Por Fabián Medina.-

Con el éxito de la semana pasada en la elección presidencial de Estados Unidos de América Donald Trump se ha convertido en un factor que quita el sueño a muchos analistas económicos de nuestro país. No solo por las políticas económicas que puedan gestarse desde el 20 de enero de 2017 desde la Casa Blanca estadounidense sino también como consecuencia de las que se realizan en nuestro país desde hace algunos años. Para tomarlo en cuenta pensemos que durante los años 2003 a 2015 se estableció una política económica dividida en 3 fases: 1) 2003 a 2007 en que se trabajó solamente con el remanente propio y hubo prosperidad como consecuencia de los altos valores de los commoditites; 2) 2008 y 2009 en los cuales se estancaron y comenzó el descenso de los commodities y se estancó los niveles de generación de empleos; 3) 2010 a 2015 momento en que los valores de los distintos granos decayeron a niveles muy bajos desde 2003 y se perdieron 1.000.000 de puestos de trabajo por año de aquellos que se generaron entre 2003 y 2009, dejando un remanente de apenas 1.500.000 o en el mejor de los casos 2.000.000 de empleos generados durante esos 12 años; como consecuencia de este período desde 2010 nuestro país no realizó obra pública y el valor total de inversión pasó de 23% del PBI a 1.5% del mismo -según datos del INDEC, ofrecidos en el Hotel Sheraton de PILAR en noviembre de 2012-. En el último período se aceleró la emisión monetaria a valores del 40% anual.

Desde diciembre de 2015 a la fecha cambiamos la forma de fondearnos de la emisión que nos llevó al 25% anual aproximado de inflación en ese año a la toma desproporcionada de deuda emitiendo bonos por parte del Estado Nacional; Provincial y Municipal lo cual se emitió durante 2016 U$S 34.000 millones de dólares estadounidenses y una expectativa mediante el presupuesto 2017 de U$S 40.000 millones más. Con este antecedente es lógico que para el gobierno nacional sea preocupante la asunción de Donald TRUMP como nuevo Presidente de los Estados Unidos de América, puesto que en caso de incrementar la tasa de interés en solo 1% el nivel de incremento de los intereses de la deuda se elevarían en U$S 750 millones -o sea $13.500 millones al tipo de cambio fijado en el mencionado presupuesto 2017- que deberían salir de las arcas de la actividad comercial que hoy en día se encuentra altamente restringida por el descenso del consumo.

Como única alternativa que nos quedaría como país es que las embajadas y consulados se conviertan en oficinas plenamente comerciales y se dediquen a ofrecer nuestros productos para que en el momento que EEUU comience a sentir los efectos de las políticas proteccionistas que no dudo van a tomar nuestros productos se reinserten al mundo ganando nuevos mercados; o sea nos queda una sola bala de plata y hay que saber cuándo y cómo usarla inteligentemente, porque cada tiro cuenta y es necesario para reactivar la capacidad ociosa de nuestras industrias.

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