Por Carlos Andrés Ortiz.-

La Grandeza Nacional se construye sin ninguna duda, impulsando y concretando grandes obras de infraestructura, las que dan sustento y respaldo a todo plan serio de desarrollo nacional.

Son las grandes obras de infraestructura, las que poseen gran efecto multiplicador económico y social, apuntalando y promoviendo el desarrollo general.

El enfoque respecto a las grandes obras de infraestructura, es marcadamente discrepante, según el marco político-económico desde el cual se parte o fundamenta. Y eso se vincula también con el valor estratégico asignado a las infraestructuras básicas para la economía nacional. Más aun, tiene que ver con el enfoque hacia el que se canaliza el presente y el futuro de la patria.

Algunos pensamos y obramos con el norte puesto en la Grandeza Nacional; otros solo pretenden una dócil republiqueta, subordinada a las potencias de turno, con una minoría ahíta de riquezas y privilegios, y una mayoría excluida y resignada a medrar en la pobreza y la marginalidad.

A nivel mundial, resulta muy claro que las economías más desarrolladas, y por lo general con más elevados niveles de vida de sus poblaciones, corresponden a naciones que fomentaron y priorizaron sus desarrollos industriales y tecnológicos, los que tienen fuertes efectos multiplicadores en las respectivas economías nacionales en las que se aplican.

Esos procesos de desarrollo, requieren contar con las infraestructuras necesarias, para sustentarlos y proveer bienes y servicios esenciales al efecto, entre ellas -primordialmente- las de la Energía. Dicho de otro modo, no hay desarrollo socio económico posible, si no se cuenta con la infraestructura necesaria que lo sustente. Eso es muy claro y definitorio en diversas áreas, y en particular en el muy estratégico Sector Energético.

El conservadurismo extremo, vinculado siempre con políticas económicas de “libre mercado”, es poco o nada propenso a impulsar grandes infraestructuras energéticas, encontrando siempre motivos o excusas, para dilatar indefinidamente proyectos de sensibles importancias estratégicas, e incluso a paralizar sin motivos reales y concretos, obras básicas en plena ejecución. Priorizan lo financiero sobre lo económico; lo especulativo por sobre lo productivo. En el caso argentino, buscan retrotraernos a aquel esquema de economía primaria, con fuerte exclusión social y sin peso propio en el concierto mundial, como lo fuimos en el siglo XIX.

Por el contrario, los gobiernos de orientaciones volcadas a la heterodoxia económica, son por regla general proclives a encarar y concretar grandes obras de infraestructura, que permitan sustentar planes ambiciosos de desarrollo socio económico.

Esas características que diferencian a esos tipos muy disímiles de gobiernos, han tenido algunas excepciones. Por caso, en un período muy controversial de nuestra historia, en la “década infame”, entre 1930 y 1943, cuando el representante argentino ante el Reino Unido, “Julito” Roca (hijo del insigne dos veces presidente, pero claramente de “otra madera” en su personalidad), dijo exultante, al rubricarse el infame Pacto Roca-Runciman, que “Argentina es la joya más valiosa de la corona de Su Majestad”, demostrando total cipayismo. Pero en esos años, hubo importantes inversiones en caminos pavimentados, centrados en la Pampa Húmeda, varios de los cuales al ser de macadam aún prestaban servicio varias décadas después. Esas inversiones brillaban por su ausencia en otras áreas económicas y sociales, mientras se perpetraban alevosos y descarados negociados turbios en distintas áreas económicas, entre ellas la de la Energía.

Lo mismo puede decirse del gobierno de la autodenominada Revolución Argentina, de los años 1966 a 1973. El ministro de economía Krieger Vasena no debió poder aplicar todas sus “recetas” fuertemente liberales -anti industrialistas y contrarias a grandes obras de infraestructura, pues en ese gobierno tenían fuertes influencias varios intelectuales de claros pensamientos nacionales, de los que los más descollantes fueron el economista Aldo Ferrer y el experto en Geopolítica General Juan E. Guglialmelli.

Y en esos años, en las Fuerzas Armadas aun perduraban los últimos resabios del Pensamiento Nacional, que las habían caracterizado en años precedentes a la revolución de 1955.

En ese período se dio fuerte impulso al Plan Nuclear, comenzándose Atucha 1, planificándose cinco centrales nucleares más, y también se impulsaron grandes centrales hidroeléctricas en el nodo del Comahue, con las que años después se formaría la empresa estatal Hidronor, de eficiente accionar.

Objetivamente analizada, la década peronista de 1946-1955, se caracterizó por su fuerte impronta proclive al desarrollo industrial y tecnológico, buscándose el necesario abastecimiento energético, aun a pesar del bloqueo económico al que nos condenaron las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, por no haber aportado Argentina la cuota de carne de cañón, en una guerra que sin duda no era nuestra.

Entre otros logros significativos, se crearon, entre otros entes estatales importantes, Gas Del Estado, que construyó el gasoducto Comodoro Rivadavia – Buenos Aires, en tiempo récord y sin sobrecosto alguno; la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica), de notable valor estratégico y económico; Agua y Energía Eléctrica, que no solo planificó y ejecutó múltiples obras, sino también instrumentó la recolección de valiosos datos hídricos en todo el país, los que serian intencionalmente “perdidos” en el nefasto período de la década menemista, de acentuada ideología neoliberal, cuando “Marijú” Alsogaray disolvió al valioso ente de planificación energética y de manejo de aguas.

No es un dato menor, que Gas Del Estado fue tan eficiente ente, que Francia lo tomó como modelo para crear Gaz De France.

En su tercer período presidencial, Perón acordó con Paraguay construir la Central Hidroeléctrica Yacyretá, la cual tuvo posteriormente interminables demoras y contratiempos, en la sucesión de gobiernos neoliberales -de claras afinidades con la termoelectricidad y poco o nada proclives a concretar grandes obras nucleares e hidroeléctricas- que tuvo Argentina desde el “proceso” (1976-1983) y los gobiernos civiles que le sucedieron, hasta la tremenda crisis terminal de 2001/2002.

Fue evidente que los gobiernos neoliberales, de clara orientación termoeléctrica, buscaron desacreditar a la hidrogeneración, al forzar a Yacyretá a funcionar por fuera de la cota de diseño, lo cual por problemas de cavitación provocó serios daños en los álabes (paletas) de las turbinas.

La altura de diseño del embalse no se podía alcanzar, pues faltaba la decisión de construir las mal llamadas “obras complementarias”, para anular los efectos negativos en las costas del gran embalse. Eso recién cambiaría en el período gubernativo entre 2003 y 2015, cuando se concretó un vasto plan de protección de costas y de sensibles mejoras urbanas en las localidades ubicadas a la vera del gran embalse, en particular Posadas (Argentina) y Encarnación (Paraguay) y varias poblaciones aledañas a las mismas.

El período 2003 – 2015 se caracterizó por concretar diversas grandes obras de infraestructura energética, destacándose las terminaciones de la Central Nuclear Atucha 2 y la mega hidroeléctrica de Yacyretá; la interconexión de todas las provincias continentales al Sistema Interconectado Nacional, con 5.500 Km. nuevos de redes de extra alta tensión; la extensión de la red troncal de gasoductos, en 3.215 Km., aumentándose sustancialmente la capacidad de transporte del sistema de gasoductos, llevándose a 26 millones de m3 por día; las instalaciones de grandes usinas termoeléctricas con turbinas de gas, planificadas para convertirse en ciclos combinados al añadirse las respectivas turbinas de vapor; se comenzaron las obras de las dos grandes hidroeléctricas en Santa Cruz, con financiación china, estando cerca la inauguración de la Central Carbonífera de Río Turbio, siendo el conjunto de esas obras en el extremo sur muy convenientes para estabilizar el voltaje, proveer Potencia Firme y Energía de Base para consolidar el funcionamiento del Sistema Interconectado de Electricidad.

También se había comenzado la construcción de la Cuarta Central Nuclear, llamada Atucha 3, con financiación y soporte tecnológico chino, estando planificadas otras dos centrales nucleares, y paralelamente avanzó el proyecto de la Central Modular CAREM, de baja potencia y diseño nacional.

Atucha 2 estuvo paralizada por 22 años, y todas las vacantes en la CNEA congeladas, por negativas recomendaciones del Ing. Jorge Lapeña, por esos años asesor energético de Alfonsín, presidente que tuvo miedo y/o careció de visión estratégica para continuar con el exitoso Plan Nuclear.

La reestatización parcial de YPF fue una decisión estratégica de alto valor, la cual posibilitó el desarrollo productivo del mega yacimiento de Vaca Muerta, el que hoy es la base de las proyecciones muy positivas del sector hidrocarburífero.

Evidentemente, los tecnócratas energéticos neoliberales, presionaron -y lo siguen haciendo- para crear las condiciones de desguace del Sector Nuclear Nacional, acorde a la idea de país-estancia de economía y tecnología primarizada, y socialmente excluyente, tal como es el modelo político-económico que desde aquel sector pretenden imponer.

Con la vuelta del ultra conservador neoliberalismo -esta vez por las urnas, con fuertes presiones mediáticas-, volvieron las políticas de cancelaciones de obras, con nulos o indefendibles argumentos, solo compatibles con esa típica oposición a concretar grandes obras de desarrollo económico, acorde eso con el rol de economía primarizada, sin industrias y sin entes tecnológicos nacionales.

En ese contexto, se canceló la Central Nuclear Atucha 3, que estaba en plena construcción, despidiéndose al personal altamente calificado que la construía, se frenaron las dos hidroeléctricas en el río Santa Cruz, fueron insignificantes las ampliaciones de la red de gasoductos, las grandes obras brillaron por sus ausencias, e incluso se descuidaron necesarias inversiones en mantenimiento, lo cual provocó el brutal apagón eléctrico masivo de 2019, el que incluso afectó áreas de países vecinos con los cuales estamos interconectados.

El gasoducto Néstor Kirchner, de estratégica importancia para potenciar la creciente productividad del mega yacimiento de Vaca Muerta, muestra a las claras los diferentes y antagónicos enfoques entre personeros del neoliberalismo y quienes evidencian priorizar los Intereses Nacionales para el desarrollo.

En efecto, en los cuatro años del macrismo, pese al cuantioso endeudamiento -incluyendo la vergonzosa operación perpetrada con el FMI, violando toda normativa y volviéndonos a sumirnos en la dependencia financiera- , que debería haber dispuesto fondos para construir ese gasoducto troncal, se postergó toda decisión de construirlo.

Además, sin motivos reales, paralizaron la continuación del gasoducto del NEA, el GasNEA, evidenciando un excluyente unitarismo en sus mediocres visiones de país-estancia. Cuando, pese a la oposición del FMI, con sus sempiternas “recetas” conducentes al subdesarrollo crónico, se concretó el gasoducto en tiempo récord, el expresidente endeudador, se opuso a su construcción y pretendió desacreditar tan importante obra, con tergiversadas y falaces argumentaciones.

¡Los neoliberales lamentan que se concreten obras esenciales para el desarrollo! Existe un claro paralelismo entre la concreción del primer gran gasoducto que vinculó Comodoro Rivadavia con Buenos Aires y múltiples localidades intermedias; con este nuevo gasoducto Tratayén-Salliqueló, pues ambos son obras de alto valor estratégico, concretadas pese a las oposiciones de quienes en los hechos promueven el subdesarrollo crónico.

Está prevista la ampliación del mismo hasta San Jerónimo, Santa Fe, y la reversión del gasoducto del norte, para reemplazar al gas importado desde Bolivia.

Es de esperar que Misiones y Corrientes dejen de ser las cenicientas excluidas del gas natural, cuyas interconexiones pueden tener derivaciones hacia Brasil y Paraguay, ampliando los mercados a abastecer con esas extensiones.

Esperemos que dichas posibles ampliaciones de las redes de gas natural, no excluyan otras grandes obras claves para nuestro desarrollo, dentro de las cuales la mega hidroeléctrica de Corpus, es necesario que se concrete, superando las oposiciones habituales del ecologismo cavernario, siempre opuesto a todo lo que signifique desarrollo, bajo la falaz excusa de un ultra conservacionismo que sigue dictados transnacionales para perpetuar nuestro subdesarrollo.

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