Por Máximo Luppino.-

En tiempos electorales, se señala a la provincia de Buenos Aires como fundamental. Suele afirmarse que “la madre de todas las batallas” se libra en su vasto territorio. Dueña del 40% del padrón electoral, su resultado puede dar vuelta una elección y suele marcar una trayectoria de triunfo o derrota.

Kicillof, dueño de una particular mesura, trabaja para su reelección como gobernador, haciendo oídos sordos a la tentación de ir por la presidencia de la Nación. Axel aborrece quemar etapas. Prefiere avanzar contemplando “las flores del camino” mientras construye un sólido porvenir.  Autor de una administración eficiente e incorruptible, con prioridades de colocarse en el lugar que sus ideales le indican.

Muchos politólogos dan por cierto el triunfo del gobernador en su provincia y aseveran que dependiendo de los puntos de su hipotética victoria empujaría al Frente de Todos a un triunfo electoral a nivel nacional. Desde este punto de vista, muy posible, es que Axel es mirado con gran atención y auténtico anhelo de que pueda imponerse en forma rotunda en la provincia más importante de la Nación en términos cuantitativos eleccionarios.

Los múltiples desórdenes internos en el frente gobernante lo dejan sin candidato firme hasta la fecha, dando una ventaja a Cambiemos que no es conveniente eleccionariamente hablando.

La concreción de la fórmula presidencial es un tema superlativo en un peronismo indisciplinado y un tanto desconcertado. El tiempo es un bien trascendente, una vez perdido es muy difícil de recuperar. Estamos ya viviendo un período suplementario. Mientras, la inflación y la marcada sequía que establece una muy pobre cosecha que se va a representar en pocos dólares para la Nación, más el desnivel financiero mundial, dibujan un escenario muy complejo para la República.

La rueda de candidatos del gobierno es muy pequeña. Los nombres son: Cristina, Alberto, Sergio, Daniel, Wado, Capitanich, el mismísimo Axel Kicillof y un pelotón de “tapados” que desean ser pero que no asoman la cabeza. El tic-tac del reloj lacera los nervios de los que anhelan llegar.

La crisis de EDESUR sumó más desafíos para el gobierno de Alberto Fernández. La intervención por 180 días muestra una voluntad, un tanto tardía, de solucionar la desidia de la empresa de energía que desea retirase del país.

En cuanto a la candidatura de Kicillof a la presidencia de la Nación, no la consideramos probable ya que dejaría la provincia librada a una eventual aventura y ya que no creemos que el que podría tomar su lugar garantice la victoria como hasta ahora sí la garantiza Axel. Sería tapar un agujero para abrir otro más grande aún. Así es que el destino del gobernador es el de buscar su reelección, incluso para el bien del movimiento que representa.

Falta definir candidatos a nivel nacional para que la acción electoral de Kicillof pueda desplegarse en plenitud. Mientras, el gobernador se encuentra recostado en una gestión ordenada, y clara, sin medias tintas ni grandilocuencia fuera de lugar. Los adversarios de Axel no lo reconocen públicamente, pero es sabido que goza de un respeto profundo entre sus eventuales rivales. Muy poco en contra se puede decir del gobernador y mucho en su favor.

Gran parte del destino del país descansa en los hombros de este hombre de 51 años. Es una responsabilidad enorme. Debe ganar la provincia de Buenos Aires por el mayor guarismo posible, ya que es necesario aportar votos donde podrían faltarle al Frente de Todos.

Existe mucha ansiedad en los funcionarios provinciales. Sobre todo quienes desean lanzar una batería de fundamentos peronistas para refrescar la memoria de un pueblo que fue dejado de lado por la anterior gobernadora, ahora devenida en funcionaria nacional. María Eugenia Vidal busca un horizonte donde le parece que sus sonrisas puedan tapar su ineficiencia manifiesta.

No todo es apariencia, necesitamos resultados prácticos y concretos, resultados positivos que Kicillof supo concretar.

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