Por Carlos Tórtora.-

El rotundo apoyo que ayer le diera Mauricio Macri a Patricia Bullrich no alcanza para desandar lo andado. El expresidente y Javier Milei están en negociaciones para que los seguidores del primero se sumen al gobierno si el segundo llega a la Casa Rosada. Uno de los economistas estrella de La Libertad Avanza, Darío Epstein, le acaba de deslizar a sus interlocutores de EEUU que si Milei es presidente Macri le garantizará la mayoría en el Congreso y Hugo Moyano le controlará las calles. En consonancia con esto, Luis Barrionuevo hizo pública su adhesión al líder libertario y no fue rechazado. La primera pregunta que surge es si las negociaciones con Macri, Moyano y Barrionuevo no le significarán a aquel la pérdida de miles de votantes que encontrarían incompatible todo esto con las promesas de combatir a la casta.

La respuesta puede ser que Milei, parado sobre una ola de encuestas favorables, piense que es invulnerable y que por lo tanto nada puede quitarle votos.

La otra posibilidad es que, efectivamente, estas relaciones le empiecen a costar caras.

Otro interrogante sería por qué Milei da rienda suelta a todo esto cuando pueden faltarle dos turnos para llegar, si es que llega, a la presidencia. En este tema surge la siguiente interpretación: el jefe libertario necesita con urgencia sembrar la semilla del caos en el PJ y el PRO. La partición de los bloques de estos en ambas cámaras le posibilitaría armar mayorías circunstanciales de senadores y diputados. Por otra parte, una fenomenal crisis interna en el peronismo y el macrismo le darían a La Libertad Avanza un mayor margen de gobernabilidad.

Obviamente, si no llega al ballotage, la crisis le estallaría a Unión por la Patria el 22 de octubre a la noche y habría entonces cientos de Barrionuevos. Y en Juntos por el Cambio, Macri tiene su trampolín preparado para saltar y dividir al PRO entre pro y antimileistas.

Juicios

La ingeniería política de Milei parece basarse entonces en la construcción a partir de la destrucción. Y otro de los factores que pondría en juego sería desatar una implacable persecución de exfuncionarios kirchneristas, acusados por hechos de corrupción. Esto no sólo diezmaría al kirchnerismo sino que profundizaría su crisis interna, paralizándolo. En este punto los libertarios no serían originales y repetirían las recetas que aplicaron Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner: generar una espesa cortina de humo con los juicios para distraer de los rigores del ajuste.

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