde que accedió al poder o está en las mismas condiciones políticas de hace un año. No es una conquista menor cuando hizo un monumental ajuste de las cuentas públicas. Si es el mayor ajuste en la historia de la humanidad, como él lo retrató, dejémoslo al estudio de los que tienen tiempo para repasar al menos los más de 2000 años que pasaron desde el nacimiento del cristianismo, aunque la crónica de la humanidad comenzó mucho antes. Lo cierto es que según ese último informe de Poliarquía, publicado por LA NACION el último domingo, Milei conserva un 56 por ciento de imagen positiva y destacó que el mismo porcentaje de argentinos cree que la situación mejorará dentro de un año, aunque ahora no esté bien. ¿Por qué? ¿Por qué la sociedad es tan comprensiva con el jefe del Estado? La inflación bajó. Ese es el principal capital político de Milei. Quizás se deba también a la simple razón de que por primera vez en los últimos cinco años una mayoría social tiene la certeza de que mañana será igual que hoy. A estas alturas, los argentinos no esperan mayores progresos ni grandes victorias. Solo se conforman con satisfacer las necesidades más elementales de cualquier ser humano.
Esa medición le señala al Presidente también una advertencia seria: el 71 por ciento de los consultados (un porcentaje enorme) no está de acuerdo con su estilo agresivo de dirigirse a sus opositores o críticos. Es la primera vez que aparece una notificación de esa manera cuando gran parte de la política creía que Milei expresaba, con sus modos provocadores y belicosos, a una sociedad igualmente enojada con todo. Anoche se cansó de despotricar contra la “casta” y lo llamó “degenerado fiscal” a Sergio Massa, aunque solo lo aludió, no lo nombró. La casta abunda en su lenguaje. ¿Y Daniel Scioli, que está a su lado? ¿Y Ariel Lijo, el juez más criticado promovido a miembro de la Corte Suprema? ¿Y la rémora de sus conmilitones para aprobar la ficha limpia en la Cámara de Diputados? ¿No son esas personas y esas actitudes parte de la vieja casta? Milei no se detiene en eso. Lo nuevo o lo disruptivo para él es todo o todos los que suscriben sus posiciones, sin hacer excepciones, sin advertir grisuras. Señaló a “periodistas, gremialistas y políticos” como parte de statu quo; es decir, como miembros de la abominable casta. Tampoco hizo excepciones con el periodismo, esos “esbirros” de la casta, según su último insulto. Los muchos periodistas que creen en él devotamente deberían sentirse ofendidos. ¿Para qué pasarse el día hablando de las virtudes de Milei si terminarán mezclados con los periodistas más independientes? ¿Para qué, si para Milei solo existe el mal periodismo o el periodismo que sirve a intereses particulares? Es el discurso que lo emparenta extremadamente con el kirchnerismo. Una contradicción recurrente del Presidente es que hace un panegírico perpetuo de la libertad, pero la libertad existe también para los esbirros, según la convicción de los liberales auténticos.
Fue una lástima que cuando habló del fin de los piquetes se haya referido solamente a un problema de seguridad. Su ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, hizo un aporte tan importante como Patricia Bullrich cuando los impugnó moralmente a los dirigentes piqueteros. Muchos de ellos terminaron procesados por la Justicia por haber convertido la ayuda social en un negocio personal. En otro orden de cosas, insistió con la futura desaparición del Banco Central (¿Para qué? ¿Por qué?), pero no prometió la dolarización como en otros momentos. Habló de “competencia de monedas”, que no es lo mismo que la dolarización. Y también anunció formalmente algo que se había mencionado últimamente como una versión: que impulsará un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. Deberá prepararse para una batalla larga con los empresarios locales, que detestan cualquier acuerdo de libre comercio, pero más aún con los Estados Unidos.
Una frase que significó una buena descripción fue la que señaló a oficinas del Estado como “aguantaderos de la militancia”, obviamente kirchnerista. Esa es la consecuencia de las demasías políticas del kirchnerismo, que creía que de esa manera se perpetuaría en el poder. Sucedió todo lo contrario, como vemos en las encuestas más recientes: la mayoría social le perdió afecto al Estado por esos desmanes políticos. Milei debería cuidarse también de no caer él en la suposición, siempre equivocada, de que el poder llegó para quedarse. Tal notificación es oportuna porque se lo escuchó al Presidente repetir que algunas de sus políticas o de sus logros son definitivamente inmodificables. Nada es para siempre en la vida pública.
La escenografía televisiva fue un hecho raro, aunque no inesperado. Respetó el extraño organigrama del Gobierno, en el que la hermana del Presidente, Karina Milei, es la segunda persona del Poder Ejecutivo después del jefe del Estado. Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, es la tercera persona en ese organigrama. Milei les agradeció a sus ministros, pero solo mencionó con precisión a su hermana, de quien dijo que el país le agradecerá sus aportes a la buena administración. Confirmó, de esa manera, que gobierna una diarquía integrada por los dos hermanos Milei. Fue la primera vez que lo hace público. No estuvo, a todo esto, la vicepresidenta, Victoria Villarruel, quien forma parte del Poder Ejecutivo, aunque presida el Senado. Fue su compañera de fórmula y su amiga cuando sólo ellos dos representaban a La Libertad Avanza en la Cámara de Diputados. Milei pudo con la inflación y con el déficit, en efecto, pero es impotente para dominar su propio temperamento, duro y hostil.
12/12/2024 a las 9:40 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei y el personalismo más exacerbado en 41 años
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
11/12/024
Javier Milei llegó a su primer año de gobierno con una comodidad impensada. En especial, cuando se rememora el punto de partida. Un líder que afloró de la nada, que saltó del panelismo televisivo a la Casa Rosada, sin dominio de territorio, inexperiencia de poder y escasísima representación institucional. Entre dos hitos imaginarios habría sabido imponer, al menos, un par de condiciones.
La primera fue la sorpresa de su irrupción, prolongada también en la manera de manipular el poder. Con pasillos internos muy estrechos para la toma de decisiones. La segunda novedad la constituye la velocidad con que talló un personalismo poderoso y absorbente en la escena política. Una cosa puede haberse encadenado con la otra.
Aquella característica no representa, en verdad, una novedad en la política argentina. Se trata de una práctica política emergente de la cultura dominante en la sociedad. En esas raíces existe mucho de peronismo. Con pinceladas de la Unión Cívica Radical. La plataforma existente le ha servido a Milei para convertirse en el presidente con mayor sesgo personalista de los 41 años de la democracia recuperada. De allí la forma vertical en que recoge apoyos de la pirámide social.
Aquella cultura dominante ha tenido otras expresiones a lo largo del tiempo de la pos dictadura. Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Néstor y Cristina Kirchner. Pero todos estuvieron amarrados dentro de un orden político precedente. Las pertenencias partidarias, la geografía política y las referencias institucionales guiaron a esos caudillos. Cristina fue la que pretendió pulverizar los límites en su segundo mandato cuando colonizó el Congreso e intento hacerlo, además, con el Poder Judicial.
El contexto respecto de Milei resulta ahora totalmente distinto. El líder libertario accedió al poder sin la existencia de un orden político precedente. Voló por el aire el mismo día de su victoria electoral. El Presidente sufrió la falta de dominio territorial y la escasa representación parlamentaria. La fue sustituyendo al colocar el eje de la vida pública alrededor de su persona. La Libertad Avanza le importó poco, más allá de la premura que tenga ahora, junto a su hermana Karina, para construir una organización que le permita afrontar las legislativas del 2025. Al Congreso recurrió en situaciones extremas. Con el Poder Judicial recién está meditando si juega o no una carta muy controvertida: la designación por decreto de los jueces Ariel Lijo y Manuel García Mansilla para integrar la Corte Suprema.
Tan ostensible asoma el vínculo entre personalismo-sistema que, superando cualquier antecedente, incluso con holgura el tumultuoso arranque de Menem, el gobierno libertario lleva concretados más de un centenar de cambios en 365 días de gestión. En el gabinete y las principales estructuras del Estado. Varios funcionarios han estado dos o tres días en sus cargos. Fueron echados o pasaron a otra dependencia.
Milei ha sabido como pocos, al menos en un solo año, ejercitar la mecánica comunicativa clásica que suele caracterizar a los liderazgos personalistas exacerbados. Cristina fue, en ese aspecto, precursora, pero optó por una forma institucional, abusiva, (las cadenas nacionales) para tender el puente imaginario sin intermediaciones entre el caudillo y la sociedad. El líder libertario duplicó la apuesta. También estableció una comunicación directa con sus seguidores. Añadió el activismo de las patrullas digitales para fortalecer el mensaje y convertir en enemigo cualquier pensamiento disidente. Ambas experiencias comparten un foco común: la descalificación del periodismo tradicional que no tiene aún la propensión de analizar la realidad enredando las categorías de la historia con la fascinación de un celular.
En ese recorrido se abre un debate en torno a la manera presidencial de comunicar. Milei acostumbra a ser insultante y prepotente con aquellos con quienes no comulga. Sean personas (“la casta”) o instituciones (el Congreso). Los senderos interpretativos se bifurcan. Sectores de la oposición señalan que se trataría de un problema de estilo. Circunscripto a la personalidad del mandatario. Puede que así sea. Las dudas afloran, sin embargo, por dos razones: el desprecio que dispensa Milei a la política, nutriente de toda democracia; el vacío que hay sobre su pensamiento público en torno a tal sistema. La prédica libertaria, en ese terreno, no significa ni garantiza nada.
Precisamente la última encuesta de la consultora Poliarquía revela que un 71% de los consultados considera “muy grave o bastante grave” que el Presidente utilice aquella manera vehemente de comunicar. Se trata, en volumen, de la mayor objeción popular que está acumulando Milei. Superior a otras de fuerte impacto público y contenido social. Un trabajo de Managment & Fit apunta las cinco medidas que mayor contrariedad causaron. El veto a la reforma jubilatoria, la liberación de precios, la ley Bases y el paquete fiscal, el veto a la ley de financiamiento universitario y la baja de algunos planes sociales. Ninguna alcanza aquel nivel de rechazo sobre su estilo hostil.
Dicho formato es parte crucial de la narrativa mileista. Que envuelve su accionar en la que denomina “batalla cultural”. Detrás de esa proclama con épica oculta sus luces y oscuridades. A la columna vertebral del éxito parcial que va jalonando Milei no habría que buscarle argumentos sofisticados. Reparemos otra vez en el trabajo de Managment & Fit. El control inflacionario asoma determinante dentro de las cinco medidas mejor ponderadas. Las restantes, en este orden, son: la baja del gasto público, el recorte de empleados estatales, la quietud del dólar y la recuperación del orden en la vía pública.
Parecería aconsejable, de acuerdo con experiencias conocidas, que el Gobierno no confunda las cosas. El kirchnerismo martilló por décadas con “la batalla cultural” que, también como en el caso actual, incluye a los medios de comunicación. Ese relato fue perdiendo consistencia a medida que la economía empezó a descascararse. Correspondió al segundo mandato de Cristina. El derrumbe sobrevino con el laboratorio de Alberto Fernández. La principal oposición se ha quedado ahora huérfana de poder y de una construcción narrativa. En un año no ha sido capaz de replicar a Milei con una fórmula distinta a la presente –que da dividendos– para combatir el alza de los precios.
Otro trabajo de opinión pública, de Jorge Giacobbe, refleja la omnipresencia de Milei en la vida nacional. Ante una pregunta ingeniosa y provocadora sobre con quien le gustaría pasar las fiestas que se avecinan, una mayoría se dividió en parte iguales entre Milei y la palabra Nadie. Registro que la oposición no debería soslayar.
Ese paisaje sembraría interrogantes si no fuera posible en el futuro reponer algunos equilibrios del sistema. Milei gobernó su primer año orillando los límites. Quizás fue lo que indujo a Juan Carlos Maqueda, integrante de la Corte Suprema hasta fin de mes, a deslizar la idea sobre que existirían “nubarrones en torno a la democracia”.
El Presidente ha hecho conocer a los argentinos el capítulo inicial de una experiencia política inédita. Ya no se trata, como hace un año, de una tierra desconocida. Aunque nunca se sepa que puede encontrarse después del próximo alambrado.
12/12/2024 a las 9:43 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei y sus doce apóstoles: por qué nada fue casual en la cadena presidencial
José Del Río
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
11/12/024
El Presidente le dedicó un día completo a escribir su discurso. Lo hizo en dos tiempos. Una parte en diálogo con Santiago Caputo, su asesor principal, y otra con ayuda de cada uno de los ministros de las áreas a las que se refirió. Estaba exultante. El objetivo era enumerar los principales logros, empatizar con el esfuerzo de un año de ajuste y proyectar lo que viene para 2025.
Desde hace días viene leyendo cada uno de los relevamientos de opinión pública y las variables económicas con las que concluye el primer año de gestión, y está convencido de que era el momento para situar expectativas para el año que comienza.
La puesta en escena con sus doce apóstoles, como la describió uno de los hombres de las fuerzas del cielo, tampoco fue casual. Las tomas, las posiciones y los lugares estuvieron delimitados al detalle. Al igual que el orden de las palabras, que arrancó con la superficie en la que se siente más cómodo: la economía.
El 56% de la población aprueba su gestión, según el último relevamiento de Poliarquía. La mayoría de quienes lo hacen sustentan su razonamiento en cinco palabras: “Esperanza, sorprendente, ajuste, excelente y orden”, según el mismo estudio. Su discurso incluyó un agradecimiento a los “ciudadanos de a pie”, a quienes prometió que el esfuerzo “no será en vano” y que “la recesión terminó”. Hizo referencia al orden que supone el fin de los piquetes y centró el año próximo en un futuro cada vez mejor para el que se auguran “tiempos felices”, según sus propias palabras.
Tanto él como sus asesores saben que para la mayoría de sus votantes de poder adquisitivo bajo esa es la demanda principal: “Que el esfuerzo valga la pena”. A ellos les envió un mensaje directo.
LA CASTA Y LOS POLÍTICOS, A ESCENA
Tampoco fue casual cuando se distanció una y otra vez de “la casta” y los “políticos”. Es que un 81% de los argentinos siente hartazgo, indignación, frustración y distancia cuando se les consulta por el sentimiento que les genera pensar en la clase política argentina, según Poliarquía. De ahí que recordar que su llegada fue como un outsider era otra manera de significar su discurso. O, mejor dicho, de resignificarlo.
La cadena nacional no podía llegar en un mejor momento. Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández cumplieron el primer año de gestión con sus imágenes en baja y Milei es el único que tiene un alza de la percepción de la opinión pública, según los datos de Management & Fit. Otras cuatro consultoras coinciden, aunque en porcentajes distintos, con los niveles de aceptación del presidente libertario superiores a los de sus antecesores para los primeros doce meses.
Las razones principales tienen que ver con que siete de cada diez argentinos considera que cumplió sus promesas, total o parcialmente, refleja Management & Fit. Santiago Caputo tiene una frase que repite a propios y ajenos respecto de lo que supone la gestión libertaria. “Acá lo único que te hace ganar o perder una elección es la realidad. Por eso nuestro primer desvelo fue la inflación, y entendemos que no hace falta más estrategia política que tener claro siempre que el metro cuadrado de cada integrante de la sociedad es el que define el futuro”.
Hace ya mucho tiempo que Milei entendió que él no es un error del sistema, como lo sindicaban los opositores, sino que fue la sociedad la que cambió, el sistema fue el que migró. De hecho, la baja de la inflación, el recorte del gasto público, la baja del dólar y el fin de los piquetes aparecen hoy en todos los relevamientos de percepción como sus principales activos. De ahí que enumerar los resultados en cada uno de esos puntos apareció como un mantra para captar la atención del prime time televisivo.
Antes, hablar de ajuste era una palabra prohibida en cualquier manual de real politik. Hoy es una demanda de la sociedad. De hecho, el principal problema que buscan resolver los argentinos es el económico, entendido por los precios, los bajos salarios y el desempleo. Es ahí donde jugó otro de los ejes de su discurso: “La mejora del poder adquisitivo en dólares” y la promesa de campaña que asegura cumplirá cuando llegue el momento: “cerrar el Banco Central”.
El GPS lo tiene escrito en su libro El fin de la inflación, de donde viene siguiendo cada uno de los pasos allí enumerados. Ahora toca cronológicamente la competencia de monedas en sentido amplio que ayer anunció. La idea de que cada ciudadano sea libre de transaccionar en dólares, en euros o en el revaluado peso son solo un paso del camino final que concluye en el largo plazo en la dolarización.
Las promesas para el año próximo son cuanto menos ambiciosas, pero también es cierto que el equipo económico ya tiene lista la reforma impositiva y la previsional que, aunque la guardan bajo siete llaves, ya tuvo varios idas y vueltas entre el triángulo económico y el Presidente y está lista para su próxima fase. Ese proyecto esperará a la próxima elección para ver la luz.
La idea de reducir “un 90% la cantidad de impuestos nacionales y devolverles a las provincias la autonomía impositiva que nunca debieron haber perdido” juega en el terreno que hasta el propio Juan Carlos De Pablo esgrimió hace poco, cuando se refirió a “nivelar la cancha para los que quieren competir y pueden competir”.
Milei anunció también la salida del cepo como una “realidad” y detalló que “para ello estamos trabajando en una solución definitiva para el problema de los stocks del Banco Central, que puede darse ya sea a través de un nuevo programa con el Fondo Monetario o mediante un acuerdo con privados”. En esta última frase radica una nueva punta del ovillo a seguir. Puede haber sorpresas al respecto.
“No tenemos apuro de negociar con el Fondo, y en la medida que el riesgo país siga bajando también vemos otras oportunidades”, graficaron enigmáticos en Economía, donde también siguen de cerca el anuncio de libre comercio con Estados Unidos y las dolarizadas inversiones por US$11.800 millones, a las que se sumarán otros US$5000 millones en los próximos días. “La sociedad dejó en claro qué es lo que quiere y nosotros tenemos claro que eso no es un cheque en blanco. Por eso el objetivo el año próximo será dar resultados concretos que permitan demostrar que el kirchnerismo ya no es un fantasma que acecha a los inversores, sino que fue el responsable del pasado que nos trajo hasta acá”, concluyó, copa en mano, un libertario que señaló sin eufemismos la forzada ausencia de la vicepresidenta Victoria Villarruel en la cadena nacional de ayer.
12/12/2024 a las 9:47 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Política y delito
Sergio Crivelli
Fuente: La Prensa
(*) Notiar.com.ar
11/12/024
Más allá del caso particular del legislador peronista, lo ocurrido es la conclusión inevitable de una ola de megacorrupción impune y avalada por una amplia mayoría de votantes que comenzó en los años 90 y alcanzó su apogeo durante el kirchnerismo, con escándalos como el de Lázaro Báez, el bolso de López y la causa de los cuadernos.
La despreocupación del grueso del electorado por el enriquecimiento ilícito de sus representantes está en la base del problema y es lo que hace posible un cuadro surrealista en el que condenados por corrupción, como Cristina Kirchner, levanten el dedo acusador. También que desde el kirchnerismo quieran destituir a Kueider “in absentia” y sin siquiera ensayar la parodia de un procesamiento sumarísimo antes de ejecutarlo.
Más allá del descaro y del oportunismo hay, sin embargo, una cuestión institucional que no termina de resolverse: la de los fueros. No pocos periodistas, autoinvestidos de voceros de la indignación popular, proponen una y otra vez su erradicación como herramienta para terminar con el problema.
Esa postura no considera, sin embargo, que los fueros no protegen a los legisladores, sino a los poderes de los que forman parte. Protegen su integridad, funcionamiento y autonomía. Si un magistrado, por ejemplo, decidiera detener a uno o varios legisladores en vísperas de una votación podría cambiar su sentido o directamente dejar sin quorum al cuerpo. Ese es el sentido de los fueros: garantizar la independencia y funcionamiento de los poderes. Por eso, el presidente de la Nación también los tiene. Su utilización como patente de corso para delinquir constituye un abuso de poder y no una falla del sistema que pueda ser corregida cambiando la Constitución o las leyes.
A lo que hay que agregar que el abuso de poder funciona en dos sentidos. En el caso de Kueider, para expulsar de la Cámara alta a uno de sus miembros sin oír al menos su descargo; en otras ocasiones fue utilizado por el propio kirchnerismo para proteger a senadores propios en circunstancias asimilables. El ejemplo más a mano es el del peronista tucumano José Alperovich, condenado finalmente por la Justicia, que durante el proceso estuvo de licencia.
Otro caso ilustrativo es el de Ficha Limpia, proyecto agitado por el macrismo para arrojar sospechas de connivencia entre Javier Milei y (todo parece posible) Cristina Kirchner. La idea de impedir la candidatura de dirigentes sin condena firme es, por lo menos, dudosa. En provincias en las que la Justicia está al servicio del cacique de turno puede convertirse en un instrumento de proscripción.
Conclusión: a la corrupción política no la eliminan las leyes sino los votantes. La dirigencia corrupta no es producto de un error institucional sino de la degradada moral pública.