Por Juan Manuel Irala.-

¿Habrá ido a pedir la confesión de sus pecados? (Tal vez sean demasiados para hacerlo en la iglesia del barrio).

¿Habrá ido a pedir la extremaunción política? (Aunque aquí, hacía rato que ya no existía).

Uno se preguntaba todas estas cosas porque, hoy por hoy, sólo quien acumula acreencias financieras (una entidad bancaria, por caso) a la que pudiera llevarle algún dinero (no suyo pero tal vez de un amigo, como el que le prestó el departamento que habitaba en Puerto Madero) podría interesarse en escuchar sus mentiras y tergiversaciones sobre lo que le ocurrió en sus 4 años de desgobierno.

¿A quién le puede interesar la presencia del que fue el peor Presidente de la historia? Realmente, a nadie.

¿A quién puede interesarle lo que diga alguien que tuvo más giros y cambios de posturas en sus opiniones sobre distintos personajes de nuestra vida política que un carrusel? Es probable que tampoco a nadie.

Sólo un Santo Padre podría apiadarse y recibir a una marioneta trastabillante, que ha perdido los hilos y varillas que lo conectaban a su titiritera y hoy clama por el perdón de sus pecados.

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