Por Guillermo Cherashny.-

Como anticipamos hace 3 meses, Massa no sólo es el candidato de unidad del peronismo sino que permanecerá en su cargo hasta el 10 de diciembre si es que gana las Paso o las pierde porque toda su campaña presidencial será así, con actos de gobierno, y para esta semana tiene su punto culminante con el cierre de las negociaciones con el FMI y la inauguración del gasoducto NK el próximo domingo.

Pese a que cumplirá estos dos anuncios relevantes, sabe que la tiene muy difícil, más teniendo en cuenta que Juntos hizo buena elección en Córdoba y ganó San Juan y su propia coalición -UP- no le tiene mucha fe y además, se la hacen más difícil cada día con los exabruptos diarios del kirchnerismo rancio que no quiere asumir que es oficialismo. En efecto, amén de apoyar el golpe de estado en Jujuy, celebra los graves incidentes en Francia, Bélgica y Suiza, porque en cualquier lugar de la Argentina o el mundo el camino es la sublevación popular en las calles.

Esa ideología es una de las 3 mochilas que carga el candidato, porque la primera es el desastroso gobierno de AF y la otra la posición de CFK de negociar otro tipo de acuerdo con el FMI, como pagar con el saldo de las exportaciones, algo imposible de obtener.

De todas formas, Massa ocupó el ministerio de economía porque quiso y lo mismo pugnó por ser candidato a presidente y su objetivo es lograr una derrota digna ante Juntos, aunque su optimismo contagia a sus seguidores en el sentido de que se puede ganar la elección por las peleas salvajes entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich y de ahí para abajo en las grandes provincias como Santa Fe, donde Carolina Losada acusa a Maximiliano Pullaro -su rival en la interna- de convivencia con el narcotráfico, acusación muy común en la otra coalición denominada Cambiemos, cuando Carrió acusó a Ritondo de esos vínculos, a tal punto que utilizó a la jueza Arroyo Salgado, que se sumó a esas calumnias nunca probadas, porque son burdas mentiras, como antes las efectuó Carrió contra Sergio Massa.

Es muy común en Juntos acusar al peronismo con supuestas relaciones con el narcotráfico como modo de descalificar a los adversarios, a los cuales los convierten en enemigos a los cuales hay que «terminarlos». Ese acusar de algo tan grave a otra fuerza política ahora lo utilizan entre los propios, sin darse cuenta de la gravedad de acusaciones infundadas.

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