Por Guillermo Cherashny.-

La estrategia de la señora Bullrich es confrontar en esta etapa con el kirchnerismo, porque tiene en claro que Milei ya está en el balotaje y quiere desplazar del segundo lugar a Massa, quien retuvo todos los votos de Grabois y sumó unos puntos más. Entonces mete a todo UP como un partido kirchnerista pero en realidad en ese espacio hay mucho kirchnerismo pero también peronismo de los gobernadores y dirigentes gremiales y el Frente Renovador de Sergio Massa, en donde confluyen peronistas, muchos ex radicales e independientes. Además, los militantes de Juntos pasan videos en la redes sociales donde el candidato anuncia que va meter presos a los ñoquis de La Cámpora y acusaciones de corrupción contra Cristina, la cual lo aceptó de mala gana en el Frente de Todos por iniciativa de Alberto Fernández y no quiso darle ningún ministerio porque estaba bien pago con la presidencia de la Cámara de Diputados y solamente por sugerencia de Leopoldo Moreau hizo la vista gorda para que Mario Meoni, un ex radical, ocupara la cartera de transporte. Pero Aerolíneas Argentinas quedó para La Cámpora, lo mismo que la Administración General de Puertos, la caja más importante de ese ministerio que controla la Hidrovía, que pasó a manos de José Beni, un amigo de Máximo.

Massa, desde 2013, cuando rompió, tuvo una agenda donde estaba la eliminación del mínimo no imponible al impuesto a las ganancias de la cuarta categoría, a la cual se oponían Cristina y Macri, y finalmente, como ministro-candidato, logró imponer esa agenda.

También el candidato de la vicepresidente era Wado de Pedro, con la tesis de “perdemos con la nuestra con el 25% de los votos”, pero los gobernadores impusieron al ministro de economía, no sólo a ella sino también al tozudo del presidente, que colocó a Rossi como vice. Es más, ni ella ni Alberto Fernández lo querían como ministro de economía, pero gracias al miedo al abismo finalmente desplazaron a Batakis, que duró 24 días, y encima se tragaron a Gabriel Rubinstein, un economista ortodoxo como número 2 del ministerio. Desde el palacio de hacienda, bajó el gasto público por debajo de la inflación, todo lo contrario a lo que predican Kicillof y el ex FREPASO que es el kirchnerismo duro.

Así las cosas, Sergio Massa no es kirchnerista sino un pragmático de excelentes relaciones con Estados Unidos e Israel, que califica a Venezuela de dictadura y no «compra» la teoría del lawfare, aunque se pregunta por el timing de ciertas decisiones de la justicia pero no cuestiona a la Suprema Corte, por lo cual, calificarlo de kirchnerista es una estupidez pero admisible para la señora Bullrich, que es “la reina de la chicanas” que, como botón de muestra, es su último spot, donde proyecta construir una cárcel con el nombre de Dra. Cristina Kirchner.

Share