Por Jorge Augusto Cardoso.-

El 6 de diciembre de 1977, un niño de tres años que estaba en la calle tomado de la mano de su madre, recibió un perdigón de un cartucho de escopeta que le quitó la vida. El objetivo no era el niño, pero estaba en el camino de la mira hacia el agente de policía que hacía guardia frente a un banco. Los tiros fueron realizados por una mujer que, luego de dar en el blanco, y estando el agente del orden herido y en el piso, se bajó del auto desde el cual efectuó los disparos y, con pasmosa frialdad y desprecio, lo roció con nafta estando aún con vida; luego le prendió fuego para después darse a la fuga.

El niño se llamaba Juan Eduardo Barrios; y el agente asesinado fue el Cabo Primero Herculiano Ojeda. Montoneros se adjudicó la autoría de la mano de Estela Inés Oesterheld. Esta asesina tiene una placa en su homenaje en el Muro de la Memoria. Juan Eduardo y Herculiano, no la tienen.

Es menester resarcir a aquellos que sufrieron y que continúan sufriendo las consecuencias del accionar de la guerrilla. Es necesario reconocer que estos últimos, lejos de ser idealistas fueron criminales y asesinos.

Urge crear un espacio que recoja la memoria, repare el dolor de quienes lo padecieron y recupere toda la verdad de lo ocurrido en el pasado. Será justicia.

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