Por Luis Alejandro Rizzi.-

Desde que asumió Javier Milei el gobierno de la República, respiramos otro aire diferente, más claro, más limpio; la presión del ambiente es más alta, los tiempos son más nítidos.

Nos cuentan una verdad que todos conocíamos pero que no asumíamos. La escondíamos en el reproche al otro. Se trataba de buscar responsables y culpables.

Mientras países vecinos afrontaban las mismas realidades que nosotros, mantenían un rumbo, la política y la economía un orden y los diferentes índices no se desbocaban.

Un ejemplo: Chile, entre el año 2000 y el presente, devaluó su moneda un cien por cien; nosotros, un cien mil por ciento. Brasil tuvo el 0,2% en noviembre y EEUU el 3% anual.

En el mundo en general, los máximos índices de inflación rondaron durante un breve lapso el 10% anua. Nosotros mensualizamos ese índice y este año terminaremos en un 200%.

El gobierno nos cuenta el peso de una herencia de cien años, quizás una o dos décadas menos, pero omitió personalizar, como lo vengo destacando en este furgón, todos tuvimos algo que ver.

La excepción fueron los últimos meses de la gestión de Sergio Massa, que usó todos los recursos del estado para intentar ganar una elección que perdió por escándalo; sus mentiras no pudieron ante las simples verdades que nos decía Javier Milei.

Massa cumplió la triste función del cáncer galopante, devastó a la república, como dijo Caputo, si mal no recuerdo, nos dejó en estado de coma grave. Fue, podríamos decir, la fuerza de los demonios, que nos acercó a la puerta del peor de los infiernos.

Sin embargo, Milei nos trajo una novedad que es la del cultivo de nuestra dimensión religiosa, más allá del culto que practicamos, con más o menos intensidad, siendo la ceremonia interreligiosa celebrada en la Catedral, el pasado domingo 10, una cabal demostración de fe que nos conmovió, más allá de cada uno de los credos respectivos.

La “fe” es una creencia racional. Contrariamente a lo que se cree, es esa fuerza espiritual que le da autenticidad a la convicción.

La “fe” no explica, nos da fuerza para llevar a cabo esa tarea de vivir, como explicaba Ortega, y hacer lo que está en cada uno de nosotros poder hacer, dados nuestros diferentes bienes naturales que nos dio y da la vida.

La “fe” es la fuerza íntima que nos ayuda al bien, que Milei, toma de textos bíblicos como “las fuerzas del cielo” que, explica muchas de las cosas que pasan, que, sin esa fuerza no podríamos entender, como lo explicó el rabino en la ceremonia religiosa, que todos sentimos que nos despertó algo dormido que teníamos en el espíritu.

En esta nota no juzgo el acierto o los errores del gobierno en estos primeros días, destaco este estilo diferente que, define a las personas y las diferencia de la mala gente.

Para algunos, “las fuerzas del cielo es una cursilería. Son los que están acostumbrados a la normalidad de la mentira y el agravio, a la fácil creencia en el sofisma y en la reverencia al énfasis. Son los espíritus enfermos, parafraseando a Jacques Maritain.

En este momento es bueno invocar a Dios, para que no pierda la fe en nosotros, en el sentido que podemos hacer las cosas mejor y bien.

Ninguna medicina tiene buen sabor, además tiene su costo. Dios quiera, que sea la correcta en contenido y en las dosis. Si así fuera, “las fuerzas del cielo” nos ayudarán a pasar el mal momento. No esperemos un milagro; sí buenos resultados.

La buena noticia, hay tratamiento, está en nosotros cumplirlo al pie de la letra. Así saldremos de esta larga enfermedad que el cáncer Massa agravó hasta casi una agonía de la que pedimos regresar.

Cumplimos 40 años de democracia republicana formal, pero con indigencia y pobreza que afecta a un 70% de la población, sin moneda, sin reservas, con una infraestructura precaria, alta corrupción y mínima idoneidad.

Es la verdad de estos 40 años.

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