Por Carlos Tórtora.-

La cuenta es sencilla: si la curva del pico de la pandemia llevara entre 6 y 10 semanas como alertan las autoridades, la cuarentena debería prorrogarse un mínimo de tres veces más. De ahí la frase de Alberto Fernández de que “la cuarentena va a durar todo lo que tenga que durar”. El caso es que esta perspectiva coloca al presidente en una situación de riesgo en su imagen. Son varias las encuestas que señalan un descenso de la imagen positiva de Alberto, fundadas en la creciente angustia por la demora en la reapertura de la economía. El comercio es el sector más agitado y el comunicado de CAME plantea que es insostenible la situación del comercio minorista, que en Capital se ve obligado a cerrar sus puertas al volverse más estricta la cuarentena en esta quincena. El movimiento aperturista de la economía todavía no encontró un vocero político claro pero se descuenta que Juntos por el Cambio asumirá ese rol. La clave del problema está en si la protesta para reabrir la economía tomará suficiente volumen como para poner al gobierno a la defensiva.

Inflexible

El presidente es de una inflexibilidad notable: la crítica situación en Brasil y la menos grave en Chile le dan argumentos para no abrir. Es que un rebrote del Covid-19 le significaría al gobierno una seria derrota política. Alberto le apunta al objetivo político mayor: ser uno de los países más exitosos en la lucha contra la pandemia. Semejante éxito tendría consecuencias políticas en el reordenamiento del tablero pospandemia. El gobierno requiere del máximo consenso para el lanzamiento de un plan reactivador de la economía que marcará una fuerte presencia del estado.

En lo inmediato, queda por verse si la protesta del comercio minorista se extiende rápidamente a otros sectores y si el país se divide en dos grandes bandos. De esta batalla que se está dando en la zona metropolitana son protagonistas también Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta. El primero tiene una postura más dura que la de Alberto y esto representa indirectamente la posición de Cristina Kirchner. El jefe de gobierno porteño es, por el contrario, un tímido aperturista, porque gobierna un distrito que funciona en torno al comercio y los servicios. El resto del país no está en el foco de la crisis y está atravesando por una lenta flexibilización.

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