Por Elena Valero Narváez.-

Nos enteramos, todos los días, de actos propios de delincuentes, realizados por orden del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, sobre personas y políticos de la oposición.

La gente sufre los resultados del populismo que como un enorme glotón se ha comido las instituciones democráticas dejando, apenas, restos. Es así como los venezolanos están mal alimentados, debilitados sus cuerpos y a punto de perder las últimas libertades. Si esto último sobreviene, serán esclavos de un Estado totalitario.

Henri de Saint Simón (1760-1825) fue quien lanzó la idea de “planificación central” con lo que dio el primer paso hacia las diversas variedades de socialismo. Fue así como se creyó que la sociedad era igual a un organismo, por lo cual podía convertirse en una comunidad organizada por mandatos.

Los totalitarismos del siglo XX demostraron el fracaso de esta concepción que llevó a la existencia de un partido único encargado de observar a las personas y disminuir al extremo su intimidad. Se destrozó la estructura económica basada en la propiedad privada y la libre iniciativa y se dirigió la economía por una planificación central con grados mínimos de libertad, sin estado de derecho, donde prevaleció la acción prescriptiva, con escaso margen para las decisiones personales.

Venezuela, en estos días, esta definiendo su futuro. Todavía queda una oposición que pretende luchar por regresar al país a un régimen democrático, donde vuelva a tener fuerza la sociedad civil. Sabe que el Estado solo puede ser controlado por una opinión pública institucionalizada y por el funcionamiento normal de un sistema de partidos. Tiene serios problemas para poder lograrlo: el Estado ha invadido a la sociedad civil reduciendo el papel de los partidos y de la acción política democrática. Se suma una economía desquiciada donde se distorsionaron los mecanismos autorreguladores del mercado, generando altos niveles de pobreza que han bajado los brazos de la gente: se deben preocupar, más que por la libertad, por un plato de comida.

Sabemos, la historia lo muestra, que las sociedades autoritarias son inestables. Venezuela ha derivado en un autoritarismo populista con vocación totalitaria. El modelo ha sido siempre Cuba.

Solo una conmoción democrática con líderes que sepan atraer a las masas podría impedir que Nicolás Maduro y el grupo militar que lo apoya, junto a un grupo de intelectuales unidos por la misma concepción revolucionaria, lleve al país al totalitarismo. Sería a través de un partido único e incitando a la participación y consenso de la gente a través de promesas que vuelvan a crear expectativas favorables.

Cuentan con los medios de dominación que les da el Estado, como la apropiación de los medios de comunicación y las fuerzas de seguridad, las cuales pueden actuar sobre una población desarmada.

Veremos si logra Maduro su objetivo que se expresa bien en la idea de Mussolini: Todo dentro del Estado, nada fuera de él.

A quienes observamos el proceso nos queda la esperanza de que parte de la sociedad venezolana siga conservando reservas liberales como para hacer retroceder al Estado a niveles por lo menos tolerables, hasta llegar a la democratización. Dependerá, sobre todo, del acompañamiento de los gobiernos de países democráticos. No es posible que sigan haciéndose los distraídos ante el sufrimiento al que son sometidos, contra su voluntad, los que habitan Cuba, Venezuela y otros países con gobiernos totalitarios.

A menudo se critica a la sociedad occidental a la vista de los sistemas totalitarios que fueron un fenómeno ocurrido en Occidente, como el comunismo, el nacional-socialismo, y el fascismo. Hay que aclarar que las ideas que los hicieron posible, son enemigos del capitalismo y de la sociedad moderna, aunque se valgan de sus logros. También lo es el terrorismo como bien lo sabemos al analizar sus ideas y la sociedad que pretendieron y pretenden alcanzar a través de sus horribles y sanguinarios métodos: una sociedad uniforme, burocrática y represiva como magistralmente, Fiódor Dostoievski, lo detalla en Los endemoniados.

Esperemos que Venezuela, como todos los países que aún son gobernados por quienes practican la intimidación y la violencia para mantenerse en el poder, pueda regresar a un régimen democrático.

Maquiavelo nos dice en El Príncipe: “quien se apodere de una ciudad acostumbrada a gozar de su libertad y no la destruya, debe esperar ser destruido por ella, pues siempre tendrá como bandera de rebelión la libertad… pero cuando la provincia está habituada a vivir bajo la dominación de un príncipe y su dinastía se extingue, acostumbrada a la obediencia y privada del antiguo soberano no sabe ponerse de acuerdo para elegir uno nuevo, ni vivir en libertad, de suerte que hasta su misma lentitud en acudir a las armas facilita a cualquier príncipe conquistarla y conservarla en su poder.”

Share