Por Guillermo Cherashny.-

Finalmente el ministro de economía demostró que tiene una virtud muy poco común entre los políticos, cual es la determinación de buscar un objetivo como es llegar a presidente de la nación. Y esa cualidad la empezó a mostrar después de la derrota del oficialismo en el 2021, donde se puso un norte que fue intentar ser jefe de gabinete en el verano del 2023. Pero Cristina y los celos de Alberto lo impidieron, aunque Massa sabía que Guzmán tenía conflicto con el FMI, porque el gasto público estaba desbocado y por arriba de la inflación. También el equipo económico de Massa detectó que el mercado de pesos se le cerraba al ministro, que además desde el otro extremo era duramente cuestionado por Cristina, por lo cual tenía los meses contados. Y así fue que en mayo/junio el mercado dijo basta y tuvo que renunciar y otra vez los celos de Alberto demoraron su llegada y asumió Silvina Batakis, que duró un mes y ahí se produjo la llegada del tigrense al ministerio con todo el poder. Ya instalado en el palacio de hacienda, desplegó sus excelentes contactos con Washington con el gobierno de Biden y también con el senador republicano de la Florida, Marco Rubio, y pudo recomponer con el FMI, restablecer el mercado de pesos, bajar el gasto público por debajo de la inflación, que bajó en noviembre/diciembre al 5%. Pero después, a partir de enero del 23, la gran sequía le impactó en la recaudación y en la suba de la carnes, frutas y verduras y con la inflación para arriba y una disparada del dólar blue en abril que generó una corrida cambiaria -que logró controlar cuando al igual que un año antes- el gobierno se podía ir en helicóptero.

Ahora, como candidato peronista, hará una campaña con un programa económico cercano al neomenemismo, como exigen los tiempos de hoy en día.

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