Por Luis Alejandro Rizzi.-

La crisis de fines del 2001 posiblemente marcó, vista en la perspectiva del tiempo, la crisis del peronismo y el radicalismo, si se prefiere, del Partido Justicialista y la UCR, como partidos de gobierno.

Esos 18 años desde diciembre de 1983 a diciembre de 2001 constituyeron un fracaso político que los años de convertibilidad no pudieron revertir. Los siete u ocho años sin inflación nos demostraron que los problemas económicos no los resuelve la economía sino la política, del mismo modo que la política los origina.

Este sería, en mi opinión, el primer error de Patricia Bullrich.

Los problemas económicos que nos afectan son políticos; la inflación es política; el déficit fiscal es político; la inseguridad es política; la falta de relación de los precios es política y la lista podría seguir. Los problemas económicos se generaron por pésimas decisiones políticas.

La crisis argentina es política, por eso decimos que es cultural.

Los problemas que nos afectan y retratan nuestra decadencia tienen soluciones, algunas dolorosas, otras menos, pero es precisamente en la política donde deben almacenarse las pautas culturales sobre las que los técnicos en diversas materias deberán proponer alternativas.

La política debe fijar las prioridades y explicar la razón de ese orden siempre calibrando ese principio de justicia liberal que dice que las desigualdades sociales deben ordenarse de modo que resulten ventajosas para todos, lo que quiere decir debe tenerse en cuenta la grave cuestión social, para poder reducir la conflictividad social al mínimo posible. El orden social garantizado no debe estar garantizado policialmente, sino mediante el reconocimiento de una genuina autoridad a cargo del gobierno, por eso en nuestra anterior de ayer, nos referíamos a Conrad Adenauer, como un modelo a seguir.

Supongamos que Carlos Melconian tiene la solución correcta para la cuestión económica. Eso a la gente no la motivará a votar masivamente a favor de Patricia Bullrich, porque a la vez la gente tiene muchos otros problemas que van más allá de la economía. Los itero: inseguridad, pobreza, indigencia, mala calidad de los servicios de educación y salud, infraestructura deficiente, todo ello conforma la “cuestión argentina”.

Los intentos de solución a cada “problema” implican el inicio de procesos largos en el tiempo, muy difícil de abreviar. Pues bien, es en este punto donde la política debe generar confianza en el esfuerzo y el sacrificio y demostrar que la luz al final del túnel no es una locomotora que viene de frente a 250 Km por hora… Por el contrario, es un horizonte al que logramos acercarnos superando las leyes de la filosofía que nos dicen que el horizonte se aleja en la misma velocidad con la que avanzamos.

Esta crisis de la política puso en crisis en 2001 a los dos grandes partidos, la UCR y el Partido Justiciliasta.

Este último fue colonizado por la familia Kirchner a tal punto que hoy se habla más de “cristikirchnerismo” que del Justicialismo. Juan Schiaretti parecería que intenta recatarlo, para forjar un nuevo comienzo de dudoso futuro.

A la UCR, vista desde mi agnosticismo político, le pasó algo similar y, después de varios golpes, encontró su tabla de salvación, sólo de salvación, en el PRO, que usó su estructura nacional para afirmar su presencia nacional.

Es cierto, esa desigual relación le sirvió para gobernar unas pocas provincias: Mendoza, Jujuy, Corrientes y varias intendencias de la Provincia de Buenos Aires y del resto de las provincias, pero dentro de JxC son apenas un furgón de cola que parecería que circula vacío.

La interna de JxC en 2015 fue una caricatura, que el PRO usó y usa de modo personal. Quizás fue el error de Ernesto Sanz, participar de esa interna, de ese modo legitimó que una cofradía política -el PRO no es un partido- cumpliera en JxC el mismo papel que el cristinismo tiene en el Partido Justicialista, una suerte de curador político.

Ni UxP ni JxC son alianzas políticas, son meras componendas electorales, ni llegan a ser coaliciones; las une, parafraseando a Jorge Luis Borges, sólo el oportunismo electoral, diría las famosas “patéticas miserabilidades” con las que la política “transa”.

Más allá de Juan Schiaretti, varios gobernadores e intendentes se estarían rebelando políticamente contra su candidato Sergio Massa, que leo como rebelión contra Cristina y Máximo Kirchner, que no estarían ajenos a las decisiones de Massa del domingo pasado. Pienso que la idea dominante es retomar el control partidario. El partido justicialista es otro furgón de cola del cristinismo K.

Fue un hecho político la reunión entre Gerardo Martínez y Javier Milei. Más allá de los cuestionamientos que se le hacen al septuagenario dirigente de la UOCRA, es evidente que mantiene una cabeza joven y sabe que el gremialismo argentino también debe cambiar su rumbo.

Lo importante sería que, desde ahora, Patricia Bullrich salga a buscar el diálogo con la dirigencia gremial, entre otros, siendo un Adenauer, firme, cordial y distante.

Quizás la distancia fue el error de Larreta. Las sociedades o alianzas políticas que perduran son las que se hacen manteniendo distancias y estilos, condición necesaria de toda amistad política.

Hasta ahora hemos confundido coaliciones y alianzas con contubernios. Perdimos todos.

En política no hay que esperar a ser llamado o convocado; por el contrario, hay que salir a convocar.

Cuando los políticos en actividad optan por escribir libros, están prologando su ocaso y justificando sus fracasos; es un modo muy perverso de demorar lo diferente.

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