Por Carlos Tórtora.-

En una tregua forzada por las circunstancias, Cristina Kirchner y Alberto Fernández se dan tiempo para enhebrar sus ilusiones de resurgir. El presidente creería que su reunión con Joe Biden el próximo 25 puede redituarle el pasar a ser un interlocutor privilegiado en América Latina, sobre todo si Lula vuelve al poder y Brasil se distancia un poco más de Washington. Alberto también cree que el Departamento de Estado puede asignarle un rol de amigable componedor entre Washington y el régimen de Nicolás Maduro. Si todo esto ocurriera, el presidente creería también que su imagen interna crecería lo suficiente como para terciar en la discusión de las candidaturas.

El eterno retorno

Cristina no se va a menos y tienta su propia zaga geopolítica. Si Lula gana en octubre próximo, en el Instituto Patria dicen que se instalará un paralelismo con fuerte incidencia en el plano interno. Como Lula, Cristina enfrentó una fuerte persecución judicial. Pero la diferencia es que en Brasil esas causas por corrupción se diluyeron mientras que aquí gozan de buena salud. Otro factor es que Lula recuperó rápidamente su liderazgo opositor en tanto que aquí, a un año de las elecciones la vicepresidenta está muy baja en los números y debe hacer piruetas para fingir que es opositora. De cualquier modo, el kirchnerismo está dispuesto a aprovechar el triunfo probable de Lula para plantear vidas paralelas con la ex presidenta. Todo esto mientras se habla de una política económica asociada a la brasileña.

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