Por Carlos Tórtora.-

Cristina Kirchner no perdió un minuto y convirtió su crisis judicial en una operación política. No invirtió ni una frase en defenderse de las acusaciones del fiscal Diego Luciani y se dedicó a extorsionar a la dirigencia política aludiendo a que pueden salir a la luz múltiples hechos de corrupción. También se adentró en las relaciones de José López con Nicolás Caputo y, finalmente, desarrolló su tesis de que la persecución judicial que sufre es en realidad una persecución al peronismo. Como viene sucediendo desde que fuera electa presidenta en el 2007, el peronismo ahora dio muestras de acatamiento que disipan cualquier posibilidad de disidencias. La dirigencia del PJ respondió al llamado de la jefa resignadamente, aunque las encuestas hoy colocan al Frente de Todos muy por debajo de Juntos por el Cambio.

Al rechazar la posibilidad de un indulto, la vicepresidenta da a entender claramente que hará de su batalla judicial su plataforma de acción política. Con esta táctica, hasta una probable condena en la causa Viabilidad sería muy aprovechable políticamente. Ella tiene como base de sustentación la alianza de La Cámpora con los barones del conurbano, es decir, Axel Kicillof más Máximo Kirchner. No tiene, en cambio, el mismo control sobre el peronismo del interior, donde predomina la idea de desdoblar las elecciones locales de las nacionales para salvar la ropa de los gobernadores.

Un ajuste oportuno

La recuperación de poder político iniciada por CFK encuentra una oportunidad de tomar vuelo en el severo ajuste de la economía que emprendió Sergio Massa. Si éste consigue estabilizar la economía en las próximas semanas, le daría a la expresidenta el oxígeno necesario para poner de pie al Frente de Todos con cierta baja de la inflación y del déficit fiscal. En este sentido, si se da un éxito inicial de Massa, se produciría un doble efecto: por un lado Cristina recuperaría margen de acción política pero por el otro Massa podría empezar a mostrar sus propias ambiciones.

En su cronograma político, la vicepresidenta tiene un hito muy especial el próximo 2 de octubre con las elecciones presidenciales en Brasil. De ganar Lula, Cristina esperaría que éste la apoye firmemente para que lance su candidatura presidencial. Esta postulación no cierra con el tema judicial, porque ella necesita de los fueros para evitar una pena de prisión y, si pierde en la carrera presidencial, quedaría sin fueros. Tal como van las cosas, ella conseguiría una vez más ser la gran electora del candidato, pero nadie toleraría otro Alberto Fernández. Por lo tanto, la solución a la ecuación presidencial es por ahora borrosa. Una vez más, si el candidato fuese Massa, es difícil pensar que sería un candidato dócil.

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