Por Juan José de Guzmán.-

El montaje, los invitados y los asistentes convirtieron el acto oficial del “día de la democracia” (que todos los 10 de diciembre recordamos desde aquel 1983 que asumió el Dr. Alfonsín) en uno partidario, para regocijo de algunos que en su mayoría asistieron a la Plaza trasladados en micros y por punteros, que hicieron disciplinadamente su trabajo, tal como mandan los códigos populistas. Bailando y saltando, al ritmo de los artistas contratados para el evento, le dieron un marco festivo a una Plaza de Mayo muy concurrida (aunque no explotada).

Hubo un momento repetido (y aumentado) del acto convocado por el Presidente Fernández hace muy poco, posterior a la derrota electoral del 14N. En aquel, ya sobre el final, y después de haber concluido los oradores apareció el “hijo presidencial” flanqueado por un numeroso séquito de militantes camporistas (de ambos lados), uniformados con sus pecheras características. Una imagen patética y abominable, agravada por la reacción que les cupo cuando un movilero intentó averiguar cuál era la función que cumplían ellos allí.

Próximo al suicidio, levanté el último WhatsApp recibido que mostraba en 4,27 minutos a una criatura de 22 años, que dice y demuestra que quiere y siente, como pocos, a nuestra querida Argentina, Mateo Salvatto.

Lo hacía como es su característica, hablando a borbotones, llenando de metáforas sus reflexiones (para hacerlas más gráficas).

Bajando el imaginario revolver del suicidio (abortado por Mateo), creo haber balbuceado para mis adentros algo que sonaba parecido a… “gracias por existir”.

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