Por Luis Américo Illuminati.-

Los 3 caballos de Troya de Cristina. Luego de culminados los dos nefastos períodos presidenciales de CFK durante los cuales comenzó la progresiva decadencia argentina, en que la corrupción y la alienación general consolidó la tergiversación de los derechos humanos y la sustitución de los valores mantenidos a medias por la maltrecha y apócrifa democracia argenta (ya habían comenzado a minar su salud Alfonsín, Menem y Néstor), los genios malignos de la dirigencia kirchnerista asesoraron a CFK -o tal vez fue una peregrina idea suya o de su hijo Máximo- para resolver cuál personaje más servil la sucedería en el poder bajo sus órdenes.

Entonces automáticamente surgió la figura de Daniel Scioli, que ya había dado suficientes pruebas como vicepresidente de la Nación y gobernador de la provincia de Buenos Aires de aguantar sin chistar todo tipo de humillaciones inferidas por el matrimonio Kirchner. El debate previo entre Macri y Scioli demostró que éste se olvidó el machete aprendido de memoria y la opinión pública le bajó el pulgar. Y así, más tarde ganó las elecciones Macri. Durante los cuatro años del mandato de éste, el kirchnerismo puso todo tipo de obstáculos y palos a la rueda para frustrar la gestión de Macri, cuyo principal error fue haber sido tan indulgente, blando y lábil con las tropelías de la expresidenta, comenzando en no haber revelado al pueblo desde el primer día de su gestión la deuda sideral que dejó su antecesora, quien llevó al país al borde la ruina.

Así fueron transcurriendo penosamente los cuatro años del mandato de Macri con el kirchnerismo encima suyo como una nube negra, haciendo no una oposición como se debe, conforme a la razón, la ética y el irrestricto apego a la verdad, sino realizando toda clase de maldades como pandilleros neonazis, como dueños de las instituciones y de la democracia, como amos y señores del país. Montaron una monumental campaña de desprestigio contra el entonces presidente Macri que incluía ofensas, calumnias, injurias y hasta graves amenazas. La consigna del núcleo cristinista (unido a la izquierda atrabiliaria) era embarrarle la cancha a Macri para impedirle que llevara a cabo los cambios y transformaciones necesarias para sacar el país del estancamiento. No querían que Macri terminara con las cosas que facilitaban la libre y obscena corrupción. La ex presidenta durante cuatro años lideró la vil campaña, la misma mujer que en un rapto de rabia, histeria y frustración (un brote casi psicótico) se negó a entregarle a su sucesor la banda presidencial y el bastón de mando, un hecho tan inédito, cómico, patético y patológico al mismo tiempo.

Fue así que, llegado el final del mandato de Macri, para contrarrestar la incorporación del peronista Miguel Ángel Pichetto a la fórmula con Macri para su reelección, a ella, un allegado, o el mismo Mefistófeles, se le ocurrió meter un «Segundo Caballo de Troya», alguien de quien nadie sospechara de tener simpatía y afinidad con ella, un sujeto que en ese momento era el principal crítico de la desastrosa gestión de CFK: Alberto Fernández, ex Jefe de Gabinete. El truco le dio resultado y así fue que logró sentar a Alberto en el Sillón de Rivadavia. No pasó mucho tiempo cuando los argentinos ilusos que masivamente votaron a Alberto vieron que quien mandaba y ordenaba, hacía y deshacía, era la vicepresidenta y no el presidente que descaradamente e ignominiosamente pasó a ser un títere de CFK. El caprichoso y despótico comportamiento de ésta se asemejaba al de la reina Semíramis de Babilonia y de la reina Jezabel, -adoradora de Baal- que dominaba a su esposo el rey Acab de Israel, a quien convenció de apoderarse de la viña que Nabot no quería vender por compromiso con sus antepasados.

Tras cuatro durísimos años de ensayos de laboratorio de científicos dementes de donde salieron todo tipo de recetas terroríficas aplicadas a todos los argentinos. Mientras la casta K se enriquecía escandalosamente cada vez más, la población, en todos los niveles sociales sufría todo tipo de males, pobreza, indigencia, hambre, miseria, altísima criminalidad, desocupación, superinflación. La Argentina llegó a ocupar los últimos puestos en el tablero del mundo en todos los aspectos. Cuatro años que fueron un horrible descenso a los infiernos de Hades. CFK se dio el lujo de cambiar «a piacere» los funcionarios del gabinete de Alberto, igual que se voltean muñecos de kermese o feria de platos. En el interín sacó de la galera «el discurso del odio» para achacárselo a todos los que protestaran y criticaran el corruptísimo estado de cosas. Desde el vacunatorio VIP, la demora y la negativa inicial de adquirir tempranamente las vacunas Pfizer y comprar las dudosas vacunas de Putin, vil especulación que le costó la vida a más de cien mil argentinos. La lista de escándalos es bastante larga: el Yategate, el Chocolategate, el espionaje ilegal cuyas caras visibles son el ex policía inorgánico Ariel Zanchetta, Fabián «Conu» Rodríguez -funcionario de la AFIP y conspicuo integrante de La Cámpora, y el ultracristinista Rodolfo Tailhade, diputado nacional, y mil casos más de hechos de corrupción que harían interminable esta nota. El 28 de julio de 2022 Sergio Massa por decisión de Cristina fue designado ministro de economía en reemplazo de Silvina Batakis que duró 24 días en el cargo. Un bochorno total.

Y así llegamos al último año (2023) de la vertiginosa caída del gobierno que de ser un monstruo de dos cabezas (Cristina y Alberto), una la que manda y la otra la que obedece) pasó a tener tres cabezas: Cretina, Alberto y Massa. A fines de junio del corriente año, Cristina designó con el dedo (manu militaris) sin ningún tipo de elecciones internas a Massa candidato del kirchnerismo y metió en la fórmula al inoperante Chivo Rossi (ultracristinista fiel y sumiso). Y lo más insólito y nunca visto en ninguna parte del mundo. Massa cumplió doble rol, candidato a presidente de la Nación sin renunciar al cargo de Ministro de Economía. Y hasta el domingo 19 de noviembre era un «presidente de facto», con plenos poderes. Alberto Fernández quedó más pintado que nunca. Otro bochorno superlativo. Lo que no sólo rompió y violó las más elementales reglas de la ética, sino que era una prueba de la urgencia y acuciante necesidad a todo trance de Cretina y sus socios y compinches de ganar sí o sí las elecciones, costara lo que costara. En algunas notas en esta misma página: «Pronóstico. Oscuros nubarrones. Cuidado con la Víbora», y también en otro portal donde escribo, he venido anunciando el final kirchnerismo con imágenes de un águila con el título «El Águila vigila».

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Y con este animal me refería no a las masas amorfas del peronismo K, arriadas como rebaño sino al triunfo del verdadero pueblo en el cual residen «las fuerzas morales» de reserva, al decir de José Ingenieros.

Llegó por fin el día «D» para la Argentina. Y entonces sucedió que la sociedad argentina harta y hastiada de tanto simulacro, hipocresía y corrupción dio su inapelable veredicto. Arrolladora victoria de Javier Milei y aplastante derrota del kirchnerismo, representado por uno de ellos: Sergio Massa. Tal como bautizamos a éste como un forajido vestido con ropas de Papá Noel conduciendo el tren fantasma y regalando sonrisas, chucherías y baratijas a última hora, mientras Cretina miraba el colosal espectáculo circense con sus binoculares, encaramada en su torre de marfil. Los binoculares con que se ilustra la presente nota es el símbolo de CFK, que los usa no para vigilar el orden y el bien general de la república, sino exclusivamente para espiar y armar carpetas, carpetitas y carpetazos contra quien se interponga en su camino. Tal es su personalidad: distorsión de la realidad, delirios de grandeza, de persecución, teatralización permanente, eretismo, simulación, fabulación, cleptomanía y totalmente desprovista de la más elemental empatía y de sentimientos de justicia, ecuanimidad y armonía. Quien la contraríe o pretenda enjuiciarla, reaccionará como Circe convirtiendo en cerdos a los compañeros de Ulises o la temible Medusa o Gorgona petrificando con la mirada a cualquiera que se le cruzara en su camino. Solamente Perseo pudo con ella. ¿Será Milei el Perseo argentino? Algunos dicen que éste es «el hombre gris» descripto y anunciado en sus criptografías por el vidente Benjamín Solari Parravicini (1898-1974), llamado «el Nostradamus argentino».

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