Por Luis Alejandro Rizzi.-

Intentaremos responder no desde la ciencia económica, sino, más bien “desde el jardín”.

Desde hace muchos años, los gobiernos usaron el tipo de cambio como medio para controlar los precios internos y el valor del salario. Por ese motivo los gobiernos son reacios a devaluar y, cuando lo hacen, intentan acumular la llamada inflación inercial y a partir de allí disponen porcentajes de devaluación -normales- arbitrarios e inferiores a la evolución del costo de vida o valoración real de la moneda local. Un caso fue la tablita de 1977; otro, el tipo de cambio fijo de la convertibilidad, y ahora el actual 2% mensual, contra una inflación de dos dígitos.

El gobierno -el Banco Central- está secando la plaza de pesos y mantiene un férreo control sobre el pago de importaciones; mediante los “Bopreal” se obliga a renegociar deuda de los importadores hasta el año 2027 por pagos vencidos.

Sin embargo, como lo explicamos hace unas semanas, los precios suben en pesos y en dólares.

La plaza está “seca” de pesos y de dólares, por la sencilla razón de que el gobierno no puede emitir dólares. En ese escenario, la actividad económica desciende, dicho en lenguaje de almacenero de barrio, la oferta de bienes se achica, y al ser limitada la oferta, los precios aumentan, en pesos y en dólares, lo que a su vez potencia la recesión, al tiempo que el precio del dólar se abarata en pesos.

Al mismo tiempo, el salario pierde valor real o poder adquisitivo. La venta de autos “cero km” cayó un 36%, lo que obliga a suspender producción, disponer suspensiones y obviamente se pierden ingresos salariales.

Un círculo vicioso perfecto.

Es posible que, en las matemáticas, el resultado sea otro; se gasta menos, se reduce el déficit fiscal, pero la inflación no cede.

Una vez más, dos más dos puede dar cualquier resultado, menos “cuatro”, que sería el correcto.

La inflación semanal equivale a la anual en los países de la región.

La conclusión que se saca “en el jardín” es que este camino no resuelve la cuestión de la inflación.

El resultado fiscal no se debe medir sólo por resultados sino por calidad de la administración de los recursos y esta calidad o idoneidad de la gestión no se advierte.

Si bien estadísticamente la pobreza sería del 41%, medida en sentido integral, no sólo por volumen de ingresos, sino por capacidad familiar de gasto, pienso que la pobreza llega a un 70%.

Lo escuché al Dr. López Murphy decir que la situación actual es de una gravedad que no se compara con la de 2001 y un par de años después los precios increíbles de la soja, sin perjuicio de la capacidad ociosa instalada.

Hoy no se da ninguno de estos dos supuestos y, sin abrir un juicio definitivo, no veo calidad en la gestión.

Sin perjuicio de ello es posible que para mayo se haya sancionado la “ley minibús” y mantenga su vigencia el DNU 70; puede ser condición necesaria, pero insuficiente por sí misma.

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