Por Luis Américo Illuminati.-

A la Justicia se la representa mediante una estatua de la diosa griega Themis, de pie, con los ojos vendados, una túnica blanca y con una larga espada en su mano izquierda que toca el suelo y una balanza en la mano derecha. Pero en la Argentina la Justicia tiene otro aspecto ya que se ha relajado tanto que ha reemplazado la espada y la balanza por una copa de vino.

Primer Caso. ¡Todo vuelve a foja cero!

La Cámara Federal de Casación, tras interminables peripecias, por fin hizo justicia y anuló los sobreseimientos dictados a favor de la vicepresidente, en los casos de los cuadernos (Hotesur-Los Sauces) y del memorándum con Irán, apartó a los jueces intervinientes -demasiado generosos con la acusada- y ordenó que se realicen los juicios respectivos.

La duda que cabe albergar -y es lógico tenerla- recae sobre el mal hábito de no pocos jueces -con honrosas excepciones- permeables y proclives a perdonar a los individuos que detentan el gobierno de turno. Si los jerarcas y funcionarios del gobierno en problemas conservan y se mantienen en el cargo, dictan sobreseimiento, y si los mismos están por irse, dictan condena. Todo depende de las circunstancias. Esta natural desconfianza la tiene el ciudadano que ha visto a lo largo de 40 años de democracia las vergonzosas claudicaciones de una Justicia que cabalga entre la venalidad y el difícil deber de impartir justicia. Este el principal drama de la Argentina: los jueces poco confiables que tiene.

Segundo Caso: ¡Chocolate por la noticia!

Basándose en la «teoría del fruto del árbol envenenado», la Cámara de Apelaciones de La Plata ordenó el jueves pasado la liberación de “Chocolate” Rigau. La polémica resolución, firmada por los jueces Fernando Mateos, Alejandro Villordo y Juan Alberto Benavídes, que hizo lugar rápidamente al recurso de Habeas Corpus que había sido presentado por abogados del imputado. De esta manera se desploma la causa impulsada la fiscal Betina Lacki en el fuero penal de La Plata, y que tenía a «Chocolate» Rigau como como acusado de defraudaciones reiteradas.

Insólitamente “Chocolate” (Julio Segundo Rigau), un puntero peronista que tenía en su poder 48 tarjetas de débito de supuestos empleados de la Legislatura, está ahora libre. El juez Fernando Mateos discrepó con sus pares y expresó que el procedimiento policial era correcto. Chocolate tenía en su poder $ 1.257.000 en efectivo cuando fue detenido, resultado de las extracciones metódicas que realizaba con los plásticos de titulares truchos, prestanombres que no pudieron explicar con lógica y credibilidad porque le facilitaron a don «Chocolate» sus tarjetas. Rigau había quedado detenido en un cajero automático en La Plata -a una cuadra de la Legislatura- cuando retiraba dinero con 48 tarjetas de débito de empleados de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires. “Chocolate” es un electricista de 65 años que trabaja también como empleado en la Cámara de Diputados.

Inexplicablemente Rigau tenía cuadernos con los nombres de los supuestos empleados, de los cuales se sospecha que son prestanombres por favores recibidos que jamás confesarán su complicidad en el delito. Repudiable y vieja práctica que desvirtúa la democracia que se utiliza para distraer fondos públicos. Los corruptos que están detrás son manzanas podridas que pudren el cajón entero. Ese es el verdadero «fruto del árbol envenenado» y no otras causales que son pretextos o motivos traídos de los pelos. El puntero fue sorprendido por la policía por denuncia de un cartonero que lo observó durante la noche. “Chocolate” tenía las claves de seguridad de las tarjetas, utilizando el límite diario de $ 30.000. Rigau metía todo el dinero en una bolsa de consorcio como si fuera un Papá Noel clandestino. La mentada teoría no es aplicable en el caso puntual, que si lo sería si la policía le hubiera arrancado una confesión por la fuerza a Chocolate. La aplicación de dicha teoría fue adaptada (forzada) al hecho como un lecho de Procusto. El fiscal Héctor Voglioto adelantó apelará la resolución de marras. Un árbol puede ser estéril, secarse por falta de agua o ser fulminado por un rayo, pero nunca estar envenenado, es el fruto el que se pudre por estar agusanado. El gusano de la corrupción es el que pudre la manzana.

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