Por Hernán Andrés Kruse.-

Luego de analizar al dinero como medida de valores y como patrón de precios, Marx toca el problema de la metamorfosis de las mercancías. El proceso de cambio presenta contradicciones que son mutuamente excluyentes. Pese a que el desarrollo de las mercancías es incapaz de suprimirlas, crea la forma para que puedan desenvolverse. ¿En qué consiste el proceso de cambio? Mediante el proceso de cambio, el poseedor de la mercancía A, para quien es un no-valor de uso, la transfiere a manos de quien la busca porque la considera un valor de uso. Para Marx, el proceso de cambio “es un proceso de metabolismo social”. Cuando la mercancía A llega a su nuevo destino, sale de la órbita del cambio para ingresar a la del consumo. En este punto de su análisis, Marx centra su atención en el aspecto formal del proceso de cambio, es decir, “en el cambio de forma o metamorfosis de las mercancías, que sirve de cauce al proceso de metabolismo social”.

Los cambios de forma de una mercancía se producen a través del trueque de una mercancía vulgar y la mercancía dinero. Si se centra el análisis en el trueque de mercancía por oro (el aspecto material), se escapará a la atención del analista el asunto que realmente es relevante: lo que acontece con la “forma”. Las mercancías son lanzadas al proceso de cambio (el mercado) “tal y como vienen al mundo”, remarca Marx. A raíz de de este proceso la mercancía se desdobla en “mercancía” y “dinero”. Para Marx, este desdoblamiento implica “una antítesis mecánica en que las mercancías revelan su antítesis inmanente de valor de uso y valor”. Las mercancías (valores de uso) se enfrentan en el proceso de cambio con el oro (valor de cambio). Ambos términos antitéticos, el valor de uso y el valor de cambio, son unidades de valor de uso y de valor, son mercancías. Toda mercancía “es un valor de uso real”. Los libros, por ejemplo, fueron creados para leer. Ahora bien, su propia existencia “como valor sólo se revela de un modo ideal en el precio, que la refiere como a su forma real de valor al oro, situado en el otro polo”. El oro como mercancía únicamente adquiere relevancia como dinero, como materialización de valor. En su aspecto real el oro se presenta como un valor de cambio, el precio que está dispuesto a pagar el productor de la mercancía A. ¿qué sucede con su valor de uso? “Su valor de uso sólo se manifiesta de un modo ideal en la serie de expresiones relativas de valor en las que se refiere a las mercancías situadas en el otro polo, como al corro de sus formas reales de uso. Estas formas antitéticas de las mercancías son las formas reales en que se desenvuelve su proceso de cambio”.

Veamos el ejemplo de que vale Marx para echar luz sobre estas intrincadas abstracciones. Está el tejedor que produce la mercancía lienzo. En un momento determinado, se dirige al mercado con 20 varas de lienzo (su mercancía) cuyo precio es de 2 libras esterlinas. Las 20 varas de lienzo valen 2 libras esterlinas. El tejedor efectúa el cambio que buscaba: sus 20 varas de lienzo por las 2 libras esterlinas. Luego toma otra decisión: cambia las 2 libras esterlinas por un ejemplar de la Biblia, cuyo precio es, precisamente, de 2 libras esterlinas. Para el tejedor, el lienzo es sólo una mercancía (“representación de valor”) a la que decide cambiar por oro, por “su forma corpórea de valor”. Luego, decide cambiar el oro por otra mercancía, el ejemplar de la Biblia, que para el tejedor reviste valor de uso ya que satisface sus necesidades espirituales. Marx detecta en este proceso de cambio, como en todos los restantes, dos metamorfosis que son antagónicas pero que, no obstante, “se completan recíprocamente: transformación de la mercancía en dinero y nueva transformación de éste en mercancía”. En el ejemplo, las 20 varas de lienzo se transforman en 2 libras esterlinas y, posteriormente, las 2 libras esterlinas se transforman en un ejemplar de la Biblia. Marx distingue, entonces, dos etapas en este proceso de cambio: en primer lugar, un acuerdo comercial entre el poseedor de las veinte varas de lienzo y el poseedor de las 2 libras esterlinas, en virtud del cual aquél le vende a éste las veinte varas de lienzo por 2 libras esterlinas, o lo que es lo mismo, el poseedor de las 2 libras esterlinas le compra al poseedor de las 20 varas de lienzo esa mercancía; en segundo término, “la unidad de ambos actos: vender para comprar”. Luego del proceso de cambio, el tejedor es consciente de que ahora tiene en sus manos un ejemplar de la Biblia; ahora es poseedor de otra mercancía de igual valor pero de diferente valor de uso. Utilizando el mismo procedimiento, el poseedor del ejemplar de la Biblia va adquiriendo en el mercado los medios de vida y de producción que necesita para satisfacer sus necesidades. Para él, su objetivo no es otro que hacer factible el cambio de los productos de su trabajo por los productos del trabajo de otros. En definitiva, el proceso de cambio se desarrolla por intermedio del siguiente esquema: M-D-M, es decir, mercancía (20 varas de lienzo)-dinero (2 libras esterlinas)-mercancía (un ejemplar de la Biblia). Materialmente, “la rotación M-M no es más que cambio de mercancía por mercancía, el metabolismo del trabajo social, en cuyo resultado se extingue el propio proceso”. M-D constituye la primera metamorfosis de la mercancía (la venta); mientras que D-M constituye la segunda metamorfosis o metamorfosis final de la mercancía (compra).

La venta de la mercancía

Al comenzar el proceso de cambio, el valor de la mercancía (20 varas de lienzo) huye de ésta y se refugia en el dinero (oro). A raíz de la división social del trabajo, los trabajos de los poseedores de mercancías son necesariamente limitados. No sucede lo mismo con sus necesidades, que son necesariamente ilimitadas. Ello explica por qué los productos son útiles para sus poseedores tan sólo como valores de cambio. Las 20 varas de lienzo le sirven al tejedor sólo para su venta. Ahora bien, para adquirir la categoría de “forma de equivalente cotizable con carácter general en la sociedad”, las mercancías tienen que convertirse en dinero; y éste, como todo el mundo sabe, se localiza en los bolsillos de los compradores. Para que el tejedor pueda vender sus 20 varas de lienzo, éstas tienen que ser valores de uso para los compradores, para los poseedores del dinero.

A continuación, Marx analiza con extrema sagacidad la naturaleza del mercado. Para él, la división del trabajo se presenta como “un organismo natural y primitivo de producción, cuyos hilos se han tejido y siguen tejiéndose a espaldas de los productores de mercancías”. Hasta ayer, la producción de la mercancía A era una de las tantas funciones desempeñadas por un determinado productor de mercancías. En un momento determinado, esa función adquiere especial relevancia y se lanza al mercado como “su producto parcial”. La mercancía A adquiere un carácter especial por su capacidad para satisfacer en este momento una necesidad social. Pero en el mundo de las mercancías nada es eterno. Puede suceder que de un día para el otro la mercancía A sea desplazada por la mercancía B. En el mundo de las mercancías reina, por ende, la incertidumbre. Nada garantiza el valor de uso de las mercancías. Un día sirven; al siguiente, no. La necesidad social de la mercancía A tiene sus límites; en consecuencia, su productor puede un día verse en serios problemas para venderla en el mercado, jaqueado por la competencia de sus colegas. Comprobaría la ociosidad, inutilidad, de su producto.

Marx invita al lector a suponer que la mercancía A (el lienzo, por ejemplo) conserva su valor de uso, sigue siendo apta para ser vendida en el mercado, “sigue atrayendo dinero”. La pregunta que cabe formular es ¿cuánto dinero? El precio de la mercancía A, su magnitud de valor, responde a esta pregunta. Sin embargo, Marx no se contenta con esta respuesta y decide profundizar su análisis. En el proceso de elaboración de la mercancía A se invirtió “la media socialmente necesaria de tiempo de trabajo”. Ello significa que su precio es el nombre, expresado numéricamente, de la cantidad de trabajo que se necesitó para producirla. En un momento determinado, por causas que escapan al control de los productores, las antiguas condiciones de producción del ramo textil se modifican. El tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de una vara de lienzo que hasta ayer era válido, hoy deja de serlo. El productor del lienzo se percata del nuevo cuadro de situación cuando descubre en el mercado las notas de precios de sus competidores. Puede suceder, por último, que cada vara de lienzo que se arroja al mercado sólo encierre el tiempo de trabajo socialmente necesario. Pese a ello, también puede suceder que del total de varas de lienzo que afluyen al mercado surja un tiempo de trabajo superfluo, haya algunas que son inútiles. Si el mercado no es capaz de asimilar la cantidad total de lienzo al precio normal de dos chelines por vara, queda en evidencia, expresa Marx, “que se ha invertido en forma de trabajo textil una cantidad excesiva del tiempo total de trabajo de la sociedad”. Las cantidades X de lienzo que afluyen al mercado se consideran como un único artículo comercial, y cada vara se la considera una parte alícuota del lienzo. Como vara de lienzo, cada parte alícuota de la mercancía “lienzo” constituye “la materialización de la misma suma socialmente determinada de trabajo humano de igual naturaleza”. Para Marx, son primitivas y fortuitas tanto “la ramificación cuantitativa del organismo social de producción” como su “concatenación cualitativa”. Por último, los poseedores de mercancías terminan por adquirir conciencia de que el régimen de división del trabajo que los convierte en productores privados independientes, “hace que el proceso social de producción y sus relaciones dentro de este proceso sean también independientes de ellos mismos, por donde la independencia de una persona respecto a otras viene a combinarse con un sistema de mutua dependencia respecto a las cosas”.

La venta de una mercancía (20 varas de lienzo) se produce cuando su poseedor (el tejedor) y su comprador (el poseedor del dinero) deciden efectuar el intercambio. Este hecho se manifiesta de manera tangible y corpórea cuando ambos objetos, las 20 varas de lienzo y las 2 libras esterlinas, cambian de poseedor, cuando las 20 varas de lienzo van a parar al comprador y las 2 libras esterlinas van a parar al tejedor. Para que se produzca la venta de las 20 varas de lienzo, el tejedor debe tomar la decisión de efectuar la venta. Ahora bien, el tejedor decide entregar su mercancía a cambio de algo. Ese “algo”, dice Marx, “es su propia forma general de valor”. Las 20 varas de lienzo se dan a cambio de su forma general de valor. Por su parte, “el oro se da a cambio de una forma especial de su valor de uso”. En el intercambio entre el tejedor y el comprador, éste está dispuesto a entregarle a aquél oro (en concepto de dinero) por las 20 varas de lienzo. ¿Por qué el oro, en concepto de dinero, se enfrenta con las 20 varas de lienzo? Porque su expresión numérica-2 libras esterlinas-“refiere ya el lienzo al oro como dinero”. Al enajenarse, en el preciso momento en que su valor de uso entra en relación con el oro, las 20 varas de lienzo se desprenden de su forma primitiva. Cuando se produce el intercambio, el tejedor vende sus 20 varas de lienzo y el poseedor de las 2 libras esterlinas las compra. Este simple hecho es analizado de la siguiente manera por Marx, quien pone en evidencia una increíble capacidad de abstracción: “La realización del precio o forma ideal del valor de la mercancía es, por tanto, al mismo tiempo y a la inversa, realización del valor de uso puramente ideal del dinero; al transformarse la mercancía en dinero, éste se transforma simultáneamente en mercancía. Es un doble proceso encerrado en una unidad: desde el polo del poseedor de la mercancía, este proceso constituye una venta; desde el polo contrario, el del poseedor del dinero, una compra. Lo cual vale tanto como decir que la venta es compra, que M-D es al mismo tiempo D-M”.

Marx ha analizado hasta el momento la relación económica entre el poseedor (el tejedor) de una mercancía (las 20 varas de lienzo) y el poseedor del oro como dinero (las 2 libras esterlinas). El tejedor sólo entra en posesión del oro como dinero cuando decide desprenderse de las 20 varas de lienzo. El tejedor se enfrenta con el comprador porque el trabajo de éste tiene forma de dinero (las 2 libras esterlinas), lo que significa que ya no posee su forma primitiva de uso. Para funcionar como dinero, el oro tiene que penetrar por algún punto en el mundo de las mercancías. ¿En qué consiste ese punto? Para Marx, “este punto es el de su fuente de producción, donde se cambia, como producto directo del trabajo, por otros productos del trabajo de idéntico valor”. Cuando ello acontece, el oro expresa el precio de las mercancías que pululan en el mercado. El oro no es otra cosa que el producto de la primera metamorfosis de la mercancía, o lo que es lo mismo, de la venta (M-D). El oro, entonces, se convierte, por un lado, en dinero ideal o medida de valor, y por el otro, en dinero real. Dice Marx: “el oro ha podido convertirse en dinero ideal o medida de valor porque todas las mercancías medían sus valores en él, convirtiéndolo así en antítesis imaginaria de su forma de uso, en su forma de valor”. Cuando Juan decide vender su mercancía X y Pedro decide hacer lo mismo con la mercancía Z, se encuentran con que la mercancía X vale 1 libra esterlina y la mercancía Z vale 2 libras esterlinas. En ambos casos, el oro se ha convertido en dinero ideal (1 libra y 2 libras esterlinas, respectivamente) porque ambas mercancías miden su valor en él. ¿Y por qué el oro se transforma en dinero real? Responde Marx: “Y se convierte en dinero real porque las mercancías todas, al enajenarse, lo eligen como su forma material de uso enajenada o transformada, y por tanto en su forma real de valor”.

En el mercado, todas las mercancías eligen al oro como su equivalente general, como su forma material de uso enajenada. Cuando asume forma de valor, la mercancía pasa a revestir “la materialización social uniforme del trabajo humano abstracto”. Cuando ello acontece, las mercancías se presentan como productos exactamente iguales. Marx se vale del siguiente ejemplo para clarificar su análisis. El tejedor se desprende de sus 20 varas de lienzo por 2 libras esterlinas. Supóngase que estas monedas de oro constituyen “la forma transfigurada de un quarter de trigo”. La venta de las 20 varas de lienzo implica automáticamente su compra. Para que haya venta debe haber compra. La venta de las 20 varas de lienzo es el origen de un proceso de rotación que finaliza con la compra de la biblia por parte del tejedor. Para Marx, esta compra constituye la antítesis de la venta de las 20 varas de lienzo. Ahora bien, si se concibe este proceso como compra del lienzo efectuada por el poseedor de las 2 libras esterlinas, dicha compra señala el punto final de un proceso de rotación que comenzó con su antítesis, la venta del trigo. Marx arriba al siguiente corolario: “Por tanto, M-D (lienzo-dinero), primera fase del ciclo M-D-M (lienzo-dinero-Biblia), es al mismo tiempo D-M- (dinero-lienzo), o sea, la fase final de otro movimiento de rotación: M-D-M (trigo-dinero-lienzo). La primera metamorfosis de una mercancía, su transformación de forma mercancía en dinero, envuelve siempre, al mismo tiempo, la segunda transformación antagónica de otra mercancía, o sea, su reversión de la forma dinero a mercancía”.

La compra de la mercancía

Según Marx, el dinero no es otra cosa que “la mercancía absolutamente enajenable”. Cuando se convierte en dinero, la mercancía se esfuma. El dinero es incapaz de explicar de qué manera llegó a su poseedor ni qué es lo que se encuentra detrás de él. El proceso de venta implica el proceso de compra. Ello significa que la metamorfosis final de una mercancía, su compra, representa la metamorfosis inicial de otra mercancía, su venta. Luego de vender las 20 varas de lienzo por 2 libras esterlinas, el tejedor decide comprar una Biblia. Para él, expresa Marx, “representa el tránsito de su mercancía (las 20 varas de lienzo) a la Biblia, en la que ha vuelto a convertir las dos libras esterlinas obtenidas por el lienzo”. El tejedor obtiene las dos libras esterlinas con la venta de las 20 varas de lienzo; luego, al decidir comprar la Biblia, transforma las 2 libras esterlinas en la mercancía que compró (la Biblia). Mientras tanto, el vendedor de la biblia decide utilizar las 2 libras esterlinas en la adquisición de aguardiente. La fase final del proceso “lienzo-dinero-Biblia” es al mismo tiempo la primera fase del proceso “Biblia-dinero-aguardiente”. El tejedor vende el lienzo para efectuar a posteriori, con el dinero obtenido por dicha venta, numerosas compras. Una venta produce, pues, un alud de compras, o como dice Marx, “la metamorfosis final de una mercancía representa siempre una suma de metamorfosis iniciales de otras mercancías”.

La metamorfosis total de una mercancía engloba, pues, dos movimientos antitéticos pero que se complementan de manera recíproca. Por un lado, M-D (venta); por el otro, D-M (compra). La compra y la venta constituyen dos cambios antitéticos de la mercancía que son ejecutados por el poseedor en dos procesos sociales, los que se reflejan en los dos roles antitéticos que aquél representa. El tejedor vende las 20 varas de lienzo por 2 libras esterlinas (primer papel), para luego comprar una biblia (segundo papel). El tejedor actúa primero como vendedor y luego como comprador. Actúa primero como “agente del acto de venta” y luego como “agente del acto de compra”. Queda en evidencia que quien posee una mercancía (el tejedor, en este caso) desempeña sucesivamente los roles de vendedor y comprador, sin dejar de ser quien es. Los roles de vendedor y comprador no son eternos e inmutables, “sino que cambian constantemente de personas dentro de la circulación de mercancías”.

Marx distingue cuatro extremos y tres personajes en la metamorfosis total de una mercancía. El poseedor de la mercancía “lienzo” (el tejedor) decide venderla al poseedor del dinero (2 libras esterlinas). Las 20 varas de lienzo se enfrentan con las 2 libras esterlinas “como su forma de valor, forma que posee realidad corpórea y tangible del otro lado de la raya, en el bolsillo ajeno”. La venta de las 20 varas de lienzo es posible porque hay una persona dispuesta a comprarlas por 2 libras esterlinas. El tejedor se enfrenta con el comprador. Tan pronto como las 20 varas de lienzo se transforman en 2 libras esterlinas, éstas pasan a ser “su forma equivalencial llamada a desaparecer, forma cuyo valor de uso o contenido existe del lado de acá de la raya, en otras mercancías materiales”. Las 2 libras esterlinas constituyen el punto final de la primera metamorfosis de las 20 varas de lienzo, señala Marx. En el momento en que el tejedor vende sus 20 varas de lienzo por 2 libras esterlinas culmina la primera metamorfosis de dicha mercancía. Y cuando el tejedor recibe esas 2 libras esterlinas por la venta de sus 20 varas de lienzo, comienza la segunda metamorfosis ya que el tejedor se transforma en comprador al encontrarse con otro poseedor de una mercancía que se vincula con él como vendedor. El proceso de metamorfosis de las mercancías se compone, pues, de dos fases opuestas que configuran el ciclo “forma de mercancía, abandono de esta forma y retorno a ella”. La metamorfosis comienza cuando el poseedor de la mercancía decide desprenderse de ella. ¿Por qué lo hace? Porque no le sirve para nada o, como dice Marx, porque dicha mercancía no es más que un “no-valor de uso para su poseedor”. En el momento en que la mercancía pasa a manos de su comprador, se transforma en un valor de uso para éste. El nuevo poseedor considera que la mercancía le servirá para algo. Respecto al dinero, “empieza siendo la cristalización fija de valor en que se convierte la mercancía, para diluirse luego en su simple forma equivalencial”. Estas metamorfosis que forman parte del ciclo de una mercancía “forman, al mismo tiempo, las metamorfosis parciales opuestas de otras dos mercancías”. El lienzo, además de encabezar sus propias metamorfosis, da por terminada con la metamorfosis total de otra mercancía (el trigo, por ejemplo). Durante su primera metamorfosis, durante su venta, el lienzo desempeña en persona ambos roles, cerrando al mismo tiempo el cambio inicial de una tercera mercancía. Vale decir que las metamorfosis que experimenta una mercancía entran en contacto con las metamorfosis de otras mercancías. Cada ciclo recorrido por las metamorfosis de una mercancía se enreda con los ciclos de otras mercancías. Marx denomina a este proceso total “la circulación de mercancías”.

Marx hace una importante distinción entre la circulación de mercancías y el intercambio directo de productos. El tejedor decide intercambiar su mercancía, el lienzo, por otra mercancía, la Biblia. Ahora bien, este fenómeno sólo es cierto respecto al tejedor. En efecto, quien le vendió la biblia seguramente no pensó en efectuar el cambio del lienzo por la Biblia, así como el tejedor no sabe que su mercancía (el lienzo) fue cambiada por la mercancía “trigo”. La mercancía de B ocupa el sitio que antes ocupaba la mercancía de A, sin que ello signifique que entre A y B medie un intercambio de mercancías. Es probable que A y B se sitúen cara a cara como comprador y vendedor, respectivamente, pero ello lejos está de ser originado por el régimen general de circulación de mercancías. El intercambio de mercancías provoca, por un lado, el quiebre de “los diques individuales y locales del intercambio de productos” y, por el otro, el desarrollo del “proceso de asimilación de trabajo humano”. Mientras tanto, se dan una serie de concatenaciones naturales de índole social al margen de la voluntad de las personas intervinientes. El intercambio directo de mercancías implica el desplazamiento de los valores de uso. El proceso de circulación de mercancías no se reduce a ese fenómeno. Que el dinero quede eliminado de la serie de metamorfosis de una mercancía no significa que desaparezca; significa que ocupa el puesto circulatorio dejado vacante por las mercancías. En el proceso de metamorfosis total del lienzo (lienzo-dinero-Biblia), el lienzo es la primera mercancía que sale de circulación, cuyo puesto circulatorio es ocupado por el dinero. La segunda mercancía que sale de circulación es el ejemplar de la biblia, volviendo el dinero a ocupar su lugar. “al sustituirse una mercancía por otra”, enfatiza Marx, “queda siempre adherida a una tercera mano la mercancía dinero. La circulación exuda constantemente dinero”.

En la parte final de este análisis, Marx se preocupa por poner en evidencia la falacia del dogma que sostiene que la circulación de mercancías implica necesariamente un equilibrio de las compras y las ventas. La venta y la compra constituyen las dos caras de una misma moneda, son componentes de un mismo sistema; “forman un acto idéntico”. Para Marx, la venta y la compra enhebran un vínculo de interdependencia entre quien posee la mercancía (el vendedor) y quien posee el dinero (el comprador). La identidad que según Marx se da entre la compra y la venta, supone “la esterilidad” de la mercancía que, al ingresar al mercado (la circulación) no sale transformada en dinero; no significa, por ende, que sea vendida por quien la posee y sea comprada por el poseedor del dinero. ¿Qué implica para Marx esta identidad de compra y venta? Implica que si este proceso llega a producirse constituye “una interrupción en la vida de la mercancía, interrupción que puede durar más o menos tiempo”. A raíz de que la primera metamorfosis de la mercancía implica, al mismo tiempo, compra, este proceso parcial encapsula al mismo tiempo un proceso independiente. En la compraventa de la mercancía X el comprador ha entrado en posesión de dicha mercancía, mientras que el vendedor entró en posesión del dinero, de una mercancía apta para la circulación. ¿Por qué la circulación hace añicos “las barreras temporales, locales e individuales del intercambio de productos”? Porque es capaz de efectuar el desdoblamiento de “la identidad inmediata que existe entre el intercambio del producto del trabajo propio por el producto del trabajo ajeno mediante la antítesis de compra y venta”. Cuando se dice que estos procesos (compra y venta) constituyen una “unidad interna”, decimos al mismo tiempo que dichas unidad presenta externamente “la forma de una antítesis”. Cuando aquellos objetos que internamente constituyen una unidad revisten hacia el exterior una forma de independencia y cuando ésta se agudiza hasta cierto punto, “la unidad se abre paso violentamente por medio de una crisis”.

Marx culmina su enfoque de este problema de la siguiente manera: “La antítesis, que lleva implícita la mercancía, de valor de uso y valor, de trabajo privado, que se ve al mismo tiempo obligado a funcionar como trabajo directamente social; de trabajo determinado y concreto, cotizado a la par como trabajo general abstracto; de personificación de las cosas y materialización de las personas, esta contradicción inmanente, asume sus formas dinámicas más completas en los antagonismos de la metamorfosis de las mercancías”. He aquí el motivo por el cual tales formas dinámicas pueden provocar una crisis. Al asumir su rol de mediador en el proceso de circulación de mercancías, el dinero se constituye en medio de circulación.

(*) Carlos Marx: El Capital, Libro Primero, Sección Primera, Capítulo III, 1973.

Share