Por Raúl Mario Ermoli Galluppi.-

Los alardes rusos de «super-potencia» (en inmoralidad), al querer apoderarse de un país pequeño como es Ucrania, en comparación con el imperio continental más grande del mundo que es aún hoy Rusia, imperio que fue edificado militarmente a lo largo de los siglos, siempre invadiendo territorios ajenos, lo han venido haciendo de manera sistemática desde la Edad Media, cuando entonces sólo era el ducado el Moscú abarcando un territorio mucho más pequeño en comparación con el actual, que como sabemos abarca desde parte de Europa y toda la Siberia, hasta el estrecho de Bering, a un paso de Alaska (EEUU).

Doblemente vergonzosa es la actual actitud de este imperio invasivo y opresor con respecto a Ucrania, al que lleva casi dos años atacando y destruyendo buena parte de un territorio que no le pertenece ni le perteneció nunca, porque Ucrania sólo fue parte de la «ex Unión Soviética» por sometimiento, al igual que otros países que también pudieron liberarse a partir del año 1989, cuando el «comunismo ruso» se derrumbó. Así fueron los casos, además de Ucrania, de los países bálticos (Letonia, Lituania y Estonia); sumado a países que estaban sometidos políticamente, es decir con «gobiernos comunistas títeres», como eran Polonia, Alemania Oriental, Checoslovaquia (hoy dividida entre la República Checa y la República de Eslovaquia), Hungría, Rumania, la ex Yugoslavia, y aún hoy «Bielorrusia», cuyo gobierno «títere» está sostenido por los rusos. Es obvio que éstos no se resignan a la pérdida de estos territorios o a su influencia directa, por eso no aceptan, Ucrania en particular, se hayan independizado. (No olvidemos las invasiones a Hungría en 1956, y a Checoslovaquia en 1968, cuando sus poblaciones se sublevaron contra los respectivos «gobiernos títeres» de Moscú).

En diversas declaraciones, el opresor Putin no se cansó de decir que lucha para recuperar la «antigua grandeza de Rusia», y «los intereses nacionales», amenazando incluso con su poderío nuclear, de manera que frente a ello obliga a esas naciones a ponerse «estado de máxima alerta»; incluso Finlandia, que en el pasado ya tuvo intentos de invasión, se siente obligada a vigilar celosamente sus fronteras con Rusia, además de unirse a la OTAN junto a Suecia y Noruega.

En línea con esto, claramente la invasión a Ucrania no comenzó en febrero de 2022, sino hace 9 años, en 2014, cuando Rusia, sin previo aviso, invadió y se apoderó de la península de Crimea; por eso Putin miente descaradamente cuando dice que la invasión militar a Ucrania (que hipócritamente llama «operación militar») fue para «defenderse» de la OTAN.

Rusia demuestra tener mucho poder militar, pero lo que no puede ni tiene es AUTORIDAD MORAL para justificar sus acciones rapaces, no muy distintas a las cometidas en el pasado, pues basta con recurrir a cualquier libro de historia universal para comprobar esto, en particular la actitud que viene teniendo con Ucrania, y que no es de ahora, pues en épocas de ese «otro asesino», que fue José Stalin, deberíamos recordar los millones de ucranianos que fueron asesinados por negarse con todo derecho a la «colectivización forzosa» de las tierras, con el objeto político o ideológico, de imponer el «comunismo soviético». Esto se lo recuerda como el «Holomodor ucraniano»; «acto genocida» que provocó «la gran hambruna» de 1932-1933, muriendo entre 7 y 10 millones de víctimas inocentes. Fue, y es, una tragedia nacional para el pueblo ucraniano, realizada con el sólo objeto de apoderarse de las fértiles llanuras de Ucrania: ¿No será justamente eso lo que pretende hoy el «gran Stalin» Putin?

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