Por Claudio Valdez.-

Luego de finalizada la 2da. Guerra Mundial muchos creyeron que con “aperturas culturales” se modelarían renovadas identidades. La paz alcanzada permitiría a los “vencedores aliados” una vida de mayor integración y satisfacción. Las aplicaciones tecnológicas de recientes descubrimientos e inventos brindaban expectativas de una asombrosa “civilización electrónica” que facilitaría “globalizar” (según interpretación demócrata liberal) o en su caso “internacionalizar” (según interpretación comunista) los resultados de aquella hecatombe como parte de un superador “no hay mal que por bien no venga”.

“Mal”, que pronto demostró su virulencia a partir del eurocomunismo diseñado por Antonio Gramsci (1891-1937). Los sobrevivientes del viejo mundo extraviaron sus formas de vida, permitiéndose seguir en los nuevos tiempos con las emergencias de tiempos de guerra. Entonces la paz devino en “continuación de la guerra por otros medios” dando inicio al eufemismo de “guerra fría”.

Analistas políticos e historiadores quisieron entender que esa guerra fría podría haberse finalizado con la demolición del “muro de Berlín” (1989) pero la realidad demuestra que los “vencedores enfrentados” no han dejado de practicarla.

Las poblaciones sufren las consecuencias y, además de “operaciones especiales”, soportan la estafa de una discreta y escurridiza “sinarquía” (vocación de gobierno universal) que aprovecha, cuando no provoca, las inestabilidades financieras, políticas y culturales que se pretenden espontáneas y localizadas. La “contracultura” propuesta por Gramsci como estrategia comunista facilita el descontrol y posibilita la expansión del caos.

En tanto, se mantiene una continuada “guerra no convencional” en que ideologías y fundamentalismos potencian arteros “enemigos”. Ya no se trata de soldados sino de peligrosos “terroristas y guerrilleros”. Nada nuevo para el mundo de posguerra, desde que uno de “los aliados” (el comunismo) los empleó con profusión en Corea, Vietnam, Cuba, Argentina, el resto de América del Sur y África. Lo cierto es que combatientes con esa disposición son irreductibles y sólo pueden ser abatidos.

Cuando las “buenas costumbres” de las poblaciones se hallan sometidas al eurocomunismo (fase superior del anarquismo) no hay modo de lograrse consenso, integración, lealtad y cohesión. Ante estas circunstancias los valores del enemigo resultan eficientes por la sola fe con que los practican, en tanto los valores de la cultura clásica universal se hallan jaqueados por necia moda de sus propios herederos. El escritor Brian Crozier lo sintetizó en el título de su novela (1979) “Occidente se suicida”.

Evitarlo exige “desguerrear” (pacificar), para lo cual Cicerón (106-43 a.C) supo citar: “Donde se está bien, allí está la patria”. Hombres sin patria o con extrañas patrias, son condición suficiente para frustración social, cultural y la suicida violencia.

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