Por Roque Villazán.-

En una de las audiencias más recordadas de un imputado en la Justicia, cuando le tocó defender su inocencia ante el Tribunal en Comodoro Py, Cristina decidió recurrir a la actuación para sostenerla.

En una interpretación actoral vibrante (y brillante para algunos), aunque con inconsistentes argumentaciones le espetó con furia a los jueces, en la cara, que a ella la historia ya la había absuelto, tras lo cual se negó a responder preguntas en medio de los gritos de la militancia que la acompañó en cada una de sus presentaciones.

Allá en la nebulosa de sus vaguedades quedarán amontonados el lawfare y otra serie de persecuciones de las que dijo haber sido víctima ella y su difunto marido por el solo hecho de haber sido peronistas.

También serán recordadas la gran cantidad de nulidades que su defensa presentó con un claro objetivo, demorar hasta la eternidad o la prescripción el inicio del juicio. Queda claro que no existió nunca el interés de parte de la defensa para que se llegue y conozca la verdad, todo fue un “tratar de estirar y demorar hasta el infinito” su iniciación.

Pero como le sucedió a Don Juan Tenorio, no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. Y de la mano de un impecable fiscal Luciani se llegó al 11 de julio en que comenzarán los alegatos y pedidos de condena en el juicio que se le sigue a CFK por las presuntas irregularidades en las obras públicas que el empresario Báez recibió durante el kirchnerismo.

Aquí no será la historia quien absuelva o condene a la ex Presidenta, sino la justicia.

¿Dios y la Patria se lo demandarán?

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