Por Otto Schmucler.-

Los argentinos estamos siendo y vamos camino a ser protagonistas de un hecho inédito como sociedad y único probablemente para el resto de los mortales, la representación, como grotesco, del chiste con el que se supo retratar la testarudez del vasco aquel que, pese a todo y ante la evidencia sobre “cualquier cosa o tema”, nunca daba su brazo a torcer y porfiaba por aquello que había sostenido desde el inicio; “tiene gusto a jabón pero… para mí que es queso”.

Es así que tras seleccionar algunos de los varios casos apuntados en el alegato del ministerio fiscal (en el juicio por la obra pública), quedó al descubierto cosas que ya sabíamos desde hace mucho, pero que sólo las hablaba, dependiendo el color partidario, cada tanto, el periodismo. Nunca antes un miembro del Poder Judicial había tenido tanto tiempo de TV para exponerlas en detalle y con pruebas contundentes como sucedió con los fiscales Luciani y Mola.

Obvio resultó que la principal imputada ordenó a su ejército de trolls y periodistas comprados descalificar la acusación y por añadidura, a los fiscales.

Es así que en los programas de la noche se mostraron contradicciones groseras en aquellos que burdamente intentaban desacreditarlos, como la de un periodista que en 2016, cuando jugaba para el bando contrario al que adquirió su pase, decía las mismas cosas que Luciani, a quien critica con dureza hoy.

Pero lo más importante de “todo esto”, no es ver el comportamiento de estas figuras menores, sino cómo reaccionará aquel electorado al que el kirchnerismo mantuvo cautivo con dádivas desde 2003 (a pesar de haberlos sometido a la más extrema pobreza, como dramáticamente nos mostró la televisión en La Matanza profunda durante la pandemia).

Lo hará como el vasco testarudo (que es como lo ha hecho hasta ahora), ¿o decidirá, de una vez por todas, dejar atrás su triste presente cambiando figuritas?

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