Por Luis Díaz de la Torre.-

Esta frase no me pertenece, sino que fue dicha por el periodista Jonathan Viale en su columna radial, pero la tomo como mía porque sintetiza lo ocurrido anteayer en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.

Como es conocido por todos, se realizó allí un acto en homenaje a las victimas del terrorismo organizado por el CELTYV y con la presencia de la su presidente, la Diputada Nacional MARIA Victoria Villarruel.

Este tipo de reconocimientos no es nuevo por parte de esta institución, que desde hace años viene luchando por el reconocimiento a las víctimas que produjeron las organizaciones subversivas de la década del 70, en particular ERP y Montoneros.

Lo que sí es novedoso es que este acto, verdaderamente justo, se realice durante el trámite de una campaña presidencial, en la cual la diputada Villarruel es, además de la voz de las víctimas, la candidata a vicepresidente de la Nación.

Esto convirtió un simple acto de los íntimos y familiares de las víctimas en un acto político de trascendencia. No sólo por la concurrencia, que fue mucha, sino por el contenido de los discursos que se pronunciaron en la casa del pueblo de la ciudad de Buenos Aires.

En principio, los oradores, todos ellos familiares directos de víctimas, sufrieron sus pérdidas en plena democracia. Este hecho no hace más que demostrar que muchos de los relatos que han tratado de imponer en la sociedad son absolutamente falsos.

Las organizaciones guerrilleras ERP y Montoneros mataban civiles e inocentes en defensa de vaya a saber qué ideales. En el momento de los hechos que formaron parte del acto de ayer, gobernaba Isabel Perón y estaba en vigencia la Constitución Nacional, dando por tierra que defendían al pueblo de dictadura.

Un caso que conmovió a los presentes es el martirio al cual fue sometido el Coronel Argentino del Valle Larraburu, que con el relato de su hijo describió los tormentos sufridos por su padre en el más extenso secuestro ocurrido en nuestro país, 372 días de cautiverio.

El ejemplo de humanidad y valores que transmitió a sus familiares el Coronel Larraburu lo ha llevado a ser considerado en la actualidad Siervo de Dios y se encuentra en trámite su canonización.

En las cercanías de la Legislatura se congregaron los siempre dispuestos a generar actos de odio y violencia, partidos de izquierda que pretendían impedir la realización de un acto de reivindicación de personas inocentes fallecidas a manos de delincuentes subversivos.

Las palabras de Villarruel fueron más que ejemplificadoras, ya que se refirió a que el peor dolor para las víctimas después de la muerte de sus seres queridos es hacer sido DESAPARECIDOS de la historia por su propio país.

Las víctimas han sido olvidadas, ignoradas, privadas de todo reconocimiento legal y económico, y no recordadas por las autoridades. Su invisibilidad obedece a un propósito de la construcción de un relato histórico a las nuevas generaciones. Sin víctimas no hay organizaciones terroristas que fueron sus victimarios.

No existen muertos buenos y muertos malos para los familiares y amigos de los fallecidos. Todos merecen respeto y comprensión por su pérdida.

En nuestro país se ha hecho un uso político de las víctimas. Parece que sólo sufrieron las madres de los guerrilleros y no las madres de las víctimas civiles, en una forma sencilla de sintetizar el gran sufrimiento que hasta el día de hoy nos tiene atrapados en el pasado.

¿Por qué tanto ensañamiento en negar la realidad? Los que vivimos la época lo sabemos. Los subversivos ponían bombas, mataban y secuestraban. No eran jóvenes idealistas. Sembraron de dolor y sangre a nuestro país. No los tomemos de manera romántica.

El relato que construyeron desde hace más de cuatro décadas no nos deja crecer, reconciliarnos como pueblo y, como dice la frase del título, SI LA HISTORIA LA

ESCRIBEN LOS QUE MIENTEN, QUIERE DECIR QUE HAY OTRA HISTORIA.

Share