Por Hernán Andrés Kruse.-

El candidato presidencial por La Libertad Avanza, Javier Milei, concedió recientemente una entrevista al polémico ex presentador de la cadena Fox News, Tucker Carlson, en la que no ahorró críticas al Papa Francisco: “El papa juega políticamente. Tiene fuerte injerencia política. Ha demostrado además una gran afinidad con dictadores como Castro o Maduro. Es decir, está del lado de dictaduras sangrientas”. “Pero además es alguien que considera la justicia social un elemento central de su visión, y eso es muy complicado”. Lo es porque la justicia social es “robarle el fruto de su trabajo a una persona y dárselo a otra”. Más adelante afirmó: “La vida sin libertad no merece ser vivida”. Argentina es “básicamente un país que lleva 100 años abrazando las ideas socialistas y la rebelión natural del sistema era ser liberal”. No se privó de criticar el dogma “donde hay una necesidad nace un derecho” porque “las necesidades son infinitas y los derechos alguien los tiene que pagar y los recursos son finitos”. “Toda acción estatal genera un daño más grande que lo que quiere corregir”. Por último, apoyó a Donald Trump quien tiene intenciones de retornar a la Casa Blanca: “Que continúe con su lucha en contra del socialismo porque es uno de los pocos que entendió cabalmente que la pelea es contra el socialismo, que la generación de riqueza proviene del sector privado. El estado no crea riqueza, la destruye” (Fuente: Infobae, 14/9/023).

El libertario acusa al Papa Francisco de jugar políticamente. Vaya novedad. Francisco no hace más que seguir el ejemplo de sus antecesores. El caso más relevante fue el de Juan Pablo II, quien militó activamente en contra del comunismo soviético hasta que se produjo su implosión en 1991. En las últimas horas el diario italiano IL Corriere Della Sera publicó una carta de 1942 encontrada en los Archivos Vaticanos que confirma que el entonces Papa Pío XII conocía la existencia de campos de concentración y el exterminio de los judíos. Sin embargo, el Sumo Pontífice guardó durante todo ese tiempo un lacerante silencio. Tiene razón Milei, entonces, cuando afirma que Francisco es, además del jefe de la Iglesia Católica, un político. Pero lo que más molestó de su embestida contra el Papa fue el haberlo acusado de ser cómplice de regímenes dictatoriales y criminales, como el castrismo y el chavismo. Tanta fue la polvareda que provocó su ataque que la Iglesia Católica puso en duda el viaje del Papa a nuestro país para el año próximo.

Lo primero que cabe resaltar es algo que no se admite, al menos públicamente: que son millones los argentinos que están de acuerdo con el libertario. Creo no equivocarme si afirmo que el 42% que obtuvo Juntos por el Cambio en los comicios de 2021 piensa que el castrismo y el chavismo son dictaduras oprobiosas y deleznables. Consciente de ello Milei salió con los tapones de punta con el evidente propósito de sumar a su causa la mayor cantidad de votantes macristas que en las PASO se volcaron hacia la figura de Bullrich. La otra cuestión que cabe ser considerada es si Milei acierta en su diagnóstico. ¿Siente simpatía el Papa Francisco por regímenes como el chavista, por ejemplo? Para responder a semejante pregunta qué mejor que leer el discurso del Santo Padre en Atenas cuando expiraba 2021.

“(…) Vengo como peregrino a estos lugares que sobreabundan de espiritualidad, cultura y civilización, para percibir la misma felicidad que entusiasmó al gran Padre de la Iglesia. Era la alegría de cultivar la sabiduría y de compartir su belleza. Una felicidad, por tanto, que no es individual, no está aislada, sino que, naciendo del asombro, tiende al infinito y se abre a la comunidad; una sabia felicidad, que desde estos lugares se ha difundido en todas partes. Sin Atenas y sin Grecia, Europa y el mundo no serían lo que son: serían menos sabios y menos felices. Desde aquí, los horizontes de la humanidad se han dilatado. Yo también me siento invadido a elevar la mirada y a detenerla en la parte más alta de la ciudad: la Acrópolis. Visible desde lejos para los viajeros que han llegado hasta allí a través de los milenios, ofrecía una imprescindible referencia a la divinidad. Es la llamada a ampliar los horizontes “hacia lo alto”, desde el monte Olimpo a la Acrópolis y al Monte Athos. Grecia invita al hombre de todos los tiempos a orientar el viaje de la vida hacia lo alto: hacia Dios, porque necesitamos de la trascendencia para ser verdaderamente humanos. Y mientras hoy en el Occidente, que ha nacido aquí, se tiende a ofuscar la necesidad del Cielo, atrapados por el frenesí de miles de carreras y por la avidez insaciable de un consumismo que despersonaliza, estos lugares nos invitan a dejarnos sorprender por el infinito, por la belleza del ser, por la alegría de la fe (…). Pero en esta ciudad la mirada, además de dirigirse hacia lo alto, se impulsa también “hacia el otro”. Nos lo recuerda el mar, al que Atenas se asoma y que orienta la vocación de esta tierra, situada en el corazón del Mediterráneo para ser puente entre las personas (…). Aquí, según la conocida afirmación de Sócrates, tuvo comienzo el sentirse ciudadanos no sólo de la propia patria, sino del mundo entero. Señores, aquí el hombre tomó conciencia de ser “un animal político” (Aristóteles, Política) y, como parte de una comunidad, vio en los otros no sólo sujetos, sino ciudadanos con los que organizar la polis. Aquí nació la democracia (…).

“Sin embargo, no se puede dejar de constatar con preocupación cómo hoy, no sólo en el continente europeo, se registra un “retroceso de la democracia”. Ésta requiere la participación y la implicación de todos y por tanto exige esfuerzo y paciencia; la democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes. En diversas sociedades, preocupadas por la seguridad y anestesiadas por el consumismo, el cansancio y el malestar conducen a una suerte de “escepticismo democrático”. Sin embargo, la participación de todos es una exigencia fundamental, no sólo para alcanzar objetivos comunes, sino porque responde a lo que somos: seres sociales, irrepetibles y al mismo tiempo interdependientes. Pero también existe un escepticismo, en relación a la democracia, provocado por la distancia de las instituciones, por el temor a la pérdida de identidad y por la burocracia. El remedio a esto no está en la búsqueda obsesiva de popularidad, en la sed de visibilidad, en la proclamación de promesas imposibles o en la adhesión a abstractas colonizaciones ideológicas, sino que está en la buena política. Porque la política es algo bueno y así debe ser en la práctica, en cuanto responsabilidad suprema del ciudadano, en cuanto “arte del bien común”. Para que el bien sea realmente participado, hay que dirigir una atención particular, diría prioritaria, a las franjas más débiles.

Esta es la dirección a seguir, que un padre fundador de Europa indicó como antídoto para las polarizaciones que animan la democracia, pero que amenazan con exasperarla: “Se habla mucho de quien está a la izquierda o a la derecha, pero lo decisivo es ir hacia delante, e ir hacia delante significa encaminarse hacia la justicia social” (A. De Gasperi, Discurso en Milán, 23 de abril de 1949). En este sentido, es necesario un cambio de ritmo, mientras cada día se difunden miedos, amplificados por la comunicación virtual, y se elaboran teorías para oponerse a los demás. Ayudémonos, en cambio, a pasar “del partidismo a la participación”, del mero compromiso por sostener la propia facción a implicarse activamente por la promoción de todos. Del partidismo a la participación. Es la motivación que nos debe impulsar en varios frentes: pienso en el clima, en la pandemia, en el mercado común y sobre todo en las pobrezas extendidas. Son desafíos que piden colaborar de manera concreta y activa, lo necesita la comunidad internacional, para abrir caminos de paz a través de un multilateralismo que no sea sofocado por excesivas pretensiones nacionalistas; lo necesita la política, para poner las exigencias comunes ante los intereses privados. Puede parecer una utopía, un viaje sin esperanza en un mar turbulento, una odisea larga e irrealizable. Y, sin embargo, como enseña el gran relato homérico, el viaje en un mar agitado es a menudo el único camino. Y alcanza la meta si está animado por el deseo de un hogar, por la búsqueda de seguir adelante juntos (…).

En la Escritura, el olivo también representa una invitación a ser solidarios, en particular con respecto a cuantos no pertenecen al propio pueblo. Dice la Biblia: “Si recoges el fruto de tus olivos, no regreses a buscar más. Será para el migrante”. Este país, caracterizado por la acogida, ha visto arribar en algunas de sus islas un número mayor de hermanos y hermanas migrantes que el de los mismos habitantes, aumentando de ese modo los problemas, que todavía se ven afectados por las dificultades que trajo consigo la crisis económica. Pero también las demoras europeas perduran. La Comunidad Europea, desgarrada por egoísmos nacionalistas, más que ser un tren de solidaridad, algunas veces se muestra bloqueada y sin coordinación. Si en un tiempo los contrastes ideológicos impedían la construcción de puentes entre el este y el oeste del continente, hoy la cuestión migratoria también ha abierto brechas entre el sur y el norte. Quisiera exhortar nuevamente a una visión de conjunto, comunitaria, ante la cuestión migratoria, y animar a que se dirija la atención a los más necesitados para que, según las posibilidades de cada país, sean acogidos, protegidos, promovidos e integrados en el pleno respeto de sus derechos humanos y de su dignidad (…).

En cambio, la pandemia es la gran adversidad. Ha hecho que nos redescubramos frágiles y necesitados de los demás. También en este país es un desafío que requiere oportunas intervenciones por parte de las autoridades-me refiero a la necesidad de la campaña de vacunación-y no pocos sacrificios para los ciudadanos. Pero en medio de tanto esfuerzo se ha abierto camino un notable sentido de solidaridad, al que la Iglesia Católica local es dichosa de poder seguir contribuyendo, con la convicción de que esto constituya una herencia que no debe perderse con el lento aplacarse de la tempestad. Algunas palabras del juramento de Hipócrates parecen escritas para nuestro tiempo, tales como el esfuerzo por “regular el tenor de vida por el bien de los enfermos”, por “abstenerse de todo daño y ofensa” a los demás, por salvaguardar la vida en todo momento, particularmente en el seno materno. Siempre ha de privilegiarse el derecho al cuidado y a los tratamientos para todos, para que los más débiles, en particular los ancianos, nunca sean descartados (…). En efecto, la vida es un derecho; no lo es la muerte, que se acoge, no se suministra.

Queridos amigos., algunos ejemplares de olivo mediterráneo atestiguan una vida tan larga que precede al nacimiento de Cristo. Milenarios y duraderos, han resistido el paso del tiempo y nos recuerdan la importancia de custodiar raíces fuertes, inervadas de memoria. Este país puede definirse como “la memoria de Europa” (…) y estoy contento de visitarlo después de veinte años de la histórica visita del papa Juan Pablo II y en el bicentenario de su independencia. A este respecto, es conocida la frase del genial Colocotronis: “Dios ha puesto su forma sobre la libertad de Grecia”. Dios pone gustosamente su firma sobre la libertad humana, es su don más grande y lo que, a su vez, más valora de nosotros. Él, en efecto, nos ha creado libres y lo que más le agrada es que amemos libremente a él y al prójimo. Las leyes contribuyen a hacerlo posible, pero también la educación en la responsabilidad y el crecimiento de una cultura del respeto. A este respecto, quiero renovar mi agradecimiento por el reconocimiento público de la comunidad católica y aseguro su voluntad de promover el bien común de la sociedad griega, orientando en ese sentido la universalidad que la caracteriza, con el deseo de que en términos prácticos siempre se garanticen las condiciones necesarias para desempeñar bien su servicio (…)”.

Se trata de un texto eminentemente político. Francisco no dudó en caracterizar la situación dominante en el mundo como de “escepticismo democrático”. La democracia es un régimen complejo y requiere de parte de todos los ciudadanos esfuerzo y paciencia. Frente a ella el autoritarismo se muestra expeditivo y el populismo, atrayente. Afirmó que la democracia retrocede y propuso, para revertir semejante fenómeno, que la política sea considerada “el arte del bien común”. No se privó de criticar los excesos del nacionalismo que se tradujeron en la edificación de muros y alambradas para hacer frente a los flujos migratorios. Como puede observarse, el Papa Francisco no hizo más que defender la democracia, no el sentido libertario del término, pero si en el sentido liberal clásico del mismo. Pero lo más importante es que se trata de un texto profundamente humanista que sitúa a la dignidad del hombre en lo más alto del podio.

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