Por Oscar Edgardo García.-

La ideología es un elemento que acciona y participa activa y continuamente en la vida social y determina la forma en que funcionan las relaciones de convivencia entre sus coexistentes, incluyendo sistemas de valores personales, ideas, creencias y modos de pensamiento que se transmiten, se mantienen y se cambian por intermedio de ella.

Las diferencias ideológicas en el terreno de la política instaló en nuestro país un manifiesto y profundo sentimiento de antipatía, disgusto, aversión, enemistad y repulsión en la sociedad.

Este fenómeno de valor negativo se resume en una sola palabra: odio.

La sociedad argentina ha asumido vivir en un ambiente de odio, con un grado de naturalidad tal que ya lo ha incorporado sin trauma alguno a su vida diaria, como si fuera un deporte o un ejercicio.

Esta es una curiosa situación de muy difícil comprensión y explicación racional.

La historia nos enseña que varios países en el mundo han vivido una cruda guerra civil y también soportado prolongados gobiernos dictatoriales y, sin embargo, sus pueblos han sabido superar esas crueles circunstancias de sus vidas para entender que convivir en paz y armonía es el camino conducente para gozar de una calidad de vida digna, sin resignar la memoria y respetando las ideas que a cada ciudadano le tocó vivir históricamente.

O sea que han hecho todo lo contrario a lo que sucede en la Argentina.

El país se encuentra sumergido en una profunda grieta producto de sus ideologías y no se avizora que se logre producir un cambio en un futuro cercano que elimine el odio de los unos a los otros que invade la rutina diaria de su pueblo y que establezca un clima de sana convivencia que converja en un objetivo común que posibilite tener una nación mejor, con una calidad de vida pacífica y saludable, digna de seres humanos normales.

El tiempo dirá si se encuentra una solución a esta triste y negativa situación. La responsabilidad de producir el cambio está en la sociedad toda, sin distinciones de roles, ni de niveles sociales.

Si no se entiende así, lamentablemente el país continuará como está, sobreviviendo penosamente con irreconciliables ideologías e inmerso en la profundidad de sus propios odios y rencores.

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