Por Luis Américo Illuminati.-

La relación entre estupidez y vanidad se ha descrito como el efecto Dunning-Kruger, según el cual las personas con escaso nivel intelectual y cultural tienden sistemáticamente a pensar que saben más de lo que saben y a considerarse más inteligentes de lo que son. El fenómeno fue rigurosamente estudiado por Justin Krugger y David Dunning, psicólogos de la Universidad de Cornell en Nueva York.

El miércoles último -13 de diciembre pasado- Alberto Fernández festejó en absoluta soledad sus tres años de gestión (insufrible gestión) que condujo al país al actual naufragio. En tal oportunidad, dijo: «Muchos dicen que soy un presidente timorato” y agregó: “Los liderazgos no se ejercen ni gritando, ni golpeando la mesa”. Declaración que dejó mudos y estupefactos a los que lo escuchaban ya que precisamente es lo que hizo a través de estos tres años: gritar, amenazar y vociferar. Se autoengaña si piensa que algún argentino lo considera un timorato. Los partidarios de Cristina son sus peores enemigos, pero él hace oídos sordos y se sobreestima hasta creerse que es un presidente exitoso. Además, según el Diccionario de la R.A.E. el adjetivo «timorato» tiene tres acepciones. 1) Tímido, indeciso, encogido. 2) Que se escandaliza con exageración de cosas que no le parecen conformes a la moral convencional. 3) Que siente temor de Dios, y se gobierna por él en sus actos. Y Alberto no encuadra en ninguna de dichas definiciones, sino que sufre una alucinación que lo lleva a creer que él es un hombre capaz e inteligente.

Por ende, si Alberto se cree inteligente y capaz es porque tiene el síndrome de Dunning-Kruger, a estar por sus reiterados fracasos que los vende como si fueran brillantes logros. Su gobierno es un cuerpo de dos cabezas, una cosa increíble que sólo se ha visto en la Argentina, que una vicepresidente -que no está en su sano juicio o eso parece- tenga tanto poder, en guerra total con la justicia y él apoyando semejante escándalo institucional. Alberto tiene la inteligencia de un loro.

Por su culpa la Argentina marcha a la deriva. Encima y para colmo de los colmos quiere ser otra vez candidato en 2023, lo que confirma que tiene el Síndrome de mención. Por ahora, su jefa se ha llamado a silencio mientras planea como revertir la condena que le ha sido impuesta, que no es la que pidió el Fiscal Luciani de asociación ílicita, por lo que la sacó barata, pues si su gobierno -incluido el titererazgo sobre Alberto- no es la figura o tipo penal de «asociación ilícita»- entonces la justicia es un fraude, una jurisprudencia veleta, retórica y camaleónica.

El «titererazgo» es una aberración, una inmoralidad, una ilicitud que suple al verdadero liderazgo propio de los seres virtuosos como San Martín que cruzó los Andes y liberó tres países o René Favaloro que fue un apóstol de la Medicina.

En la viña del Señor, hay tres categorías humanas: «cristos, judas y pilatos», según Almafuerte, pero una cosa si es segura, ni los jueces ni el gobierno «K» están en la primera categoría, a la que sin duda pertenecen Alberto Nisman y Diego Luciani.

«Un hombre plantó una viña en un campo fértil, luego la cercó y la despejó de piedras, y luego plantó en ella vides escogidas; en medio del campo levantó una torre, y además construyó un lagar. Esperaba que su viña diera buenas uvas, pero dio uvas silvestres. (…) ¿Cómo es que dio uvas silvestres, cuando se esperaba que diera buenas uvas? (…) Esperaba justicia, y sólo hay injusticia; equidad, y sólo hay iniquidad» (Isaías, 5:7).

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