Por Claudio Valdez.-

Así lo advierte “El Quijote” (1605 y 1615) novela de Miguel de Cervantes Saavedra. Su prosa no elude hacer constar la dificultad que presenta interponer intereses contra la “milenaria Institución”: ¡siempre se sale perdiendo!

Casi toda conquista intentada por quienes se oponen a esa “voluntad institucional” debe convencer evitando su “predicado misticismo”, sin atentar contra la tendencia a la “humana religiosidad”. Así como la mitad de los seres humanos son mujeres, quizás más de la mitad de la humanidad necesita de “la religión” (religar al hombre con la divinidad). Este motivo es suficiente para explicar por qué los estadistas mediocres no están en capacidad de superar a la “cátedra eclesial”: ¡cualquier semejanza con la realidad “no es solo casualidad”!

“Paz, pan y trabajo” casi siempre fue el “invocado pedido” de la Iglesia, además de la fe en Cristo y “el dogma” pregonado como interpretación oficial de la religión católica. Curiosamente, sindicalistas y “referentes sociales” combativos de La Argentina han utilizado este eslogan desde el 7 de agosto de 1981 en la iglesia de San Cayetano “patrono del trabajo”. Hasta lograron sacralizar sus reclamos mediante una “misa encargada” en la basílica de Luján, debiéndose hacer constar que precisamente son ellos los primeros en aborrecer la paz (su predilecta ocupación es siempre “hacer lío”) y en cuestiones de trabajo siempre están con “licencia sindical”. Como supo aconsejar el “Papa Francisco” (2013) a los jóvenes, “hacer lío” es su consigna permanente para alcanzar “las metas” (meta palo y meta bombo): ¿quizás sindicalistas demasiado fieles?

Ahora, por oportuna y conveniente evolución política el pedido ha mutado a “Tierra, techo y trabajo”, en un actualizado reclamo de la lucha “progresista” (comunista) que los “curas villeros” también estimulan. La finalidad perseguida es “socialización de los bienes de producción”.

El cristianismo desde sus orígenes entendió que “no solo de pan vive el hombre”. Estos influenciables curas villeros, espantados por la pobreza producida por sucesivos malos gobiernos y las insatisfechas necesidades de los sectores indigentes, han subvertido el sentido del saber religioso reinterpretando: “no solo de espíritu vive el hombre”. Han pospuesto por ello las cuestiones del alma para momentos de mayor satisfacción material e incursionado en política, economía y sociología, excediendo en mucho la exclusiva dedicación que requiere su especialización teológica y cultural.

Restaría entonces una adecuada y potente reflexión: “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Evangelio según San Mateo).

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