Por Luis Alejandro Rizzi.-

Decía Ortega en su “Carta a un joven argentino que estudia filosofía” que, “…en las revistas y libros jóvenes que me llegan desde Argentina encuentro -respetando algunas excepciones- demasiado énfasis y poca precisión. ¿Cómo confiar en gente enfática? Nada urge Sud América como una general estrangulación del énfasis…” Luego viene el famoso “…hay que ir a las cosas…” (diciembre de 1924).

Podríamos decir que, en nuestra sociedad, con el “énfasis, se come, se vive y se educa”; diríamos que el énfasis sería por naturaleza performativo.

Otro vicio es el “prejuicio” que tiene que ver con ese fenómeno sofístico que es el “populismo” como (in)cultura, nos gusta “prejuiciar”, verbo que significa “predisponer a una persona en contra de alguien o de algo”.

En la política argentina, Javier Milei produjo una novedad, que se insinuó de modo “soft” con Mauricio Macri en 2015, pero que fracasó y nos devolvió al “Cristikirchnerismo” con una variante endemoniada que fue “Alberto Fernández” que fue malo como obsecuente y bueno como inútil, como no podía ser de otro modo.

El “ensayo de Cambiemos” fracasó, le faltó convicción, y nos puso en un camino muy sinuoso descendente, de una sola mano y con el precipicio a la izquierda y la muralla cordillerana a la derecha, sin frenos y con la palanca de cambio fuera de lugar, en una de las tantas curvas -las PASO- rozamos con la “derecha” y en la próxima podríamos caer en el abismo de la izquierda o estrellarnos con la montaña de la derecha, en los dos casos nos daremos flor de golpe.

Más allá de sus modales, como una muestra cabal de “sabio bárbaro” en el sentido que le dio Ortega a la expresión en su excelente “Misión de la Universidad”, que integró una trilogía con “Misión del bibliotecario y del traductor”, que conformaron un libro que publicó Austral hace años llamado “El libro de las misiones”, Javier Milei generó un debate necesario en la sociedad.

Como inculto que es, lo planteó bárbaramente, hay que admitirlo, pero sus expresiones sobre el “Conicet”, el “Banco central” o la dolarización, no es más que un modo de dejar el énfasis y el perjuicio de lado, y así “ir a las cosas”.

La verdad, los casos que doy como ejemplo son pocos. Milei pone en juicio la educación, la salud, el funcionamiento del estado, las empresas del estado, la seguridad, el sistema de trasplante de órganos, precisamente todo eso que hace que pidamos “que se vayan todos”, y pedimos que se vayan porque todo lo que depende el estado funciona mal, donde más se nota es en la seguridad, educación y salud, pongámoslo en cualquier orden.

Javier Milei viene, es cierto, también de modo enfático, por su incultura, lo demuestra hablando a los gritos y a veces agraviando, a romper con el “énfasis y el prejuicio” de “cosas” que quizás él también conozca mal.

Lo que Milei está descubriendo o descorriendo es el “velo del gasto” sobre el que tenemos bastante ignorancia. ¿Por qué se gasta, tanto y mal? ¿Por qué tenemos déficit fiscal, inflación, incremento de la pobreza y descenso en la calidad de vida presente y futura?

Milei es probable que hable gritando para ser escuchado -nuestro congreso está de hecho cerrado, no es ámbito de diálogo o discusión- en cierto modo es un “piquetero político”, porque gritando, como los movimientos sociales en los cortes de calles, avenidas y rutas, se hacen notar, porque al estar al margen de la representación política formal, sólo les queda actuar como “factores de presión”. Milei, a los golpes, o presionando al sistema, se hizo “representante de un segmento social que está harto del macaneo político” y abriéndose camino “a los codazo” ingresó en la formalidad representativa con un 30% de votos y la posibilidad de ser presidente de la nación.

Ahora nos escandalizamos porque pone en tela de juicio al “Conicet”, con algo de verdad, quizás crea o piense que el papel del desarrollo científico y cultural debería estar a cargo de las universidades, no sé, pero me lo planteo a raíz del comentario de Milei sobre su “productividad”. Lo mismo con el “Banco Central”. ¿Para qué nos sirvió? ¿Cuánto se paga en salarios y en mantenerlos en funcionamiento? ¿Para que no tengamos moneda? No sé si hay que cerrarlo o hacerlo funcionar mejor. Pero dejemos de lado el énfasis y el prejuicio de que son intocables.

Cuento una anécdota personal. Desde el año 2010 vengo trabajando en una reforma del código aeronáutico, en realidad una ley que regule el transporte aéreo, ya que la constitución solo hable en el inciso 12 del art. 75 como atribución del congreso “Dictar los Códigos Civil, Comercial, Penal, de Minería, y del Trabajo y Seguridad Social, en cuerpos unificados o separados, sin que tales códigos alteren las jurisdicciones”, de donde en verdad el llamado código aeronáutico es una ley federal de transporte aéreo. Pues bien, en una reunión que tuve, hace un tiempo, me agradecieron “mi esfuerzo” pero no lo tendrían en cuenta porque prevalece uno hecho por un investigador del “CONICET” y otro que resultó ser el de Mario Folchi, que fue mi profesor allá por los años 1960 y pico en el INDAE.

La verdad esperaba que me dieran una opinión, aunque fuera totalmente desfavorable, simplemente me descalificaron, por supuesta falta de calificación, y lo archivaron. Debo reconocer que lo rescató el Colegio de abogados de San Isidro, por medio del Instituto de derecho aeronáutico y Espacial que dirige el Dr. Fabian SHINCA y ser materia de tratamiento en unas futuras jornadas que se desarrollaran en principio el próximo mes de noviembre.

Para cerrar, reconozcámosle a Javier Milei que abrió la famosa caja de los misterios argentinos, con “malos modales”, fue a las cosas, como nos lo pidió Ortega en diciembre de 1924, perdimos cien años…

Veámoslo así.

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