Por Italo Pallotti.-

Plantear que cuando las cosas nacen mal, terminarán definitivamente de la misma manera, es casi una obviedad. El caso remite a nuestro país de la mano de gobiernos que décadas tras décadas nos han ido sumiendo en una cantidad de variables, a cada cual más compleja y de difícil solución. De a poco, como si fuera una máquina de triturar esperanzas, lo han ido devastando para ponerlo definitivamente de rodillas. Y es por demás sabido que el camino a recorrer en el futuro será de características muy complicadas si no se reacciona a tiempo entendiendo de una vez por todas que la mayoría de los que votan y encumbran a un representante del poder máximo dan sólo una sumatoria, un consenso; pero no una legitimidad de poder. Las tareas que se desarrollan en ese lugar en la conducción del Estado si no hay una comunión de ideales en quienes lo detentan se corre el riesgo de caer en manos de quienes por razones políticas o personales hagan una manipulación de la autoridad; surgiendo entonces un ambiente de perturbación cultural en las bases, con las consecuencias conocidas. El nacimiento contra natura de la actual pareja gobernante, una vice, eligiendo a dedo su candidato a Presidente y con los antecedentes que cada uno traía en su bagaje político no dejaban abierta la puerta a otra cosa que no fuera el fracaso y consecuentemente la ruptura de la esperanza de quienes habían depositado en ellos, por opción, frente a otro de los tantos fallidos intentos de poner al país en la senda de algo que se pareciera a una nación organizada y conducida de una manera racional e inteligente. Así es que en tan poco tiempo, desde el comienzo del actual gobierno, se fuera degradando la figura y las atribuciones del Presidente Fernández siendo previsible que llegáramos a este momento de incertidumbre y vacío de poder que realmente alarma y preocupa. Queda como tal la imagen desagradable del tironeo al que fue expuesto de una manera descarada por momentos e indisimulada por propios (sobre todo) y extraños, también. Las promesas iniciales en una campaña entusiasta, demagógica y populista, lo depositaron en un sitial que algunos por crédulos, otros por fanatismo y otros por el hartazgo en la búsqueda siempre del menos peor pensaron que algo distinto aterrizaba en nuestra Patria. ¡Grueso error! Muchos, por esas mismas circunstancias, se comieron el amague y olvidaron que tras esa figura se potenciaba, una vez más, el poder desde las sombras (o no tanto) de la Sra. Cristina, que junto a sus laderos (la Cámpora y muchos más) fueron limando un poder que con el correr de los meses (mucho antes de lo previsto) se transformó en sólo una caricatura grotesca de ello. Más aún en casi una figura decorativa, qué detrás de las mentiras de compromisos de campaña y un mandato casi difuso, lo hicieron retroceder varios casilleros en eso juego perverso del poder fumigado, hasta un aparente tercer lugar, después de Cristina y el nuevo “mesías” ministro de Economía, que de la noche a la mañana se transforma, por esos “misterios argentinos” en un cuasi Presidente. De todos modos, como se manifiesta en el portal, era muy ingenuo pensar que esta debacle no ocurriera, tratándose de quienes jugaban en ese juego extraño del mando y la lapicera (por usar un lenguaje moderno). Es de destacar que no sólo esos actores son los culpables de la negra nube que se extiende sobre la República y la Democracia de este (hoy) debilucho país. La crisis generada es de alcances superlativos. Mucho dolor, sudor y lágrimas (no pretendo ser original) harán falta para exterminar esta verdadera legión de políticos nacidos al amparo de un voto irresponsable de tantos hermanos nuestros qué por fanatismo, conveniencia o simplemente ignorancia nos han puesto en manos de despreciables y de la peor estirpe cívica. Cuesta mucho explicar esta funesta realidad en la que hemos caído. Bueno es recordarle al Sr. Fernández que ¡es nuestro Presidente! De los que lo votaron y los que no. De los que conviven en la grieta y los que no. Debía ser un honor representarnos, defender su cargo y sobre todo la dignidad suya y las de los votantes (y la Sra. de paso) que le confirieron el cargo. Por el contrario todo parece transitar el camino del absurdo. En otro orden, aunque todo tiene que ver con todo, cuando los procesados ocupan lugares de privilegio, los condenados dan clases en las universidades, los sindicalistas se atornillan por décadas en sus cargos, la mentira se enseñorea como si tal cosa en la dirigencia, la educación se degrada a límites insospechados, la Justicia (salvo alguna resurrección) duerme esperando los mejores tiempos para condenar, los narcos ocupan ciudades, los periodistas militantes se regodean por los medios públicos y son cómplices de las fechorías y malas praxis del poder (desde largo tiempo), la oposición se debate en un juego de adolescentes y se pelean por posibles candidaturas, es fácil advertir porqué lo expuesto y tantas cosas más le estén pasando a los argentinos, mal que nos pese.

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