Por Guillermo Cherashny.-

Manzur ya empezó con las reuniones de gabinete a imprimir nueva actividad a un gobierno que estaba totalmente paralizado por la inercia del albertismo, que se despertó con la carta de Cristina pero luego volvió a la inercia habitual, que sólo Manzur pudo romper convocando a reuniones de gabinete, y también la vuelta quizás apresurada a la normalidad sin barbijo. De ahora en más, está diseñando medidas económicas para los sectores que se ausentaron de la votación y de otros, como la clase media, a los cuales apela Sergio Massa con la suba del mínimo no imponible a $ 175.000, que se actualizará en enero del 22, y con el proyecto de condonación de deudas fiscales, que beneficiará a clubes de barrio, bibliotecas, cuarteles de bomberos, ONGs y sociedades de fomento, que tendrá que ser aprobado por el congreso. Massa, a su vez, dejó de tener el monopolio de la sensatez en el Frente de Todos, porque, como dijimos, el tucumano coincide en que hay que establecer relaciones normales con los Estados Unidos y dejar de lado la revolución imaginaria chavista que impulsan varios sectores del cristinismo, que no entienden el pragmatismo de la vicepresidenta, que sabe muy bien cómo piensa Manzur.

Ahora se vienen uno o dos bonos para los jubilados, quizás un IFE de $ 15.000 y también reparto de electrodomésticos en el conurbano y en las provincias donde perdió el oficialismo, con el objetivo de mantener el quórum en el Senado y reducir la diferencia nacional que lo separa de la coalición Juntos, para mantenerse como primera minoría en la Cámara de Diputados. Con eso bastaría para salvar la ropa y, lo más importante, sería el rumbo que imprimirá Juan Manzur, como lo denominamos, la primavera judeo-cristiana, con el arreglo con el FMI y un plan económico serio al cual hasta ahora Alberto se negaba y que será implementado por Sergio Massa, como superministro de esa área, con Martín Redrado, Guillermo Nielsen y otros economistas de renombre.

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