Por Luis Américo Illuminati.-

«Soy un malvado porque no soy feliz» (Mary Shelley, «Frankenstein o el nuevo Prometeo»). «Cuando la mentira se parece tanto a la verdad, ¿Quién puede creer en la felicidad? Me parece estar andando por el borde de un precipicio, hacia el cual se dirigen miles de seres que intentan arrojarme al vacío» (ibid.)

Mary Shelley comenzó a gestar a Frankenstein entre los relatos de terror de unas vacaciones de verano. Pero aquella aterradora criatura, creada con piezas de cadáveres, no fue una simple fantasía fantasmagórica de la autora. Su historia bebe del misterio científico de moda en la época: ¿podía la electricidad revivir a los muertos? Tal como Mary Shelley escribió una novela de terror: «Frankenstein o el nuevo Prometeo». Un científico perverso que creó un monstruo sin alma ni cerebro, igual que hizo la «doctora» Kirchner, que primero creó a Alberto y después a Massa, uno peor que el otro, rodeado este último de una aglomeración de zombis militantes que ya no saben más qué hacer para no caerse de la torre de estiércol donde están encaramados mientras el país se incendia. El nuevo Prometeo no es aquel que le robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres sino un humanoide: Sergio Massa, que promete, promete y promete lo mismo que un novio o un padrino mentiroso: el Prometeo argento. El candidato presidencial anunció en la Plaza de Mayo ante la militancia gremial -los popes del trabajo- la eliminación del Impuesto a las Ganancias para salarios por debajo de 1.770.000 pesos. ¿Pueden las velitas de colores revivir a los muertos? ¿Pueden alegrarse los jubilados y los infartados por el aumento exorbitante de la luz y de los alimentos básicos para seguir subsistiendo mientras ellos cobran salarios que son 100% superiores al salario mínimo? Son tan caraduras y embusteros que ni pudor ni vergüenza tienen. Inmorales de mierda.

Tratan al pueblo como a una manceba idiota, diría el Padre Castellani, frase que repetía cuando le preguntaban si en la Argentina hubo alguna vez democracia («Decíamos ayer»; Editorial Sudestada, 1968).

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